lunes, 8 de noviembre de 2010

Si esto es laicismo...

que venga Dios y lo vea, porque el Papa no lo tiene nada claro. Pero Nacho Escolar sí y lo cuenta mucho mejor que yo, así que...

sábado, 6 de noviembre de 2010

La mala educación

Yo, sinceramente, me viene un invitado a casa (con falda, encima, pero, bueno, para gustos, colores, que dice mi suegra) y me dice que vaya reforma tan desastrosa he hecho en mi piso, y hombre, pues de buena educación no me parecería. Si no te gusta lo que ves, no digo que mientas, eso tampoco; pero con callarte y evitar ofender / entrar en polémicas, listos.
En cambio el Papa viene y con eso de que es infalible o cómo se diga, no solo pretende estar a cuerpo de rey corriendo con los gastos los contribuyentes, sino que encima nos afea la conducta al sector laico de la sociedad. Yo creía que España era un estado aconfesional. Estamos pagando un banquete de boda a un precio astronómico para que vengan y nos digan los invitados qué vaya novio tan horroroso nos hemos buscado. Vivir para ver.
Y luego tenemos a todos esos políticos supuestamente de izquierdas intentando vendernos que esto es una inversión estupenda, que nos traerá turistas (que parece que en Barcelona se han convertido en la solución a todos los males).
Es que lees el periódico y no sabes si te lo están diciendo en serio o qué.

En fin, que estoy viva pero muy desbordada.

lunes, 1 de noviembre de 2010

El hombre que siempre tiene razón

No sé qué me pasa con Salman Rushdie (devoción, supongo), que siempre me descubro dándole la razón en todo. Hoy viene una especie de entrevista en El País, anunciando las memorias de Rushdie sobre la época de la fetua (de paso me he enterado de que la RAE ya tiene adaptación para la "fatwa"). Y Rushdie vuelve a decir algo que creo que ya le había oído: que Shakespeare es el tipo que lo escribió todo hace ya más de cuatrocientos años, "todo sobre todas las cosas".
Amén.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Asia en Barcelona

Tenía yo pendiente (entre otras muchas cosas) una entrada sobre la novena edición del Festival Asia, del que soy una gran fan. Este año fuimos dos días; a ver el espectáculo inaugural (de kathakali) en la Sala Gótica de la Biblioteca de Catalunya, y a varios conciertos en el nuevo eje urbano del festival, el formado por el MACBA, el CCCB, la plaça dels Àngels y la de Joan Coromines. Me parece un acierto haber trasladado aquí el Festival (no había encontrado su sitio hasta esta edición); hay espacio suficiente para los talleres, los conciertos, las demostraciones... y en el Raval, lugar donde vive mucha gente de las comunidades implicadas. De hecho, me ha parecido que este año se había hecho un mayor esfuerzo por contar con la participación de dichas comunidades y, por primera vez, el público era una mezcla de razas y culturas de lo más interesante. No éramos los barceloneses de origen no asiático los que íbamos a ver "cosas de Asia"; sino que era una especie de celebración del "multiculturalismo" (bendito palabro) de esta ciudad. Los sijs nos contaron (en catalán) cosas de su gastronomía, la comunidad filipina nos enseñó su vestimenta, había demostraciones de juegos, instrumentos, decoración con henna, un lugar donde aprender a decir una palabra en un idioma asiático... En fin, un esfuerzo loable por que conozcamos más ese continente y la gente de allí que habita aquí.
En el caso del kathakali, se trata de una de las formas teatrales más antiguas del mundo y lo representó una prestigiosa compañía (Margi Theatre) de Kerala (sur de la India, qué recuerdos), que es de donde procede esta manifestación artística. Es un espectáculo muy vistoso que, al transcurrir en sánscrito, pues necesita un poco de información previa. Es cierto que cuesta un poco "entrar" (es muy diferente de lo que nosotros entendemos por teatro); pero luego fascina. En India las representaciones duran horas y horas; aquí se comprendió que el público no estaba preparado para tanto y se limitaron a un fragmento de la epopeya Mahabharata. La música (canto y percusión) era hipnotizante y estaba perfectamente coordinada con la gestualidad (muy ajena a lo que los occidentales entendemos por ese término, no veas cómo movían los ojos) de unos actores con un vistoso (y muy elaborado) maquillaje y unos movimientos precisos y económicos de gran fuerza. Espectacular. El escenario escogido acababa de redondear la oferta; ya que ayudaba a crear una atmósfera sobrenatural. Como anécdota, es la segunda vez que vemos una bailarina india "con bigote"; en este caso metafórico, porque aunque era un hombre el que representaba el papel del personaje femenino, se había afeitado (cosa que no podemos decir del artista que vimos en un palacio de un marajá en Rajastán, que de lejos no se notaba, pero los que se acercaron a darle una propina...).
El día de la clausura del Festival ("Un día en Asia", una jornada familiar dentro de las fiestas de la Mercè), estuvimos en dos conciertos; aunque uno lo vimos dos veces. Y también nos paseamos para ver el ambientillo y el resto de actividades programadas. Primero vimos a Altai Khairkhan interpretando canciones y melodías tradicionales mongolas. Fue precioso; podías "verlos" cabalgando por la estepa (quizá tengo mucha imaginación, pero las canciones eran una maravilla). Y, cómo no, utilizaban las famosas técnicas vocales mongolas (como el canto difónico o khöömei, nacido de la voluntad de imitar los sonidos de la naturaleza, que tan raro suena a palo seco, pero que como parte del concierto era de lo más seductor).
Después de comer volvimos a echar un vistazo a las demás actividades, haciendo tiempo para el segundo concierto que teníamos "apuntado". Nos encontramos otra vez con el grupo mongol, tan elegantes ellos, cantando. Así que volvimos a escucharles. Valía la pena. No sabía que hubiera una comunidad mongola en Barcelona; pero allí estaban con sus trajes tradicionales, guapísimos todos. Después había un grupo de gente de Bangladesh (creo, es que no lo vimos desde el principio), escenificando una boda a la manera tradicional. Un joven espontáneo de su comunidad se subió, ni corto ni perezoso, a la pasarela y se puso a bailar en plan "Bollywood". El narrador de la escenificación decidió integrarlo ("los jóvenes bailan, compartiendo la felicidad de sus familias") y todos tan contentos.
Para acabar, la comunidad paquistaní había pedido que actuara Abrar-ul-Haq, una estrella del bhangra-pop de su país. No sabías si mirar al escenario o a la plaça dels Àngels llena a rebosar de paquistaníes de diversas edades, todos endomingados, cantando y bailando. Fue emocionante, porque, por una vez, era su día; los protagonistas eran ellos. La verdad es que la labor de la Casa Asia en este sentido es de lo más loable (también en cuanto a la difusión de la cultura asiática el resto del año).

lunes, 11 de octubre de 2010

Sábado en Japón

Con mucho retraso, porque los Novelantes le han dado ya tres vueltas al libro (por lo visto había que leerlo más de una vez, cosa que puede que yo, con mi mala memoria, haya hecho de forma inconsciente), conseguí acabar Saturday, de Ian McEwan, a tiempo para releer Kafka on the Shore, de Haruki Murakami (que los Novelantes comentan el jueves 14 de octubre).
Me dio mucha pereza ponerme con McEwan y el texto me dio la razón. Una vez más, el autor nos endilga una historia floja, que se hace leíble por lo bien que escribe el hombre. Saturday (2003) me recuerda muchísimo (demasiado) a Enduring Love (1997), y teniendo en cuenta que esta última me pareció bastante insoportable... Creo que Amsterdam (1998) me gustó más; pero no me acuerdo demasiado. Sé que cuando leí Atonement (2007) respiré aliviada: por fin me contaba algo que me interesaba, una historia con fundamento. Vamos, que por mucho que sea un autor premiadísimo, uno de los 50 mejores escritores británicos desde 1945 según The Times, a mí McEwan tiende a aburrirme / irritarme. Le reconozco lo bien que escribe (si no, no hubiera pasado del primer libro), pero esos mundos burgueses en los que él se siente tan cómodo no me resultan excesivamente interesantes (por no decir que me dan urticaria directamente). En el caso concreto de la novela que nos ocupa, en mi opinión, si se trata de narrar un día "à la Woolf", debe ser un día con sus más y sus menos; pero no tan disparatado y excesivo como el del médico ese (por cierto, cómo se nota que estuvo dos años presenciando el trabajo de un neurocirujano, que ya son ganas, pero al menos le sirvió de mucho en la novela). Es que le pasan unas cosas de lo más inverosímil (y absurdas, no solo se enfrenta a un desequilibrado con problemas neurológicos, que ya es casualidad, sino que va y ¡lo ablandan con poesía!).
Lo curioso es que inverosímil sería un adjetivo muy adecuado para la novela de Murakami y en cambio me lo creo todo (los gatos que hablan, las puertas de acceso a otros mundos, los chulos caracterizados como el señor del Kentucky Fried Chicken y con unos poderes que no veas...). Supongo que es porque no consigo adentrarme en el mundo de McEwan (ni lo deseo) y en cambio Murakami me seduce de tal manera que me sumerjo encantada en las historias más increíbles. De hecho, puede que Murakami no escriba tan bien como McEwan (apostaría algo a que es así, a pesar de a McEwan lo leo en inglés y a Murakami traducido); pero tiene una facilidad pasmosa para fabular y atraer al lector a su mundo. Me parecen, justamente, dos autores totalmente opuestos; cada uno de ellos sobresale en un aspecto clave (a mi entender) de la ficción: el estilo (McEwan), la trama (Murakami). Aunque para ser exactos, en la obra de Murakami no es tan importante lo que pasa como la ambientación que se crea alrededor de los sucesos. Y en eso es muy japonés por más que muchos críticos de su país le tilden de excesivamente occidental (hubiera entendido más que le acusaran de "pop", la verdad, aunque tampoco lo comparto).
Con la relectura de Kafka... se confirma que las novelas (los cuentos no creo) de Murakami resisten nuevas lecturas si se deja pasar un tiempo prudencial. La verdad es que recordaba algunas cosas; pero otras, no. Es curioso porque no me acordaba para nada de la "pulsión sexual" del libro. Y ha sido interesante captar referencias que la primera vez se me escaparon (ahora he leído a Soseki, he visto a los ciervos en los templos, he viajado dos veces a Japón). Habrá que seguir releyendo.

