sábado, 3 de octubre de 2009

Reafirmación ideológica de la buena

Se suele decir que los ciudadanos tienen el gobierno que se merecen. También el teatro que se han buscado. Está feo decirlo, pero la tradicional falta de respeto del público barcelonés no se compensa porque luego aplaudan a rabiar. La gente llega tarde (y lo que es peor, les dejan entrar ¡y sentarse!) y encima aquejada de todo tipo de virus (los que tengan miedo de pillar alguna gripe de abecedario, será mejor que se abstengan de espectáculos en teatros barceloneses, tose hasta el apuntador). Se podría argumentar que el éxito del montaje de 1984 en el Teatro Poliorama (teniendo en cuenta que era en inglés con subtítulos, por cierto que en los de catalán se les coló una bonita "y" como conjunción, así va el país), habla de la pasión por el teatro de esta ciudad. Pero hay que tener en cuenta que eran muy pocas funciones y que venían avaladas (y promocionadas) por toda una estrella de Hollywood, su director Tim Robbins (al que nunca volveré a mirar con los mismos ojos después de su maravillosa interpretación en La vida secreta de las palabras, de la entonces inspirada Isabel Coixet).
Con 1984 acertar es fácil y muy difícil al mismo tiempo. Todo el mundo conoce el concepto de Gran Hermano y sabe de qué va la novela aunque no la haya leído. Y el tema es de gran actualidad; lo cual, teniendo en cuenta que se publicó hace 60 años, pues es un logro en sí mismo (de hecho se titula así por 1948, el año en el que se escribió, se cambiaron de orden los dos últimos dígitos). La mayoría de espectadores que va a ver esta obra va a reafirmarse ideológicamente; por lo que, de entrada, el éxito estaría asegurado. De hecho, en ese sentido me recordó a Lorca éramos todos, de Pepe Rubianes; en la que Lorca éramos todos los que estábamos y por eso habíamos ido (aunque el nivel de aquel montaje era inferior a este). Pero, al mismo tiempo, resulta muy difícil (prácticamente imposible, por las mismas razones) impactar y sobresalir con 1984. El montaje de The Actors' Gang es muy correcto; las interpretaciones, impecables; la sobria escenografía, adecuada. Por todo ello, la obra llega e incluso conmueve. Y es verdaderamente difícil hacer una interpretación que no sea plana con un texto como el de Orwell, que se lo pone muy difícil a los actores; que no pueden caer en la caricatura, que deben entregarse muy a fondo. En resumen, un espectáculo de calidad y solvencia; teatro como dios manda, de lo que no abunda por estos lares.
Voy a tener que releer 1984, porque está claro que una lectura de hace veinte años no tiene nada que ver con la que se pueda hacer en estos tiempos de fobias terroristas y cárceles ilegales. Por más que se repita, sigue siendo cierto: pone los pelos de punta cómo acertó George Orwell con el futuro que imaginó.

Más información sobre la compañía The Actors' Gang.
Vídeo de presentación de la obra (interesante ver cómo era el pobre Cameron Dye cuando todavía tenía pelo y mejor aspecto, antes de la gira).

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