viernes, 18 de diciembre de 2009

En el tintero (I)

Como se pudo ver en la entrada anterior (dos obras de teatro y una novela de un plumazo), estamos de liquidación de existencias; a ver si empezamos el año con las estanterías vacías. Se me quedan muchas entradas en puros borradores. Falta de tiempo; ganas de alejarme del ordenador, con el que me paso la vida. Así que se han quedado en el tintero muchas, muchas cosas.
Por ejemplo, el fin de semana largo en Londres, por primavera (y por mi cumple, para más señas). Lo bueno de visitar sitios que se conocen bien es que se evita el ansia de tener que verlo todo. Bueno, hay gente que no es así; pero yo, abandonada a mi inercia, me planifico unos itinerarios agotadores. También es cierto que gracias a mi compañero de viaje he corregido en parte mi defecto y soy capaz de soportar el estar sentada bien quetecita en un parque "sintiendo cómo llega la primavera" (el compañero en cuestión se puso lírico en Baviera, quizá tuvo algo que ver su afición a las jarras de medio litro) en lugar de correr al centro histórico de Regensburg, por ejemplo (aunque fui después, claro, no me lo iba a perder por mucho que estuviera llegando la primavera). A lo que íbamos, ir a una ciudad como Londres, con tantísimo que ver, para mí es un plan de lo más relajante. Cada vez que voy "veo" de nuevo algún museo (esta vez entramos en el Tate, en el de toda la vida, a darnos una vuelta), voy a alguna exposición (la de este viaje, en el Bristish Museum, fue espléndida, "Garden & Cosmos", pintura de la corte de Jodhpur nunca vista en Europa) y, sobre todo, al teatro.
Soy una gran fan del Old Vic y allí fuimos también esta vez, a ver The Winter's Tale, de Shakespeare (de quien también soy gran fan, por cierto). Este teatro nunca me ha decepcionado, la verdad. También nos dimos el paseo habitual por Charing Cross Road en busca de libros (aunque haya perdido mucho, sigue siendo un buen sitio por la concentración de librerías), fuimos a mis mercadillos favoritos (ya solo me quedan los de la zona de Brick Lane, que también ha perdido lo suyo) y el "Sunday Roast" en un pub (algunos tienen unas opciones vegetarianas deliciosas) se malogró porque mi cómplice había desayunado demasiado en el hotel (por una vez que no estábamos en un zulo y había un desayuno como dios manda...). Esta vez nos alojamos entre el Támesis y Saint Paul's, de lujo (una celebración es una celebración, y no pagaba yo) y era agradable volver caminando al lado del río cada noche (la parada de metro más cercana al hotel estaba de obras, así que nos paseamos más de lo previsto). También nos dimos un paseo por el centro, cómo no (cenamos en el Soho, todo un clásico), por un parque (St. James' esta vez)... Y la única nota negativa del viaje fue, como siempre, lo pesadas que son en general las compañías aéreas. En fin.
De vuelta a casa, seguimos con nuestra afición a las series de televisión. Alguien (no señalaré a nadie, que está feo) nos recomendó "Deadwood" el año pasado (una maravilla) y así empezó todo. Hemos visto alguna temporada de varias series; pero destacaré "The Wire", ahora que estamos finalizando la quinta (y última) temporada. Estupendos guiones, magníficos actores. Una serie tremendamente realista (suelen ganar los corruptos y los "malos" en general) que destapa los entresijos del mundo de la política, el trabajo policial, el periodismo, la droga, etc. con gran rigor. A diferencia de otras series, esta se ha mantenido sin problemas ni bajones. De hecho, con la cuarta temporada estuvimos enganchadísimos, y eso que iba sobre el sistema educativo y de entrada pensamos que no iba a dar mucho de sí.
Y nada, otro día seguimos contando de lo que no se ha contado.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bailes de todo tipo

Estos de Salamandra parecen haberse especializado en encontrar libros de calidad olvidados que encima se venden como rosquillas. Tras el fenómeno Sándor Márai, llegó el manuscrito de Irène Némirovsky que había permanecido en una maleta desde su muerte en Auschwitz (la mujer tiene una biografía impresionante que no quisiera para mí, bibliografía aparte). Suite francesa (2004) causó un gran revuelo en el mundo editorial francés y europeo, y consiguió el premio Renaudot, que se otorgaba por primera vez a título póstumo. Dos años después se publicaba en España El baile (no me acaba de convencer la portada), cuya adaptación teatral a cargo de Sergi Belbel puede verse estos días (hasta el 3 de enero) en la Sala Tallers (no me extraña que les hayan mandado a las catacumbas, porque para inundar el escenario...) del Teatre Nacional de Catalunya.
Me ha llamado poderosamente la atención que lo que Némirovsky consigue transmitir en menos de cien páginas resulte tan aparatoso en escena. Es curioso que la autora necesitara "solo" palabras y Belbel haya tenido que recurrir a una potente escenografía (muy llamativa y original, para mí lo mejor de la obra) y a una coreografía (con su correspondiente bailarina). Creo adivinar en su puesta en escena un ansia por estar a la altura de las tendencias teatrales que siguen, por ejemplo, en Gran Bretaña, compañías como Cheek by Jowl. Pero, oye, yo qué me sé. El caso es que se trata de una adaptación muy fiel (solo con ver el tintineo de la lámpara al principio ya podía uno imaginárselo, si es que había leído el libro antes y no después como yo) que consiguió despertar mi curiosidad por la obra original. Y la novela es un prodigio de condensación, como he comentado ya. Es increíble lo que se destila de cada frase y lo mucho que esconde su aparente sencillez (ni que Némirovsky fuese japonesa, vaya). Habrá que leer algo más de una autora a la que no había prestado mucha atención (estas historias tan peliculeras con maleta y todo te hacen olvidar que en su momento gozó de gran prestigio y de la consideración de Cocteau o Paul Morand).
Total, que dos veces que he ido al teatro este mes (se ha dado bien, encima una fui de invitada), dos veces que me he quedado con la boca abierta. De hecho, tras ver The Deer House (se representó en el Teatre Lliure solo durante dos días) era tan consciente del desconcierto que debía transmitir mi cara que sufría por estar sentada en la segunda fila, tan cerca de los actores que intentaban leer su éxito en el rostro del público mientras saludaban. Por cierto que en esta no solo bailaban, sino que también cantaban. Y se desnudaban y hablaban en varios idiomas... Este ambicioso montaje (multilingüe, multidisciplinar y todo lo multi que puede dar de sí la cosa) del belga Jan Lawers y su compañía (Needcompany) sobre el dolor, la pérdida, el mundo actual y el teatro resulta en varios momentos de lo más evocador y poético. Muy interesante.