Kafka en la orilla está publicada por Tusquets (también en edición de bolsillo).
Sábado está disponible en Anagrama y Quinteto (bolsillo).

domingo, 10 de octubre de 2010

Miyuki Miyabe, por fin en español

El próximo día 18 sale a la venta la primera novela de Miyuki Miyabe en español, publicada por Quaterni (traducción del inglés de Purificación Meseguer). La primera, pero no la última; porque le seguirán Crossfire, The Devil's Whisper y Shadow Family; todo un festín. Esta "avanzadilla" (es mucho más que eso, la verdad) es Kasha (1992), una novela que me cautivó las pasadas navidades tras comprarla en Tokio. Miyabe es una escritora japonesa de gran prestigio y una abundante (y variada) obra.
Respecto a la edición en español, un primer aspecto a comentar sería el título. Me consta que en la editorial le dieron bastantes vueltas al tema. No era sencillo. El título original es metafórico y hace referencia a una criatura mítica sintoísta que devora los cadáveres. Para un japonés, la referencia es, por lo tanto, clara y puede ver cómo se construye la metáfora al leer el libro. Para un occidental, no está tan claro. Aquí podía optarse por dejar el título original y explicar qué es eso del Kasha (Quaterni lo hace, desde luego), o cambiarlo por otro totalmente diferente, como hicieron en la traducción al inglés (All She Was Worth). La solución de Quaterni (La sombra del Kasha) no me acaba de convencer (para gustos, colores), porque yo creo que llama a error. Puede pensarse (y a eso ayuda el diseño de la portada) que vamos a leer una historia de espíritus (y yo no contaría con ello). Vamos, que puede hacer que algunos lectores se sientan defraudados por un contenido más sociológico que de terror. Y que otros lectores que no se animen a leer la novela pensando que es una historia de terror, se pierdan un libro estupendo que no puedo sino recomendar. Pero, vamos, que el título original suponía, sin duda, un reto.
La traducción parece muy correcta y fluida, lo que me hace pensar que es posible que los lectores en español salgan ganando con una traducción del inglés en lugar de una del japonés. En mi experiencia, las traducciones de novelas en japonés al español no acaban de dar grandes resultados (suelen chirriar bastante, con loables excepciones como el Kafka en la orilla de Lourdes Porta). En cambio las traducciones al inglés suelen ser muy buenas. Quizás a alguien pueda llamarle la atención esta práctica, que es, por otra parte, bastante habitual entre las editoriales de este país. Sin ir más lejos, la versión catalana de dos de los tres volúmenes de Millenium se hizo del francés. En fin no seré yo quien defienda las traducciones de lenguas puente; pero tampoco voy a criticarlas si el lector sale ganando. Y ya digo, muchas traducciones al inglés que he leído me han parecido muy fieles al espíritu original de las novelas japonesas (desde las limitaciones de alguien que no habla japonés, pero que aprecia una prosa natural y no forzada), entre ellas, la de la novela que nos ocupa.
Pues, nada, a disfrutar de una trama rica y variada, bien hilvanada, que además nos descubrirá una cara de Tokio que puede resultarnos desconocida (y brutal). Y todo ello de la mano del inspector Honma, el típico policía japonés que no es un genio, pero que resuelve los casos a base de tenacidad cuando no está comiendo, bebiendo sake, leyendo el periódico o viajando el tren.
Una auténtica novela policíaca (recomendable incluso para quienes no sean muy partidarios de este género), por más que atípica (de ahí su atractivo para muchos públicos diferentes), que engancha y mantiene el interés hasta el mísmisimo final, inesperado por abrupto y muy original.

Se puede descargar el primer capítulo aquí.

sábado, 9 de octubre de 2010

Con la boca pequeña o a puerta cerrada

Seguimos con el tema de la solicitud de libertad para Liu Xiaobo. A última hora, a pesar de la reticencia del Ministerio de Exteriores (por lo visto vamos a dejar de ser el mejor amigo de China en la UE, que dime con quién andas...), España se sumaba a la petición de Francia, Alemania y Reino Unido.

La UE no se atreve a hacerlo en público. Parece que a China no le importa que le pidan democracia siempre que no haya periodistas delante y no se entere la disidencia. Así que la UE hace sus demandas a puerta cerrada, no se vayan a enfadar los chinos estos (que son de aúpa).

viernes, 8 de octubre de 2010

Dos de tres

Por lo visto, Obama sí que ha pedido la liberación del nuevo Premio Nobel de la Paz. Ahí me equivoqué.

Con Francia y Alemania, acerté.

España: no sabe, contesta.

Los nórdicos le tosen a China

Me es igual que esos benditos países estén llenos de asesinos como aseguran los escritores de novela policíaca nórdica; para todo lo que no sea tomar el sol, hay que mirar al norte. No van y le dan el Nobel de la Paz a Liu Xiaobo (igual les perdono lo de Obama, me han demostrado que no son tan lacayos como me temía).

Y tras el anuncio, todos a retratarse. A ver qué países piden la liberación del flamante Nobel de la Paz y a ver quiénes se ponen a silbar como si no fuera con ellos la cosa. Seguro que España no se mete en berenjenales, que con China nos jugamos mucho y no está el horno para hacerse el gallito. Supongo que Francia y Alemania deben haber pedido ya la liberación de Liu Xiaobo, y que los EE.UU. no harán gala de solidaridad entre premiados y se van a callar, fijo.

A pesar de que China lleva meses amenazando al comité del Premio Nobel de la Paz con todo tipo de represalias comerciales, esta buena gente (nunca mejor dicho) han hecho caso omiso y se la han jugado, como les habían pedido el Dalai Lama y Václav Havel.

Y encima es que el anuncio llega después del Nobel de Literatura a Vargas Llosa, que ahí tuvimos que ver a nuestro presidente y demás autoridades más ufanos que si se lo hubieran dado a ellos. Todos a rajar, que parecía que habíamos vuelto a ganar el dichoso Mundial. Tanta declaración para seguirla de tanto silencio... qué poco discreto va a quedar esto.

Suerte que se trataba de un gobierno progresista. Qué mal vamos, señor.

