domingo, 14 de diciembre de 2008

Precioso envoltorio sin regalo

Hará un año más o menos cedí a las presiones bien intencionadas de una de las personas que opinan que debería ver más cine asiático y vi In the Mood for Love (Deseando amar, 2000). Y resulta que me gustó. Me había negado a ver ni una sola película más de Wong Kar-wai después de mi estreno con Happy Together (1997); un gran éxito de crítica que a mí me resultó insoportable. Pero In the Mood... tiene algo fascinante, que te atrapa a pesar de ti mismo, de tus gustos, de tus ideas (preconcebidas o no)... El contraste de la música (oír "Aquellos ojos verdes" cuando se supone que estás en Hong Kong es un tanto desconcertante) con las imágenes de Maggie Cheung y sus elegantísimos "cheongsam" (los vestidos que lleva), los sofisticados recursos formales, los colores... todo ello transmite una sensación de amor y dolor bastante conseguida. Así que ahora que deberíamos estar preparando las vacaciones de navidad en Hong Kong (preparativos abandonados por exceso de trabajo, gran novedad), parecía buen momento para ver otra película del director hongkonés; aunque fuese la primera ambientada en los EE.UU.
My Blueberry Nights se parece en muchas cosas a In the Mood... De hecho, Norah Jones y sus modelitos me recuerdan bastante a Maggie Cheung. Los tonos rojos y verdes, los juegos de imágenes... De nuevo el diálogo y la historia carece de importancia. Todo es belleza formal. Y cuando digo todo, quiero decir absolutamente todo. No hay nada más. Las imágenes de los trenes y Norah Jones en la calle por la noche, con la banda sonora, son muy evocadoras. Con el helado de vainilla fundiéndose con la tarta, Kar-wai se pasa un poco, para mi gusto. Ya es rizar el rizo. Pero las historias del bueno de Jeremy (Jude Law haciendo el papel más fácil de su carrera) y compañía no emocionan. Y por mucho que la estética nos entre por los ojos, si no nos llega más adentro, si no nos cuenta nada más allá de transmitir una pequeña dosis de dolor, la película resulta un tanto vacía (el dolor llega más si es creíble). Porque seguimos hablando de amor y dolor; pero con tanta intensidad y grandilocuencia que acaba siendo poco real. Aunque todos los actores estén bien en su papel (el de Natalie Portman no se lo cree nadie, pero supongo que no es culpa suya).
Total, que igual con ver el tráiler es bastante. Bueno, eso sería exagerar un poco; pero es que esta película me ha recordado la pasión que sienten los japoneses por los envoltorios de los regalos, que hace que casi sea más importante elegir con cuidado el exterior que el obsequio en sí. En los grandes almacenes de Tokio hay secciones enteras dedicadas al papel de regalo, los lazos, etc. A ver si va a resultar que Wong Kar-wai es japonés...

