martes, 31 de marzo de 2009

Oportunidad desaprovechada

Habría que leer Der Vorleser (la novela de Bernhard Schlink en la que se basa The Reader) para ver qué fue antes, el huevo o la gallina (de quién es la culpa, vaya). Aunque la verdad es que dudo que la novela esté tan poco conseguida como la película; porque se lee en las escuelas en Alemania para que los estudiantes conozcan la angustia que supuso para toda una generación ser conscientes de lo que sus padres sabían (es difícil distinguir entre nazis y no nazis cuando prácticamente todo el mundo fue cómplice, de una forma u otra, al menos moralmente). En la película esto no se transmite nada bien; un estudiante de Bruno Ganz (aquí un tanto desaprovechado) empieza a perfilar el tema, pero se hace un lío tremendo. Es cierto que durante el juicio Hanna le pregunta al juez "y usted qué hubiera hecho"; pero el guión no traslada bien la pregunta y no acaba de "envolver" debidamente el drama de una mujer de pocas luces, más avergonzada por sus deficiencias formativas que por su papel en el exterminio naz; alguien responsable, a quien le gusta hacer bien su trabajo, sin comprender que pueda echársele en cara que acatara órdenes, sin cuestionarse el bien y el mal.
Creo recordar que el director Stephen Daldry no me convenció tampoco en
The Hours (aunque, con la memoria que tengo...). Pero quizás uno de los fallos más obvios, como digo, sea el guión. Tanto ir para delante y para atrás en la película no le hace ningún bien. También me pregunto por qué no interpretó otra actriz a Hanna de mayor (en lugar de envejecer a Kate Winslet de forma tan poco creíble). Winslet está correcta, aunque su personaje no acaba de funcionar, seguramente por causas ajenas a su voluntad. En cuanto a Ralph Fiennes, a la que ves que sale en una peli te dan ganas de avisarle de que no se enamore, porque el pobre siempre recibe. Queda el regusto de que ahí había una buena historia, un tema apasionante, y un guionista y un director que no lo han sabido aprovechar (tampoco a sus actores) y han hecho un pobre ejercicio narrativo con todo ello. Una lástima.


lunes, 30 de marzo de 2009

Gran Eastwood

Es lo que tiene ser bueno, que con un guión que sería de lo más azucarado y facilón en otras manos, va el hombre y encandila al espectador. Clint Eastwood sigue llenando la pantalla con su presencia; algo que suena a tópico, pero que en el caso que nos ocupa no puede ser más cierto.
En Gran Torino, Eastwood borda el papel de viejo gruñón (lo de que gruñe es literal) y racista que tiene una "perla" para todos; ya sean hijos, vecinos... (como cuando le dice al joven cura que pretende confesarle para cumplir con la última voluntad de la esposa de Walt que es un "27-year-old, over-educated, virgin priest", una de las mejores salidas del personaje). El rosario de epítetos racistas que dedica a sus vecinos resulta de lo más exhaustivo; pero Walt acaba siendo un hombre entrañable, de principios.
La historia se salva, además de por el buen hacer de Eastwood (que parece obsesionado por la violencia, quizá es herencia de papeles como Harry el Sucio, aunque vivir en los EE.UU. debe ayudar bastante), por un final inesperado (y no me refiero a que el hombre cante, algo que se podía haber ahorrado, parece empeñado en hacerlo absolutamente todo él mismo).
Para fans.

Entrevista con Clint Eastwood en El Mundo.

