Como preparación / anticipo de las vacaciones de navidad (¡volvemos a Japón!), me estoy dando un cierto "atracón" de novelas japonesas. En esta ocasión me llamó la atención el debut literario (desde entonces ha publicado tres obras más) de Hitomi Kanehara, Hebi ni Piasu (traducida al español como Serpientes y piercings); sobre todo por la combinación de juventud, premio prestigioso y gran éxito de ventas (un millón de ejemplares en Japón, la mitad de las ventas en el primer mes, y traducciones a 28 idiomas).
Kanehara escribió esta novela antes de los veinte años, cuando llevaba ya unos cuantos viviendo en las calles de Tokio tras irse de casa y dejar la escuela. Así que nos imaginamos que sabe de lo que habla cuando narra la vida de unos jóvenes que se automarginan de una sociedad que detestan y que buscan la soledad, el dolor, la muerte. Es decir, esta novela nos habla de esos jóvenes japoneses que tanto fascinan a los occidentales. Mientras en nuestra cultura la muerte es tabú, algo inaceptable, en Japón siempre ha sido una obsesión. Yo he de decir que leí esta novela por pura curiosidad; porque el sadismo no me atrae nada. Debo tener problemas para distinguir la realidad de la ficción; lo paso fatal con según qué escenas en las películas y las novelas. Y, en este caso, han sido 100 páginas de escalofríos. Pero no mucho más. Por más que la alabe Ryu Murakami, no le veo mérito literario más allá de conseguir que no dejemos el libro sin acabar (y en mi caso ni siquiera eso, porque no suelo dejarlos antes de la página 80 y con un libro tan corto, era quedar mal por poco, encima estaba de viaje y no tenía otras cosa que leer). Los personajes no están bien dibujados y no consiguen arrastrar al lector a su mundo, que este sienta al menos compasión por estos jóvenes tan perdidos. Nos quedamos fuera; horrorizados, perplejos, sintiendo repulsión e incomprensión, pero fuera.
Supongo que la concesión del prestigioso premio Akutawaga (el más importante en Japón) en 2004 a las escritoras más jóvenes de la historia del galardón (lo compartieron la propia Kanehara y Wataya Risa) era una especie de relevo generacional. Autores como Ryu Murakami (parte del jurado) y Banana Yoshimoto le pasaban el testigo a estas mujeres, hijas de una sociedad próspera, ultratecnológica, pero tan extraña, aislada y solitaria como la de la generación anterior (herederos de los traumas de la postguerra). En ese sentido, los primeros años del siglo XXI son una continuación de los contrastes que caracterizaron a la segunda mitad del siglo XX, con un país que sigue debatiéndose entre el pasado (quedan vestigios muy claros como el machismo, la pena de muerte, la fascinación por lo morboso...) y el futuro, con un presente más que confuso. No es extraño que se desee premiar y encumbrar a unas adolescentes en un país que también parece estar pasando por una larga adolescencia sin rumbo.
En fin, a mí Japón me fascina en su conjunto, no únicamente por su lado oscuro. Pero, si se trata de hablar de soledad, Haruki Murakami es mucho mejor escritor (me duele hasta la comparación). Para brutalidad, tenemos al "otro Murakami", mucho más sólido que la discípula que le ha salido. Y para personajes atormentados, Yoshimoto está a años luz de Kanehara. Vamos, que tanta automutilación no me aporta nada.
Serpientes y piercings está publicado en Emecé (Columna, en catalán).
Supongo que la concesión del prestigioso premio Akutawaga (el más importante en Japón) en 2004 a las escritoras más jóvenes de la historia del galardón (lo compartieron la propia Kanehara y Wataya Risa) era una especie de relevo generacional. Autores como Ryu Murakami (parte del jurado) y Banana Yoshimoto le pasaban el testigo a estas mujeres, hijas de una sociedad próspera, ultratecnológica, pero tan extraña, aislada y solitaria como la de la generación anterior (herederos de los traumas de la postguerra). En ese sentido, los primeros años del siglo XXI son una continuación de los contrastes que caracterizaron a la segunda mitad del siglo XX, con un país que sigue debatiéndose entre el pasado (quedan vestigios muy claros como el machismo, la pena de muerte, la fascinación por lo morboso...) y el futuro, con un presente más que confuso. No es extraño que se desee premiar y encumbrar a unas adolescentes en un país que también parece estar pasando por una larga adolescencia sin rumbo.
En fin, a mí Japón me fascina en su conjunto, no únicamente por su lado oscuro. Pero, si se trata de hablar de soledad, Haruki Murakami es mucho mejor escritor (me duele hasta la comparación). Para brutalidad, tenemos al "otro Murakami", mucho más sólido que la discípula que le ha salido. Y para personajes atormentados, Yoshimoto está a años luz de Kanehara. Vamos, que tanta automutilación no me aporta nada.
Serpientes y piercings está publicado en Emecé (Columna, en catalán).
1 comentario:
Sin duda, una de las virtudes del libro es su brevedad.
Esta afirmación no hay que tomarla equivocadamente :-); sino más bien como una de las características del libro en si: se trata de un uppercut, directo y rápido, que no se ve llegar, a la barbilla. Cuando te quieres de dar cuenta, estás noqueado -y la novela ha llegado a su fin.
Sus virtudes no hay que buscarlas en la trama, los personajes o en la calidad literaria en si. Se hallan más bien en la temática escogida, y su modo de abordarla. Intenta reflejar la vida desde la perspectiva del sadismo y del masoquismo, tal como lo viven los personajes principales. Sin otras pretensiones: el análisis de las posibles causas que han modelado a los personajes tal cual son, queda como ejercicio para el lector a posteriori. El libro en sí, se limita a narrar lo que sucede en la vida de los personajes, y si acaso a transmitirnos -desapasionadamente y sin profundidad- sus sentimientos. La entrada es abrupta, no hay una introducción que prepare al lector para lo que viene.
El libro está bien. ¿Tanto como para 'la concesión del prestigioso premio Akutawaga'?
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