martes, 9 de diciembre de 2008

Bombay: el fin pero no el final

El titular es de hace unos días, de la BBC, cuando tocaba contar muertos y valorar las pérdidas materiales. La mezquindad occidental hace que parezca que hubo pocos porque eran en su mayoría indios (con los que hay en ese país), pero la última vez que lo consulté iban por casi 200 (ya nadie parece darse cuenta de lo que son doscientos muertos). Pero ese titular podría querer decir también que era el fin de la oleada de atentados más reciente, cuyas imágenes y horrores quedarán obsoletos pronto por la siguiente. Ojalá me equivoque, pero solo hay que echar un vistazo a las estadísticas de los 15 últimos años. El peor ataque (antes de este) tuvo lugar en 2006, cuando murieron 180 personas por las bombas en la red de ferrocarriles.
La única vez que he estado en Bombay nos salvamos por los pelos de ver de cerca uno de esos atentados. Era el 25 de agosto de 2003, estábamos alojados cerca del malecón y pensábamos ir a un famoso mercado del sur de la ciudad, el Zaveri Bazaar o mercado de los joyeros, y después a otro mercado, el Crawford Market. Mi compañero de viaje estudió el plano y decidió que nos interesaba más invertir el orden que yo había sugerido. Por eso no estábamos allí cuando estalló el coche bomba en Zaveri Bazaar, sino en el otro mercado. Como no podíamos seguir con el itinerario previsto y era nuestro último día en Bombay (y en la India), porque nuestro vuelo a Amsterdam salía por la noche, nos dedicamos a caminar por Colaba, en dirección a la Puerta de la India (uno de los monumentos más visitados por los turistas y los propios indios, a pesar de haber sido construido por los ingleses), justo donde había estallado el primer coche-bomba (el no entender las noticias de la tele es lo que tiene). Con la explosión se reventaron las ventanas del hotel Taj Mahal, que está enfrente (y que es uno de los dos hoteles que asaltaron los terroristas en noviembre). El día anterior habíamos entrado a cotillear; pero, claro, ese día no llegamos a acercarnos, porque estaba todo acordonado. Murieron 60 personas.
Como tuvimos la fortuna de no ver nada en absoluto y solo nos enteramos bien de lo que había pasado una vez en casa, no asocio Bombay con esos atentados, sino con la ciudad que tan bien describe Rohinton Mistry (claramente hay que dedicarle una entrada a este hombre) y con la dignidad de los indios, que me ha cautivado las dos veces que he ido como turista a ese país. Si el primer año, viajando por el norte me llamaba la atención las mujeres que se deslomaban trabajando en el campo y que, a pesar de ello, se preocupaban de su aspecto, de llevar el pelo bien recogido, el sari lo más limpio posible y en su sitio; ese año me sorprendieron las familias que vivían en las calles de Bombay y mandaban cada mañana a sus hijas a la escuela con uniformes impecables y trenzas perfectas con lazos planchados, peinadas por sus madres en una fuente pública.
Y, por eso, porque para mí Bombay no es un mero escenario de atentados terroristas, sino un lugar vivo, lleno de gente, que lleva sus familias al cine e increpa a los actores como si fueran de su familia mientras devoran cantidades ingentes de comida; que pasea por el malecón o por Chowpatty Beach, donde los niños se mojan los pies en el mar mientras juegan (y los adultos comen
bhel puri); que acuden a los templos a ofrecer dulces (que se comen los sacerdotes, en la India siempre gira todo alrededor de la comida) y flores a los dioses; que viven cada día ajenos a la barbarie que puede destrozar sus vidas; por eso, todas esas muertes me siguen resultando dolorosas casi dos semanas después, más de cinco años después. Por eso me asquean los políticos extranjeros que dan ruedas de prensa para contar que han pisado charcos de sangre, como si esa sangre no fuera de nadie.
En cualquier caso, será el fin de muchas cosas, pero nunca el final de Bombay. En mi recuerdo, el paseo por el barrio donde trabajaba Gustad Noble (el protagonista de Such a Long Journey, de Mistry) y la alegría al encontrar Flora Fountain, las mojaduras por los monzones, las familias indias comiendo kulfi (helado) los domingos, los bloques de cemento de Marine Drive que salen en Midnight's Children de Salman Rushdie... mucha pobreza y mucha muerte, sí, pero también mucha gente, muchas historias, mucha vida.

Utilizo Bombay y no Mumbai siguiendo las indicaciones de la RAE (no porque prefiera el nombre colonial).
La foto de Bombay es de Jaime Seuma.

sábado, 29 de noviembre de 2008

El siglo de los tótems

Este siglo XXI no se parece aún demasiado al que pintaban los escritores de ciencia ficción. Estamos más anclados en el pasado de lo que nos parece a nosotros mismos. Seguimos aferrados a nuestros tótems (libros sagrados, cruces de madera, tanto da) y seguimos dispuestos, como siempre, a matar por ellos (no a morir, que sería, en teoría, más noble).
Y lo curioso es, que a pesar de tanto apego por el pasado, no somos capaces de cerrar heridas, de restituir dignidades. En este país solo quieren olvidar nuestra época más negra quienes la vieron de otro color. Y mientras no hemos avanzado ni un milímetro desde nuestra guerra, se suceden otras que siguen dando a los cementerios muertos olvidados de los que apenas se habla (a menos que sean occidentales, claro, entonces ocupan unas cuantas páginas de noticias antes de sumergirse en el olvido también). Toda nuestra preocupación, se mate donde se mate, es si había alguno de los nuestros allí (¿ha muerto o está herido algún español tras la oleada terrorista de Mumbai?). Pero si solo hablamos de los nuestros, entonces hacemos bandos con una rapidez pasmosa (crucifijos en aulas públicas sí /no, apertura de fosas sí / no).
Este siglo tiene peor pinta aún que el que le precedió, que ya es decir. Los muertos seguirán sin importarle a nadie. Los vivos perderemos derechos por los que murieron otros. Tanto avance científico y los que quieren matar no se molestan en buscar excusas nuevas. De momento, este siglo no destaca por la innovación, la verdad. La misma historia de siempre. Pero, bueno, a mí es que las navidades cada año se me indigestan antes.

Viñeta de El Roto, filósofo gráfico, publicada hoy en El País.