Se puede ver un vídeo de El ball en la página del TNC.
Vídeo de The Deer House aquí.

sábado, 12 de diciembre de 2009

La guerra es siempre injusta

Como a muchos, me resultó muy llamativo en su momento el anuncio de la concesión del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama por el motivo que él mismo mencionó en su discurso en Oslo; porque se le ha dado al principio de su mandato. En mi opinión, se le ha otorgado por sus buenas intenciones y no por una buena labor de su Gobierno; lo cual es un error. En inglés hay un dicho, algo así como que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. También se suele decir que el infierno está lleno de buenas intenciones y el cielo, de buenas obras. Pues eso, buenas intenciones y carisma le sobran a Obama; eso está claro. Pero habría que dejar los premios para dentro de unos añitos; no sea que no lleguemos a ver grandes acciones por su parte (ojalá me equivoque, por lo mucho que nos jugamos todos).
He leído su discurso de aceptación del premio por pura curiosidad, tras ver en el periódico que los supervivientes de Hiroshima (ciudad a la que espero ir estas navidades, para visitar el museo y el parque conmemorativo, monumentos por la paz) y Nagasaki se han sentido defraudados por el escaso pacifismo mostrado por el Presidente norteamericano. Que ya es tener fe en la humanidad, digo yo. Tras pasar por lo que pasaron, aún tienen semejantes esperanzas. Optimismo puro. Me he encontrado con un texto lleno de excusas para el despliegue militar en Afganistán, trufado de citas de Martin Luther King y su adorado Presidente Kennedy, menciones a Gandhi y a las atrocidades de la segunda guerra mundial. Pero hubiera estado bien, efectivamente, que si al hombre le han dado el premio (básicamente) por su iniciativa para eliminar en un futuro los arsenales nucleares existentes en el mundo (un brindis al sol, me parece a mí), no pasara tan de puntillas por las bombas atómicas que tan alegremente y con tan poco fundamento lanzó su país sobre esas ciudades japonesas. Porque mucho hablar de civiles, pero justamente allí murieron muchísimos niños, ancianos, mujeres... lo lógico si tiras una bomba sobre una ciudad, vaya, que le das a los colegios.

A mí me ha apenado la frase "un movimiento no violento no hubiera podido detener a los ejércitos de Hitler
" para argumentar que a veces la guerra es necesaria. Hitler no hubiera llegado a estar al frente de esos ejércitos sin que le votara antes una población acuciada por la crisis económica y le apoyaran después, de forma más o menos velada, otros países. Hitler no se generó espontáneamente; fue el resultado de una serie de circunstancias. Y es ahí donde los movimientos no violentos pueden hacer mucho para evitar guerras. Sé que Obama no es responsable de la historia de su país, ni de los gobiernos que le han precedido; pero no veo cómo puede justificar la guerra en Irak (por mucho que tenga las manos atadas en ese tema). Sadam Hussein había cometido durante años innumerables atrocidades que por lo visto no merecieron que los EE.UU. salvaran a los iraquíes. Y luego se empeñaron en sacarles las castañas del fuego cuando a ellos les vino bien, con un criterio un tanto curioso y con una guerra indefendible en la que han pagado el pato los mismos de siempre y se han enriquecido también los de siempre. Lo malo de estas "guerras justas" de EE.UU. es que siempre se ve su mano aupando en la sombra a los enemigos del mundo. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Pero los que se mueren son mayoritariamente los otros.

Se puede leer el discurso de Obama
aquí.

viernes, 11 de diciembre de 2009

La ternura de las matemáticas

Vaya mes más tonto; todavía no había conseguido ponerme, y eso que tengo un montón de reseñas por escribir. En fin. Dije (hace más de un año, eso sí) que seguiría leyendo a Yoko Ogawa y en eso he estado (ya en la cuenta atrás para volar a Japón, en avión, digo, no mentalmente). De momento, ha "caído" La fórmula preferida del profesor (Hakase no aishita sushiki, 2004). Con su aparente sencillez narrativa, Ogawa se ha ganado los elogios del mismísimo premio Nobel Kenzaburo Oé, quien ha dicho de esta autora, más o menos con estas palabras, que es capaz de expresar lo más sutil de la psicología humana en una prosa que es tierna pero penetrante. Y quien soy yo para contradecir a este hombre. Bueno, la verdad es que no tengo que llevarle la contraria al señor Oé porque estoy totalmente de acuerdo.
Este libro fue en su momento uno de esos fenómenos tan japoneses: vendió dos millones de ejemplares, ganó todos los premios (incluido el Yomiuri, el de las librerías japonesas y el de la Sociedad Nacional de Matemáticas,
“por haber mostrado la belleza de esta disciplina”), desató un inusitado interés por las matemáticas y se adaptó al cine, a la radio y al cómic. Ahí es nada. Fue la novela que catapultó definitivamente a Yoko Ogawa a la fama internacional; aunque lleva escribiendo desde 1988, es de lo más prolífica (ha publicado más de veinte obras de ficción y no ficción) y se la ha traducido ampliamente al francés.
Curiosamente, me ha parecido muy diferente de los relatos de The Diving Pool, con esas atmósferas tan inquietantes. Pero lo he disfrutado por lo a gusto que se "estaba" en ese libro; con una historia bonita y bien contada, sin dramatismos; pero, sobre todo, en uno de esos ambientes que tan bien crean los autores japoneses, que te envuelven como un "yukata" (esos kimonos de algodón blanco, sencillos y agradables, mucho más sofisticados de lo que parecen).

La fórmula preferida del profesor está publicado en Editorial Funambulista.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Autoría de la pobreza

Cuando se habla de la pobreza, parece siempre que haya una buena gente que han nacido pobres y que deben resignarse a vivir de la caridad de los que hemos tenido más suerte. Como si la pobreza se generase espontáneamente y sin mediación de nadie. Com si no existieran unos responsables directos, que, eso sí, siempre consiguen irse de rositas. Como dice Esteban Beltrán, director de la sección española de Amnistía Internacional (entrevista en el número 358 de la revista Integral):
"Cuando el Gobierno de Zimbabue utiliza los cereales para matar de hambre a la oposición política, eso es una violación de derechos humanos. Cuando una empresa como Shell, en el delta del Níger, contamina 31.000 km2 y deja sin alimento a millones de personas, eso es una violación de derechos humanos y alguien tiene que pagar por ello. Cuando el Gobierno de Israel destruye 3.500 viviendas de palestinos, eso es una violación de derechos humanos".
Se puede decir más alto, pero no más claro. Y sin embargo, cuando se cumplen catorce años de la ejecución de Ken Saro-Wiwa, Shell sigue operando con total impunidad en el delta del Níger (con pagar 11 millones de euros para evitar una sentencia judicial, listos, será por dinero). Mientras tanto, el pueblo ogoni lleva la friolera (es una expresión, su tierra arde) de medio siglo soportando esta situación. Recuerdo las manifestaciones contra la sede de Shell en Londres, acusándoles de tener las manos manchadas de sangre... Supongo que a los ejecutivos de Shell, la gente a la que se nos ocurren estas ideas les debemos parecer de lo más ingenuo. Pero tenemos las manos un poquito más limpias. Nunca olvidaré los días que transcurrieron desde la detención de Saro-Wiwa hasta su muerte, el día en que le mataron, el funeral en Londres... Todo ello lo compartí con la comunidad nigeriana.
Catorce años más tarde, en un nuevo milenio, en la era de la información, hoy hay más gente que conoce lo que está sucediendo y se sigue contando con el apoyo de AI, de Greenpeace... Somos más, pero no somos de los que cuentan y parece que no esté en nuestras manos que los culpables paguen con algo más que dinero, que dejen de torturar a una tierra y a un pueblo con quienes nunca se les perdió nada en primer lugar. ¿Cuándo se les hará entender que por más capitalista que sea nuestra sociedad no todo vale? No sé si lo verán mis ojos. Los de Saro-Wiwa y sus compañeros (siempre se habla él, pero no murió solo) seguro que no.

Fotografía de Ed Kashi.
Artículo interesante sobre Ken Saro-Wiwa aquí.
Artículo en Público sobre el juicio contra Shell aquí.
Plataforma de recuerdo a la figura y la labor de Ken Saro-Wiwa (web en inglés).

jueves, 26 de noviembre de 2009

Spain is different

Sobre las exhumaciones de fosas de víctimas de la Guerra Civil:

"No conozco ningún otro país en el que las víctimas de desapariciones extrajudiciales sean, además, las que tienen que exhumar los cadáveres de sus familiares".

Y no lo digo yo; son palabras de Esteban Beltrán, director de la sección española de Amnistía Internacional, que sabe lo que se dice (entrevista en el número 358 de la revista Integral).