La voz del poeta

La de Juan Gelman es juvenil y potente a sus 80 años, mientras recita sus poemas con una copa de vino delante, acompañado por su amigo de décadas, el músico Rodolfo Mederos, quien ha compuesto un sinfín de temas inspirados por la poesía de Gelman. Además del bandoneón de Mederos, les acompañaban los otros dos integrantes del trío que lleva su nombre (el de Mederos, digo), entre ellos un contrabajo muy destacable.
Tenía yo un amigo que decía siempre que hay instrumentos que no merecen tal nombre y me temo que seguramente incluía al bandoneón. Sin embargo, durante el recital de L'Auditori (organizado por la Casa América de Catalunya), el bandoneón de Mederos, un virtuoso, me llevó de vueltas al Buenos Aires en el que tanto tango bailó Gelman (por lo visto aún baila, pero en México, donde vive). Siempre me acuerdo de una noche que fuimos a ver cómo bailaba la gente, una milonga; fue fascinante. No hay duda de que el bandoneón es el sonido del tango, del "gotán" que dice Gelman. Y su poesía es el sonido del amor; una auténtica "fábrica de amor" (como el título de ese poema que tanto me gusta, el que dice "Tú destruyes el mundo para que esto suceda / tú comienzas el mundo para que esto suceda").
Hay poetas que no aportan nada leyendo lo que escriben, que no han sido dotados de la fuerza, de la personalidad necesaria para transmitir sus palabras si no es por escrito (la mayoría de los escritores, creo yo). Escuchando a Gelman recordé otro acto, con Manuel Rivas, en el Caixafórum de Barcelona (creo que hace un par de años): una maravillosa "performance" en la que Rivas leía fragmentos de su obra Los libros arden mal entrelazados con tangos. Manuel Rivas es otro escritor / poeta a quien hay que escuchar. Por desgracia perdí en un traslado un CD con poemas leídos por él (venía con una de sus antologías de poemas, un regalo que me hicieron que me gustó mucho); era una maravilla.
Con Gelman me pasa como con muchos poetas (Rivas incluido), que tienen muchos poemas que me fastidian, me irritan, y luego tienen algunos que me seducen por completo (como ese de Gotán, de 1962, que empieza "esa mujer se parecía a la palabra nunca", que hay que oírselo a Gelman). Aunque lo que más me gusta de Gelman son versos sueltos (como mi favorito, de "Fábricas de amor", "me haces andar contra la muerte"). Gelman, muy premiado, fue fundador y miembro de diversos grupos de poetas argentinos de izquierdas y estuvo encarcelado por sus ideas; formó parte de los Montoneros, vivió la dictadura militar exiliado y luchando contra la misma; le "desaparecieron" a su hijo y a su nuera embarazada (encontró a su nieta hace tan solo diez años, tras innumerables gestiones). Es un poeta que ha pasado por diferentes fases, cómo no; la popular, la experimental, la descarnada, la serena; pero que siempre le ha cantado al amor.
Desde luego, fue todo un privilegio asistir a la primera puesta en escena de esa maravillosa combinación de palabra y música de dos viejos tangueros. Para mi gusto, sobraba la presentación de Joaquín Sabina, que "perpetró" un poema sobre (parecía más bien contra, qué horror) Gelman. Pero el resto, un lujo.

Se puede oír a Gelman leyendo sus poemas en la Casa de América de Madrid aquí (TV3 grabó el acto de l'Auditori; aunque no sé cuándo lo emitirá, pero recomiendo mucho verlo si se tiene la oportunidad).
Y ver/oír a Manuel Rivas leyendo un fragmento de Los libros arden mal o un poema en gallego.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Con el mazo dando (y III)

A lo que íbamos, que siempre tiene una que escuchar "¿eres traductora? ¡pues vaya traducción llevaba mi batidora, que no entendía nada y acabé fundiendo los plomos tres veces!". Que tú me dirás, qué tendré que ver yo con las traducciones automáticas de productos fabricados en China, que es todo el mismo concepto (abaratar costes, no buscar calidad). Y que, de todas formas, intrusismo hay mucho y malos profesionales, pues como en toda profesión.
Me estoy yendo por las ramas; lo que quería decir es que un día como hoy el lema debería ser "Ponga un traductor en su vida". Que lo mismo sirve para el que quiere leer a Murakami y no tiene ni idea de japonés (como servidora), que para quien necesita leer el manual de una máquina de diálisis en un hospital antes de endilgársela a un paciente (cosa prudente y que entra más en mi liga profesional), o proporcionar información sobre un acto cultural en dos idiomas.
Aquí en Catalunya, parece que con el procesador de textos del amigo Bill se apaña todo y en un momento te escriben un texto en dos idiomas ilegible en ambos. Para muestra, el papelito que repartían en la Sala Gótica de la Biblioteca Nacional de Catalunya (me gustó mucho el sitio, por cierto, no había estado nunca) entre quienes íbamos a ver una (fantástica) representación de teatro kathakali a cargo de una compañía india. Digo yo que los "señores" de Casa Asia podían haberse "estirado" más, empezando por contratar a un redactor profesional y acabando por traducir el texto como (cualquier) dios manda. Más sobre este acto en otro momento.
El tema es que el papelito en cuestión no tenía desperdicio, no se entendía ni palabra. Pretendían explicarnos lo que íbamos a ver (porque no dominamos el sánscrito) y nos confundieron más. Nos dicen que Panchali protesta por llevar el pelo suelto pero no qué problema tenía la buena mujer en llevarlo así y, lo mejor, en catalán Krishna recurre a la "mediación" para evitar una guerra; pero en castellano, a lo que recurre es a la "meditación", que será cosa de una mera "t", pero no veas lo que cambia la cosa.
Parece una anécdota, pero me parece muy representativo del mundo en el que vivimos: un acto patrocinado por todas las autoridades y medios de comunicación imaginables, y un papel (con sus logotipos, por supuesto) que nadie se ha molestado en leer. Pues para eso no andéis talando árboles, digo yo.

Con el mazo dando (II)

En una jornada que sigue a una huelga general y en la que se celebra que se murió el primer traductor (ya podían haber elegido la fecha de nacimiento de San Jerónimo y no la de su muerte, digo yo, cuánta mala leche), va a haber que ponerse un poco reivindicativos.
Después de todo, somos un gremio poco gremial que cobra igual o menos que hace diez años (no vamos a hablar ahora de la diferencia del coste de la vida) y encima más tarde (con la que está cayendo, dile tú a tus clientes que te paguen a treinta días, te mandan a hacer monólogos en la tele), que está en formación continua, es esclavo de las tecnologías de la información y está obligado a invertir constantemente en su poco lucrativa carrera profesional.
¿Y quién nos mandaba hacernos traductores? Pues yo le echo mucha culpa a los autodefinidos; pero, en fin.

Con el mazo dando (I)

Es lo que tiene ser un "héroe en la sombra" (que, al menos, calor no pasas) en lugar de un superhéroe, que sería lo suyo: por más que le vayas con ruegos a San Jerónimo (a quien le dé por ahí, yo soy más del dios hindú Ganesh, aunque el otro sea el santo del día y el patrón de los traductores), tienes que andar siempre con el mazo dando, como en el refrán. Vamos, que si se está hundiendo el barco, rezar, puedes rezar, pero sigue remando.
Todo este desvarío para decir que hoy es el Día del Traductor y aunque no me considere un "héroe" como dijo una vez Paul Auster para hablar de los traductores literarios (los traductores técnicos tenemos que ser más modestos debido a nuestra notoria falta de glamour), en la sombra de la expresión austeriana sí que estamos, sí.
Somos unos currantes invisibles (encima, salimos poco de casa, así que casi ni existimos para la familia y los amigos y no solemos estar morenos), lo cual perjudica mucho el reconocimiento de nuestra labor, como es lógico (la invisibilidad, no el mal color, me refiero).