sábado, 22 de noviembre de 2008

El Booker sigue en su línea

El Premio Booker de este año ha ido a parar a un escritor indio, treintañero, que se estrena como novelista con The White Tiger. Al jurado del Booker le gusta sorprender y provocar; por lo que sus decisiones no suelen coincidir con las elecciones más obvias. Y eso tiene su lado bueno y su lado malo, como todo en esta vida. Está muy bien eso de no premiar siempre a las "vacas sagradas" de la literatura británica (Salman Rushdie se quedó fuera de la lista de finalistas, aunque ya había ganado en el pasado). Pero, a veces, como en el caso de la ganadora del año pasado, Anne Enright (con The Gathering, ver entrada al respecto aquí), a estos del Booker se les va un poco la mano. Parece que han tomado por costumbre premiar a los autores que no parten como favoritos (este año se creía que la cosa estaría entre dos veteranos, Sebastian Barry y el también indio Amitav Ghosh). Y no es que The White Tiger no sea un buen libro; resulta muy prometedor como primera obra. Pero solo los libros inolvidables deberían alcanzar premios como el Booker, el de más prestigio en lengua inglesa. En teoría y según mi humilde opinión, claro.
The White Tiger es de una eficacia engañosa; a la que rascas un poco se le descascarilla la pintura. Captura la atención del lector inmediatamente gracias al recurso epistolar y, sobre todo, al destinatario de las cartas del protagonista, Balram. Pero en seguida se comprende que se trata de un mero pretexto (un tanto traído por los pelos) para dar rienda suelta a una confesión que destila amargura. La amargura del grueso de la población de un país que sigue viviendo sin cosas tan básicas como agua potable, electricidad o el alcantarillado que tanto obsesiona a Balram (que lo preferiría antes que la democracia). Un país donde un adolescente es capaz de vender su alma a cambio de beber un vaso de leche todos los días. Aravind Adiga no descubre nada; todos sabemos que India no es solo el paraíso del famoso "outsourcing" y los "call centers", que la mayoría de la población sigue viviendo con muy poco: pocos recursos, pocas esperanzas, poco futuro. Y que todos esos millones de personas son meros peones en un tablero de orden feudal en el que manda la corrupción. Pero si hay un escritor indio que ha retratado todo esto de forma magistral, no es Aravind Adiga, precisamente, sino alguien que le supera con mucho, Rohinton Mistry (otro día hablaremos de él).
En cualquier caso, la verdadera orginalidad de esta novela es la forma en la que rehuye toda lírica: las narrativas indias, por más miseria que contengan, suelen tener ese toque bucólico que le da un tinte rosado a la suciedad, al hambre... O al menos dramatismo. Adiga no tiene la menor intención de darnos ese respiro, es demasiado sarcástico. Nada es sagrado para él, ni los dioses, ni el padre de la nación, ni el Ganges... Y hace bien. Recurre al desapego, al realismo, para distinguirse y destacar dentro del numeroso grupo de escritores del subcontinente (en India hay muchos y muy buenos). Pero la sensación que me queda tras haber leído The White Tiger es que Adiga podía haber llegado más lejos, que debería haber sido más ambicioso y crear un retrato psicológico menos caricaturesco de su protagonista. Que podía haberle dotado de una voz más auténtica, yendo más allá de la anécdota, arriesgando más. Ha jugado seguro y ha ganado; y quizá los señores del Booker no le hayan hecho ningún favor. O, quién sabe, quizás el prestigio conseguido le anime a jugársela en una segunda novela.

Tigre blanco ha aparecido este mes en español, publicado por Miscelánea.

viernes, 14 de noviembre de 2008

La ciudad que creemos conocer

Cuando se publicó Estambul, del Premio Nobel de Literatura turco Orhan Pamuk, en 2005, los críticos buscaron todo tipo de etiquetas, como "falsas memorias de juventud" (es más que un libro de recuerdos, no encontramos solo al Pamuk niño o adolescente, hay mucho del adulto) o "falso libro de viajes" (Estambul es la ciudad en la que nació Pamuk y donde ha pasado la mayor parte de su vida). Se trata de un libro muy personal y difícil de clasificar; aunque yo tengo mis propias categorías. Para mí, es un libro de mesita (entendiéndose mesita de noche). Se ha pasado muchos meses ahí, como lectura de antes de dormir; mientras empezaba y acababa muchos otros libros. De hecho, se resiste a irse a la estantería y sigue ahí; a pesar de que hace bastantes semanas que (finalmente) lo acabé. Tanta demora en su lectura no es porque me resultase aburrido. Al contrario. Me ha parecido muy interesante en su condición de desnudo integral del escritor (menos de lo que parece a ratos, más de lo que cabría esperar) combinado con su visión no solo de una ciudad, sino de un país, un pueblo y una cultura.
Estambul es la ciudad que creemos conocer, porque muchos hemos estado allí y todos hemos visto fotos. Pero leyendo el libro de Pamuk, desearíamos haber estado allí en otra época, cuando Pamuk era un niño y la ciudad un punto de encuentro de culturas, de lo más cosmopolita, que aún conservaba su atractiva arquitectura, sus callejuelas... Como mínimo, de visitarla ahora, nos gustaría hacerlo teniendo a Pamuk como guía, para verla realmente, atravesando sus muros y los rostros de sus gentes. Porque el escritor no solo conoce muy bien y ama su ciudad, sino que tiene una especie de relación íntima con ella que demuestra cuántas horas le ha dedicado (paseando, leyendo, observando). Y, a pesar de esa intimidad, parece que necesite, de alguna manera, reconciliarse con ella y de paso, como todos, con su pasado. Extremadamente analítico, Pamuk parece no dejarse nada en el tintero, por banal que sea, sin pudor (una impresión, lógicamente, engañosa). Llama la atención una aparente contradicción; su amor por el Estambul más turco y su innegable afición a todo lo europeo. Aunque quizá nunca fue Estambul más europea que en la época en la que apenas contaba con un millón de habitantes (frente a los 14 ó 15 que pueda tener ahora). Al menos de espirítu, y por oposición a su aislamiento actual (por más turística que sea).
Orham Pamuk alcanzó su consagración definitiva con Me llamo Rojo (Benim Adım Kırmızı, 1998) una novela sorprendente y ambiciosa que combina la narración de misterio, la historia de amor y la reflexión filosófica, ambientada en otra Estambul, la del siglo XVI. Nunca me ha resultado especialmente sencillo leer a Pamuk, pero me pasa como con Saramago, que en esa dificultad radica la satisfacción posterior. De Pamuk he leído dos de sus tres libros más famosos, el citado Me llamo Rojo y Nieve (Kar, 2001), que me pareció muy poético. En mi extensa lista de lectura sin fin (encuentro constantemente libros que me gustaría leer) tengo desde hace años El libro negro (Kara Kitap, 1990), el tercero en discordia. Lo he tenido ya tantas veces en las manos que supongo que no tardará en caer.

