
En ese sentido, creo que Elegy se queda un poco corta. Quizá resulte menos personal por su condición de película de encargo. Para mí, lo que perdura, por encima de la trama, de la historia de amor, es la interpretación de Ben Kingsley (con su maravilloso acento inglés, por fin, gran decisión que no hiciera de norteamericano), que está muy en su papel de alter ego de Roth. Y los secundarios están a la altura, desde luego. Dennis Hopper borda el papel de poeta sinvergüenza. Lo mismo que Patricia Clarkson haciendo de eterna amante. A Peter Sarsgaard no le había visto antes, pero parece otro actor muy solvente (la cara de amargura de su personaje está muy conseguida). Y llegamos a Penélope Cruz. He aquí mi principal pero a esta película; sospecho que me hubiera gustado bastante más con otra actriz. Penélope no es santo de mi devoción (aunque me sorprendió en Volver), así que puede ser prejuicio mío, pero no veo que exista ninguna química con Ben Kingsley. No me convence la relación entre ellos. No sé si no está bien desarrollado su personaje o si es ella la que no lo representa adecuadamente (y ya será lo segundo). La duda que me queda tras leer que se escogió a la actriz antes que a la directora es si la hubiera elegido Coixet de no habérsela encontrado ya en el proyecto.
El caso es que la película está bien construida, como era esperable, con alguna excepción (¿era necesaria esa escena con Hopper trastornado y moribundo?, para el papel que le dan a Deborah Harry, podían habérsela ahorrado). No hay fotograma que no se pueda poner en un marco, y la puesta en escena es muy elegante: con esa música tan maravillosa y la casa de Kepesh, que es justo como nos la hubiéramos imaginado, con los libros y las fotografías en blanco y negro (aunque la lluvia que vemos por las ventanas es un poco de manguera). Pero no, no me llega. Me acuerdo de Kepesh, de nada más (y la vi anteayer, así que...).
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