viernes, 26 de febrero de 2010

El apocalipsis según San Viggo

Bueno, ya hemos visto The Road (2009), dirigida por John Hillcoat (primera vez que vemos algo de este director de origen australiano, creo yo). Nos ha hecho gracia reencontrarnos con "viejos amigos" como Molly Parker (Deadwood), Guy Pearce (Memento) y, por supuesto, el Omar de The Wire (Michael K. Williams sin demacrar lo suficiente, en mi opinión). Otras caras conocidas son Robert Duvall (el anciano) y Charlize Theron, de la que no puedo sino añadir dos cosas. En primer lugar, recomiendo no acercarse mucho a esta mujer, porque siempre le pasan unos dramas que no veas. Y en segundo lugar, en esta película Charlize no hacía ninguna falta. Su personaje (que no tiene protagonismo en la novela, por lo visto) no aporta nada y hubiera sido mejor obviarlo (junto con los flashbacks, totalmente prescindibles también). Pero el protagonista indiscutible es Viggo Mortensen, que está que se sale, la verdad. Estupendamente caracterizado (tuvo que adelgazar una barbaridad para el rodaje), transmite todo el sufrimiento, la ternura, el miedo de su personaje.
No hace falta decir que la película es la adaptación de la famosa novela de 2006 de Cormac McCarthy, que en su momento ganó el Pulitzer, entre otros premios, y fue nombrada el libro de la década por The Times. El proceso de post-rodaje de la película fue bastante largo y complicado. Se habían rodado secuencias muy "a la americana" (explosiones espectaculares y esas cosas), así como un seguimiento televisivo del cataclismo que acaba con el mundo (sin explicar en la novela, por lo que yo sé). Esas partes menos fieles a la novela (se pueden ver algunas de esas imágenes en este tráiler inicial) acabaron eliminándose y el resultado parece que sí se corresponde en gran medida (incluso en frases de diálogo) con lo escrito por McCarthy. Algunos detalles tuvieron que modificarse, eso sí. En la novela una capa de ceniza oculta el sol y hace necesario que el padre y el hijo lleven máscaras de gas para poder respirar, algo poco cinematográfico. Y, sobre todo, no vas a contratar a Mortensen para taparle luego el rostro. Es más, a pesar del invierno nuclear ese, la criatura repite una hazaña, contra todo pronóstico, que sería muy del gusto de más de una espectadora si no fuera porque el hombre está en los huesos. Y hasta aquí puedo leer.
La película se rodó básicamente en Pensilvania, donde abundan las minas, las dunas y las zonas industriales abandonadas. Eso sí, a la que había una catástrofe (el Katrina, un incendio), para allá que se iba el equipo para aprovechar el "decorado". Aparte, rodaban en días con mal tiempo y se utilizaron retoques digitales para eliminar cualquier rastro de verdor. Todo ello da un resultado bastante convincente. La verdad es que entre la interpretación de Mortensen y la ambientación, yo salí acongojada; vaya sufrimiento. Te marchas para casa pensando "¿y yo qué haría en un caso así? ¿buscaría la salida más rápida o resistiría?".
Y, para acabar, un consejo bienintencionado: en caso de apocalipsis, no olvidar el material de oficina, que le puede salvar la vida a uno.

Los Novelantes comentarán la novela The Road el próximo mes de junio.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Murakami a la carrera