jueves, 9 de septiembre de 2010

Decadencia en Kansas

Cuando las cosas se tuercen, se tuercen de verdad y todo lo que pueda salir mal, lo hará. Esa parece ser la moraleja de esta intrigante novela de la autora estadounidense Gillian Flynn, que ha salido airosa de la famosa "prueba del algodón": la segunda novela tras un debut exitoso. Dark Places (2009) es original y, por lo tanto, difícil de etiquetar. Por más que se intente clasificar como novela negra, nos recuerda más a la serie del detective Jackson Brodie de Kate Atkinson, que a las novelas nórdicas tan de moda. Hay algo un tanto "juguetón" y sarcástico que la hace muy diferente de esas novelas con viento y frío donde la ironía solo aparece tras previo aviso. Aunque algo tienen todas en común: una labor de documentación social e histórica que diferencia la novela negra actual de la clásica (de Raymond Chandler, para entendernos). En este sentido, sigue chirriándome un poquito ese afán (en general) por ofrecernos según qué información; porque el intento a veces resulta demasiado evidente.
La protagonista, Libby Day, es una "víctima profesional" (en palabras de la novelista Laura Wilson), una especie de buitre (muy dado a las metáforas, eso sí) que lleva casi un cuarto de siglo alimentándose de los cadáveres de sus hermanas y su madre. Y sin embargo se nos hace simpática, por su humanidad y por la soltura con la que admite lo que en otras personas se considerarían defectos. También Libby nos recuerda a los personajes un tanto confusos (interiormente, no literariamente, quiero decir) de Kate Atkinson. De hecho, no me extraña que esta autora le guste (llegué a Gillian Flynn por un elogio de Atkinson); podría ser perfectamente una de sus alumnas más aventajadas. Y Libby, con esa lengua tan afilada y sus sentencias y su falta de compasión (empezando por sí misma) parece un tanto "British".
Estamos ante un libro bastante realista (sin gente de esa tan inteligente que lo adivinan todo). Libby Day no busca la verdad, busca pasta. Michelle estará muerta, pero no por ello vamos a decir que fuera un encanto de niña. Patty Day no era una heroína y la paciencia de su hermana Diane tiene sus límites, como la de todo el mundo. Hay que destacar la estructura a dos tiempos; un recurso que a veces resulta pesado, porque uno se encuentra más cómodo en uno de ellos y lee rápido cuando llega el otro, pero aquí funciona sorprendentemente bien. Y es que
Dark Places está bien escrito. De hecho, se trata de una prosa más rica de la que esperaríamos a priori de este género. Empieza con mucha fuerza, con esa frase tan contundente: "I have a meanness inside me, real as an organ" (en español pierde un poco, quizá por un exceso de "floritura", "Albergo la maldad en mi interior, tan real como un órgano más"). Luego, al final, decae un poquillo; pero es un libro interesante que vale la pena leer. Aunque se la ha comparado hasta la saciedad con la novela de Truman Capote sobre unos asesinatos reales en una granja, In Cold Blood, no sé yo si llegaría tan lejos; porque la de Capote me parece una gran novela más digna de llegar a ser un clásico. Pero Gillian Flynn apunta maneras (no era fácil de escribir esa escena tan violenta que, al estar protagonizada por niñas, la verdad es que impresiona bastante). Está por ver si se quedará aquí, con lo cómoda que está, o si será más ambiciosa.
Como anécdota, no entiendo el protagonismo que se le da en la edición española al club de marras (La llamada del Kill Club me parece un título nefasto), que no me parece tan macabro como lo venden. En realidad, en la novela empieza siendo algo clandestino y quizás más oscuro, pero acaba como una reunión de venta de "tupperware".

Comienzo en inglés aquí y en español aquí.
Esta novela está publicada en español por la editorial Viceversa.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Última oportunidad

Que conste que me parece loable que Woody Allen siga haciendo una peli al año, a su edad y con una filmografía que no necesita ampliación. Otros hacen sudokus para mantener la mente ágil. Pero, a partir de ahora, me temo que voy a dejar de contribuir a la financiación de su vejez activa. A la tercera va la vencida. Y no se puede decir que no sea yo perseverante; porque lo suyo hubiera sido abandonar el barco después de la irritación barcelonesa (por llamarla de alguna manera). Pero no, aún vi aquel remedo de lo que fue, su película anterior. Lo de ahora, no sé cómo definirlo. Hasta para los títulos se le ha acabado al hombre la inspiración (por lo visto, el guión de la película anterior era de los años 70, así que el respiro de alivio no debería haber sido tal).
Si alguien viera You Will Meet a Tall Dark Stranger sin saber que es de Woody Allen, igual pensaría que es un intento de imitar al famoso director. No lo sé; a mí me costaba creer que estuviera viendo una película suya. Personalmente, estoy dispuesta a perdonar ese "toque tercera edad" que hace que los hombres de sus últimas pelis acaben con jovencitas, e incluso que sus personajes sigan siendo de clase alta. Todo por un guión ocurrente, por unos diálogos chispeantes. Pero, lamentablemente, parece que eso se acabó; porque hace ya varias películas que no lo vemos por ningún lado. Ayer me aburrí soberanamente. Y eso es imperdonable. Solo pido que si no me van a llegar al estómago, al corazón o al cerebro (no necesariamente en ese orden), me entretengan. Pero no hubo manera.
Por no perdonarle, creo que no le voy a perdonar ni que mente a Shakespeare sin venir a cuento. Es que ni Londres sale bien parado. Parece una ciudad tan gris... En cuanto a los actores (los que no son muy conocidos para el público español sí son muy populares en Gran Bretaña), tienen poco margen para el lucimiento con los papeles que les han endilgado. Los que salen más airosos son los veteranos (Jones, Hopkins, Ashton-Griffiths). Me ha sorprendido mucho que Nicole Kidman fuera a interpretar originalmente el papel que hace Lucy Punch; lo encuentro inverosímil, vaya.
En resumen, prescindible (siendo extremadamente benévola, a mí no me pilla más).

Con ver el tráiler, basta.

sábado, 28 de agosto de 2010

Historia de una obsesión

El museo de la inocencia (Masumiyet Müzesi, 2008) es la primera novela que publica Orhan Pamuk desde que se le concediera el premio Nobel en 2006; aunque, según ha comentado el propio autor, no la escribió en dos años, sino que es fruto de un trabajo realizado a lo largo de mucho más tiempo. De alguna forma, se trata de una novela que se convirtió, como la ciudad de su juventud, en una fijación para Pamuk; hasta el punto de desear crear el Museo de la Inocencia del título en la casa del barrio de Çukurcuma retratada en la novela, para exhibir una colección que recree el Estambul del período descrito (desde 1975 hasta el siglo XXI). Por lo tanto, estaríamos ante la historia de una obsesión en más de un sentido.
En 1975 Turquía vive obsesionada (si hemos de creer a Pamuk, y no tenemos por qué dudar de él) por una modernidad que ansía y repele al mismo tiempo, así como por la apertura a la cultura occidental. Kemal, un joven burgués, pierde la cabeza por una pariente lejana (y pobre) y tira por la borda su proyección social para vivir esa pasión de una forma poco ortodoxa. El propio autor asegura que la pregunta clave de la novela sería qué es el amor en realidad. Yo diría que lo de Kemal no es amor; a riesgo de ponerme a escribir frases empalagosas tipo tarjeta con corazones, pienso que quien ama de verdad es más generoso consigo mismo y con la persona amada. Hay un cierto masoquismo / infantilismo en la renuncia de Kemal a vivir su historia como un amor correspondido que debe hacer frente a la rutina y el paso del tiempo. Es como si quisiera castigarse a sí mismo por haber tenido todo siempre de cara en la vida. La pasión enfermiza de Kemal convierte a su "amada", Füsun, en un objeto; en un personaje un tanto plano de quien interesa más su aspecto, su ropa, sus complementos, que lo que realmente siente como persona. Sin duda, Pamuk está retratando la forma en la que se veía y trataba a las mujeres en esa época, así como la falsa "modernidad" de Kemal. Pero la historia de amor sale perjudicada de tanto simbolismo.
En tanto que, a mi entender, en la novela hay más de fijación (a veces dudamos de la cordura de Kemal, y que conste que se lo gana a pulso el hombre) que de hüzün (melancolía en turco), la lectura se ve dificultada por el comportamiento compulsivo de Kemal, gracias al cual, por otra parte, puede retratar Pamuk la nostalgia y languidez post-imperial de la ciudad. Aunque en su conjunto el lector se quede con el regusto nostálgico, con el preciosismo de la escritura y las descripciones, con la minuciosidad de quien le ha dedicado mucho tiempo a una ciudad, a una época; puede que haya lectores a los que les resulte difícil soportar la afición de Kemal a contar las veces que cena en casa de sus parientes, las veces que hace el amor... tanta reducción a los números. Yo tuve que hacer una pausa a media novela porque no podía soportar que Kemal fuera a cenar tan a menudo a la casa de los padres de Füsun, que invirtiera tiempo y dinero (su propia vida) en un afán un tanto patético. Me daban ganas de asirle por los hombros y zarandearle a ver si espabilaba... Hubiera entendido más una ruptura de compromiso, un matrimonio desigual... pero, claro, de ahí no hubiera salido el Museo de la Inocencia (aunque igual sí el del Desencanto, mira tú por dónde). Y justo cuando me estaba reconciliando con el afán recolector de Kemal y estaba disfrutando más de esos paseos que nos da Pamuk por su ciudad, va el hombre y nos sale con la parte final de la novela, que me ha dejado un sabor de boca un tanto amargo. Que Pamuk haga cameos en sus novelas tiene un pase; pero que aparezca de repente y nos diga "¡hola, soy orhan!", pues, hombre, eso no tiene perdón de dios. Con decir que era él y no Kemal quien escribía hubiera bastado; también sobra el final con las visitas de Pamuk y el relato de la muerte del protagonista, que para mí no aportan nada.
Pamuk pasará a la historia como uno de los grandes narradores de una ciudad tan seductora como es Estambul, y como un investigador de la identidad moderna turca. Por ello cuesta un tanto perdonarle que no haya tensado más esta novela tan larga, que la haya desequilibrado con un final algo burdo. Aunque nada de ello le reste el mérito de hacernos pasear por su ciudad de una forma tan vívida.