Estambul está publicado en español por Mondadori (tapa dura) y Debolsillo (tapa blanda).
Más información sobre Orhan Pamuk
aquí (en inglés).

Para saber qué libros de Pamuk están en español y qué editorial los ha publicado, esta página puede ser útil. Nieve y Me llamo Rojo están publicados por Alfaguara.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Atiq Rahimi, Premio Goncourt

El novelista afgano Atiq Rahimi (que obtuvo asilo político en Francia en la década de los ochenta) ha ganado el premio más prestigioso de las letras francesas antes de cumplir los cincuenta y con la primera obra que escribe en francés, Syngué sabour. Pierre de patience. Por lo que he leído, se trata de un nuevo ejemplo de la prosa poética con la que cautivó a los lectores de Tierra y cenizas. Ese es el único de sus tres libros en persa del que puedo hablar; un pequeño cofre lleno de sensibilidad, de dolor y de frases certeras como estas:

"La guerra y el sacrificio siguen la misma lógica. No hay explicación. Lo importante no es ni la causa ni el resultado, sino el acto en sí mismo."

En ese libro, Rahimi hablaba de la guerra con la Unión Soviética. Hoy es el mundo entero quien está en guerra con Afganistán; un país reducido a poco más que tierra y cenizas.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El presidente de las palabras

Pues sí, al final ganó Obama. Un candidato presidencial que gozaba del favor de muchos literatos de su país. Por ejemplo, de la Premio Nobel de Literatura Toni Morrisson, que al hacer público su apoyo especificó que su elección no estaba basada en temas raciales (Morrisson es afroamericana), sino que le parecía que Obama era el hombre adecuado para el momento histórico que vivía su país. Y, además, elogió la capacidad de Obama para expresarse y lo bien escrito que estaba su libro (se refería a Dreams from my Father). Quien sepa el inglés suficiente y haya oído hablar al presidente electo de Estados Unidos se habrá dado cuenta de que demuestra un dominio del idioma muy superior al de la media de la clase política estadounidense, y que está a años luz del burdo uso del inglés de su predecesor, George Bush.
Otro escritor de prestigio, Michael Chabon, se alió con diversas figuras del mundillo literario estadounidense para recaudar fondos para Obama durante la campaña. También participaron en actos de apoyo Tobias Wolff y los escritores del subcontinente indio que viven en Nueva York, en bloque: Salman Rushdie, Jhumpa Lahiri, Kiran Desai, Suketu Mehta y Manil Suri. Y los escritores de origen irlandés se unieron a músicos y cineastas para formar una asociación de apoyo y demostrar que Obama gozaba también del apoyo de los intelectuales blancos. Tras su elección, Jonathan Safran Foer se mostró satisfecho de tener como presidente a alguien que conoce el valor de las palabras y las escoge cuidadosamente. También se ha hablado de Obama como el "presidente poeta" y todo un Harold Bloom comparó la poesía que el nuevo presidente escribió en su época de estudiante con la de Langston Hughes, la figura del movimiento artístico conocido como "Harlem Rennaisance". Curiosamente, durante la campaña se publicó que la candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Pallin, había intentado retirar de la biblioteca municipal en sus años como alcaldesa libros que consideraba inmorales, como Hojas de hierba de Walt Whitman, quien fue una gran influencia para Hughes. Con esos antecedentes (aunque no estoy segura de que la "anécdota" sea cierta, "se non è vera, è ben trovata"), está claro que los premiados con el Pulitzer no iban a hacer cola para auparla al poder.
Se supone que McCain tendría algunos seguidores en el ramo de las letras; pero, por lo visto, no se manifestaron a su favor con el mismo entusiasmo (o no lo hicieron en absoluto, más bien). Tradicionalmente, son los actores estadounidenses quien se decantan por un candidato presidencial de forma pública; pero esta vez Obama consiguió numerosas adhesiones de un colectivo con menos tendencia a semejantes manifestaciones. Ser un hombre ducho en el lenguaje es una gran virtud poco habitual, curiosamente, entre los políticos. Veremos qué tal le va a este "presidente de las palabras".