Después de un montón de tiempo sin ir a correr, el otro día me hice cuatro kilómetros escasos (poquísimo, pero es que estoy desentrenada) por obra y gracia de la lectura de What I Talk About When I Talk About Running (Hashiru Koto Ni Tsuite Kataru Toki Ni Boku No Kataru Koto, 2007, diría que no está traducido al español), tal es el poder que tiene este hombre sobre mí. Bromas aparte, es difícil leer este librillo y no sentir ganas de ponerse en forma, y no será porque no cuente también todos los inconvenientes (el dolor, las lesiones, el calor, el cansancio, etc.).En la crítica que apareció en el New York Times cuando se tradujo al inglés, Geoff Dyer (que, por cierto, dejaba el libro a caer de un burro), decía de los potenciales lectores de este libro que serían "un 70% de fanáticos de Murakami, un 10% de entusiastas de este deporte y un 20% de fanáticos de Murakami y aficionados a correr que sencillamente estarían al borde del orgasmo antes siquiera de pagar en la librería". Me temo que estoy en ese 20%; no tanto por mi afición a correr (es algo que he hecho durante años de forma poco constante, según la época en la que me pilla la idea), como por el hecho ineludible de que me leería sus listas de la compra si Murakami hiciese como mi marido y no las tirase jamás.
Dyer se queja de la falta de estilo de Murakami, de lo poco trabajado que está el libro, de su sencillísima prosa. Es cierto que no está a la altura de nada de lo que he leído suyo (cosa que me imaginaba y por eso no lo había leído hasta ahora). Pero tiene otros aspectos interesantes. Por ejemplo, vemos la claridad de ideas de este hombre (Murakami, no Dyer). Me imagino que al ser un librito muy conciso, se ha simplificado mucho todo; pero no deja de ser admirable. He de reconocer que Murakami es un tipo que me cae bien. Aunque no me parece un requisito para leer la obra de nadie, desde luego, es más fácil que te gusten estos retazos de memorias si ya de entrada el hombre te resulta simpático. Y hay algunas partes cuyo mérito reconoce hasta el "criticón" de Dyer, como cuando nos cuenta que se va a Atenas para correr la ruta original de la maratón, en pleno verano. Quizá es la parte que más me ha gustado más a mí también.
Cuando comenté con otro entusiasta de Murakami que este decía que la mayor parte de lo que sabe sobre la escritura lo ha aprendido corriendo a diario, este escéptico por naturaleza (mi amigo, no Murakami) apuntó que siempre se pueden encontrar paralelismos entre los oficios y las aficiones (por lo visto, Camus decía que la mayor parte de lo que sabía sobre la moralidad y el sentido del deber lo había aprendido del fútbol). Pero lo cierto es que Murakami lo explica de forma que parece que realmente correr forme parte de su oficio de escritor. Nos dice que la literatura es tóxica (en cuanto el escritor se enfrenta a la toxina de la que no puede escaparse nada humano, sin la cual no hay creatividad) y que para hacer algo contaminante, como escribir, hay que estar muy sano.
Pues nada, ahora sí que solo me queda esperar a que traduzcan su última novela (ya tardan).

Los Novelantes han incluido (por fin) a Murakami en su cartel y hablarán de Kafka en la orilla en octubre.

lunes, 22 de febrero de 2010

Greta y los espías

Se me perdonará la bromita del título; pero es que el sábado fuimos a ver el documental Garbo, el hombre que salvó el mundo con unos amigos y el encargado de sacar las entradas las pidió para "Greta y los espías" (y no intentaba hacerse el gracioso, que es lo mejor). No he podido evitar dejar reflejada aquí la anécdota. Ya nos había llamado la atención el tráiler (más redondo que el documental en sí, se puede ver aquí) y tras recibir el Goya a la mejor película documental, pues para allá que nos fuimos. Se trata del primer largometraje como director de Edmon Roch (con experiencia previa como productor, también lo es de este documental, y también participa en el guión). Y había recibido el premio a la Mejor Película Documental Europea 2009 (Festival Cine Europeo).
El título hace referencia al nombre que le dio la prensa inglesa a Juan Pujol García, un agente doble español durante la segunda guerra mundial, por su hazaña: convenció a los nazis de que el desembarco sería por el paso de Calais y no en las playas de Normandía. Juan Pujol tuvo una vida ciertamente de película; parece mentira que consiguiera tanto con solo fantasía e imaginación (igual lo que les faltaba a los nazis, a quienes parece que no se les ocurrió que alguien pudiera atreverse a tomarles el pelo de tal manera). Hemos de pensar que era alguien que al principio no contaba con medios, que no hablaba inglés ni alemán... A este personaje tan extraordinario ya se le habían dedicado reportajes hace veinte años (con mi memoria, no lo recordaba en absoluto), cuando Nigel West descubrió que no estaba muerto. Por cierto, que West es también un personaje muy interesante; se trata del historiador y político conservador Rupert Allason, quien escribe libros sobre espionaje con ese seudónimo y quien expuso en su día los contratos multimillonarios de tráfico de armas del poderoso empresario mediático Robert Maxwell. Esta es una de las muchas cosas que no se explican bien en esta película, por ejemplo (o muy espesa estaba yo el sábado). No queda clara la secuencia temporal (cuándo se pone a buscarle West, por qué piensa que no está muerto, cuándo se entera la familia española de que está vivo) ni la relevancia de los entrevistados. No se nos dice, por ejemplo, que el periodista Xavier Vinader es autor de una serie de reportajes sobre Pujol (lo tenemos que suponer nosotros o igual teníamos que haber hecho nuestros deberes antes de ir al cine) y que ayudó a Juan Pujol durante meses a recordar todos los detalles que habían permanecido en secreto durante cuatro décadas. De hecho, en nuestro "cine-fórum" particular tras el visionado de la peli, tuvimos la suerte de contar con una persona que había escuchado un programa en la radio con ocasión de los Goya y sabía muchas más cosas de las que cuenta la película. Ya me imagino que con un personaje así, no debió ser fácil reducir todo el material a un metraje razonable. Pero, a pesar de todo, creo que podría haberse hecho mejor.
De entrada, yo hubiera eliminado a dos entrevistados que no aportan absolutamente nada (en mi opinión). Aline Griffith (que por mucho que fuera espía durante la guerra no cuenta nada de interés) y el psiquiatra Stan Vrancx, que, francamente, no pinta nada (por más que nos hagamos una idea de que Juan Pujol debió ser, por fuerza, una persona con una psique bien curiosa). El equipo del documental investigó el personaje y los acontecimientos durante cinco años, visitando varios países (lo cual debería haber dado más de sí) y grabaron 600 horas de entrevistas. Los extractos de estas se mezclan con noticiarios, viñetas, películas, anuncios y propaganda, tanto del bando aliado como del nazi. Lo interesante de las películas es que todas están vinculadas a Garbo (esto igual era difícil de explicar, pero no nos enteramos); Patton, El día más largo, Nuestro hombre en La Habana (se cree que Graham Greene se inspiró en Pujol para el personaje de Jim Wormold), o la película de Greta Garbo Mata Hari, entre otras. Un dato que no nos cuentan (o yo no me enteré), es que Juan Pujol trabajó en Venezuela como profesor de inglés (al final, tanto espiar, aprendió el idioma, por lo visto) nada menos que para la Shell. Toda una mancha en su currículo, me temo. Qué irónico que alguien como él acabase a sueldo de una multinacional de tan dudosa ética. Pero, después de todo, eso es un solo una anécdota en la vida del agente doble perfecto, en palabras de Roch: alguien que participó en dos guerras, que trabajó para dos bandos, que tuvo dos vidas y dos familias, y que incluso murió dos veces.