Mondadori ha publicado la novela en castellano (se puede leer el comienzo aquí) y Bromera, en catalán.
Extracto de la traducción al inglés publicado en septiembre de 2009 en The New Yorker. La traductora al inglés es Maureen Freely, que ya ha trabajado con Pamuk en varias de sus novelas anteriores. Por lo visto, colaboran estrechamente dado que (lamentablemente) muchas de las traducciones de las novelas de Pamuk a varios idiomas se realizan desde la traducción inglesa y no a partir del original. Por ello, suele considerarse que la traducción al inglés (como pasa con las novelas de Haruki Murakami, cuya traducción al inglés supervisa el propio autor) es la más fiel de todas las que se realizan.

viernes, 27 de agosto de 2010

Para los restos

En su (vano) afán por conseguir titulares a la anglosajona, o por pura ignorancia / falta de sensibilidad del redactor (vaya usted a saber), los periódicos nos obsequian continuamente con titulares como este de hoy del ABC: Los restos de los guardias viajan a sus localidades tras un emotivo funeral. Sin entrar en las claras diferencias entre unos "restos" y otros que se han dado en este caso, sí parece evidente que se refieren a los "restos mortales" de los guardias civiles asesinados en Afganistán.
Más sensibilidad (por llamarla de alguna manera) demuestran las autoridades niponas que, según muestra el mismo periódico en su edición de hoy, tienen a bien colocar una figura de Buda en la entrada de la sala donde ahorcan a los condenados a muerte. Hay que ser detallista, sí señor.

Actualmente son muy pocos los países que llevan a cabo ejecuciones. Japón destaca claramente entre los grandes países industrializados por ser el único con un sistema de pena de muerte plenamente operativo; aunque parece que el partido gobernante desea abrir un debate al respecto.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Perecer antes de morir

Lo de siempre, que en El País no es que no tengan correctores (ningún periódico los tiene desde hace años, como no sea el del Word); es que en agosto no queda ni el apuntador (digo el becario). Y así pasa lo que pasa: que hay animales que perecen antes de morir. Ago envidiable, sin duda.

Visto en la lista de distribución de una asociación de traductores. Estos compañeros no perdonan ni una (y tiene mérito seguir escandalizándose a estas alturas, no creas).

lunes, 9 de agosto de 2010

Nórdicos de verano

A falta de aire acondicionado, se puede recurrir a esos escritores que "vinieron del frío", como tan machaconamente los publicitan las editoriales españolas. Por más que sé de alguien a quien todos los suecos le parecen iguales, no puede compararse a Henning Mankell con Stieg Larsson. Un poco de respeto por un escritor conocido mucho antes y que escribe bastantes menos disparates (frito debe estar el hombre desde el "boom Larsson", en una de estas se cambia la nacionalidad). Un buen ejemplo es La quinta mujer (Den femte kvinnan, 1996). Que 481 páginas sepan a poco tiene su mérito. Como lo tiene también la combinación de crítica social y trama policíaca con unas minuciosas descripciones de la climatología sueca, tan desapacible; con su viento, la lluvia, el frío y la niebla... Lo bueno de leer novelas ambientadas en países que no conoces (solo he estado en Estocolmo, aunque me encantaría visitar el resto del país) es que puedes viajar un poquillo, enterándote de las diferencias entre regiones (según si nieva o no, rasgo fundamental donde los haya que hace que necesites neumáticos de invierno para el coche o no) e imaginándote cómo debe ser vivir en un lugar así (lo dicho, es que casi se pasa frío).
Se ha escrito mucho sobre el contenido social de la novela policíaca nórdica y hay críticos que apuntan a que es en este formato donde podemos encontrar la crítica más auténtica de unas sociedades consideradas de bienestar desde fuera, pero con ciudadanos tremendamente críticos y preocupados por los cambios (a peor, se entiende) que sufre su país. Suecia estará muy mal, no lo dudo, pero que se vengan a ver cómo tenemos el patio por aquí, que van a alucinar... Un aspecto que realmente llama la atención es la cantidad de maltratadores de mujeres que parece haber en Suecia. Este es uno de los elementos principales de la trama de La quinta mujer; novela protagonizada por una especie de Lisbeth Salander con ganas de vengarse de los hombres que no aman a las mujeres (que las detestan, más bien). Ante la impunidad que parece abundar en estos casos, una mujer se toma la justicia por su mano (en consonancia con la formación de milicias ciudadanas que pretenden solucionar la inoperancia policial). Descubrimos los detalles de todo ello paso a paso y de la mano del inspector Kurt Wallander, a quien "conocí" hace unos meses en una novela anterior; Los perros de Riga (Hundarna i Riga, 1992), muy entretenida también, pero que me gustó menos porque la encontré más "fantasiosa" (he descubierto que me gustan las novelas policíacas cuanto más realistas mejor). Hablando de Wallander, me encantaría ver la serie de la BBC con mi admirado Kenneth Brannagh interpretando al famoso inspector sueco.
Lo dicho, he estado la mar de entretenida con esta novela, y eso que al empezar, en Argelia, me temí que este Mankell me volviera a liar con algo de tipo El chino, que tan poco me gustó. Definitivamente, creo que el Mankell que más me interesa es el de la serie Wallander. Aunque incluso aquí se le va un poco la mano a veces. ¿Era necesario que a Anna Ander la mataran unos integristas argelinos, con lo que había sufrido ya la mujer? Este hombre parece que no puede quedarse quieto en Suecia, mira que le gusta viajar. Entiendo que era necesario para la trama que Anna Ander muriera por culpa de un hombre, pero ¿no podía haber sido a causa de los maltratos sufridos, o a manos de otro maltratador? Y qué flojos los polis suecos esos de Ystad, ¿no? que el asesinato del florista les parece de lo peor que han visto. Pocas pelis americanas en su haber, vamos. La trama está más tensa y resulta más interesante en la primera mitad que en la segunda, donde incluso puede detectarse algún fallo de poca relevancia. Y hablando de fallos ¿no hay correctores en Tusquets? Seguramente la puntuación en sueco es diferente de la española (con el alemán pasa); pero para eso tiene que haber un corrector, para corregir esas comas mal puestas que se le han pasado (comprensiblemente) al traductor, pero que llaman la atención al lector, para poner "robo" (y no "atraco") cada vez que se habla de la floristería, para reformular alguna frase que suena peculiar y que tiene fácil solución...
Y con el "boom nórdico" este pasa lo que sucede con todo "boom editorial" que se precie, que hay que publicar autores nórdicos escriban lo que escriban y meterlos a todos en el mismo saco como operación comercial. Como consecuencia positiva, se está publicando a muchos autores totalmente desconocidos por aquí que parecen muy interesantes y a los que habría que echarles un ojo. Pero también tenemos a escritoras de segunda que alcanzan mucha fama (y venden mucho) con libros que son entretenidos como mucho. Entre ellas, Camilla Läckberg, por más premios que gane y por más populares que sean sus libros (creo que lleva siete con los mismos protagonistas y el mismo escenario) en Suecia y en otros países. Que parece imposible que un lugar tan pequeño como Fjällbacka (localidad costera en la que nació la propia autora) dé para tanto crimen y , sin embargo, fíjate... He leído, en la traducción al inglés, el primero, Isprinsessian (La Princesa de Hielo, 2002), en el que se forma el ya famoso tándem entre el policía Patrik Hedströn y la escritora Erica Falck. Todo lo que rodea a este personaje, Erica, tiene un cierto tufillo "Bridget Jones" que no me convence nada. Por no hablar de una trama plagada de casualidades y la frivolidad y desapego con que se trata el tema de los malos tratos. Como en otras novelas policíacas nórdicas, los crímenes del presente se acaban enlazando siempre con el pasado, y el escenario y la climatología (aquí nieva que no veas) tienen un gran protagonismo. Pero ni por esas, a esta la veo muy floja y no me quedan ganas de seguir explorando su bibliografía.