Pues eso.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Western japonés

Ayer vi Haruka naru yama no yobigoe (1980), traducida al español como Llanto de primavera, de Yoji Yamada, uno de los directores más conocidos en Japón. Yamada es famoso en occidente por su trilogía de samurais, sobre todo por El ocaso del samurai, que yo no he visto (lo de los samurais me sigue costando).
Me llamó la atención la estructura de la película, que recuerda mucho a un "western", incluso en la música. A ello contribuye sin duda el protagonismo del actor Ken Takakura, a quien se considera el Clint Eastwood japonés (a pesar de que de joven se daba más un aire a Gregory Peck). Takakura es un actor famosísimo en su país y la verdad es que tiene una gran presencia, llena la pantalla; por no hablar de lo apuesto que resulta ("apuesto" es un adjetivo que no se utiliza demasiado actualmente, a pesar de que me parece muy expresivo y encaja como un guante en la descripción de este actor). Total, que tenemos a una viuda todavía joven y guapa matándose a trabajar en una remota granja, con un crío que es una monada (al que han puesto por nombre Takeshi, que según dicen en la peli significa "samurai con ambición", que a quién se le ocurre) y llega un misterioso extraño dispuesto a ayudarla (y a darse unos garbeos en yegua y marcar pectorales con camiseta de "currela", ya que está puesto). Qué más quieres, vamos. Lástima que nadie da duros a peseta y el hombre tiene un pasado (como todo el mundo, por otra parte). Y hasta aquí puedo leer.
A los protagonistas, el mencionado Takakura y Chieko Baisho (que ha trabajado en muchísimas películas de Yamada), les acompañan personajes secundarios tipo "la buena vecina", "el primo de ciudad" e incluso un pretendiente-bufón. No sé si es porque me recuerda tanto a un "western" o porque realmente este director está muy influenciado por el cine occidental, como he leído por ahí; pero si no fuera por los cuencos de sopa de miso y arroz (y sus correspondientes palillos) casi te olvidarías de que se trata de una película japonesa que transcurre en Hokkaido. Lo cual no tiene por qué ser ni bueno ni malo por sí solo. En cualquier caso, resulta muy tierna de ver. Recomendable.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Defecto de forma

Mientras que a Margaret Atwood se la considera la mejor novelista canadiense contemporánea, se suele decir que Alice Munro (Ontario, 1931) es la mejor escritora de relatos en inglés del momento. Sus cuentos aparecen regularmente en publicaciones del prestigio de The New Yorker. Nunca he compartido tal entusiasmo (por Munro, quiero decir); pero debo ser la única porque dicha fama se ha visto reforzada este año al añadir el Man Booker a su larga lista de premios. El jurado del Man Booker (premio al conjunto de la obra de un escritor) la eligió por su "forma de escribir prácticamente perfecta". Cabe decir que Atwood fue una de las candidatas a dicho premio en 2007 y no lo consiguió; para gustos, colores, porque yo sigo pensando que escribe mucho mejor que Munro. Pero, bueno, siempre dispuesta a reconsiderar mis opiniones (aunque no entiendo mucho lo de la perfección a la hora de escribir), me he leído The View from Castle Rock (2005).
Quizá si no le precediera su fama, me hubiera parecido de mayor mérito su estilo. No lo sé. El caso es que su forma de escribir no me parece para tanto (admitiendo que escribe bien, por supuesto). Y la principal pega que le encuentro a este libro es que no sé si es una novela o una colección de relatos. Como soy tan cuadrada de mente, a mí me gusta que quede claro lo que estoy leyendo. En el título pone "Stories", así que debe ser una colección de relatos. Pero el caso es que se presentan en orden cronológico, formando una especie de memorias familiares, y cada relato continúa la saga familiar donde lo dejó el anterior. Pero como novela carece de unidad, no es homogénea; varía en tono, en ritmo, resulta deslavazada. Estamos tanto tiempo en el barco que nos lleva a América como en el hospital esperando a que atiendan al padre de la protagonista, alter ego de Munro.
He de decir que este libro se salvó de "la quema" por dos motivos básicos que nada tienen que ver con la autora: un viaje en tren sin otra lectura y mi reticencia a abandonar antes de la página 80. Y aunque es cierto que va ganando en interés según se avanza en la lectura, me quedo con la sensación de que Alice Munro lo ha escrito más para ella (quizá una deuda pendiente que necesitaba saldar dada su edad) que para los lectores.

Se puede leer el primer relato (el que da nombre al volumen) en inglés aquí.
La vista desde Castle Rock está publicado por RBA.
Otras colecciones de relatos de Alice Munro traducidas al español: Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, El amor de una mujer generosa, Secretos a voces y El progreso del amor.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Ciencia-ficción creíble

Premiada como mejor película (y mejor actor, merecidamente, para Sam Rockwell), en el último Festival de Sitges se quedaron cortos; a Moon deberían haberle dado también el premio a la mejor banda sonora, de Clint Mansell. Pero, vamos, no sé si tienen ese premio y ni siquiera vi las demás películas; así que como para opinar. Tanto entusiasmo por una película de ciencia-ficción no es habitual en mí; pero al César lo que es del César.
Nada más empezar la peli ya vemos que esto (gracias a dios) no es Star Trek y la gente tiene orejas normales. De hecho, la gran sorpresa es lo creíble que resulta todo: la crisis energética, las instalaciones lunares, la vida del astronauta-minero... No hay nada como tener poco presupuesto. Se nota que al director, Duncan Jones, le gustan las pelis de ciencia-ficción de los años 70; Moon no parece una película del siglo XXI. Es más, seguramente si la hubiera rodado hace 30 años ahora sería un clásico del género.
Sin efectos especiales ni invasiones disparatadas, con un ordenador que habla con la voz de Kevin Spacey (que es buen actor hasta en semejante papel) y que es un pelín demasiado sentimental para haberlo programado una empresa que cotiza en bolsa, Moon seduce en su conjunto a pesar de las pegas que puedan ponérsele.

Tráiler bastante inocuo aquí.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Rushdie el Grande

Mientras esperamos que este buen hombre nos regale otra novela tras la magnífica The Enchantress of Florence, no queda otro remedio que echar la mirada atrás, a sus libros más recientes. Su novela anterior, Shalimar the Clown (2005), recibió un cierto varapalo de la crítica por su excesiva ambición (a pesar de las reseñas negativas, el libro obtuvo varios premios de prestigio en India y Gran Bretaña, donde también quedó finalista para el Whitbread), lo que no deja de ser curioso; porque una de las principales características de Salman Rushdie es su insaciable ambición literaria. Rushdie es un escritor que no se acomoda, que no teme a los riesgos (es más, parece que le encanten). Y si hay un tema complicado que a Rushdie no le intimida lo más mínimo es el de esta novela: las tragedias políticas y religiosas del mundo moderno. Ahí es nada. Ese sería el plano más general, aunque Rushdie se concentra sobre todo en las raíces de la violencia y en la díficil situación de Cachemira.
Y si es cierto que las mejores partes de la novela son las que transcurren en Cachemira, no lo es menos que solo Rushdie puede salir airoso de una trama tan disparatada que consigue meter en una misma novela a los nazis y la resistencia, el conflicto de Cachemira, el yihadismo, los disturbios en Los Ángeles (el caso Rodney King) y a Akbar el Grande (por el que debe sentir una especial predilección). Y seguro que me estoy dejando algo. En mi opinión, el título no está a la altura de semejante despliegue. De hecho, siempre he pensado que los títulos no son el fuerte de este escritor de tanto talento. El único que me parece bueno (sin pasarse, pero muy adecuado) es Midnight's Children. Pero, desde luego, eso es un detalle sin demasiada importancia en comparación con las "constantes Rushdie": un auténtico torrente narrativo, su estilo majestuoso, la ironía...
Rushdie es capaz de transmitir el horror de un conflicto con el que la gente suele cenarse; solo por eso vale la pena leer este libro, aunque yo creo que tiene más méritos. A mí que me den cualquiera de estas novelas de Rushdie que la crítica a veces considera fallidas. Las prefiero mil veces a otras de escritores menores, por más que se las aclame y premie. El problema de Rushdie es que es superlativo. Y eso dificulta mucho las reseñas, los análisis... Para muestra, véase el título que le he dado yo a mi entrada.

