Ayer vi Haruka naru yama no yobigoe (1980), traducida al español como Llanto de primavera, de Yoji Yamada, uno de los directores más conocidos en Japón. Yamada es famoso en occidente por su trilogía de samurais, sobre todo por El ocaso del samurai, que yo no he visto (lo de los samurais me sigue costando).
Me llamó la atención la estructura de la película, que recuerda mucho a un "western", incluso en la música. A ello contribuye sin duda el protagonismo del actor Ken Takakura, a quien se considera el Clint Eastwood japonés (a pesar de que de joven se daba más un aire a Gregory Peck). Takakura es un actor famosísimo en su país y la verdad es que tiene una gran presencia, llena la pantalla; por no hablar de lo apuesto que resulta ("apuesto" es un adjetivo que no se utiliza demasiado actualmente, a pesar de que me parece muy expresivo y encaja como un guante en la descripción de este actor). Total, que tenemos a una viuda todavía joven y guapa matándose a trabajar en una remota granja, con un crío que es una monada (al que han puesto por nombre Takeshi, que según dicen en la peli significa "samurai con ambición", que a quién se le ocurre) y llega un misterioso extraño dispuesto a ayudarla (y a darse unos garbeos en yegua y marcar pectorales con camiseta de "currela", ya que está puesto). Qué más quieres, vamos. Lástima que nadie da duros a peseta y el hombre tiene un pasado (como todo el mundo, por otra parte). Y hasta aquí puedo leer.
A los protagonistas, el mencionado Takakura y Chieko Baisho (que ha trabajado en muchísimas películas de Yamada), les acompañan personajes secundarios tipo "la buena vecina", "el primo de ciudad" e incluso un pretendiente-bufón. No sé si es porque me recuerda tanto a un "western" o porque realmente este director está muy influenciado por el cine occidental, como he leído por ahí; pero si no fuera por los cuencos de sopa de miso y arroz (y sus correspondientes palillos) casi te olvidarías de que se trata de una película japonesa que transcurre en Hokkaido. Lo cual no tiene por qué ser ni bueno ni malo por sí solo. En cualquier caso, resulta muy tierna de ver. Recomendable.
Me llamó la atención la estructura de la película, que recuerda mucho a un "western", incluso en la música. A ello contribuye sin duda el protagonismo del actor Ken Takakura, a quien se considera el Clint Eastwood japonés (a pesar de que de joven se daba más un aire a Gregory Peck). Takakura es un actor famosísimo en su país y la verdad es que tiene una gran presencia, llena la pantalla; por no hablar de lo apuesto que resulta ("apuesto" es un adjetivo que no se utiliza demasiado actualmente, a pesar de que me parece muy expresivo y encaja como un guante en la descripción de este actor). Total, que tenemos a una viuda todavía joven y guapa matándose a trabajar en una remota granja, con un crío que es una monada (al que han puesto por nombre Takeshi, que según dicen en la peli significa "samurai con ambición", que a quién se le ocurre) y llega un misterioso extraño dispuesto a ayudarla (y a darse unos garbeos en yegua y marcar pectorales con camiseta de "currela", ya que está puesto). Qué más quieres, vamos. Lástima que nadie da duros a peseta y el hombre tiene un pasado (como todo el mundo, por otra parte). Y hasta aquí puedo leer.
A los protagonistas, el mencionado Takakura y Chieko Baisho (que ha trabajado en muchísimas películas de Yamada), les acompañan personajes secundarios tipo "la buena vecina", "el primo de ciudad" e incluso un pretendiente-bufón. No sé si es porque me recuerda tanto a un "western" o porque realmente este director está muy influenciado por el cine occidental, como he leído por ahí; pero si no fuera por los cuencos de sopa de miso y arroz (y sus correspondientes palillos) casi te olvidarías de que se trata de una película japonesa que transcurre en Hokkaido. Lo cual no tiene por qué ser ni bueno ni malo por sí solo. En cualquier caso, resulta muy tierna de ver. Recomendable.
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