La princesa de hielo está publicada en español, en edición de bolsillo, por Maeva.

domingo, 8 de agosto de 2010

À la Batman

No estoy segura de haber visto Insomnia (2002); con mi memoria habitual (o más bien la falta de la misma), me suena muchísimo, pero no la recuerdo. En cambio, sé que Memento (2000) sí me gustó mucho. Repasando la filmografía de Christopher Nolan, estoy casi segura de que me salté su primer Batman (el segundo lo vi volviendo de Hong Kong, en el avión, porque sabía que salía esa ciudad) y recuerdo que vi The Prestige (2006) y me pareció que estaba muy bien hecha; pero no me ha dejado huella alguna (encima, por esa época había dos películas de magos).
Todo esto viene a cuento porque cuando me propusieron ir a ver Inception (2010), fue el recuerdo de Memento lo que más me animó (eso y la insistencia de alguien recordándome que me habían gustado las tres entregas de Matrix, que no es por nada, pero las protagonizaba Keanu Reeves). Fui sabiendo que Leonardo di Caprio me mata, lo cual tiene mérito. Y una vez vista la película, lo primero que tengo que decir es que no me creo nada que tenga a Leo por protagonista. Para la próxima vez, sugiero a Nolan (que suele hacerme un caso que no veas) que repita con Christian Bale (que le ha dado muy buen resultado en tres películas y en esta hubiera dado el pego) o con Guy Pearce, el protagonista de Memento, que yo creo que también lo hubiera hecho bien. Y ya que estamos, podemos seguir con otros actores del elenco. Desde que vi a Cillian Murphy en Breakfast on Pluto (2005) que no puedo imaginármelo en otro papel y le veo cara de niña en todos los que intenta. Lo de Michael Caine es más un cameo (a Nolan le gusta, por lo visto, que aparezca en sus pelis) que otra cosa; porque tiene un papel un tanto intrascendente. Y la que no aporta nada aparte de un bello rostro y una bonita figura es Marion Cotillard. Puede ser culpa de su papel; pero le da un toque empalagoso e innecesario a la historia. Como no me creo a di Caprio, pues menos me creo que este pedazo de mujer esté loca por él; la verdad. El resto de intérpretes, muy correctos en sus papeles; sin quejas.
Por lo demás, mi impresion es que a Nolan le dieron demasiado dinero para hacer esta película. O que se le ha pegado el "toque Batman" y cualquiera se lo quita. Puede también que tenga un poco de "síndrome Bourne", como apuntaba mi acompañante, con tanto ir de un país (o continente) para otro con tamaña soltura. Para mi gusto, la película está bien hecha, tiene ritmo (lo cual no deja de tener mérito teniendo en cuenta lo larga que es); pero le sobran buena parte de los efectos especiales. La idea principal está claro que es buena y no está mal desarrollada. Incluso los "toques videojuego" (las escenas en la nieve) tienen su aquél para los que no somos aficionados. Y que se vuelva a la escena del principio con Watanabe y di Caprio es un toque elegante. El final, inevitable, no había otra manera de salirse del jardín en el que se habían metido. La música es del último Batman total, en plan tétrico. En resumen, mucha grandilocuencia innecesaria. La idea era buena y no requería ponerse tan ostentosos. Pero una vez puestos, pues resulta muy entretenida. Ahora bien, creo yo que poso me va a dejar cero. Pero tampoco debe ser necesario que todas las películas que veamos nos impacten ¿no? Es más, es imposible.

viernes, 6 de agosto de 2010

Vuelve Erlendur

He podido comprobar que la traducción al inglés de Mýrin (Jar City, 2000) es mucho mejor que la de La mujer de verde que leí hace casi medio año. La lectura de esta novela me ha arrancado la espinita que se me había quedado clavada y ahora entiendo más (con sus matices) la fascinación que ejerce Arnaldur (así se llama a la gente en Islandia, por el nombre de pila, sin apellido ni nada, qué curioso, no deben repetir mucho los nombres, porque si no...) en propios y extraños. Con esta novela el escritor islandés ganó el prestigioso premio Glasnyckeln ("Llave de cristal") a la mejor novela negra nórdica y el premio de la crítica francesa a la mejor novela negra (a secas).
Jar City vuelve a estar protagonizada por el inspector Erlendur; "primo" de Kurt Wallander (protagonista de la serie policíaca de Mankell) y de Rebus (ídem de Ian Rankin). Es el típico policía divorciado, con hijos con problemas (en esto se lleva la palma, la verdad), falta de higiene, malos hábitos dietéticos, poco presumido; pero bueno en su trabajo. Y de nuevo nos vemos transportados a otra cultura, a un país lejano en muchos sentidos, gracias a la labor sociológica del bueno de Erlendur, que, no es por nada, pero hay que ver las cosas que le da por investigar a este hombre y la manga ancha con la que le dejan hacer. Como en La mujer de verde, la mirada se vuelve al pasado de Islandia, del que tan poco sabemos (al menos yo). No en vano Erlendur es un hombre marcado por el pasado. Tras leer estas dos novelas, me quedo con la sensación de que en Islandia todo empieza siempre hace cuatro décadas. Me habían comentado que Arnaldur Indridason repetía bastante los esquemas de las tramas y este pequeño muestreo apunta en esa dirección.
El final decepciona; pero, por lo demás, resulta de lo más entretenida. Vaya afición que le he pillado yo a esto de la negra, para ser que nunca había leído nada antes.


Mýrin está publicada en español con el título de Las Marismas, por RBA (aunque no sé si podemos fiarnos mucho de la traducción).

jueves, 5 de agosto de 2010

Rebajas de agosto: cine

Vamos a ver si hacemos un poco de limpieza aunque sea ofreciendo algunos artículos a precio de saldo; o nos sumamos a las rebajas o no hay manera de hacer inventario, con tanto género de otras temporadas. Así que hoy "hablaremos", brevemente, de cinco películas, muy variadas, que he visto este año.
Empezaremos con
Luck by Chance (2009), la película india con la que se inauguró el BAFF en su última edición y que supuso el debut de la directora Zoya Akhtar. Un viaje a las entrañas de Bollywood, más ambicioso que conseguido; más juguetón que sarcástico. Con coreografías (no podían faltar) de Vaibhavi Merchant y cameos de actores tan famosos como Hrithik Roshan (conocido en mi casa como "el mazas" por el asombroso volumen de sus músculos), John Abraham (a quien algunos conocemos como "el paleto" tras hacer un papel un poco tonto en una película bastante ridícula), Abhishek Bachchan, Kareena Kapoor, Rani Mukerji, Vivek Oberoi y, el dios de ese panteón, el gran Shahrukh Khan. Lo mejor de cada casa, vaya; no en vano la directora pertenece a una familia "bollywoodiense" donde las haya. Para fans de Bollywood resulta muy digna (dichos fans acaban tragándose cada tontería...).
Seguiremos con un hombre que no falla (sobre todo si la película parece hecha a medida para él): George Clooney. Es, sin duda, el protagonista absoluto de
Up in the Air (2009), del canadiense Jason Reitman (director de la muy aclamada Juno, de 2007, con la que tampoco ganó todos los Óscars a los que aspiraba). Y como en la propia Juno, falta amargura. Son películas bien hechas, que no ofenden la inteligencia de la gente, con actuaciones sólidas, guiones que no chirrían... pero que se olvidan sin más y no llegan a donde ambicionaban. Pero se pasa un rato entretenido, y Clooney es un tipo agradable y de buena presencia que no molesta tener delante durante una hora y media.
Va de guapos oficiales la cosa.
A Walk in the Moon (1999) y Good (2008) tienen un actor en común (aunque en la primera casi no hable, queda la mar de decorativo en plan hippy): Viggo Mortensen. La primera peli está dirigida muy dignamente por Tony Goldwyn, más conocido por ser el malo de Ghost. Podría ser un "telefilme" de sobremesa; pero los actores lo hacen bien (incluso los que no tienen guión) y la cosa tiene su interés. Además tiene la particularidad de estar ambientada en el año de mi nacimiento (que no diré cuál es, aunque puedo dar la pista, extremadamente útil y reveladora, de que fue en el siglo pasado). La segunda era más ambiciosa y parece que esta entrada va de ambiciones fallidas. En este caso, muy estrepitosamente. El pobre Mortensen, que es buen actor, no sabe qué hacer con un papel tan absurdo y tan mal definido. Cuando se acaba la película (dirigida por Vicente Amorim) nos quedamos con la boca abierta ante un desvarío semejante. Además, creo que ya lo he dicho alguna vez, a mí que los nazis hablen en inglés es algo que no me convence nunca.
Tras la sesión doble con el bueno de Viggo, y como broche de oro:
Picture Bride (1995) de Kayo Hatta. La "novia de foto" del título se refiere a las japonesas que se casaban (a principios del siglo XX) con inmigrantes que estaban trabajando en Estados Unidos a los que solo conocían por la foto que les enseñaban las casamenteras. Está ambientada en una plantación de azúcar de Hawai. Esta digna muestra de cine independiente ganó varios premios en festivales cinematográficos de renombre y muestra la dureza de las condiciones en las que vivían estas mujeres, y sus recursos. Flojea un poco hacia el final, pero tiene una hermosa fotografía.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Gente de bosque

