miércoles, 27 de febrero de 2008

Citizen Day-Lewis

La nueva película de Paul Thomas Anderson (el director de Magnolia y Boogie Nights) es áspera, ambiciosa, de corte clásico (con claras reminiscencias de Orson Welles y Ciudadano Kane). La ambientación es fabulosa, la fotografía cautivadora a la vez que austera y eficaz (se rodó en un secarral similar e incluso cercano al de los hermanos Coen, debía estar la zona como el Ganges). Daniel Day-Lewis está perfecto en su papel (no me parece para nada histriónico, como he leído en alguna crítica). A su lado, un más que digno Paul Dano (el adolescente hermano de Little Miss Sunshine, donde ya apuntaba maneras).
There Will Be Blood (el título hace referencia a la rivalidad entre el personaje protagonista y el predicador, Eli, y hasta aquí puedo leer) está basada en Oil!. Por lo visto, la película conserva la historia de Upton Sinclair muy a grandes rasgos, eliminando muchos personajes y subtramas, por lo que el director decidió cambiar el título, al no considerarla una adaptación de la novela.
Quizás su mayor defecto sea que en su búsqueda de ese clasicismo de corte Welles, acaba resultando un tanto fría, distanciándose del espectador. Y esa imperfección, en una película muy bien tensada y construida, le impide ser, en mi opinión, la obra maestra que pretendía su director.
La música resulta un punto fuerte. Sorprende la elección del tercer movimiento (Allegro giocoso, ma non troppo vivace - Poco più presto) del concierto para violín en D mayor de Johannes Brahms. Suena, con muy buen criterio, la versión de la Filarmónica de Berlín, con dos grandes, Herbert von Karajan en la dirección y Anne-Sophie Mutter en los solos de violín (y cómo toca el violín esa mujer, es única). Acompaña a esta pieza música de Jonny Greenwood (guitarrista de Radiohead), que capta de maravilla lo que quiere contar el director. Yo no sabía que Greenwood era un músico de formación clásica que compone obras para la BBC; su otra faceta musical es más conocida por el público en general.
El caso es que se pasan las dos horas y media, y de repente (no se hace nada larga) se ha acabado la peli y nadie sabe cómo ha sido. Lo único que está claro es que no hemos perdido de vista a Daniel Day-Lewis ni medio minuto. Eso no pasaba ni en
Ciudadano Kane. Y tiene su mérito que un actor pueda sostener así una película.

martes, 26 de febrero de 2008

"Midnight All Day": Siempre es medianoche

Midnight All Day (Siempre es medianoche en su traducción al castellano) es el título de una colección de relatos del escritor británico Hanif Kureishi, un autor que me gusta desde hace bastantes años (desde antes de entrar en la treintena, década en la que, según algunos críticos, es más fácil apreciar el tono de las narraciones de Kureishi).

Con la salvedad del último relato (que aún no he comprendido qué hace ahí y que es de lo más atípico), los relatos de Midnight All Day discurren en el microcosmos particular de Kureishi (la pareja, la escritura, la ciudad), que tiene bastante de autobiográfico y que él domina como nadie.

Con Kureishi me pasa como con Murakami: me es un poco indiferente lo que me cuenten. Lo que más valoro de las novelas y relatos de ambos es la creación de una atmósfera única que atrapa al lector. A los personajes de Murakami les pasan bastantes más cosas (de hecho, les suele pasar de todo) que a los de Kureishi (que tienen esa afición a tener hijos y separarse), y encontraríamos muchas otras diferencias, desde luego (aunque también algunas similitudes, como el papel que juega la soledad en sus historias). Pero, en mi caso, les une mi absoluta disposición a leer cuanto escriban, aunque sea la lista de la compra.

De Kureishi no pueden esperarse ficciones «rebuscadas» (a diferencia de Murakami, en cuyas historias puede ocurrir casi cualquier cosa): sus tramas más imaginativas son las de El buda de los suburbios y las de sus guiones cinematográficos (Mi hermosa lavandería, etc.), que no dejan de estar poblados por personajes muy cercanos a él y a su entorno. En los relatos de esta colección, encontramos de nuevo al autor-narrador que escribe a partir de sus vivencias más íntimas, de sus soledades y tormentos personales. Y que escribe de forma sencilla pero intensa, lúcida y claustrofóbica, directa aunque irónica, precisa, elegante y tremendamente seductora.

