Hará un año más o menos cedí a las presiones bien intencionadas de una de las personas que opinan que debería ver más cine asiático y vi In the Mood for Love (Deseando amar, 2000). Y resulta que me gustó. Me había negado a ver ni una sola película más de Wong Kar-wai después de mi estreno con Happy Together (1997); un gran éxito de crítica que a mí me resultó insoportable. Pero In the Mood... tiene algo fascinante, que te atrapa a pesar de ti mismo, de tus gustos, de tus ideas (preconcebidas o no)... El contraste de la música (oír "Aquellos ojos verdes" cuando se supone que estás en Hong Kong es un tanto desconcertante) con las imágenes de Maggie Cheung y sus elegantísimos "cheongsam" (los vestidos que lleva), los sofisticados recursos formales, los colores... todo ello transmite una sensación de amor y dolor bastante conseguida. Así que ahora que deberíamos estar preparando las vacaciones de navidad en Hong Kong (preparativos abandonados por exceso de trabajo, gran novedad), parecía buen momento para ver otra película del director hongkonés; aunque fuese la primera ambientada en los EE.UU.
My Blueberry Nights se parece en muchas cosas a In the Mood... De hecho, Norah Jones y sus modelitos me recuerdan bastante a Maggie Cheung. Los tonos rojos y verdes, los juegos de imágenes... De nuevo el diálogo y la historia carece de importancia. Todo es belleza formal. Y cuando digo todo, quiero decir absolutamente todo. No hay nada más. Las imágenes de los trenes y Norah Jones en la calle por la noche, con la banda sonora, son muy evocadoras. Con el helado de vainilla fundiéndose con la tarta, Kar-wai se pasa un poco, para mi gusto. Ya es rizar el rizo. Pero las historias del bueno de Jeremy (Jude Law haciendo el papel más fácil de su carrera) y compañía no emocionan. Y por mucho que la estética nos entre por los ojos, si no nos llega más adentro, si no nos cuenta nada más allá de transmitir una pequeña dosis de dolor, la película resulta un tanto vacía (el dolor llega más si es creíble). Porque seguimos hablando de amor y dolor; pero con tanta intensidad y grandilocuencia que acaba siendo poco real. Aunque todos los actores estén bien en su papel (el de Natalie Portman no se lo cree nadie, pero supongo que no es culpa suya).
Total, que igual con ver el tráiler es bastante. Bueno, eso sería exagerar un poco; pero es que esta película me ha recordado la pasión que sienten los japoneses por los envoltorios de los regalos, que hace que casi sea más importante elegir con cuidado el exterior que el obsequio en sí. En los grandes almacenes de Tokio hay secciones enteras dedicadas al papel de regalo, los lazos, etc. A ver si va a resultar que Wong Kar-wai es japonés...
My Blueberry Nights se parece en muchas cosas a In the Mood... De hecho, Norah Jones y sus modelitos me recuerdan bastante a Maggie Cheung. Los tonos rojos y verdes, los juegos de imágenes... De nuevo el diálogo y la historia carece de importancia. Todo es belleza formal. Y cuando digo todo, quiero decir absolutamente todo. No hay nada más. Las imágenes de los trenes y Norah Jones en la calle por la noche, con la banda sonora, son muy evocadoras. Con el helado de vainilla fundiéndose con la tarta, Kar-wai se pasa un poco, para mi gusto. Ya es rizar el rizo. Pero las historias del bueno de Jeremy (Jude Law haciendo el papel más fácil de su carrera) y compañía no emocionan. Y por mucho que la estética nos entre por los ojos, si no nos llega más adentro, si no nos cuenta nada más allá de transmitir una pequeña dosis de dolor, la película resulta un tanto vacía (el dolor llega más si es creíble). Porque seguimos hablando de amor y dolor; pero con tanta intensidad y grandilocuencia que acaba siendo poco real. Aunque todos los actores estén bien en su papel (el de Natalie Portman no se lo cree nadie, pero supongo que no es culpa suya).
Total, que igual con ver el tráiler es bastante. Bueno, eso sería exagerar un poco; pero es que esta película me ha recordado la pasión que sienten los japoneses por los envoltorios de los regalos, que hace que casi sea más importante elegir con cuidado el exterior que el obsequio en sí. En los grandes almacenes de Tokio hay secciones enteras dedicadas al papel de regalo, los lazos, etc. A ver si va a resultar que Wong Kar-wai es japonés...