En una de esas noches de fin de año que acabamos pasando en los sitios más pintorescos (de hecho, creo que fue la más curiosa, allá por el fin del mundo), estábamos en Ushuaia (Argentina) y conocimos a una familia noruega. Nos llamó mucho la atención lo que nos contaron de su modo de vida, en una granja, con el vecino más cercano no me acuerdo a qué distancia (mayor que un rellano, eso seguro). Y, sobre todo, que gente que vivía entre bosques todo el año buscara la inmensidad patagónica en sus vacaciones. Desde entonces siempre he pensado que me gustaría visitar Noruega; aunque no tanto por Oslo, por los fiordos, como por los bosques.
Ahora mismo estoy en Barcelona, haciendo una pausa en mis vacaciones (a ver si me van a sentar mal después de tanto currar); pero he pasado un par de días muy "frescos" en Noruega, aunque fuera gracias a la lectura de una novela y sin avión (soy muy agradecida para esto de los viajes mentales). Salir a robar caballos (Ut å stjæle hester), de Per Petterson, me llamó desde el mostrador de novedades de mi librería favorita. Empecé a leer con la lógica incertidumbre de quien "cata" un autor por primera vez y en seguida me sedujo "a la japonesa"; sin saber muy bien por qué, deseaba volver cada noche a los bosques de la niñez y los últimos años del protagonista. Creo que eso es lo que más me ha gustado de la novela; la recreación de los escenarios, el protagonismo que tiene la naturaleza.
Con una prosa austera y una honestidad que quizá sea la que nos acaba ganando para la causa, se nos narra una historia que no es tan importante (si hemos leído la contraportada nos la sabemos ya) como los lugares en los que transcurre. Versionando la clásica novela de aprendizaje (el "Bildungsroman" que estudiábamos en la facultad) y el no menos clásico recurso del "prota" de edad que recuerda su "suddenly, last summer", Petterson nos ofrece una narración a dos tiempos en la que introduce ciertos elementos que parecen aspirar a conseguir una simetría perfecta (los gemelos, la contraseña... y hasta aquí puedo leer). Con todo ello ha cosechado un éxito considerable entre la crítica anglosajona, que le permitió ganar el premio de ficción extranjera del periódico "The Independent" en 2006 (por el que competía nada más y nada menos que con Coetzee, Rushdie y Cormac McCarthy) y el premio IMPAC (en 2007), uno de los de mayor dotación del ámbito literario internacional.

Esta novela está publicada en español por Bruguera.

lunes, 2 de agosto de 2010

Revoltillo japonés

No miremos atrás, que el número de borradores sin editar de este blog da auténtico pavor. Con ánimo constructivo, comentaremos brevemente, que es agosto y hace mucho calor (acabo de descubrir con gran asombro que el sudor puede pegarse a los ordenadores), la última peli y novela japonesas que he visto/leído (y alguna otra cosilla, ya que estamos).
Con Kuki ningyo (Air Doll), de Kore-Eda Hirokazu, me pasó como con El cielo es azul, la tierra blanca (novela de 2001 de Hiromi Kawakami). Iba viendo la película (mi primera visita a los cines de mi barrio en meses, dispuesta a disfrutar hasta del rato previo sin imágenes) e iba pensando "pues, bueno, pues me alegro"; por decirlo de alguna forma. No me sentía demasiado implicada por la fantasiosa fábula de la muñeca hinchable que se volvía de carne y hueso (la veía incluso un tanto forzada). Pero salí del cine con una gran tristeza (me repito, supongo, pero la afición al amor, la soledad y la muerte de esta buena gente, y a su combinación, por más señas, acabará conmigo). Y sigo recordando esa película como una experiencia dolorosa; es decir, me dejó más marca de la que hubiera esperado. En el caso de la novela de Kawakami, tres cuartos de lo mismo. La leía pensando que si nos dicen que es una historia de amor, pues habrá que creérselo; a mí más bien me parecía una apología de las izakayas (tabernas japonesas) que otra cosa. Sin embargo, semanas después, recuerdo la vida de la protagonista y su extraña relación amorosa con una punzada de dolor.
Desde luego, Kore-Eda Hirokazu parece obsesionado con la insatisfacción (además de los temas de siempre), presente en Still Walking y en Air Doll; algo no solo muy japonés, sino muy humano (como los consabidos temitas). En fin, lo que me queda claro es que si sigo reincidiendo con estos japoneses es porque hay algo en esa cultura que me atrae irremediablemente. Me pasó durante las vacaciones con una de las primeras novelas de Banana Yoshimoto, Goodbye Tsugumi (1989). No hubiera sido capaz de recomendarla a nadie; pero me encantaba volver a ese pueblo costero por las noches, en la cama, o en el jardín, después de comer. Me sentía super a gusto allí. Y eso que cuando acabé el libro pensé "otra vez me ha timado esta mujer, vaya por dios". Creo que me gusta tanto Japón, que si no puedo estar físicamente (ya caerá el tercer viaje, ya, todo llegará), me gusta sumergirme en ambientaciones que consiguen que me vea inmersa en esa cultura; me cuenten lo que me cuenten. Al final, el punto fuerte de muchas películas y novelas japonesas es, en mi opinión, el ambiente que recrean. Por eso no suele importar que no nos cuenten demasiado. Porque la historia no es lo más relevante. Son los instantes que se aprehenden. Y por eso, creo que el principal problema de Air Doll es que quiere contarnos una historia con su moraleja y todo (lo del vacío existencial y la muñeca hinchable es un poco demasiado evidente, para mi gusto). E igual no hacía falta.
En fin. Sé que mis análisis no están resultando muy sesudos. Esto no deja de ser un diario y lo que me importa es dejar constancia de mis lecturas, momento vital y demás. Hay días de más inspiración y de menos. Estamos de vuelta, pero por poco tiempo.

El cielo es azul, la tierra blanca
está en castellano en Narrativa del Acantilado.
Tsugumi está en castellano en Tusquets Editores.

sábado, 3 de julio de 2010

Olor a socarrina

Algo va mal en una ciudad cuando te despiertas a las cuatro de la mañana por el ruido en la calle y el olor a quemado y piensas "dichosos albañiles, ¿qué demonios estarán haciendo?". Así de acostumbrados estamos los barceloneses a que no nos dejen dormir (y los que vivimos en el barrio de Gracia, ni te cuento).
Resultó ser un incendio y el estruendo lo provocaban los bomberos; ruido justificado por una vez. Mientras escribo esto, los albañiles que rehabilitan un piso enfrente del nuestro siguen machacándonos el sábado (han empezado a las ocho de la mañana, como cada día). Es algo que en esta bendita ciudad se considera completamente normal. Yo no lo veo así y por eso me quiero ir. Claro que los que se tendrían que ir son otros. Y el resto del país no es que ande mucho mejor. Pero en esas estamos, buscando nuestro propio paraíso.
Lo dicho, algo huele a podrido en Barcelona.

domingo, 13 de junio de 2010

Destino Berlín

















Desde que estuvimos en Berlín (hoy me he dado cuenta de que "solo" hace tres años, a pesar de que pensaba que haría como cinco, tantas cosas han pasado desde entonces) nos quedamos tan prendados de la ciudad que en más de una ocasión hemos comentado que no nos importaría irnos a vivir allí. Ahora mismo nos inclinamos más por la montaña que por otra ciudad a la hora de cambiar de aires; pero, sin duda, Berlín encarna una serie de valores, ventajas y aspectos agradables en general de los cuales Barcelona (cada día peor) haría bien en aprender. Sobre todo porque en Berlín se respira calidad de vida nada más llegar; algo que me temo que los barceloneses no podemos decir de "nuestra" ciudad / parque temático.