A menudo se critica la "amargura" de Kureishi. Yo diría que su obra es melancólica, que no es lo mismo. El pesimismo de Kureishi no es tal; se trata más bien de una ironía reflexiva. En la ficción de Kureishi hay siempre inherente un deseo de salir adelante, un afán de supervivencia a pesar de todo (a pesar de uno mismo, en especial). En el relato que da nombre a la colección, Ian sigue teniendo la esperanza de cumplir con sus deseos básicos, como punto de partida para otros cambios en su vida: quiere una casa, una mujer y unos niños "que le gusten", y "perderse en las cosas que no son importantes". El lector no puede menos que pensar que no va por buen camino para conseguirlo, que está repitiendo sus errores; pero se queda deseando que lo logre.

Quizá mi preferido sea "Strangers When We Meet", con esas escenas en el parque, fuera de la ciudad, en el pub donde se representa la obra de teatro... tan bien recreadas como el París de "Siempre es medianoche". Y esas verdades hirientes que Kureishi va dejando caer como quien suelta lastre.

Los favoritos de Martin Amis

Durante una de las charlas de presentación de su última novela (La casa de los encuentros) en Barcelona, Amis habló (de nuevo) de sus escritores favoritos. Y es para alabarle el gusto.

Aparte del consabido Norman Mailer (de quien dijo que su mejor novela era la infravalorada El fantasma de Harlot) y de los tres rusos (Tolstoi, Dostoievski y Gogol), Amis mencionó otros clásicos norteamericanos, como Saul Bellow, Philip Roth, John Updike, y también a Don DeLillo. Y, por supuesto, no podía faltar la referencia a Conrad y Nabokov. De los británicos, sólo menciona a uno bastante más antiguo, aunque, eso sí, como ejemplo de talento arrollador: Shakespeare.

Otra obra que le pareció un derroche de talento "de miedo" es Vergüenza, de Salman Rushdie (por lo visto se lo comentó una vez al propio autor y Rushdie se quedó encantado).

Encuentros con Amis

Amis está en su papel, con su copa de vino cerca, sus anécdotas habituales (la de los brazos alzados respecto a los talibanes, las doce docenas de preservativos que le regaló su padre a los quince años...) y la tranquilidad de quien tiene el prestigio y la vida ganados.

En su conversación con el escritor Rodrigo Fresán, habla, ocurrente, de cómo se siente al envejecer, de la crisis de los cuarenta y tantos (una "crisis de mortalidad", cuando "la muerte deja de ser un rumor") y de lo que era la juventud ("la capacidad de pensar que solo envejecen los demás"). Utiliza una anécdota de los últimos años de la vida de su padre (cuando tras sufrir un ictus ya no podía escribir pero seguía aporreando la máquina de escribir, de la que surgía una única palabra), para ilustrar su convencimiento de que un escritor no se retira nunca, es escritor hasta el final y nunca siente que ha escrito suficiente (aunque solo le quede escribir "gaviota" una y otra vez).

Para Amis, el escritor es esa persona que no deja nunca de llenar libretas y diarios, mientras que los demás dejan de hacerlo cuando ya no son tan "conscientes del alma". Al preguntarle Fresán por el estilo, Amis contesta que no se utiliza por sí mismo, sino para que las percepciones del autor sean lo más precisas posibles y poder así cumplir con su misión: "hacer más interesante la vida a sus lectores" con los libros que le dicta una "presión interna".

A pesar de que su visita a Barcelona se debe a la presentación de las traducciones al castellano y al catalán de su última novela (
La casa de los encuentros) y que, por lo tanto, está de promoción, Amis no se muerde la lengua al comentar que no lee a escritores en español porque no le gustan las traducciones (las compara con instantáneas de un cuadro), con la excepción de Borges, cuya prosa suena bien traducida al inglés. No contento con eso, también asegura que no es necesario tener una gran biblioteca ni leer todas las novedades, sino releer cada cierto tiempo un puñado de buenos libros (no explica cómo llega uno a ese puñado de escritores, y yo pienso en la cantidad de libros interesantes que me habría perdido si no sintiera curiosidad por escritores a los que nunca he leído).

lunes, 25 de febrero de 2008

Buen sitio

Propongo que nos situemos en los bordes de la sociedad. Y digo en los bordes porque lo que no es posible es estar fuera de ella. En los bordes. Para verlo todo con el suficiente desapego y poder pensar con independencia, lejos de la multitud y la locura.