lunes, 3 de noviembre de 2008

Hancock en Barcelona

El pianista Herbie Hancock no se iba a poner a hacer campaña en favor de Obama en el Festival de Jazz de Barcelona (actuó en un Palau de la Música lleno el pasado día 30); más que nada porque esto no son los EE.UU. y no podemos votarle. Pero es prácticamente lo único que le ha faltado hacer a este hombre para expresar su apoyo a quien podría ser el primer presidente negro de ese país (aunque yo sigo sin verlo muy negro, a Obama, digo). Hancock no solo se puso al piano en el vídeo "Yes we can", sino que tiene muy clarito, en la página de inicio de su sitio web, otro vídeo, aún más cursi y americano si cabe, en el que aparece cantando (él y todo quisqui, porque sale hasta Pamela Anderson).
Este ha sido un gran año para un músico con una larga trayectoria que llegó a tocar con Miles Davis. Hancock ha ganado casi todos los premios posibles (en junio, los críticos de jazz les nombraban a él y al guitarrista con el que vino a Barcelona, Lionel Loueke, músicos del año). Yo le fui a ver en calidad de consorte con suerte. Para los que no sabemos nada de jazz, Hancock es junto con Keith Jarrett (le vi el año pasado en el mismo festival, en L'Auditori) un músico muy accesible. Acompañado por buenos músicos (el batería era extraordinario y el de la armónica hacía maravillas con un instrumento tan tonto), parece poco purista y sigue siendo capaz de sorpresas como dejarnos a solas con Loueke haciendo algo extrañísimo y desconcertante (llegó a darme miedo).
Un placer.

+ info. sobre Herbie Hancock aquí.


sábado, 1 de noviembre de 2008

Quemar después de ver

Seguramente esto sea lo que más me ha gustado de la nueva película de los Coen: un cartel prometedor, lleno de nombres conocidos, con la frase "Intelligence is relative". Vale, la peli va de tontos y nos lo advierten de entrada. Lo que pasa es que aunque los protagonistas sean una panda de cretinos, hay que hacerlos creíbles (digo yo, es mi humilde opinión). Y se ve que los Cohen no estaban por currárselo mucho; porque los únicos que llegan a tener un cierto "cuerpo" son los personajes de John Malkovich y Frances McDormand; aunque ninguno de los dos tiene que esforzarse demasiado para interpretarlos. Pero, ¿los demás? Están totalmente desdibujados, ni siquiera perfilados. ¿De qué va el personaje de Clooney? Como no lo saben los propios directores, pues Clooney tampoco; y el hombre hace lo que puede. Y lo de Brad Pitt tiene delito. Si pretendía hacer una gamberrada le ha salido un mamarracho.
Vamos, nada que ver con mis pelis favoritas de los Coen:
O brother, El gran Lebowski y Barton Fink, por más que la crítica la haya querido comparar con las dos primeras. Todo lo que aquellas tenían de ingeniosas esta lo tiene de burda. Para mí, los Coen han sido siempre sinónimo de sofisticación, humor, inteligencia... Puede que esta peli sea de otro director y de otro guionista. Es la única explicación que le encuentro.

sábado, 25 de octubre de 2008

Los favoritos de Hari Kunzru

Hoy era el día que me había reservado para ir a Kosmopolis; pero, ya se sabe, primero la obligación y luego la devoción. Así que estoy traduciendo documentación industrial en lugar de ir a escuchar a Hari Kunzru hablando sobre "Literatura y revolución: 40 años después", y de ver alguna cosilla más del programa de hoy. En fin, para consolarme, he visto un vídeo en el que este escritor que comparte iniciales (además de orígenes en el subcontinente indio) con Hanif Kureishi (nada menos) recomienda tres lecturas: The Road, The Lonely Londoners y Temptations of the West.
De la primera, una obra muy conocida de Cormac McCarthy, Kunzru destaca la extraordinaria belleza de su escritura. Este escritor siempre me ha dado pereza; pero habrá que echarle un tiento en algún momento, y después de oír lo que dice un escritor que escribe francamente bien también... La segunda es una novela de 1956 (maravillosa, en palabras de Kunzru), de Sam Selvon, que retrata el fenómeno de la inmigración caribeña en Gran Bretaña en sus inicios, escrita en patois (el inglés del Caribe anglófono). Reeditada en 2007, se la ha rescatado de un olvido probablemente injusto y Kunzru ha contribuido a ello con sus alabanzas en su columna sobre libros en el periódico británico The Guardian. Es un libro que conozco de los tiempos en los que estudiaba la literatura del Caribe anglófono; pero no estoy segura de haberlo leído. A veces (muy a menudo) me gustaría llevar una lista de mis lecturas para cuando me entran las dudas. Y por último, una mezcla de diario de viajes y ensayo sociológico de esas que hace el periodista y escritor indio Pankaj Mishra, intentando ir más allá de los meros clichés y mostrando como hacen frente la India, Nepal y los demás países de la zona a las modernidades que les llegan de Occidente. De este libro he leído críticas muy buenas, sobre todo por su valentía a la hora de denunciar los defectos y errores en los que está cayendo el país de origen de Mishra. Y estoy segura de que está magníficamente bien escrito, tras haber leído Pollo a la mantequilla en Ludhiana y Los románticos (que retrata el ambiente de Benarés a la perfección). De hecho, tuve la oportunidad de conocer a este escritor cuando presentó el libro del título pintoresco (sobre todo siendo vegetariano el autor) en Barcelona. Lo apuntaré en mi lista de lecturas para el futuro.