En Berlín parece que siempre sea domingo; siempre hay gente en los parques, en bici (muchos con esos remolques tan psicodélicos para llevar a los niños), en las terrazas (al más mínimo rayo de sol), las plazas. Nunca hay una cantidad excesiva de tráfico y la gente no grita, no escupe... (y hasta aquí puedo leer). Como está llena de treintañeros, abundan los cafés y los restaurantes, que no son caros (cuando fuimos no nos lo resultaron a nosotros y menos a los "nativos", no sé si habrá cambiado la cosa con la dichosa crisis) y tienen un toque bohemio en general. El arte te sorprende en cualquier esquina y el amor por la arquitectura es omnipresente. No quiero idealizar tampoco (yo he estado de vacaciones y no he sufrido los inconvenientes que pueda tener), pero hay elementos objetivos para tanta admiración; como el respeto a la memoria histórica que te asalta a cada instante. En Berlín no quieren olvidar (igualito que en este país) y toda la ciudad está salpicada de placas conmemorativas, monumentos... Resultan especialmente interesantes el Memorial del Holocausto y la "Topographie des Terrors" (muy pedagógico, como el Museo Judío, en un impresionante edificio que justificaría la visita por sí solo). Llaman la atención iniciativas como dejar el hueco de edificos destruidos o una iglesia sin reconstruir (Kaiser-Wilhelm Gedächtniskirche).
Aunque la Isla de los Museos es magnífica (los museos no son el British ni el Louvre, son asequibles y no desbordan) y recordaré siempre la mirada del busto de Nefertiti (estuve un montón de rato hipnotizada delante, lo vimos en el Altes Museum, pero ahora debe estar en el Neues, cuando fuimos la isla de los museos estaba aún en obras), para mi Berlín será siempre la ciudad de la dignidad (como demuestra el caso del "Ampelmann" que tanto cautivó a mi compañero de viaje, una campaña popular para evitar que se perdiera el muñequito de los semáforos del Este con la reunificación). Creo que Prenzlauer Berg sería un buen sitio para vivir, con sus placitas y restaurantes. Y para pasearse fuera del barrio, Scheunenviertel (más restaurantes), con la Nueva Sinagoga y las galerías de arte. Y cuando llegue el domingo de verdad, de "brunch" y/o de mercadillo (de hecho, se puede hacer el "brunch" mercadilleando) y luego, si hace bueno, a uno de esos magníficos parques (qué envidia me da este tipo de ciudad) donde la gente es tan civilizada. Porque la gente es un gran atractivo en sí misma, tan amables y concienciados. Recuerdo en concreto dos anécdotas: en el restaurante Austria de Kreuzberg (ponen unos Wienerschnitzel excelentes tamaño colcha) me prepararon un plato exquisito vegetariano cuando comenté que no encontraba nada para comer en un restaurante tan carnívoro (una excepción en un país en el que no nos resulta difícil comer por la abundancia de compañeros de fatigas, comí de maravilla). Y paseando por Scheunenviertel (creo) oíamos a unas mamás explicándoles a sus niños lo que ponía en las placas conmemorativas del suelo y las paredes.
Una ciudad para pasear y aprender. Una maravilla.


Creo recordar que la foto (entrada al Mauerpark, un parque de Prenzlauer Berg donde quedan restos de muro) es de cosecha propia y no del fotógrafo de la familia.

domingo, 30 de mayo de 2010

La realidad que no existe

Ese crudo que cubre a Obama gracias a BP se queda en una mancha de aceite si se compara con las constantes fugas de petróleo que contaminan el agua que beben, el agua donde pescan, los campos que deben cultivar tantas familias en el delta del Níger, uno de los ecosistemas más ricos del mundo. De hecho, se pierde más petróleo en un año en el delta del Níger que todo el derramado en el Golfo de México por la pifia de BP.

Como cuenta hoy John Vidal en The Guardian, mientras el desastre (que lo es) del Golfo de México acapara titulares a diario, casi nadie presta atención a lo que ocurre en Nigeria desde hace décadas. Como bien dice Vidal, el triste panorama de destrucción en el delta del Níger nos ofrece una visión más precisa del precio que debemos pagar por apostar por el petróleo. Y eso no quiere verlo nadie. Por suerte es algo que sucede "lejos" (el Golfo de México tampoco es que esté aquí al lado, pero lo de la aldea global parece un concepto muy elástico) y, sobre todo, les pasa a pobres de solemnidad. Así que podemos hacer como que no existe y a otra cosa, mariposa.

Después de todo, no creo que Obama quiera ponerle el cascabel al gato (las petroleras arañan que da gusto); y esperar algo así del gobierno de Nigeria (socios de Shell) es totalmente impensable.

sábado, 15 de mayo de 2010

Días amargos

Suspenden a un juez de forma antidemocrática, por una "vendetta" (qué bajo hemos caído) y haciendo caso omiso de cualquier tipo de legislación internacional (que ya es ser retorcidos). Solo lo celebran los descendientes de quienes llenaron las cunetas de cadáveres. Los demás, nos quedamos con nuestra amargura.

La recesión (junto con los medicamentos que les endilga la industria farmacéutica, sin compasión) la van a pagar los pensionistas, no los bancos ni los especuladores que la causaron (a esos se les dan ayudas, como es lógico). Solo lo celebran la patronal, los constructores... Los demás nos quedamos pensando si no es curioso que a nadie se le haya ocurrido que lo lógico sería que aportasen más quienes más tienen (los de las sicav y compañía, vaya).

País.

domingo, 9 de mayo de 2010

Benditos viajes

El viajar es lo que tiene; te sirve mientras estás por ahí y también después. ¿Que no tienes memoria ninguna y alquilas una película que ya has visto y no te gustó? Pues no pasa nada; disfrutas recordando unas estupendas vacaciones en Hong Kong, que resulta lo único interesante de la peli en cuestión y que, por suerte, es tan protagonista como ese Jeremy Irons mal teñido y esa pobre Gong Li que no sabe qué hacer con su personaje (imagino que de ahí su cara de desconcierto). Por no hablar de Maggie Cheung y su extraño papel (está especializada la pobre en personajes que no entiende ni el guionista).
Creo adivinar lo que quería contar Wayne Wang (que ha tenido mejores momentos, aunque no es la primera vez que lo veo perdido al hombre) en Chinese Box (1997). Pero eso no quita que la historia esté mal explicada, los personajes mal desarrollados y que no consiga entender cómo se puede dirigir tan mal a Jeremy Irons (o eso, o el hombre estaba en crisis). Porque incluso a las más fanes nos pone de los nervios, con esas expresiones faciales (por llamarlas de alguna forma); un personaje que resulta tan patético (y sospecho que no era la intención). En fin, que actúa fatal. Creo recordar que en otros líos parecidos que se ha metido, como en M. Butterfly y Herida, salía bastante mejor parado.
A lo que iba, supongo que Wang pretende crear con estos personajes tan mal hilvanados una metáfora del momento de incertidumbre y vacío en Hong Kong en 1997, cuando pasó a formar parte de China tras tanto tiempo como colonia británica. Pero no lo consigue. Al no quedar claro el argumento, la historia no tiene ni pies ni cabeza. Pero eso sí, pude ver de nuevo los tranvías, The Peak, la bahía, los mercados, las calles, los templos, el metro, la noche de fin de año... Y con eso sí que disfruté.

Un tráiler que hace la visión de la película totalmente prescindible aquí.

domingo, 25 de abril de 2010

Un manifestante más

Tenía que pasar y menos mal que ha sucedido. Los auténticos "guerracivilistas" (vaya palabro), los hijos y nietos de quienes sumieron a este país en la oscuridad, los partidarios de regímenes dictatoriales pretéritos (son ellos quienes no dejan que se cierren las heridas que ellos mismos abrieron, no los ninguneados familiares de los cadáveres abandonados en las cunetas de las carreteras de este triste país), se han crecido ante nuestra desidia.
Ya lo han dicho estos días los representantes de los presos del franquismo, de los represaliados; nos hemos dormido en los laureles de la democracia. En su momento hubo que mirar para otro lado por el bien de la bendita (y frágil) democracia, en esa transición tantas veces tildada de modélica y que se llevó a cabo a base de que medio país se tragara las lágrimas y el dolor y otro medio país conservara sus privilegios. Lo de siempre. Lo de siempre cansa. Ya es hora de acabar con la impunidad de unos crímenes que no pueden prescribir contra el derecho internacional, contra los derechos humanos, por más que lo diga una ley injusta (vaya contrasentido sin sorpresa) de este mezquino país. No me vale que ambos bando cometieran "desmanes": uno provocó la guerra, el otro defendía a un régimen legal. No me vale que en todas las guerras se fusile; que las guerras civiles sean las más duras, las que sirven para saldar rencillas entre vecinos; no me vale porque a la nuestra la siguieron cuarenta años de derrota para los vencidos, de represión para los reprimidos. Y tras eso, ¿cuarenta años más de olvido? Camino llevamos si no despertamos.

Sentí enormemente no salir a manifestarme yo también ayer; no tanto en favor de Garzón (que sufre una persecución injusta, política y surrealista, desde mi punto de vista), sino contra la impunidad y a favor de la verdadera memoria histórica (no ese papel mojado que han intentado vendernos como una ley). De eso iban en realidad las manifestaciones de ayer; por más que los medios solo destaquen el apoyo a Garzón, que lo hay, sobre todo porque ha sido a su vez el único apoyo de quienes llevan tantos años luchando en este país para que se reconozca que la muerte de su padre, de su hermano, fue injusta. Para sacar de la cuneta, en todos los sentidos, a todas esas personas condenadas al silencio en más de una manera.

A pesar de que tengo abandonado este blog por exceso de trabajo, no podía dejar pasar el 25 de abril, el aniversario de la Revolución de los Claveles (y el cumpleaños de quien esto firma) sin manifestarme aunque sea desde mi ordenador.