Shalimar el payaso está publicado en Mondadori y Debolsillo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ahora me acuerdo...

de por qué no me gustaba ver pelis asiáticas. Tiempos de amor, juventud y libertad (Three Times, 2005) de Hou Hsiao-Hsien parece rodada para demostrar que mis antiguos temores no eran tan infundados como pudiera pensarse.
Shu Qi y Chang Chen (muy guapos ellos, eso sí) protagonizan las tres historias supuestamente de amor (sin consumar, de pago y turbulento) que transcurren en tres lugares y momentos históricos diferentes. Las tres están narradas con gran belleza visual y (¡ay!) esos silencios que me han mantenido muchos años bien lejos del cine asiático. Lo del ritmo lento, lo de la historia de cine mudo tienen un pase; pero los silencios me matan.
En fin. La crítica más fan la tilda de "hipnótica"; lo cual explicaría por qué casi me quedé dormida.

Tráiler aquí.

martes, 10 de noviembre de 2009

El lado oscuro de Japón

Como preparación / anticipo de las vacaciones de navidad (¡volvemos a Japón!), me estoy dando un cierto "atracón" de novelas japonesas. En esta ocasión me llamó la atención el debut literario (desde entonces ha publicado tres obras más) de Hitomi Kanehara, Hebi ni Piasu (traducida al español como Serpientes y piercings); sobre todo por la combinación de juventud, premio prestigioso y gran éxito de ventas (un millón de ejemplares en Japón, la mitad de las ventas en el primer mes, y traducciones a 28 idiomas).
Kanehara escribió esta novela antes de los veinte años, cuando llevaba ya unos cuantos viviendo en las calles de Tokio tras irse de casa y dejar la escuela. Así que nos imaginamos que sabe de lo que habla cuando narra la vida de unos jóvenes que se automarginan de una sociedad que detestan y que buscan la soledad, el dolor, la muerte. Es decir, esta novela nos habla de esos jóvenes japoneses que tanto fascinan a los occidentales. Mientras en nuestra cultura la muerte es tabú, algo inaceptable, en Japón siempre ha sido una obsesión. Yo he de decir que leí esta novela por pura curiosidad; porque el sadismo no me atrae nada. Debo tener problemas para distinguir la realidad de la ficción; lo paso fatal con según qué escenas en las películas y las novelas. Y, en este caso, han sido 100 páginas de escalofríos. Pero no mucho más. Por más que la alabe Ryu Murakami, no le veo mérito literario más allá de conseguir que no dejemos el libro sin acabar (y en mi caso ni siquiera eso, porque no suelo dejarlos antes de la página 80 y con un libro tan corto, era quedar mal por poco, encima estaba de viaje y no tenía otras cosa que leer). Los personajes no están bien dibujados y no consiguen arrastrar al lector a su mundo, que este sienta al menos compasión por estos jóvenes tan perdidos. Nos quedamos fuera; horrorizados, perplejos, sintiendo repulsión e incomprensión, pero fuera.
Supongo que la concesión del prestigioso premio Akutawaga (el más importante en Japón) en 2004 a las escritoras más jóvenes de la historia del galardón (lo compartieron la propia Kanehara y Wataya Risa) era una especie de relevo generacional. Autores como Ryu Murakami (parte del jurado) y Banana Yoshimoto le pasaban el testigo a estas mujeres, hijas de una sociedad próspera, ultratecnológica, pero tan extraña, aislada y solitaria como la de la generación anterior (herederos de los traumas de la postguerra). En ese sentido, los primeros años del siglo XXI son una continuación de los contrastes que caracterizaron a la segunda mitad del siglo XX, con un país que sigue debatiéndose entre el pasado (quedan vestigios muy claros como el machismo, la pena de muerte, la fascinación por lo morboso...) y el futuro, con un presente más que confuso. No es extraño que se desee premiar y encumbrar a unas adolescentes en un país que también parece estar pasando por una larga adolescencia sin rumbo.
En fin, a mí Japón me fascina en su conjunto, no únicamente por su lado oscuro. Pero, si se trata de hablar de soledad, Haruki Murakami es mucho mejor escritor (me duele hasta la comparación). Para brutalidad, tenemos al "otro Murakami", mucho más sólido que la discípula que le ha salido. Y para personajes atormentados, Yoshimoto está a años luz de Kanehara. Vamos, que tanta automutilación no me aporta nada.

Serpientes y piercings está publicado en Emecé (Columna, en catalán).

viernes, 6 de noviembre de 2009

¡Aragón también tiene sed!

Siempre digo que no aprovechamos la oferta cultural de Barcelona, que no es Londres, pero cosillas para ver/oír abundan (más que el tiempo para ir a echarlas un ojo o para investigarlas siquiera). Suerte que a veces me hacen propuestas de lo más honestas como el programa doble sugerido esta semana por la jefa de los Novelantes (¡mil gracias, Caro!), que encima ha coincidido con una relativa tranquilidad en el frente; así que miel sobre hojuelas.
Dentro de la programación del Festival In-Edit (Festival Internacional de Cine Documental Musical de Barcelona), fuimos a ver primero el documental ficticio Spinal Tap, de Rob Reiner, que cumple este año su veinticinco aniversario. La historia de este documental tiene tela; porque se inventaron una banda "heavy" inglesa y se eligieron a unos actores que fueran músicos además. Tal fue el éxito del documental (se ha convertido en toda una peli de culto) que Spinal Tap llegó a grabar discos y actuar para sus fans. Las imágenes "retrospectivas" de los inicios del grupo en los años cincuenta cantando "Listen to the flower people" son para troncharse; así como las referencias a los baterías muertos... En fin, una parodia que no ha envejecido mal del mundo de las bandas "heavy" en la que al final queda peor parada la industria discográfica que los ingenuos músicos y sus clichés (yo solo pillé algunos, claro), como dios manda.
El segundo documental, sobre la historia de la cultura pop oscense, "Los chicos de provincias somos así" (título de un tema mítico de Los Mestizos), y dirigido por Orencio Boix, no tiene desperdicio ni siquiera para los que no hemos vivido ese ambiente. Está magníficamente estructurado y no se limita a los gloriosos años 80 y a gente como Escoria Oriental (los más conocidos aunque fuera de nombre, al menos por mí). Empieza con el nacimiento del pop, a finales de los 50, que significó toda una revolución en un lugar extremadamente pequeño, rural y clasista. Sale el primer grupo que grabó un disco "ye-yé" en España (y que actuaron en Irán, nada menos) y, de repente, se muere Franco y se arma una que no veas; con cada cual cantando lo que dios le da entender y el surgimiento de las tribus urbanas ("¡había tres punks!" dice uno de los entrevistados). El desparpajo del personal es lo mejor; nadie se da importancia ni se amarga por no haber tenido más éxito en su carrera musical. Lo de Willy Giménez diciendo que en Huesca Camarón estaría vivo, o la respuesta de un componente de la Escoria Oriental a la pregunta de cómo ven el auge musical de Huesca ("pues, doble, lo vemos doble, como todo") es desternillante y conmovedor por su frescura a la vez. Total, que Orencio Boix no se limita a mostrarnos lo esperable; sino que va más allá, hacia atrás y hacia adelante (porque nos muestra también lo último de la música oscense, tanto en Huesca como fuera); dando voz a las bandas, a los periodistas que las apoyaron... Una maravilla.