Más sobre Kosmopolis aquí.
Primer capítulo del libro de Mishra aquí (en inglés).
Y el vídeo en cuestión:


miércoles, 22 de octubre de 2008

Vaya por dios: Ani es feliz

Siempre pareció una chica que se lo pasaba estupendamente; pero ahora resulta que encima es feliz. Hay que fastidiarse. No es nada personal; pero es que a mí esta chica me gustaba más enfadada. Ella se defiende (digamos que no soy la única que se ha dado cuenta) diciendo que en su último disco critica la permanencia de las tropas estadounidenses en Irak, que sigue siendo feminista porque (según canta) no quiere rezarle a un dios masculino... Pero escuchando las letras de sus últimos discos, es inevitable pensar que ha perdido fuerza y acidez,por el camino. Y así se vive más tranquila, claro; pero la poesía se resiente.
Ani DiFranco presentaba su último disco, "Red Letter Year", en L'Auditori, tras siete años sin pisar Barcelona. Yo la había visto antes, en 1999 (creo), en un concierto muy diferente a este, en un entorno menos formal y con la gente bailando. Cuando vi este verano a Suzanne Vega pensé "ojalá viniera Ani también", y casi se cumplieron mis deseos. Casi, porque la que vino no era la de entonces (yo tampoco, evidentemente, pero yo no tengo seguidores a los que contentar, esa es la diferencia). Hubiera podido jurar antes de ir que no me iba a convencer. Y, a pesar de todo, fui, por los viejos tiempos. Me tocó "tragar" con dos teloneros de su propia discográfica. Una se podía tolerar, a pesar de que imitaba descaradamente a su "jefa". El otro se dedicó a centrifugar la guitarra y contar chistes malos. Y por fin llegó Ani, con nueva banda y un señor que tocaba el xilofón (vale, no era un xilofón, es una cosa que no sé cómo se llama que se utiliza en jazz, un vibráfono o qué sé yo, pero sonaba como una mezcla de xilofón y una especie de palangana que tocaba hace años un individuo por las calles de Gràcia). Entre ese bendito instrumento y la vulgaridad de las nuevas canciones, a ratos se me olvidaba que es una de mis cantantes favoritas. Suerte que, para recordármelo, cantó "Napoleon", "As is" (lástima de nuevos arreglos, es una estupenda canción de amor), "Shameless"... Con esas canciones sigue siendo la chica descarada de Buffalo con poco que perder que sabe cantar, toca bien la guitarra y tiene historias que contar. La mujer que acabó convertida (seguramente un tanto en su contra) en todo un símbolo de libertad sexual, de feminismo, pacifismo, lucha contra el racismo y la hipocresía... Mucha carga para alguien tan menudo, desde luego.
Ni siquiera sus comentarios en el escenario son lo que eran. De hecho, nunca volvieron a ser los mismos desde que Andy Stochansky dejó la banda; sus diálogos en el magnífico doble en directo "Living in Clip" (1997) eran de lo más delirante. Nos enteramos de que es mamá, pro-Obama (gran sorpresa) y también soltó algún taco. Y poco más. Cantó "Present/Infant", escrita para su hija, y nos demostró (para el que no lo supiera) que es muy difícil no ser cursi cuando se trata de bebés; porque lo de "Love is all over the place/there's nothing wrong with your face" tiene su delito. Nada que ver con letras como la de "To the teeth", contra las armas de fuego:

open fire on hollywood
open fire on MTV
open fire on NBC
and CBS and ABC
open fire on the NRA
and all the lies they told us
along the way
open fire on each weapons manufacturer
while he's giving head
to some republican senator