Entrevista con el primer Nobel de Literatura chino (año 2000), Gao Xingjian, en El País del 24 de febrero de 2008: "Frente a la locura del mundo, la soledad nos alivia y nos salva"

Estreno de su obra Al Borde de la Vida en el Teatro del Instituto Francés de Madrid (28 y 29 de febrero de 2008). Habrá que estar atentos, porque en otoño se estrenará en Barcelona La fuga, sobre la matanza de Tiananmen (que le llevó a presentar su renuncia formal ante el Partido Comunista chino).

jueves, 21 de febrero de 2008

"Sweeney Todd": sin sorpresas, pero muy sorprendente

La última película de Tim Burton me seja con una duda: ¿cómo es que este hombre no había hecho esta peli hace años? San Google responde: ya había intentado comprar los derechos diez años atrás. No me extraña; la historia parece perfecta para el tipo que filmó Sleepy Hollow y que encima tiene en casa a Helena Bonham-Carter, tan dada al tema gótico como él, y que aporta una nueva dimensión a la Sra. Lovett. Total, que va Burton y rueda una adaptación del musical como se podía esperar de él: con su estética y su eficacia. Como resultado, desde los mismísimos créditos de la peli uno tiene la sensación de que ya la ha visto, y sabe perfectamente lo que está a punto de encontrarse. Casi.
La historia no es muy sofisticada, desde luego, y el espectador conoce buena parte del argumento por adelantado. La sucesión de muertes por aspersión en la silla del barbero resulta un tanto mecánica (quizás era lo que se pretendía). Los malos son muy malos, los jóvenes muy ingenuos... Pero hay que reconocer que la película no se hace pesada en ningún momento, ni siquiera a los espectadores menos amantes de los musicales. Las canciones son el diálogo, no son superfluas (un gran acierto), los actores no permanecen estáticos mientras cantan y los escenarios tienen un gran atractivo visual. Pero la gran baza de Burton es sin duda alguna su actor principal, un hipnótico y torturado Johnny Depp que interpreta magistralmente al barbero londinense (con su acento y todo) y que seduce desde el primer instante con su voz y su forma de cantar.
Depp se adueña de la película salvándola así de ser algo ya visto y convirtiéndola en toda una sorpresa. Por el camino se deja algunas "víctimas" a las que hace sombra sin piedad. La primera, la propia Bonham-Carter, que se nota que aprovechó las clases de canto que tomó durante meses y que está estupenda en su papel; seguida de los demás actores (magnífico, como siempre, Alan Rickman, quien se marca un dúo memorable, "Pretty Women", con Depp). Al final, sólo Depp permanecerá en la memoria (él y su voz).

P.D.I. La verdad es que me empiezo a plantear si no será que me gustan los musicales (toda la vida pensando que no...). Los de mi generación (producto del "baby boom") somos, por lo general, poco dados a este género. Quizá se deba a una infancia marcada por los niños cantores de la España profunda que se estilaban en aquella época sin diversidad de canales de televisión, o por las pelis de Doris Day (que ahora no estoy muy segura de si cantaba o no, pero a mí me resultaba muy traumática). Pero creo que no, que no me gustan (he visto musicales en Londres y me ha parecido que estaban muy bien hechos, pero tanto cántico sin motivo aparente...). Lo que me gustan son las películas en las que las canciones no sobran, no son un mero acompañamiento, sino parte de la esencia de la historia . Y esta de Burton sería un ejemplo. Pero, sobre todo, me encantó la adaptación que hizo Kenneth Branagh de
Love's Labour's Lost (y me han gustado todas las que ha hecho de Shakespeare), con unos números sensacionales y sorprendentes que no traicionaban en absoluto (sino más bien todo lo contrario) el espíritu original de la obra.

P.D.II. Retiro el vídeo más de un año después de publicado; porque ya no está disponible por problemas de derechos de autor. Qué lástima, la verdad; es algo que no puedo entender.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Sí y no: "No Country for Old Men"


Sí, es lógico que el primer actor seleccionado por los Coen fuera Tommy Lee Jones. Lo ha hecho antes y lo hace muy bien. Encima es de cerca del secarral en cuestión...
Sí, Javier Bardem lo hace bien. Es más memorable el guión que le dan que su interpretación, pero hemos salido bien parados (se oían los suspiros de alivio al acabar la película, ¡el Bardem no nos ha dejado mal!).
Sí, el papel de Woody Harrelson sabe a poco (¿era necesario cargárselo tan rápido?, será por muertos).
Sí, la peli pierde fuelle (empieza fabulosamente bien, pero el final queda un tanto deshilvanado). Para mi gusto, le sobran 20-30 minutos (puede ser manía mía, me pasa con muchas películas).
No, la escena del supuesto "encuentro" en el motel entre Chigurh y el sheriff no se entiende por más foros que se visiten, más guiones que se consulten y más imágenes que se examinen. Puede que no lo tengan claro ni los Coen (de hecho, no me extrañaría lo más mínimo).
Y, sí, quizá yo soy muy impresionable, pero la peli daba miedo.

lunes, 18 de febrero de 2008

Contra el vicio de escribir... la virtud de trabajar

Este blog es (como tantos otros) más personal de lo que parece. Es el lugar donde apunta lo que se le pasa por la cabeza una desmemoriada, alguien a quien más le vale anotar sus pensamientos para no encontrarse con el más absoluto vacío al echar la vista atrás.