De visionado imprescindible: vídeo de una actuación de Escoria Oriental, cantando "Reggae de los Monegros". La calidad de la imagen no es muy allá; pero vale la pena.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Un impecable mantel blanco

Natsume Sôseki (pseudónimo de Natsume Kinnosuke, 1867-1916) está considerado el máximo exponente literario de la época en la que Japón se abrió al mundo. Haruki Murakami reconoce que es el autor japonés que más le ha influido (cree que es el "forjador de la nueva literatura japonesa") y para el Nobel Kenzaburo Oé, sus personajes nos ofrecen "una nueva definición del humanismo". Pero no se vayan, que aún hay más: Miyazaki (el director de cine de animación) asegura haberse inspirado en la obra de este autor a la hora de crear Ponyo en el acantilado. Si a todo ello le sumamos que la edición de Botchan de Impedimenta fue Premi Llibreter 2008, pues surge, inevitablemente, la curiosidad por conocer algo de la literatura de Sôseki.
Empezamos por Botchan, protagonizada por un joven con escasas habilidades sociales y una mentalidad un tanto infantil al que se ha comparado repetidamente, de forma un tanto aventurada, a mi entender, con Holden Caulfield (el protagonista de El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger). Se trata de uno de esos raros libros que se leen sin que chirríen en absoluto a pesar de haberse escrito hace más de cien años. Las reacciones del protagonista producen ternura y llevan a la sonrisa. La prosa es sencilla y amena; no en vano en Japón es un libro leído mayoritariamente por público juvenil; aunque para un extranjero resulta interesante toda la ambientación de la novela, al mismo tiempo que resulta muy accesible (lo que explica que haya varios libros de este autor traducidos al español).
Natsume Sôseki es un clásico y, a la vez, el gran autor moderno de las letras japonesas. Y eso lo apreciamos sobre todo en Kokoro, donde alterna tradiciones de antaño (como el relato autobiográfico, que tanta popularidad había alcanzado) con estructuras más "occidentales"; mostrando la transformación de valores de la sociedad Meiji en su paso a la época moderna. Se pasa del colectivo al individuo, ganando peso sentimientos como la culpabilidad, la soledad o el amor. Kokoro se publicó por primera vez en 1914 en el periódico Asahi Shinbun, por entregas, y está considerada como una de las grandes obras de la literatura japonesa. Al igual que la edición de Impedimenta de Botchan, esta traducción de Kokoro cuenta con una interesante introducción que, sin embargo, no duda en destripar toda la trama de la novela. Por más que eso no sea lo más importante en estas obras, agradecería que transformaran estas introducciones en epílogos o se limitaran a dar las pinceladas sociales y literarias necesarias para que comprendamos mejor estas obras sin contarnos lo que vamos a leer. Aunque, como digo, la trama no es lo más importante en muchas novelas japonesas, y esta es un buen ejemplo de ello. La historia se podía haber contado de una forma mucho más directa, sin tantos rodeos ni tanto detalle; pero es que lo hermoso es ver cómo se deshace el ovillo. De hecho, tan absortos estamos observando todo el proceso, tan inmersos en su lentitud, que la muerte nos golpea como si no la hubiésemos anticipado ("gracias" a la introducción). Para mí, Kokoro es ese mantel blanco impoluto que "sensei" tiene en su casa. Como bien dice el personaje, si no va a estar impecable, mejor utilizarlo de otro color; así que cuando la novela se tiñe de sangre debe llegar inexorablemente a su fin.
Me parece que esta reseña me ha quedado un tanto críptica. En fin. Hay dos cosas de la introducción de Kokoro (no menos interesante por destripadora de tramas) que creo que son muy reveladoras. El traductor comenta que hasta que se rompe el aislamiento del país, en japonés no se contaba con un término para "beso", por lo que la primera vez que se traduce una obra extranjera donde aparece esa palabra acaba escribiéndose "lametazo". También cuenta (creo que lo leí también en la introducción de Botchan) que
Sôseki nunca se adaptó a la vida occidental y durante su estancia en Inglaterra se le ridiculizó por invitar a alguien a ver caer la nieve. Pues bien, estas son novelas para quienes gusten de semejante pasatiempo (yo misma).

Primeras líneas de Kokoro.
Primeras líneas de Botchan.
Kokoro está publicada en Gredos y Botchan en Impedimenta.
También en español, del mismo autor: Yo, el gato, Sanshiro y Almohada de hierba.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Retorno a medio gas

El monológo inicial de Larry David en Whatever Works es tranquilizador; hemos vuelto a Nueva York, se acabaron los dichosos experimentos. Pero también deja claro que David va a hacer de Woody Allen, y que ni él ni ningún otro actor va a conseguir ser tan cómico como el propio Allen; por más que él les escriba las frases (sobre todo porque ya no tiene la garra de antaño con los diálogos).
David tiene poco pelo (aunque es bastante corpulento) y da el pego como judío hipocondríaco, paranoico y faltoso. Pero no es Woody Allen, y eso es un lastre para una película que tiene otro problema importante: todas las películas que ha escrito Allen antes de esta (voy a olvidarme de Vicky... por pura caridad y como agradecimiento a los muchos buenos ratos pasados con las pelis de sus mejores años). Por lo demás, los actores son lo suficientemente buenos para paliar los efectos de una trama excesivamente disparatada.
No es mi Woody Allen preferido, pero al menos es Woody Allen, y como pensé que nunca más volvería a verle, pues casi estoy agradecida de que haya vuelto por sus fueros aunque solo sea a medio gas y con poco fundamento. Con tal de que no vuelva a insultar a su filmografía, aceptaremos "pulpo" por "inspiración".

Tráiler "destripador" para quien la haya visto o no piense ir a verla aquí.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Otro detective aficionado a la jardinería

Como el inspector de The Moonstone (de Wilkie Collins), el protagonista de Suna no Utsuwa (1961, traducido al inglés como Inspector Imanishi Investigates, creo que no hay traducción al español) no es el típico Marlowe, sino más bien alguien aficionado a la jardinería (concretamente a los bonsais), de hábitos ordenados y escritor de haikus. Con más suerte que pericia (en esta novela abundan las coincidencias, aunque no se le puede negar la persistencia), el inspector Imanishi consigue resolver un misterioso asesinato a base de viajar por medio país (adentrándose en todas sus clases sociales) y examinar de cerca las nuevas formas de expresión culturales del Japón de la posguerra.
La trama de esta novela policíaca japonesa está muy bien hilada y crea una adicción que ríete tú de Larsson. Se lee de un tirón. No en vano se considera a su autor, Seicho Matsumoto, el responsable de popularizar el género en su país. No solo está bien escrita y tiene un muy buen ritmo; sino que también la creación de personajes y de ambienes es sobresaliente. Lo antiguo y lo moderno conviven en el Japón de los años 60, creando un sofisticado escenario para esta obra publicada en la serie Soho Crime, que traduce al inglés novelas policíacas japonesas. La obra de Matsumoto sería un ejemplo de ese tipo de novela policíaca con gran contenido social que tan de moda parecer estar ahora (más de cuarenta años después de su publicación).
Matsumoto fue un autor muy popular y reconocido en vida, recibiendo el premio Akutagawa en 1952, entre otros. Se hizo muy famoso gracias a su colaboración con el director de cine Yoshitaro Nomura, que le llevó a adaptar ocho de sus novelas. De hecho, la película basada en esta novela se considera una de las obras cumbre del cine japonés. La tengo pendiente. Y leer otras novelas de la Soho Crime, que tienen muy buena pinta. Al final, me aficionaré a esto de las policíacas; todo es ponerse.