Tampoco el público de Barcelona estuvo a la altura. Le hicieron tantas fotos con los dichosos móviles y cámaras, que soltó un comentario sarcástico sobre los numerosos "fotógrafos", y un "y yo con estos pelos". Por lo visto, en L'Auditori han dado la batalla por perdida y ya ni avisan antes del concierto de que no se permiten hacer fotos. Por no hablar del contrasentido de gritarle "guapa" (o regalarle flores, que de todo hubo) a alguien con la ideología de Ani DiFranco.
En fin. Más allá de que la felicidad de Ani no sea buena para su público, lo que está claro es que es imposible sacar 19 discos fabulosos. Yo me quedé en el que hacía el número 13 ("Evolve", 2003), más o menos, y me parece que de ahí no me muevo. Al final, los seguidores somos mucho del rollo "a mí me gustaba más la de los primeros discos". Si a mí me quedó un cierto regusto a decepción tras el concierto del domingo, lo comparo al de un fan de Lou Reed tras el concierto de presentación de "The Raven". A mí me pareció sublime porque nunca le había visto en directo y no podía comparar su voz y su presencia con la de hace años. Pero, lamentablemente, hay pocas cosas que mejoren con el tiempo.

Más sobre Ani DiFranco y sus teloneros en la página web de su discográfica.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Ya vista (y olvidada)

Pese al toque oriental (muy sutil, pero ahí está), The Air I Breathe no deja de ser una nueva versión de las películas de historias cruzadas que tanto abundan (no sé por qué les ha dado por ahí a los señores estos del cine). Y para que quede bien clarito, ese gremio incomprendido que se dedica a poner los títulos en español a los estrenos va y la bautiza como Cuatro vidas. Que baje Altmann y lo vea.
La historia está basada en un antiguo proverbio chino que divide la vida en cuatro emociones: la felicidad, el placer, el dolor y el amor. Las cuatro vidas del título vienen a ser una ejemplificación de dichas emociones y, cómo no, los caminos de los cuatro protagonistas se cruzan por esos raros caprichos del destino que tan normales parecen a veces en la ficción (no es este el caso). Jieho Lee ha dirigido muchos vídeoclips y se le nota. No creo que sea un cumplido, pero es lo que se me ocurrió viendo su primera película, que despertó mucha expectación antes de su estreno por la abundancia de rostros conocidos que la protagonizan. Como Andy García, que hace un papel totalmente absurdo (aunque no es el único) que parece una caricatura del que interpreta en las pelis de "Ocean's Eleven" y demás.
En fin, que no aporta nada nuevo y se olvida a la media hora de haberla visto. De hecho, a estas alturas me acuerdo más de las dos "encantadoras" espectadoras (por llamarlas de alguna manera) que se sentaron detrás mío y que deben ir al cine juntas porque solas no entienden las películas. Y mira que esta tampoco tenía tanto intríngulis. Prescindible y me quedo corta. Vale con el tráiler.

domingo, 5 de octubre de 2008

La originalidad de Kate Atkinson

La lectura de la primera novela de Kate Atkinson, Behind the Scenes at the Museum (1995), me supuso un mazazo considerable: finalmente alguien había escrito mi libro. Bueno, eso es lo que pasa si lo vas dejando todo para más adelante. Sin embargo, lejos de guardarle rencor por haberme "robado" mi obra maestra, me convertí en una fiel seguidora, de las que leen puntualmente cada libro que publica. Justo ahora estoy pendiente de hacerme con la tercera entrega de las aventuras del detective Jackson Brodie. Behind the Scenes at the Museum (publicada en español con el título de Entre bastidores) logró ese raro milagro que cualquier escritor novel ambiciona: un éxito de crítica y ventas total a la primera. La combinación de la narración de los momentos claves en la vida de Ruby Lennox con "flashbacks" que nos acercan a sus antepasadas convenció sobre todo por el estilo de esta escritora británica; un estilo que se ha convertido en la marca de la casa y que distingue su variada obra posterior. La estructura no lineal y los diferentes puntos de vista de la novela, junto con un esmerado retrato paródico de la sociedad inglesa de los años 50, aliñado todo ello con un lenguaje limpio y preciso, y un fino sentido del humor de ese que llaman británico (casi lo definiría como mordaz), consiguió lo impensable; birlarle el Whitbread a Rushdie. A pesar de haber publicado varias novelas después, muchos críticos consideran esta primera obra la mejor de Atkinson.
Con la publicación de Human Croquet (1997) podíamos pensar que seguíamos por la misma senda, las sagas (o anti-sagas) familiares; pero el tono no tenía nada que ver con Behind... Esta vez el efecto cómico es más oscuro y se introduce con más insistencia el elemento fantástico que se atisbaba en la primera novela y que aparecerá de nuevo posteriormente. La confirmación de que esta mujer iba a escribir lo que dios le diera a entender llegó con Emotionally Weird (2000), un ambicioso e intrincado laberinto con el que Atkinson rizaba el rizo. Cuando no sabíamos por dónde iba a salir tras semejante novela, nos dejó de una pieza con Case Histories (2004), la primera entrega de las "aventuras" del detective Jackson Brodie, con más muertes, secretos, familias de lo más desestructurado y coincidencias a mansalva. One Good Turn (2006) cambiaba el formato y complicaba más la trama, pero seguíamos con Brodie y su disparatada vida. Veremos qué nos trae When Will There Be Good News (2008). Es muy de agradecer que Atkinson publique libro nuevo cada dos años, más o menos (en 2002, entre Emotionally... y Case... publicó una colección de relatos,
Not the End of the World, que no estaba mal, pero no daba la talla, aunque bien es cierto que yo soy más de novelas).
En fin, que de una evolución tan sorprendente como la de esta escritora, solo cabe deducir que le ha "robado" el resto de sus novelas a unas cuantas personas de lo más diversas y que encima han leído todas Tristram Shandy, de Laurence Sterne.
Kate Atkinson es, en resumen y por simplificar lo "insimplificable", alguien que escribe formidablemente bien y que nos seduce con sus ácidas e inteligentes tragicomedias / sátiras (es tremendo decir que una se lo pasa bien con libros en los que siempre muere bastante gente, pero me temo que es cierto, y además yo no tengo la culpa).