La desmemoriada en cuestión suele quedarse en blanco a la hora de expresar una opinión sobre libros, viajes, películas, lo que lee en los periódicos que cada día lee menos... Y no por falta de palabras (aunque hablar siempre le costó más que escribir), sino porque se le olvidan sus argumentos, las citas, las escenas, los nombres; y acaba recordando, como mucho, las sensaciones, el nivel de "enganche" que le provoca un autor...

En fin, que tantas cosas se me escapan que me gustaría volver a un antiguo vicio (el más inocuo de todos, y en una versión más moderna que las libretas que tanto me gustan), o al menos intentarlo. Porque lo cierto es que aunque escriba poco por placer, por vicio, porque sí, de mí surgen palabras todo el día. Y eso cansa los nudillos, que por modernos que sean los escribas y mientras no se apunten al reconocimiento de voz, teclear acaba doliendo aunque se haga con y por oficio y sin pretensiones literarias de ningún tipo.

Pues eso, que aspiro a dejar algún esbozo de lo que leo y veo, cuando se haga medianoche de verdad y ya no queden más palabras extranjeras que hacer comprensibles para los demás.

Me rindo, Suketu

No tengo por costumbre abandonar los libros ni las películas. Aún recuerdo el mal rato que pasé viendo El hombre perfecto de Lars von Trier, sabiendo que no me iba a ir del cine, que yo no hago eso, y sin poder dormirme... Así que cuando decido aparcar / abandonar un libro lo hago con todo un protocolo previo y con todas las de la ley: ¿he llegado a la página 80? (caso negativo, a seguir leyendo), ¿puede que no sea el momento adecuado? (entonces toca aparcarlo, a veces eso funciona y luego disfrutas de la lectura en otra ocasión en la que resulta que ese libro encaja más, por el misterioso motivo que sea) ¿puedo razonar el abandono? (entonces, como no estamos para perder horas, a otra cosa, mariposa).

Cuando apareció la traducción de un libro que yo no conocía en su versión original, Ciudad total. Bombay perdida y encontrada (Mondadori), apliqué otra de mis reglas (tengo millones, me temo): si es de tapa dura, esperar a que salga en tapas blandas (menos elegante, pero más barato, ocupa menos sitio y se lee mejor tumbada en el sofá o en la cama, que es donde suelo leer yo, por las noches). Pasó el tiempo y me había olvidado totalmente del libro hasta que lo vi en la biblioteca de mi barrio. Y empecé a leerlo.

El tema me parece muy interesante: la visión "desde dentro", lo que no vemos los turistas, lo que no funciona (y no funciona nada) en una ciudad desmedida en todos los sentidos, la suciedad y la contaminación (que eso sí lo ves de visita, pero no es lo que te llama más la atención si estás allí tres días), el día a día de sus habitantes (tan duro como se imagina uno), los tejemanejes de los constructores (me recuerdan a otro país, a otra ciudad), de los políticos (ídem)... Y de repente el autor, Suketu Mehta, se adentra en el mundo de las llamadas "gangwars", de los asesinos a sueldo, de los grandes gángsters que controlan la ciudad; y lo hace con una afición de decenas y decenas de páginas (tan desmedida como Bombay, vaya).

Bueno, más que afición, es casi encono. Y, ¿es Suketu Mehta su verdadero nombre? ¿No les ha sentado mal tanta publicidad a los asesinos esos? ¿O es que les gusta salir en los libros? (sé que les gusta que aparezcan personajes como ellos en las pelis de Bollywood, pero, claro, no es lo mismo). Total, que cuando llevo la mitad del libro, a pesar de que abandonar un libro tras 300 páginas no es algo que haya hecho antes, lo dejo. Es cierto que tengo mucho trabajo, que estoy cansada... Pero también es cierto que la traducción es muy poco fluida (quizá por prisas) y un tanto dejada (no es difícil darse cuenta de que los iraníes no podían haber llegado a Bombay a finales del siglo XX si el restaurante iraní favorito del autor es de 1934); vamos, que quizá no hubiese abandonado el libro en inglés. No he leído nada más de Suketu Mehta, así que puede que no sea un gran escritor; pero me tiene con la mosca tras la oreja no ya lo del Pulitzer (quedó finalista con esta obra, pero, los premios, ya se sabe), sino la encarecida recomendación que hace del libro nada menos que Salman Rushdie (aunque he de decir que el Sr. Rushdie recomienda encarecidamente con cierta soltura) y The New York Times Book Review.

Total, que he devuelto el libro a la biblio cuando tocaba, sin ganas de préstamos futuros y sin tener muy claro de quién es la culpa. Si un día cae en mis manos el original en inglés, habrá que averiguarlo.

Más información sobre este autor en su página (en inglés).