Página web del documental aquí.

jueves, 18 de febrero de 2010

Boyd por triplicado (y III)

Restless es una novela, premiada (cómo no), de 2006; pero no la más reciente de William Boyd (la última es Ordinary Thunderstorms, de 2009). A pesar de ser una obra de ficción, contiene mucho material histórico poco difundido, lo que le confiere un interés especial. De hecho, fue al informarse sobre la segunda guerra mundial para la trama de espionaje de Any Human Heart cuando le interesó tanto el tema que de ahí surgió esta novela. Restless combina dos tramas (un misterioso pasado y el presente de un progenitor y su hija) tal y como hacía The Blue Afternoon. Y como en esa novela, la parte más interesante es la reminiscente. Estando en Hiroshima estas navidades recordaba cómo el gobierno de EE.UU. quería entrar en la guerra y las estratagemas que emplearon para convencer a sus ciudadanos, que no lo veían nada claro.
Cuando Winston Churchill se convierte en Primer Ministro de Gran Bretaña en mayo de 1940, no tarda en encontrarse más solo que la una ante el poder nazi. Para poder salir del embrollo, decide que los EE.UU. tienen que echarle un cable y convertirse en sus aliados. Pero un 80% de los estadounidenses se declaran contrarios a entrar en la guerra. Para hacerles cambiar de opinión, comienza una campaña de propaganda pro-británica y anti-germana en la prensa de los EE.UU. De ello se encargan los servicios secretos británicos y en todo ello participa Eva, protagonista de Restless. Recientemente, The Washington Post describía esta operación como "magistral" y "con toda seguridad la más eficaz de la historia".
Para mí, el punto débil de esta novela, entretenida, interesante y bien escrita, es justamente el haber combinado toda esa parte histórica con la vida de la hija de Eva y de la propia Eva en Oxford. Debería haberse limitado a que la hija descubriera el pasado de su madre por un método a elegir; porque las andanzas de la hija (y las actuales de la madre) no están nada logradas y no proceden. Es sorprendente la soltura con la que la hija acepta el pasado de espía de su madre (hasta se lo cuenta a una amiga), por cierto. Y el final, absurdo y sin sentido. Una vez más, Boyd debería habernos ofrecido menos para darnos más.