lunes, 26 de octubre de 2009

No solo de gamberradas vive Tarantino

No hay nada como temerse lo peor: tras ver el tráiler de Inglorious Basterds llegué a la conclusión de que la última película de Tarantino daba mucho miedo; pero no por la violencia, sino porque pensaba que iba a ser un disparate de principio a finl. Y no sé si fue esa prevención, pero lo cierto es que la película me sorprendió gratamente. De hecho, me asombró su contención.
Está claro que Quentin Tarantino adora irse por las ramas, impactar al público, exhibir violencia y crear caricaturas más que personajes ("virtudes" que, de entrada, no suelo encontrar excesivamente atractivas en un director de cine). Pero Tarantino ha logrado crear una estética propia y sus gamberradas pueden llegar a estar francamente bien hechas. Nunca entiendo por qué me gustan sus películas (odio la violencia y no disfruto viéndola en el cine); pero lo cierto es que el hombre consigue hacernos pasar un buen rato y nos endilga una película bien larga que se nos pasa en un suspiro (y me reí bastante, para qué negarlo).
Al final estamos hablando de una película sólida, que no deja de ser un entretenimiento, pero que está bien hecha, con actores impecables (sobre todo Christoph Waltz, que está magnífico en su papel de cazador de judíos). Da pena cuando matan a personajes que daban mucho juego (y hasta aquí puedo leer). Tarantino consigue incluso aprovechar las escasas aptitudes interpretativas de Brad Pitt; por ejemplo, sabiendo que los acentos no son su fuerte, le hace hablar con un exageradísimo acento sureño que divide a los espectadores, que no saben si lo hace fatal o estupendamente. Yo diría que, como todo en esa historia, el acento es pura parodia.

Tráiler de la peli aquí.

martes, 20 de octubre de 2009

Más allá del simbolo: Hiroshima

La joven editorial barcelonesa (se fundó en 2004) Libros del Asteroide se marcó un tanto hace un par de años con la publicación de la muy premiada Lluvia negra (Kuroi Ame, 1966) del japonés Masuji Ibuse. Era la primera vez que se traducía al español una obra de este autor, que además está considerada un auténtico clásico de la literatura japonesa del pasado siglo.
Lluvia Negra (la novela más conocida de Ibuse) se enfrenta a las consecuencias de la explosión atómica en Hiroshima basándose para ello en documentos históricos y en entrevistas y diarios de víctimas de la masacre. Le pone rostro a las cifras para que estas duelan (de hecho, no nos ahorra detalle y casi sentimos miedo de pisar también nosotros algún cadáver); yendo más allá del icono, de la imagen de la dichosa seta, tan mortífera, que ha sufrido, como bien dice Jorge Volpi en su prólogo, "una repetición tan inclemente como vana" que ha hecho que la imagen se vuelva "anodina". Y como dice Volpi (una queja sobre el prólogo, que está muy bien, pero que destripa parte de la trama, aunque esta no sea lo más importante de la novela), "habría que imaginar, en cambio, el primer día". Y eso es lo que hace Ibuse, nos lleva de lo abstracto, de lo que creemos conocer, al detalle en el que nunca antes hemos reparado. Y lo hace con el oficio necesario para convertir los documentos en literatura, y con un humor delicado y la sensibilidad y compasión imprescindibles para que el lector pueda soportar el paisaje al que nos asoma.
La historia gira alrededor de una joven, Yasuko, y la forma en que la «lluvia negra» radioactiva que cayó en los alrededores de Hiroshima cambia su vida y la de sus seres queridos. Pero esta trama es una mera excusa para que su tío / padre adoptivo nos cuente muchas otras historias, su punto de vista, su vida antes de la bomba... El mimo con el que se dibujan los personajes y la manera en la que este escritor (que durante la segunda guerra mundial trabajó para su gobierno redactando la propaganda oficial) nos ofrece los detalles más cotidianos e intrascedentes humaniza la catástrofe; la hace más cercana y real.
La lectura de este libro (prueba de que es una gran novela es que disfruté leyéndola durante un largo puente del Pilar en Ansó, sin importarme que "contaminara" la paz y los paisajes pirenaicos) me ha hecho descubrir a una editorial que me había pasado desapercibida. He visto que Libros del Asteroide tiene como objetivo rescatar joyas de la literatura del siglo XX que no estén disponibles en español, labor encomiable que junto con el proyecto de la asociación Contexto de la que forma parte les llevó a ganar el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial 2008. Solo una pega (cada uno es como es): la "creación de fondos editoriales muy cuidados" a la que se dedican no debería limitarse solo a una buena selección de títulos y autores. También debería incluir el cuidado extremo de los textos. De esa forma se diferenciarían de las grandes editoriales, que muchas veces publican traducciones con errores considerables. En el caso que nos ocupa, me ha parecido especialmente grave que no se haya hecho una revisión a fondo del texto; ya que los errores que yo he detectado no requieren para su solución de un experto en japonés (yo no tengo ni idea de ese idioma), sino que son del tipo "unas cuantas miles" o "uno palillos", que igual pueden considerarse erratas, pero luego hay cosas también como confusiones de verbos tipo traer / llevar... Muy recomendable, en cualquier caso.

La editorial tiene una interesante web.
Esta novela también está publicada en edición de bolsillo.

viernes, 9 de octubre de 2009

España orwelliana

Orwell escribió en Mi guerra civil española (1939):
"Incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que estas mentiras, o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia. ¿Cómo se escribirá la historia de la guerra civil española? (...) Es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad".
Se puede decir más alto, pero no más claro. Es verdaderamente escalofriante la capacidad que tenía este hombre para ver lo que iba a suceder 60 o 70 años después. No hace falta decir más; a buen entendedor...

jueves, 8 de octubre de 2009

Especial Tim Robbins

Es que era un programa doble: Tim Robbins como director teatral y luego como actor. En ambos quehaceres sale bien parado (no esperaba menos).
The Lucky Ones (2008) es una interesante película sobre "los afortunados"; los militares que consiguen volver de la guerra de Irak (no se menciona el nombre del país, ni falta que hace). Los de la película (dos hombres y una mujer) se consideran afortunados porque han visto morir a muchos (dos de ellos han sufrido heridas y han visto la muerte muy de cerca), y pueden sentirse también así al ver el agradecimiento de algunos de sus conciudadanos. Pero, en realidad, eso no hará que mejoren sus vidas ni se solucionen sus problemas (los que tenían antes de ir a Irak, los que han surgido después).
Neil Burger, el director de El Ilusionista, no solo elige no mentar al país de marras, sino que tampoco busca patriotas: sus personajes no han ido a la guerra por su país (habría que ver cuántos lo hacen), sino por ellos mismos. Han elegido esa salida porque no tenían otra, por motivos económicos, por no defraudar a la familia, porque es un buen trabajo... Los tres personajes de Burger no son héroes y preferirían no volver; pero tampoco eso es algo que esté en sus manos. El resultado es una película un tanto diferente; una "road movie" especial, medida, sutil, con un buen guión. Y capaz de emocionar sin caer en la cursilería (ni en lo obvio, que tiene aún más mérito).
Los tres actores hacen muy bien sus papeles; llama la atención el candor de Rachel McAdams. En realidad, el papel de Robbins no es especialmente difícil para un actor como él; pero con otro actor no hubiera sido lo mismo. En resumen, una película que ha elegido no mostrar y no contar lo esperable; sino escarbar un poquito, que tiene mucho más sentido. Y todo ello sin estridencia alguna; por lo que puede pasar desapercibida.