domingo, 22 de marzo de 2009

Kureishi en Barcelona

Vaya semanita me han dado los de la biblioteca Jaume Fuster. Como no tenía yo nada que hacer, se han dedicado a traer a mis escritores favoritos. Primero Haruki Murakami y después, Hanif Kureishi. Ahí es nada. Encima con Kureishi charlaba Eduardo Mendoza, ¿alguien da más? Bueno, charlar lo que se dice charlar, no charló mucho con él. Más bien se dedicó a medio ignorarle (ni siquiera le miraba) hasta que decidió unilateralmente dar la palabra a los lectores, con los que también se comportó como "l'enfant terrible" de las letras británicas que es (aunque luego, firmando libros, estuvo encantador y sonriente, algo insólito en él).
En la introducción previa a la charla, Mendoza dio en el clavo con una descripción de la última novela de Kureishi (Something to tell you) que podría aplicarse a toda su obra. Comentó que no era una historia de aventuras extraordinarias, conspiraciones ni sectas; sino que transcurría en terrenos conocidos y le pasaba a personas normales ("tan normales como pueden ser las personas", recalcó Mendoza con su ironía habitual), y que mantenía el interés porque tenía interés. Algo que parecería sencillo, pero tiene su mérito. También comentó que no había una sola frase banal en toda la novela. Así es Kureishi; siempre tira con bala. A continuación, Kureishi se definió como un novelista del siglo XIX a quien le gusta la cotidianeidad (en el vídeo incluido más abajo comenta que su barrio de Londres le parece el lugar más interesante del mundo y que cuando sale a hacer sus compras vuelve a casa con el convencimiento de que ha hecho la investigación necesaria para escribir), y que retrata su país en los tiempos que le han tocado vivir.
Kureishi no paró de citar a Beckett (de quien seguramente le atrae su melancolía) y a Freud (fruto, sin duda, de su interés por el psicoanálisis, primero como paciente y ahora, en su novela, como personaje), y de lanzar las frases provocativas que tanto le gustan ("I love English stupidity", "There is nothing more revealing than a lie"). Respecto a la comparación, obvia, con The Buddha of Suburbia, Kureishi dijo que esta última novela era más amarga porque los protagonistas ya habían pasado por el trago de ser adultos (se entiende que el autor también), y que entre uno y otro libro la sociedad británica había cambiado para siempre (para volverse multicultural). Tuvo palabras duras para el país de su padre, Pakistán, del que dijo que probablemente había nacido maldito, al crearse como un país para musulmanes, algo en lo que no podía basarse una democracia. Y respondió, con más paciencia de la esperable en él, a las preguntas habituales sobre su "integración" en Inglaterra. En el vídeo se queja de que en una reciente visita a Alemania le han hecho esas mismas preguntas; como si no fuera concebible que él sea inglés.

Otras entradas sobre Kureishi en este blog aquí, aquí, aquí y aquí. Vamos, que no en vano se llama este blog igual que una de sus colecciones de relatos.

Entrevista con Hanif Kureishi (2008) sobre su último libro.

martes, 17 de marzo de 2009

Murakami en Barcelona

Poco amigo de aglomeraciones, Haruki Murakami va de multitud en multitud desde que llegó a España. Y eso que ni él mismo se explica el éxito de su obra, más allá de que "a todo el mundo le gusta una buena historia". Murakami se parece a esos personajes masculinos suyos; personas corrientes a las que les pasan cosas extraordinarias. Él estaba tan tranquilo viendo un partido de béisbol hace treinta años, con su cervectia en ristre y, de repente, fue como si algo cayera del cielo: la idea de que él podía ser escritor. Y ni corto ni perezoso, se puso y hasta la fecha. Si le preguntan de dónde salió una novela en concreto, la explicación siempre es muy sencilla; nada de intentos de retratar un cosmos propio habitado por seres torturados en busca de una verdad inexistente (por poner un ejemplo). A él se le ocurre una escena y la escribe, años después le apetece seguir con ella y sale una novela (Sputnik, mi amor). O tiene un título genial (Kafka en la orilla) y se pone a escribir un libro al que le pegue. O a su mujer le parece largo un libro (Crónica del pájaro que da cuerda al mundo), le dice que le quite unos capítulos y, claro, no los va a tirar (y de ahí sale Al sur de la frontera, al oeste del sol).
Tan atípico como sus libros, parece que no le gusta hablar de su obra. Dice que "lógicamente" él no lee sus propios libros y como hace tiempo que escribió algunos de ellos, pues no se acuerda mucho. Buena excusa (encima es que suena la mar de convincente). Se define como un hombre tímido y optimista que necesita correr o nadar cada día (aunque no pasa nada si un día no escribe); alguien con una vida normal que tiene acceso a otros mundos. Unos mundos en los que no es necesario distinguir entre realidad y fantasía; unas historias que no le afectan porque "como es un escritor profesional, sabe cerrar la puerta y volver a su día a día". Un día a día para el que es imprescindible estar en forma, si no, no podría escribir; porque la escritura es una carrera de larga distancia. Una carrera que Murakami ha demostrado dominar con una prolífica obra de variados registros que supone una atracción irresistible para los lectores que han quedado atrapados en esos mundos "detrás de la puerta".
Muchos de sus lectores barceloneses se han dado cita para escucharle hoy en la biblioteca Jaume Fuster, desbordada por las circunstancias y sin aforo para tanto fan. Ante un público convencido de antemano, a Murakami no le hubiera hecho falta ni hablar para que quedáramos todos encantados. Como Watanabe, como Toru, cae bien desde el primer momento; con su aire de buen tipo, de persona tranquila sin complicaciones. Y pensar que en sus libros los gatos hablan... En fin, ya se va acercando el día de volver a leer todos sus libros. A ver si mientras tanto publican 1Q84, que además es larga (¡yupi!).