Principio de Restless (en inglés) aquí.
Sin respiro está publicada en Alfaguara.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Boyd por triplicado (II)

Seguimos con uno de los libros más conocidos de William Boyd, el premiado Any Human Heart (2002). A pesar de estar ambientado antes de su época, resulta un tanto autobiográfico; después de todo, Boyd ha vivido en Nigeria y estaba allí durante la guerra de Biafra y, como su protagonista, también es de origen escocés, estudió filología francesa, estuvo en el Jesus College de Oxford, vive entre Londres y Francia, ha vivido del periodismo... El principal defecto que le encuentro a esta novela, bien escrita, es que resulta demasiado obvio que se nos quiere hacer ver el siglo XX a través de Logan Mountstuart; uno de esos hombres que se las arregla para surcar acontecimientos históricos y países como quien da un paseo por el parque. Eso fuerza un poco las cosas. La vida de Mountstuart contiene todos los ingredientes; ejerce todo tipo de oficios poco habituales y es que lo vive todo (algo un tanto improbable). Tan pronto conoce al pintor Jackson Pollock mientras dirige una galería de arte en Nueva York, como vive la guerra de Biafra mientras enseña en la universidad en Nigeria. Incluso anciano y retirado del mundanal ruido se ve envuelto en una historia del pasado, que, cómo no, se encarga de investigar. Es poco realista, vamos. Y conocer, es que conoce a todo el mundo. Ya sé que es una novela; pero es que no solo conoce a Hemingway en París, que no podía faltar (lo raro sería un personaje que no le hubiera conocido, siempre sale en todas las novelas, el hombre), sino también a Virginia Woolf, James Joyce y muchas otras figuras de la literatura, el arte, la política... (junto con alguna inventada, como Nat Tate, de quien hablaremos enseguida).
Como parece tener por costumbre, Boyd ha hecho los deberes y se ha documentado de maravilla. La historia de Alfred de Marigny, que sucede mientras el duque de Windsor (a quien también conoce Mountstuart, por supuesto) es gobernador de Bahamas es totalmente verídica. También es real el personaje de John Godfrey, el director de Inteligencia Naval de la Royal Navy que fichó a Ian Fleming (también sale, claro) antes de que fuera un escritor famoso. Queda patente que, como él mismo ha comentado, mientras investigaba para esta novela le interesaron temas que más tarde desarrollaría también en Restless (como las noticias falsas anti-nazis, la Baader-Meinhof...). Algunas de las historias están mejor resueltas que otras, eso sí. Concretamente, la de las correrías por una Nigeria en guerra es mucho estirar, para mi gusto. Y lo de Londres y los terroristas con Logan ya anciano es simplemente disparatado. A pesar de todo, de los tres libros suyos que me he leído, este es el que más me ha llenado; el más conseguido.
Y lo prometido es deuda, volvamos a Nat Tate (que tiene miga la cosa); un personaje inventado en 1998, cuando Boyd publicó Nat Tate: An American Artist 1928-1960, una obra que presentaba como reales los cuadros y la biografía de un pintor expresionista abstracto del Nueva York de los años 50, de vida trágica. De hecho, Boyd bautizó al supuesto pintor a partir del nombre de las dos pinacotecas británicas más famosas: la Nat-ional Gallery y la Tate Gallery. En Any Human Heart no solo aparece Nat Tate como un personaje más junto con pintores famosos (y reales), sino que hay también una nota al pie de página que nos remite a la obra de referencia sobre el artista. En lo que fue sin duda una jugarreta "orsonwellesiana", se publicó el libro como si no fuera una obra de ficción y varios destacados críticos de arte cayeron en la trampa. En la fiesta con motivo del lanzamiento de la obra, mientras el cantante David Bowie (que estaba en el ajo) leía fragmentos de la biografía, varias personas del mundo del arte recordaban haber conocido en vida a Nat Tate. Como era de esperar, hubo bastante gente a la que no le hizo ninguna gracia cuando se descubrió el pastel.


Las aventuras de un hombre cualquiera
(permítanme que me carcajee, no era esto lo que se quería decir con el título, que se refiere a un ser humano como los demás, justamente no puede decirse que Mountstuart sea un hombre cualquiera, por dios) está publicada en Alfaguara.

martes, 16 de febrero de 2010

Boyd por triplicado (I)