Se puede ver el tráiler aquí.

sábado, 3 de octubre de 2009

Reafirmación ideológica de la buena

Se suele decir que los ciudadanos tienen el gobierno que se merecen. También el teatro que se han buscado. Está feo decirlo, pero la tradicional falta de respeto del público barcelonés no se compensa porque luego aplaudan a rabiar. La gente llega tarde (y lo que es peor, les dejan entrar ¡y sentarse!) y encima aquejada de todo tipo de virus (los que tengan miedo de pillar alguna gripe de abecedario, será mejor que se abstengan de espectáculos en teatros barceloneses, tose hasta el apuntador). Se podría argumentar que el éxito del montaje de 1984 en el Teatro Poliorama (teniendo en cuenta que era en inglés con subtítulos, por cierto que en los de catalán se les coló una bonita "y" como conjunción, así va el país), habla de la pasión por el teatro de esta ciudad. Pero hay que tener en cuenta que eran muy pocas funciones y que venían avaladas (y promocionadas) por toda una estrella de Hollywood, su director Tim Robbins (al que nunca volveré a mirar con los mismos ojos después de su maravillosa interpretación en La vida secreta de las palabras, de la entonces inspirada Isabel Coixet).
Con 1984 acertar es fácil y muy difícil al mismo tiempo. Todo el mundo conoce el concepto de Gran Hermano y sabe de qué va la novela aunque no la haya leído. Y el tema es de gran actualidad; lo cual, teniendo en cuenta que se publicó hace 60 años, pues es un logro en sí mismo (de hecho se titula así por 1948, el año en el que se escribió, se cambiaron de orden los dos últimos dígitos). La mayoría de espectadores que va a ver esta obra va a reafirmarse ideológicamente; por lo que, de entrada, el éxito estaría asegurado. De hecho, en ese sentido me recordó a Lorca éramos todos, de Pepe Rubianes; en la que Lorca éramos todos los que estábamos y por eso habíamos ido (aunque el nivel de aquel montaje era inferior a este). Pero, al mismo tiempo, resulta muy difícil (prácticamente imposible, por las mismas razones) impactar y sobresalir con 1984. El montaje de The Actors' Gang es muy correcto; las interpretaciones, impecables; la sobria escenografía, adecuada. Por todo ello, la obra llega e incluso conmueve. Y es verdaderamente difícil hacer una interpretación que no sea plana con un texto como el de Orwell, que se lo pone muy difícil a los actores; que no pueden caer en la caricatura, que deben entregarse muy a fondo. En resumen, un espectáculo de calidad y solvencia; teatro como dios manda, de lo que no abunda por estos lares.
Voy a tener que releer 1984, porque está claro que una lectura de hace veinte años no tiene nada que ver con la que se pueda hacer en estos tiempos de fobias terroristas y cárceles ilegales. Por más que se repita, sigue siendo cierto: pone los pelos de punta cómo acertó George Orwell con el futuro que imaginó.

Más información sobre la compañía The Actors' Gang.
Vídeo de presentación de la obra (interesante ver cómo era el pobre Cameron Dye cuando todavía tenía pelo y mejor aspecto, antes de la gira).

miércoles, 30 de septiembre de 2009

30 de septiembre: Día del Traductor

Me voy a felicitar a mí misma; ya que es el día del Traductor. Nuestro patrón es San Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín; que también es mala suerte que nos pusieran a un profesional tan polémico (por los numerosos errores de traducción de la Vulgata). En fin, de todo hay en el gremio (aunque en nuestro descargo he de decir que hay mucho aficionado y luego pasa lo que pasa). Puede ser que lo eligieran por las noches que se pasaba sin dormir (como penitencia, en el desierto) o por su orgullo (lo que cuesta que aceptemos una equivocación...).
Ah, hace justo una semana que le tocaba a un gremio muy cercano, el de los informáticos (se me olvidó felicitar al director del departamento técnico de mi empresa, qué fallo); el 23 fue Santa Tecla.
Bueno, después de felicitarme a mí misma seguiré con mi celebración particular: ¿qué mejor manera de pasar semejante día que una buena maratón de traducción? Dos catálogos a falta de uno.
Pues eso, que a ver si el mes que viene se me da mejor esto del blog (eso es lo quería decir en realidad). Todo un mes y ni una triste reseña de un libro.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Apurando, como siempre

Bueno, al final hemos podido escaparnos un ratito a ver la exposición de Kees van Dongen en el Museu Picasso. Se trata de la primera retrospectiva que se hace de este pintor en España y finaliza el 27 de este mes; así que, por poco.
De van Dongen tenía referencias como influencia de los expresionistas alemanes Die Brücke y poco más. Tuvo que ser toda una provocación lo de este hombre, a principios de siglo; alguien a quien ser impúdico le parecía una virtud y que hacía semejante uso del color. Hasta tal punto llegó la cosa que la policía tuvo que descolgar de una exposición este polémico cuadro, Tableau (también conocido como El chal español), el que más me gustó de toda la exposición.
Hablando de expresionistas, siempre que voy al Picasso (ahora hacía un montón que no me acercaba) recuerdo la exposición de Schiele; debió ser en el año 2000, en mi época de vecina (del museo, no de Schiele), cuando lo tenía más a mano.
Es increíble que las exposiciones duren meses y yo me pierda muchas. A mí es que el tiempo no me cunde nada. Y es una verdadera lástima, porque es una de las ventajas que tiene vivir en Barcelona. Al final, acabamos sufriendo más los inconvenientes que disfrutando de las cosillas buenas que puede aportar una ciudad que ni es grande ni es pequeña, sino todo lo contrario.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Ventanas como televisores

Hace muchos días que me veo incapaz de pasar ni un minuto más delante del ordenador, después de trabajar, para redactar alguna entrada en este blog. Se me hace medianoche día sí, día también, y me voy directa a la cama con un libro de Salman Rushdie (que entre el poco tiempo que le dedico y lo largo que es, no veas lo que me está durando la distracción). No he visto más que una peli desde el "fracaso Coixet" (aunque tengo algunas anteriores pendientes de reseñar, algunos libros también); pero no será por falta de cosas que escribir. De hecho, tres líneas más tarde ya me siento mejor (y eso que tengo que volver al curro, esto es una especie de "recreo" u "hora del patio").
Una de las cosas que menos me gustan de mi trabajo (aunque al final me compensen todas) es la dedicación total que exige a menudo; la sensación de que se acaba un día en el que no has hecho mucho más que trabajar (por suerte, mi compañero de despacho me hace reír a diario, siempre hay un poco de charla durante las comidas...). Estos "secuestros" que sufro a manos de larguísimos manuales de complicadas instalaciones industriales me hacen ser la reina de las "tareas con patitas" que decía un buen amigo de una persona a la que quiero mucho (aún hoy, aunque no esté, ese es un pequeño detalle sin importancia que no resta cariño a la relación). Son las cosas que apuntas en la agenda (si eres tan anticuada como yo y aún tienes agenda de las de bolígrafo, de las de toda la vida) y tachas para volver a apuntar al día siguiente y así sucesivamente, por falta de tiempo (o ganas, que todo puede ser). Lo mío suele ser un problema de ciempiés; solo así se explica que las dichosas tareas sean capaces de recorrer no semanas, sino meses y años.
De los tiempos en los que veía la televisión (y los anuncios) recuerdo una chocolatina con una publicidad resultona que te invitaba a hacer una pausa. Y eso es exactamente lo que hicimos el fin de semana pasado (de tres días en Cataluña, donde somos tan patrióticos, que si hay que celebrar el día nacional, salimos todos pitando para irnos a la playa, a la montaña, al aeropuerto, a donde sea, vaya). Nos tomamos una pausa y nos dejamos el ordenador, los manuales, la agenda, casi todo, en casa (bueno, el libro de Rushdie se vino, claro). Con un poquito de ropa y unas provisiones para las excursiones, bastaba. Y nos fuimos a la Matarraña en Teruel, que con eso de que no existe, se está bastante tranquilo; a la casa rural de Monique y Joris, unos errantes a los que hay que llamar por otro nombre, porque con eso de que son holandeses, pues suena a cliché. Lo de los cielos estrellados (cuajados de estrellas más bien) y la abundancia de pájaros no era broma. Y el silencio, desconcertante de tan absoluto; todo un privilegio.
Y de eso estoy tirando esta semana, de las energías recuperadas durante mañanas de paseos tranquilos y tardes de lectura "vigilando" las montañas, los árboles, los colirrojos... Es una de mis actividades favoritas; leer en algún lugar en el que valga la pena levantar la vista al pasar la página, atisbando de reojo, mientras se lee, paisajes que limpian la mirada. De vez en cuando encontramos una habitación con "ventanas de pantalla plana". Esta vez tenía dos a mi disposición (más en el resto de la casa); ventanas que te atrapan y que muestran lo que de verdad necesitas ver. Yo las llamo "ventanas como televisores" no sé muy bien por qué, si yo la tele no la veo. Pero ejercen sobre mí la misma fascinación que sentimos casi todos ante una pantalla.