Otras entradas sobre Murakami en este blog aquí, aquí y aquí.

martes, 10 de marzo de 2009

No se salva ni Suecia

Tanto tiempo pensando que estos suecos eran otra cosa, y va Stieg Larsson y se dedica a sacar los trapos sucios del país. Está claro que toda sociedad tiene sus miserias (aunque no creo que las de los suecos sean tan cutres y tan abundantes como las de este país) y los periodistas deberían estar para eso, para denunciarlas. No contento con hacer públicos asuntos oscuros como la actividad de la extrema derecha en Suecia, el periodista Larsson se desdoblaba por la noche en escritor policíaco. De momento he leído solo la primera novela de la trilogía Millenium y la verdad es que es sorprendente como una primera obra de ficción puede estar construida de forma que atrape al lector totalmente, con gran oficio.
Desconozco qué tal se lee en sueco, pero la muy elogiada traducción al inglés no está nada mal escrita; aunque carezca de filigranas estilísticas. Se trata de una historia narrada de forma eficaz, que mantiene (muy) interesado al lector durante al menos tres cuartas partes y que se diluye en un final un tanto excesivo, con una Lisbeth Salander convertida en poco más que una delincuente de talla internacional con asombrosas capacidades lingüísticas.
Dicho lo cual, le puedo poner otros peros (cómo no). Las violaciones de Lisbeth chirrían un poco, parecen ideadas para justificar que a la muchacha le cabreen tanto los "hombres que no aman a las mujeres" (es decir, los maltratadores, violadores, asesinos...). Aunque bien es cierto que a Armansky le parece la víctima perfecta (claramente no lo es). Pero que quede impune su jugarreta al abogado que la viola... no sé, no lo acabo de ver. Aparte de que la "jugarreta" en cuestión también es un poco fantasiosa. Sigamos; si el periodista metido a detective se las va a llevar a todas de calle, debería resultar más atractivo, estar más desarrollada esa parte de su encanto; si no, parece una convención (el héroe con el que todas sueñan).
En cualquier caso; una grata sorpresa y un entretenimiento inteligente y con ideología. Más allá de las críticas a especuladores y compañía; también llama la atención el asesino que no mata por complejos procesos psicológicos y por el pasado que le tortura (que también), sino, simple y llanamente, porque puede, porque es fácil. Habrá que leer la segunda a ver si la cosa no decae. Además, Suecia me atrae bastante y es divertido reconocer nombres de calles y lugares de Estocolmo (una ciudad a la que no me importaría volver).


El club de lectura Novelantes se reúne hoy para hablar (entre otras cosas) sobre la primera novela de Stieg Larsson.
Áncora y Delfín ha publicado en español las dos primeras entregas de la trilogía Millenium.

lunes, 9 de marzo de 2009

La poco convincente historia de Benjamin Button

Sé perfectamente que se trata de una película, que no tiene por qué parecer verosímil; pero creo que las historias, por fantasiosas que sean, deben resultar convincentes. Y The Curious Case of Benjamin Button no lo es. No tengo problema en creer que pueda nacer (al menos en un relato de F. Scott Fitzgerald) un niño viejo que vaya rejuveneciendo con el paso del tiempo. Y el principio de la película, con ese aire de cuento y ese relojero ciego prometía algo más que un mero alarde técnico del equipo de profesionales que envejecen y rejuvenecen a Brad Pitt y Cate Blanchett. Porque en eso se queda, al fin y al cabo, la "curiosidad".
A ello contribuyen diversos elementos. Habría que leer el relato para ver si los defectos de la trama son atribuibles al escritor o al guionista; pero ¿por qué demonios le envían un telegrama a Benjamin cuando atropellan a Daisy en París?. Y cuando Daisy ha rehecho su vida con otro hombre y aparece de nuevo Benjamin, con el aspecto de un joven de 20 años, se supone que Daisy tiene 55 (los envejecimientos "intermedios" deben ser muy difíciles, porque le encasquetan unas arrugas faciales de anciana un tanto exageradas, pasa como con Queenie, que envejece de golpe y a temprana edad) y poca cabeza; porque después de acostarse con él, se las pira, sin tener en cuenta que Pitt se va a volver un niño demenciado y necesitará ayuda (por no hablar de que le dio a ella todo su dinero). Y el colmo de los colmos, Caroline encuentra normalísima la historia de su padre, solo le molesta no haber sabido antes que su supuesto padre no lo era. Ahora bien, que se muriera siendo un bebé, no le parece nada sorprendente (en el ambiente onírico de la residencia de ancianos, con tanta demencia senil, que les pareciera normal tenía un pase). Y luego está lo de Brad Pitt, nominado a un Óscar claramente por su asombrosa transformación física (su único mérito fue la paciencia de someterse a los maquillajes, etc. durante horas, lo demás lo hicieron los profesionales, y teniendo en cuenta que cobraba por ello...); no por cómo interpreta, de forma impasible, a Benjamin Button; sin molestarse siquiera en adquirir un acento sólido, aunque fuera ligero, de New Orleans. Le sale de vez en cuando, como si de repente se acordara de que debe utilizarlo. Cate Blanchett está correcta y Julia Ormond tiene un papel bastante tonto. Tilda Swinton, eficaz como siempre.
En resumen, se trata de una película curiosa, en la que tienen más protagonismo los cambios físicos de los protagonistas que la historia en sí; rodada de forma correcta, aunque un tanto fría, por David Fincher (Seven). A pesar de que se ve sin implicarse, no se hace larga (y lo es, y mucho) y deja un cierto regusto melancólico por los temas en los que debería centrarse y que quedan un tanto ensombrecidos: la vida y la muerte, la pérdida de seres queridos...