William Boyd pertenece a la misma generación que otros escritores de más renombre; como Martin Amis, Julian Barnes, Ian McEwan, Salman Rushdie o Kazuo Ishiguro. Aunque no estamos hablando de un desconocido; sus novelas se han traducido a más de veinte idiomas y ha ganado multitud de premios, entre ellos el Whitbread a la mejor primera novela y el Somerset Maugham Award (por A Good Man in Africa), y ha quedado finalista al Booker en al menos una ocasión (con An Ice-Cream War). En 1983 fue elegido uno de los 20 mejores novelistas jóvenes británicos por la revista Granta (junto con McEwan, Rushdie y compañía, por supuesto). Para saber cómo les han ido las cosas a quienes hace veinticinco años eran poco más que escritores prometedores, hay un interesante artículo de hace un par de años en Babelia.
No había leído nunca ninguna de sus novelas; pero ahora que he leído tres (en los últimos meses, los tres premiadas), puedo decir que, en mi opinión, este escritor (de prosa fluida y eficaz) mezcla siempre demasiados ingredientes en la coctelera, haciendo que todo parezca un tanto improbable, quizá por demasiado ambicioso. Lo que pasa es que cuando se lee sobre su persona, se ve que en él también se da una conjunción de aspectos bastante curiosos y poco probables (desde su nacimiento en Ghana hasta los meses que pasa al año en su castillo francés, donde elabora un vino que por lo visto ha ganado premios y todo); de hecho, se podría decir que William Boyd ha tenido (y tiene) una vida de novela.
Empezaremos (puro orden cronológico) por The Blue Afternoon (1993), que ganó premios tanto en Gran Bretaña como en los EE.UU. En esta novela apreciamos rasgos comunes si no al conjunto de su obra (no soy quien para opinar) si a parte de su obra (la que yo he leído, concretamente); una hija atribulada (varias novelas de Boyd tienen protagonistas femeninos) con un progenitor de misterioso pasado que de repente se les viene encima (como en Restless) y ambientaciones de lo más variadas. En este caso, un país del que desconozco todo (Filipinas) y otro que no he pisado (EE.UU.). También parece que Boyd tiene una obsesión con el tema de la identidad, con lo que significa abandonar la persona que has sido y empezar una nueva vida, silenciando el pasado. La parte de The Blue Afternoon que transcurre en Filipinas (la historia retrospectiva, para entendernos) es la que me pareció más interesante (lo mismo me pasó con Restless). Supongo que uno de los puntos fuertes de Boyd debe ser la documentación; porque logra ambientar estupendamente una época un tanto remota. En cambio, en mi opinión, falla con las vicisitudes de la vida de la hija, que no despertaron mi interés en absoluto. Encuentro que ni el padre "de viejo" ni la hija son personajes sólidos, a diferencia de los de la historia en Filipinas. Y este desnivel se aprecia también en Restless. Any Human Heart es otra historia (en todos los sentidos).
Continuará.


La tarde azul
está publicada en Alfaguara.

lunes, 15 de febrero de 2010

Una broma privada

Está claro que los hermanos Coen (ese interesante 2x1) son el producto de una infancia / adolescencia en los años sesenta, en el seno de una comunidad judía de Minnesota, con sus rabinos y demás (aunque también con Jefferson Airplane y otras sustancias). Y por si había alguien que lo dudase, pues han escrito, producido y dirigido A Serious Man (2009), ambientada en 1967, supuestamente una comedia de humor negro. Fallida, en mi opinión. Se supone que intenta explorar las cuestiones de la fe (judaica), la vida familiar... pero acaba siendo algo más cercano a un cuchicheo entre hermanos ("¿te acuerdas de la señora tal, del rabino cual?").
De entrada, nos endilgan una introducción que no veo yo que pinte mucho; no le veo la relación. Ya sé que va de religión, pero, aún así, me parece un poco gratuito poner a esa gente a hablar yiddish; de hecho, he leído que el propio Joel Coen reconoce que no tiene nada que ver con lo que sigue. Y lo que sigue son las desventuras de un hombre serio, de un padre de familia que solo desea una vida normal, de manual (trabajo, familia, valores...). Cuando surgen las cuitas que le impiden seguir viviendo por pura inercia, sin cuestionarse nada, e intenta encontrar consuelo, consejo y orientación en su fe, se encuentra con unos rabinos muy poco resolutivos. Uno de ellos, una especie de rabino en prácticas, es el Howard Wolowitz de la fantástica serie The Big Bang Theory. Este actor, Simon Helberg, es uno de los pocos actores que reconocemos en un elenco con caras poco conocidas. Por lo visto, la mayoría de actores son de Minneapolis y se les escogió con ese criterio. Y, supongo, por su origen judío, a la vista de sus apellidos. Desde luego, las interpretaciones son muy sólidas; eso es innegable. La crítica ha destacado mucho la de Michael Stuhlberg, supongo que por ser el protagonista o porque es un rostro conocido de Broadway (y eso siempre viste mucho); pero, aunque está bien en su papel, tampoco es tan difícil poner cara de desconcierto y frustración. Resultó una sorpresa encontrarse a un envejecido Adam Arkin (Adam en "Doctor en Alaska", el cocinero loco) como abogado (sin melenas ni mugre, costó recordar de qué le conocía). Parece ser que es un actor muy popular que ha intervenido en múltiples películas y series, además de en obras de teatro.
Lo dicho, los Coen me parecen unos tipos sofisticados, inteligentes, con gran sentido del humor, pero que igual deberían hacer menos películas. Mi teoría es que hacen muchas y algunas se las curran poco. No sé si tienen vicios que pagarse o es que los espectadores somos muy exigentes y queremos siempre que estén inspiradísimos, pero es que hay unos desniveles de unas pelis a otras, que para matarse, vamos. Y creo que lo puedo decir con conocimiento de causa, porque he visto todas sus pelis y soy gran fan de varias, concretamente de Barton Fink, Fargo, The Big Lebowsky, O'Brother Where Are Thou? y The Ladykillers. Otras me parecen para pasar el rato sin más, como Raising Arizona e Intolerable Cruelty. Con alguna me ha pasado que no estaba mal, pero yo esperaba más (siempre espero más de ese par) como No Country for Old Men y hubo una que me pareció un desastre Burn After Reading. Aunque he de decir que de algunas no me acuerdo para nada (habrá que verlas de nuevo), como Blood simple, Miller's Crossing, The hudsucker proxy y The Man Who Wasn't There.
Pienso que a veces los directores ruedan películas para sí mismos y cuando esas películas conectan con el público resultan una muestra de cine personal. Pero en este caso parece como si la hubieran rodado para pasarlo bien ellos (así lo han confesado, además) y los demás no le veamos tanto la gracia. Una especie de broma privada, vaya. En mi opinión, falta elaboración. Tengo la teoría de que esta buena gente se toma vacaciones de vez en cuando, porque no pueden estar siempre rodando películas redondas, y su forma de relajarse es esta.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Me sobran los espectros