La foto de Matarraña es de Jaime Seuma Sandoval.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Pretenciosa

Ayer fui a ver Map of the Sounds of Tokio / Mapa de los sonidos de Tokio. Creo que el Anticristo no hubiera resultado peor elección (el de Lars von Trier, aunque quizás tampoco el otro). La última película de Isabel Coixet está a años luz de lo mejor de su filmografía (La vida secreta de las palabras, Mi vida sin mí y Cosas que nunca te dije). Si cuando fui a ver Elegy dije que una de las cualidades del cine de Coixet era, en mi opinión, su capacidad para conmover en la medida justa; en esta ocasión no ha encontrado la medida, ni el punto ni nada. De sus mejores películas me gustó la sutil poesía que destilaban; pero en esta se le ve el plumero, las ganas de ser poético (solo me lo pareció el título y encima luego no encajaba para nada con la película, que no transmite los sonidos que pretende). Para entendernos: esta película es como la Isabel Coixet que se entrevistó a sí misma en lugar de charlar con su admirado Haruki Murakami (que era a quien había ido a escuchar la mayoría del público, por no decir todo el mundo), no como la directora de La vida secreta de las palabras.
También es cierto que Sergi López no es Tim Robbins, eso está claro. Le daba yo vueltas al salir del cine a la posibilidad de salvar a su personaje poniendo a un actor tipo Viggo Mortensen; pero la verdad es que la historia es tan absurda, que no hay manera de apañar el entuerto. Rinko Kikuchi tiene que ser buena actriz por narices, porque sale airosa de los papelitos que le tocan; incluso cuando su personaje no existe, como es el caso. Otra cosa es el supuesto magnetismo (según la directora) entre los protagonistas. Yo no lo vi por ninguna parte; es más, no me creo su historia para nada. Y otro personaje que se las trae es el del narrador omnisciente, que a quién se le ocurre. Encima se desperdicia al famoso bailarín de butoh, Min Tanaka, para que lo encarne, con unos monólogos que no tienen ni pies ni cabeza. Vamos, que el tráiler de la peli no auguraba nada bueno y, al final, de los tráiles hay que fiarse más que de tu propio padre.
Pues eso, una decepción; al principio no le ves el qué, pero es que luego empeora considerablemente, con esas escenas de sexo tan cutres, y el final es de vergüenza ajena. Ni siquiera se captura la esencia de Tokio (en ese sentido, y en otros, se queda a años luz de Lost in Translation) ni aprovecha su fuerza (las imágenes son bastante sosas, para lo que es la ciudad). Un ejemplo muy claro es el mercado de pescado, de lo más fotogénico y potente visualmente que se puede ver por estos mundos de dios. Pues en la película no destaca especialmente. Tokio se queda en excusa, en afanes de modernidad, en un escenario incongruente para una historia pobre y poco interesante.

El tráiler, así como "making-offs", diario del rodaje, etc. para muy fans, en www.mapofthesoundsoftokyo.com

domingo, 30 de agosto de 2009

Lecturas de verano: El Chino

Sigo con otra lectura de las que me llevé a Bretaña. Junto con el tercero de Larsson (por gentileza de mi proveedora habitual y Novelante jefa), El Chino (2009) de Henning Mankell llenó de muertos suecos (y no suecos) mis apacibles atardeceres (continuamos con la desmitificación de Suecia). He de decir dos cosas al respecto. Una: a la que te has tragado sin rechistar la disparatada segunda entrega de las aventuras de Mikael Blomkvist, estás listo para que te entretenga la tercera casi tanto como la primera. Dos: por suerte no se me han quedado estos asesinatos asociados a Bretaña; bastará con que un lugar tan tranquilo haya quedado unido de forma irreversible a una banda sonora tan poco esperable como Metallica (por obra y gracia, cómo no, del conductor y compañero de viaje J.).
En fin. A Mankell le tenía ganas hacía tiempo y nunca había llegado a leer nada; así que decidí empezar por una novedad, dejando la célebre "serie Wallander" para mejor ocasión. Como anécdota, he de referirme ya mismo al frenesí de cafés y sandwiches de la jueza Roslin. Debe ser el deporte nacional sueco, concluyo; a esta mujer solo podría vencerla el mismísimo Blomkvist. Y, de entrada, un aviso para navegantes: nada de leer la contraportada si hay interés por leer el libro. Qué manera de destripar la historia. Y quien dice la contraportada, dice la página web de los editores, etc. Pasa como con los tráilers; que debemos ser todos muy vagos (o poco largos) y nos tienen que dar las pelis ya vistas y los libros, ya leídos. Un desastre. Entremos en materia, El Chino es, por lo visto, una especie de encargo que se hizo Mankell a sí mismo, alarmado por la creciente colonización china de un continente en el que él pasa parte del año, África. Ya sabíamos que los chinos están haciendo muchos negocios por allí (tanta materia prima suelta, tan poco control, tanta corrupción, a quién no le tienta); pero Mankell está convencido de que además buscan una forma de mitigar su superpoblación rural enviando a millones de campesinos pobres a que cultiven la tierra en el continente africano. Dicho sea de paso, espero que los manden sin pesticidas; que estos chinos les tienen una afición desmedida.
Y los encargos es lo que tienen, que se supedita toda una estructura narrativa a un mensaje determinado, con lo que esta suele resentirse lo suyo. A eso le achaco yo que la trama me resultara un tanto deslavazada. En mi opinión, las historias no fluyen bien al conectarse entre sí. Quizá Mankell haya sido demasiado ambicioso; no contento con "meter" dos pesos pesados como el continente africano y el coloso chino en la misma novela, hizo aparecer también a Suecia (y a sus lobos) y tanto trasfondo político y social acaba por ahogar un poco a la historia en sí. Y, de nuevo, como me está pasando últimamente con más libros de esta misma editorial (a quienes tenía en más alta consideración), me entran dudas de si hay problemas de traducción. Si no los hay, el estilo de este hombre deja un tanto que desear. Por no hablar de los fallos tipo no pagar el taxi (si Ma Li tenía las cenizas de su amiga y el encargo de dispersarlas, ¿por qué lo acaba haciendo Ya Ru?) y cosas sencillamente incomprensibles (¿por qué se carga Ya Ru al guardaespaldas?, luego resulta que no tiene nadie más a quien recurrir y tiene que ir él en persona, con lo que tendrá que hacer ese hombre, a matar a la jueza, cosa ilógica). Pues eso, que la novela tiene su interés, pero no me ha convencido. Tendré que leer una de las protagonizadas por el comisario Kurt Wallander, a ver.

Se puede leer el comienzo de la novela aquí.