Tráiler de la peli (parece increíble que los haga la propia industria, destripan las películas de forma que no haría falta ir a verlas).

domingo, 1 de marzo de 2009

El encantador de lectores

En su nueva novela, The Enchantress of Florence, Salman Rushdie demuestra ser lo que siempre ha sido, lo que quedaba patente en la magistral Midnight's Children (una de las mejores novelas que he leído nunca); un contador de historias a la manera clásica. Esta novela es una especie de "Las mil y una noches"; una sucesión de historias fabulosas que atrapan al lector. Merece especial mención la del pintor Dashwanth, que recuerda a Me llamo Rojo de Orhan Pamuk.
Desde luego, Rushdie tiene todas las virtudes de un gran escritor: una mente privilegiada, un estilo asombroso, una imaginación desbordante y, por si todo eso fuera poco, una vida de lo más "interesante". Sin olvidar su sentido del humor, siempre presente (el mogol del amor le dice a una de sus amantes, celosa, "no he venido hasta aquí para andar de cama en cama"). Con todos estos atributos, Rushdie se traslada a la corte de Akbar el Grande, en la mítica ciudad de Fatehpur Sikri, y sitúa su fábula en una tierra de nadie en la que se mezclan los sueños, la historia, la avaricia de los imperios y una feroz y continua crítica de la religión. No hay duda que es el propio autor el que habla por la boca del emperador que se pregunta por qué debería seguir una religión, ya que no se le pide que lo haga porque esta sea la verdadera, sino porque era la de sus antepasados. Escéptico, Akbar se pregunta si la fe no será quizá poco más que un hábito familiar. Estas son las preguntas que se ha hecho siempre el propio Rushdie y, cómo no, sus respuestas no pueden ser del agrado de todos los públicos. Quizá no había una religión verdadera, piensa Akbar, sino algo que pasa de padres a hijos hasta la eternidad. Igual que se pasa una virtud, podría pasarse un error. ¿Y si la religión fuera un error de nuestros antepasados? Siendo Akbar musulmán, no se puede menos que pensar que este Rushdie anda siempre pidiendo guerra. Akbar / Rushdie asegura que es el hombre quien ha creado a los dioses, y no al revés. Que el centro debe ser el hombre. Otros aspectos de la novela parecen hablar directamente de la experiencia vital de Rushdie, como cuando la Princesa Gulbadan dice que el mundo sigue siendo un misterio y la historia más extraña puede resultar ser cierta. También parece que el autor hable en algunos momentos de la princesa Qara Köz como si fuera él mismo: alguien que se transforma en todo tipo de cosas para todo tipo de personas; un recipiente en el que las personas vierten sus propias preferencias, prejuicios, odios, secretos, desconfianzas, sombras, culpas, dudas y certezas, su respuesta más generosa y también la más mezquina a su paso por el mundo.
En una de las múltiples entrevistas concedidas con motivo de la publicación de esta novela (ver el vídeo más abajo), Rushdie comenta que encontró liberador escribir sobre un mundo sin dividir, en el que no es necesario distinguir entre los sueños y la realidad, y que eso marcó su lenguaje. Yo iría más allá para añadir que justamente ese es su terreno natural, el territorio de Midnight's Children. Rushdie dice que esta es una historia sobre la persuasión del contador de historias; un contador que ya no puede contar una historia tan provinciana como la de Madame Bovary, porque ya no vivimos en un mundo tan limitado y provinciano, no vivimos en una caja, sino en un mundo en el que nos vemos influidos por las vidas de otras personas, por otras culturas. Y de nuevo, esa es la posición que le corresponde; seduciendo a los lectores con narraciones ambiciosas y exquisitas como La encantadora de Florencia.

La encantadora de Florencia está publicada en Mondadori. Se puede leer el primer capítulo (en castellano) aquí.