Con motivo de la Semana Negra de Barcelona, decidí dar un tiento a uno de los autores internacionales que se pasaron por nuestra ciudad, John Connolly, de quien no sabía absolutamente nada. Así que a pesar de mi alergia a leer libros que lleven la palabra best-seller en la portada (que mira que lo pone clarito), le hinqué el diente a The Unquiet (2007). Como digo, no había leído nada sobre este escritor aparte de que escribía novelas policíacas; ni siquiera estaba segura de que fuera irlandés, a pesar del apellido (no había contado con que un tipo de Dublín ambientara sus obras en Maine, nada menos).
Me he quedado muy sorprendida con la extraña mezcla de fenómenos paranormales y esquemas clásicos del género. Quizá si lo hubiese sabido de antemano no me hubiera chirriado tanto, no lo sé; igual es que me pilló desprevenida. Por lo visto, los fantasmas aparecieron en la obra de Connolly desde el principio, y han ido ganando terreno gradualmente, a pesar de la supuesta profanación del género que eso constituye. Yo es que, la verdad, chapada a la antigua que soy, estaba más preparada para el protagonista, el famoso detective Charlie Parker, que es el típico individuo solitario a su pesar (o no) y mordaz por vocación que esperas encontrar en estas novelas. Esta es la sexta novela que protagoniza Parker. De hecho, la primera novela de Connolly fue una de la "serie Charlie Parker", Every Dead Thing, publicada en 1999 con gran éxito de crítica y público. Y es que Connolly (que sí que es irlandés, pero vive entre Dublín y Maine, combinación pintoresca donde las haya) no escribe mal y sus personajes tienen una gran afición por el sarcasmo, lo cual les honra (desde mi punto de vista).
En una entrevista en La Vanguardia, Connolly comenta que la mayoría de lectores de novela negra son mujeres. Ya sé que la mayoría de lectores de cualquier cosa suelen ser mujeres (con la posible y probable excepción del Marca), pero nunca lo hubiera dicho. Para satisfacer la curiosidad de los lectores a los que nos sorprende que sus obras transcurran en los Estados Unidos, el escritor asegura, en esa entrevista, que necesitaba la distancia, que sus modelos son norteamericanos y que no quería escribir novelas irlandesas ni hablar del terrorismo. Pues la verdad es que irlandesa no parece la novela, no. En fin, Connolly, no contento con asegurar que le fascina lo sobrenatural (no, si algo me olía), vaticina que esa será la última tendencia en novela negra (vamos, que es un precursor). Lo curioso es que he leído otra entrevista en la que dice que no le gusta la novela policíaca, que él escribe novelas de misterio.
Yo, ya digo, seré una anticuada, pero adoro el orden y no veo la necesidad de hacer mezcolanzas (aunque a veces funcionan). Dicho lo cual, que me haya enganchado esta novela lo suficiente como para leerla seguido y sin abandonarla tiene su mérito (o ando yo muy aburrida).

