Natsume Sôseki (pseudónimo de Natsume Kinnosuke, 1867-1916) está considerado el máximo exponente literario de la época en la que Japón se abrió al mundo. Haruki Murakami reconoce que es el autor japonés que más le ha influido (cree que es el "forjador de la nueva literatura japonesa") y para el Nobel Kenzaburo Oé, sus personajes nos ofrecen "una nueva definición del humanismo". Pero no se vayan, que aún hay más: Miyazaki (el director de cine de animación) asegura haberse inspirado en la obra de este autor a la hora de crear Ponyo en el acantilado. Si a todo ello le sumamos que la edición de Botchan de Impedimenta fue Premi Llibreter 2008, pues surge, inevitablemente, la curiosidad por conocer algo de la literatura de Sôseki.
Empezamos por Botchan, protagonizada por un joven con escasas habilidades sociales y una mentalidad un tanto infantil al que se ha comparado repetidamente, de forma un tanto aventurada, a mi entender, con Holden Caulfield (el protagonista de El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger). Se trata de uno de esos raros libros que se leen sin que chirríen en absoluto a pesar de haberse escrito hace más de cien años. Las reacciones del protagonista producen ternura y llevan a la sonrisa. La prosa es sencilla y amena; no en vano en Japón es un libro leído mayoritariamente por público juvenil; aunque para un extranjero resulta interesante toda la ambientación de la novela, al mismo tiempo que resulta muy accesible (lo que explica que haya varios libros de este autor traducidos al español).
Natsume Sôseki es un clásico y, a la vez, el gran autor moderno de las letras japonesas. Y eso lo apreciamos sobre todo en Kokoro, donde alterna tradiciones de antaño (como el relato autobiográfico, que tanta popularidad había alcanzado) con estructuras más "occidentales"; mostrando la transformación de valores de la sociedad Meiji en su paso a la época moderna. Se pasa del colectivo al individuo, ganando peso sentimientos como la culpabilidad, la soledad o el amor. Kokoro se publicó por primera vez en 1914 en el periódico Asahi Shinbun, por entregas, y está considerada como una de las grandes obras de la literatura japonesa. Al igual que la edición de Impedimenta de Botchan, esta traducción de Kokoro cuenta con una interesante introducción que, sin embargo, no duda en destripar toda la trama de la novela. Por más que eso no sea lo más importante en estas obras, agradecería que transformaran estas introducciones en epílogos o se limitaran a dar las pinceladas sociales y literarias necesarias para que comprendamos mejor estas obras sin contarnos lo que vamos a leer. Aunque, como digo, la trama no es lo más importante en muchas novelas japonesas, y esta es un buen ejemplo de ello. La historia se podía haber contado de una forma mucho más directa, sin tantos rodeos ni tanto detalle; pero es que lo hermoso es ver cómo se deshace el ovillo. De hecho, tan absortos estamos observando todo el proceso, tan inmersos en su lentitud, que la muerte nos golpea como si no la hubiésemos anticipado ("gracias" a la introducción). Para mí, Kokoro es ese mantel blanco impoluto que "sensei" tiene en su casa. Como bien dice el personaje, si no va a estar impecable, mejor utilizarlo de otro color; así que cuando la novela se tiñe de sangre debe llegar inexorablemente a su fin.
Me parece que esta reseña me ha quedado un tanto críptica. En fin. Hay dos cosas de la introducción de Kokoro (no menos interesante por destripadora de tramas) que creo que son muy reveladoras. El traductor comenta que hasta que se rompe el aislamiento del país, en japonés no se contaba con un término para "beso", por lo que la primera vez que se traduce una obra extranjera donde aparece esa palabra acaba escribiéndose "lametazo". También cuenta (creo que lo leí también en la introducción de Botchan) que Sôseki nunca se adaptó a la vida occidental y durante su estancia en Inglaterra se le ridiculizó por invitar a alguien a ver caer la nieve. Pues bien, estas son novelas para quienes gusten de semejante pasatiempo (yo misma).
Empezamos por Botchan, protagonizada por un joven con escasas habilidades sociales y una mentalidad un tanto infantil al que se ha comparado repetidamente, de forma un tanto aventurada, a mi entender, con Holden Caulfield (el protagonista de El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger). Se trata de uno de esos raros libros que se leen sin que chirríen en absoluto a pesar de haberse escrito hace más de cien años. Las reacciones del protagonista producen ternura y llevan a la sonrisa. La prosa es sencilla y amena; no en vano en Japón es un libro leído mayoritariamente por público juvenil; aunque para un extranjero resulta interesante toda la ambientación de la novela, al mismo tiempo que resulta muy accesible (lo que explica que haya varios libros de este autor traducidos al español).
Natsume Sôseki es un clásico y, a la vez, el gran autor moderno de las letras japonesas. Y eso lo apreciamos sobre todo en Kokoro, donde alterna tradiciones de antaño (como el relato autobiográfico, que tanta popularidad había alcanzado) con estructuras más "occidentales"; mostrando la transformación de valores de la sociedad Meiji en su paso a la época moderna. Se pasa del colectivo al individuo, ganando peso sentimientos como la culpabilidad, la soledad o el amor. Kokoro se publicó por primera vez en 1914 en el periódico Asahi Shinbun, por entregas, y está considerada como una de las grandes obras de la literatura japonesa. Al igual que la edición de Impedimenta de Botchan, esta traducción de Kokoro cuenta con una interesante introducción que, sin embargo, no duda en destripar toda la trama de la novela. Por más que eso no sea lo más importante en estas obras, agradecería que transformaran estas introducciones en epílogos o se limitaran a dar las pinceladas sociales y literarias necesarias para que comprendamos mejor estas obras sin contarnos lo que vamos a leer. Aunque, como digo, la trama no es lo más importante en muchas novelas japonesas, y esta es un buen ejemplo de ello. La historia se podía haber contado de una forma mucho más directa, sin tantos rodeos ni tanto detalle; pero es que lo hermoso es ver cómo se deshace el ovillo. De hecho, tan absortos estamos observando todo el proceso, tan inmersos en su lentitud, que la muerte nos golpea como si no la hubiésemos anticipado ("gracias" a la introducción). Para mí, Kokoro es ese mantel blanco impoluto que "sensei" tiene en su casa. Como bien dice el personaje, si no va a estar impecable, mejor utilizarlo de otro color; así que cuando la novela se tiñe de sangre debe llegar inexorablemente a su fin.
Me parece que esta reseña me ha quedado un tanto críptica. En fin. Hay dos cosas de la introducción de Kokoro (no menos interesante por destripadora de tramas) que creo que son muy reveladoras. El traductor comenta que hasta que se rompe el aislamiento del país, en japonés no se contaba con un término para "beso", por lo que la primera vez que se traduce una obra extranjera donde aparece esa palabra acaba escribiéndose "lametazo". También cuenta (creo que lo leí también en la introducción de Botchan) que Sôseki nunca se adaptó a la vida occidental y durante su estancia en Inglaterra se le ridiculizó por invitar a alguien a ver caer la nieve. Pues bien, estas son novelas para quienes gusten de semejante pasatiempo (yo misma).
Primeras líneas de Kokoro.
Primeras líneas de Botchan.
Kokoro está publicada en Gredos y Botchan en Impedimenta.
También en español, del mismo autor: Yo, el gato, Sanshiro y Almohada de hierba.
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