Los atormentados, como toda la "serie Charlie Parker", está publicada por Tusquets.
Su última novela (octava de la serie) es Los amantes (en Bromera en catalán, como Els turmentats).

martes, 9 de febrero de 2010

Nunca segundas lecturas fueron buenas (II)

A lo que íbamos. White Teeth dio en el blanco (y nunca mejor dicho). Su mezcla de dolor y humor (una especie de tragicomedia un tanto disparatada) para ilustrar los dilemas de los inmigrantes en Gran Bretaña era lo suficientemente "amable", a pesar de la ironía, como para no levantar excesivas ampollas. Y eso siempre ayuda. Así que sedujo a todo el mundo y cuando la revista Time publicó su lista de las 100 mejores novelas en inglés (1923-2005), no se olvidaron de White Teeth. La novela se adaptó incluso a la televisión (en 2002).
Pero siempre hay algún aguafiestas, y en el caso de Zadie Smith, su "cruz" particular es el crítico inglés James Wood, quien desde el mismo momento de su publicación tuvo a bien incluir esta novela en lo que él denomina "realismo histérico" (de hecho, se sacó el concepto de la manga justamente en un artículo sobre White Teeth). Wood critica el ansia contemporánea por crear novelas excesivamente ambiciosas, que puedan describirse como "grandes novelas" y que en su afán por abarcar demasiado, acaben hablando de muy poco. Para Wood, esta novela es un ejemplo de obra que persigue la "vitalidad a cualquier coste", con la que el lector, como resultado, acaba "sabiendo mil cosas sin saber nada de una sola persona". Esta relectura me ha hecho pensar que para ser una novela tan extensa, la construcción de personajes no es todo lo sólida que debería. ¿Conocemos realmente a los personajes de White Teeth? Wood tiene su parte de razón al criticar a los escritores que parecen más obsesionados con la crítica social que con la ficción; con decirnos "cómo funciona el mundo en lugar de lo que siente un personaje respecto a algo". Y no contento con meter a Zadie Smith en el mismo saco que Don DeLillo y Thomas Pynchon, decide que Salman Rushdie cojea del mismo pie (y eso ya me fastidia más, claro).
Para mí, Zadie Smith es un caso claro de que los críticos no suelen "bajarse del burro" con facilidad. A la que apareció su nombre en la tercera lista de "Mejores novelistas británicos jóvenes" (menores de cuarenta), publicada por la revista Granta (la Biblia, poco más o menos) en 2003, nadie se atrevió a decir en voz alta (o a escribirlo, mejor dicho), pero quizá no era para tanto. Pero, bueno, lo cierto es que la lista esa estaba maldita y la mayoría de los incluidos no han vuelto a levantar cabeza. No sé si Zadie Smith nos sorprenderá en el futuro; como es muy joven, tiempo tiene de encontrar su historia, su voz, su fuerza. Las "vacas sagradas" de la generación anterior, como Ian McEwan (otro que anda por el nuevo cartel de Novelantes, por cierto), parece que no han desistido y la siguen considerando su heredera natural. Preguntado hace un par de años por los escritores que deberían relevarles, se quedaba ("claramente") con tan solo uno: Zadie Smith, "toda una figura a tener en cuenta". Pues seguiremos esperando, a ver.

Dientes blancos está publicada por Salamandra y Quinteto (bolsillo).
Los Novelantes se reúnen hoy para comentar la lectura de White Teeth.

lunes, 8 de febrero de 2010

Nunca segundas lecturas fueron buenas (I)

Los lectores desmemoriados tenemos la suerte de que con los libros que tenemos en casa podríamos pasar el resto de nuestras vidas, releyéndolos una y otra vez (casi) como si fuera la primera vez. Lo malo de las segundas lecturas no es que te acuerdes de la trama, de los personajes (cuando los Novelantes leyeron la primera novela de Kate Atkinson, Entre bastidores, la recordaba bastante a pesar de los años transcurridos), sino que (casi) nunca te gusta tanto como la primera. Tengo curiosidad por ver qué pasa cuando relea al Murakami de Kafka en la orilla (que me hizo devorar el resto de sus libros) o al seductor Kureishi de El Buda de los suburbios (ambas son lecturas para Novelantes en el cartel de este año). Para la "tertu" anterior a los Novelantes, releí Intimidad, también de Kureishi. Y tuve una agradable sorpresa al ver que seguía encontrándole el mismo interés. Pero, vamos, por lo general, con la honrosa excepción de Cumbres borrascosas (que podría leer decenas de veces más), las novelas no suelen salir airosas de relecturas que haces con más años y más horas con un libro en el sofá.
Leí
White Teeth (Dientes blancos) cuando se publicó en el 2000. Tenía todos los ingredientes para que me abalanzara sobre la novela casi caliente aún de la imprenta. Hablaba de un Londres que yo he conocido y vivido, y la editorial "vendía" a su autora como "la nueva Salman Rushdie". Ahí es nada. El propio Rushdie, lejos de ofenderse porque le hubiesen encontrado repuesto, recomendaba vivamente la lectura de la primera novela de Zadie Smith. Otro motivo más para no perder ni un momento e ir a comprarla. De repente, no era que Zadie Smith fuese protagonista absoluta de la esfera literaria británica, es que parecía que la esfera era ella; una autora desconocida tres años atrás, cuando consiguió agente literario con un capítulo y unos pocos relatos. Su propia historia parecía de ficción: se subastaron los derechos de una novela de la que solo existían algunos capítulos, todo el mundo esperaba con ansia su publicación. Y no defraudó a (casi) nadie. De hecho, ganó los premios más prestigiosos a los que podía optar: el Guardian First Book Award, el Whitbread First Novel Award y el premio al primer libro de un escritor de la Commonwealth. Y como no podía ser de otra forma, a mí también me encantó. Me pareció ocurrente, bien escrita y todos los dardos daban en la diana.
Parecía imposible que una segunda novela pudiera llegar a estos extremos de paroxismo y, de hecho, no lo hizo. De entrada, la joven autora se declaró profundamente agobiada por su repentina fama y dijo que estaba pasando por un bloqueo creativo. No fue muy largo, porque en 2002 publicaba The Autograph Man. De nuevo, una novela bien escrita que pretendía ser ocurrente y volver a llenar de dardos la diana. Pero lo cierto es que por mucha imaginación que le echase, The Autograph Man (
El cazador de autógrafos) era un intento fallido de volver a conseguir blancura dental. La acogida crítica fue tibia; pero las ventas no podían fallar. El siguiente bloqueo duró un poco más y Smith no publicó On Beauty (Sobre la belleza) hasta 2005. Las ventas bajaron un tanto (por la decepción que sufrieron muchos lectores con el segundo libro), pero los críticos decidieron que no podían equivocarse tanto y que aquella novela sí que era lo que habían estado esperando (ganó el Orange Prize for Fiction en 2006 y quedó finalista del Man Booker Prize). Para mi gusto, cada novela estaba más vacía que la anterior. De hecho, la tercera me pareció que, a pesar de estar bien construida, no tenía nada que contar. O, al menos, nada que me interesara a mí. Lo que demuestra, una vez más, que no basta con escribir bien. El bloqueo creativo actual debe ser el más duro de superar, porque no ha vuelto a publicar ninguna otra novela ni hay indicios de que vaya a hacerlo pronto.

Dientes blancos, Sobre la belleza y El cazador de autógrafos están publicados por Salamandra y Quinteto (bolsillo).

Los Novelantes se reúnen el 9 de febrero para comentar la lectura de White Teeth.

viernes, 5 de febrero de 2010

Lo difícil no son los "palabros"

Como decía Chesterton (esa mente privilegiada, aunque con sus cosas, como todo el mundo), lo difícil es hablar con monosílabos, porque nos obligan a pensar.
Aurelio Arteta (
gran admirador de Chesterton a juzgar por las citas con las que concluye algunos de sus artículos) vuelve a la carga hoy en El País con "Archisílabos a tutiplén". Es admirable la perserverancia de este hombre (véase también su artículo Arrecian los archisílabos, de 2005), a quien le da la razón (por pasiva) el propio medio en el que escribe, tan lleno de archisílabos absurdos, como los demás.
Pues si ya lo decía Chesterton en 1908 (año de la publicación de Ortodoxia, si no me equivoco), no vamos a descubrir ahora nada nuevo. Solo que quizás, un siglo más tarde, los "palabros" para no pensar están rodeados de faltas de ortografía, un síntoma más de lo mismo (con una dosis añadida de desidia y falta de respeto por el lector).
Puede que estemos intentando que todo sea lo más irreal posible para poder soportar nuestras vidas. Y está claro que hay grandes interesados en que pensemos lo menos posible. Nada de eso sería tampoco nuevo. Es lo que tiene la vida en el siglo XXI, que ha habido mogollón de gente antes que ha pensado, escrito, pintado y conspirado todo antes que nosotros.

There is much more metaphysical subtlety in the word "damn" than in the word "degeneration".
(Orthodoxy, G. K. Chesterton)

En la palabra "maldita sea" (un monosílabo en inglés) hay mucha más sutileza metafísica que en la palabra "degeneración". (Ortodoxia, G. K. Chesterton)

Ortodoxia está publicado por Alta Fulla (y creo que por alguna editorial más). Hay muchos títulos de Chesterton en español.