En español están publicados Entre bastidores (agotado actualmente, se puede encontrar en bibliotecas), Juegos de interior, Una historia singular y Expedientes.

Los Novelantes se reúnen el próximo 14 de octubre para comentar la lectura de Behind... (más info. aquí)

sábado, 4 de octubre de 2008

Woody Allen en horas bajas

Recomiendo ver Manhattan o similar nada más salir del cine, para no quedar vacunado para siempre contra el cine de este hombre, que claramente sufre algún trastorno senil, o una falta muy acuciante de fondos (o ambas cosas). Eso sí, Woody Allen no ha querido engañar a nadie. Cuando le preguntaron cómo había surgido su última película, no adornó en absoluto la realidad. Al hombre le gusta Barcelona y su mujer y sus hijos tenían ganas de pasar el verano allí; así que cuando le llamaron para proponerle la financiación de una película en esa ciudad, no se lo pensó dos veces y escribió "algo para poder rodar en Barcelona". Ese algo es, efectivamente, un encargo de corte descaradamente publicitario, un publirreportaje, vaya; pero no una película digna de su director.
De Vicky Cristina Barcelona me irritan infinidad de cosas. Esa Barcelona irreal con prados asturianos; esa España en la que todo el mundo habla inglés. Un Bardem que demuestra lo limitadito que es como actor (la escena con su "padre" es de vergüenza ajena, qué malos actores, no se cree nadie que sean padre e hijo). Una Penélope que, como de costumbre, hace inverosímil su personaje; la impávida Scarlett de siempre. Una Rebecca Hall voluntariosa, pero con un papel tan patético que difícilmente puede salir bien parada. El título más horrendo de la historia del cine... Y la guinda del pastel, esa odiosa canción sobre Barcelona que se te mete en la cabeza para torturarte inmisericorde. ¿No era Allen un músico de talento? ¿También ha perdido el criterio musical?
La trilogía ambientada en Londres podía gustar más o menos; pero eran películas que seguían conservando parte de la maestría de Allen y que, al menos, se lucían un poco con los diálogos y nos ofrecían algunas frases características suyas. En fin, que de la última peli de Woody Allen no me convence nada; ni la historia, ni los diálogos, ni las actuaciones... Para demostrar el talento de sus actores, Allen les elogia diciendo que improvisaron en la película. Pues se nota, la verdad, y no para bien. El guionista de éxito es Woody Allen, no Scarlett y compañía. Me echo a temblar solo de pensar que una productora francesa tenga la ocurrencia de llamarle la próxima primavera y Allen se saque de la manga (dios no lo quiera) un Martha, Jenny, Paris.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Kunzru el transformista

Con la publicación de la tercera novela de Hari Kunzru se confirma la extraordinaria capacidad de este hombre para meterse en la piel (y en la época) de los más diversos personajes, todos ellos antihéroes. Si en The Impressionist (2003) el personaje central era un joven medio indio medio inglés en la India de los años 20, en Transmission (2004) nos presentaba a un joven programador indio (un "geek") en los EE.UU. y su obsesión por Bollywood. Ahora, en My Revolutions, el protagonista es un desencantado radical inglés de los sesenta. El retrato de la década es de lo más convincente y sorprendente, viniendo de un escritor que nació en 1969 y que, por lo tanto, no fue testigo de la misma. Pero Kunzru suele hacer sus deberes con el mayor de los esmeros.
Londinense, de madre inglesa y padre cachemir, esta es la primera novela en la que se aleja de lo que podríamos llamar "temática india" (no aparece ni un solo personaje de origen asiático). Las críticas han sido de nuevo de lo más elogiosas (las dos anteriores han recibido los premios más prestigiosos) y, en mi opinión, merecidas. Sin embargo, creo que me quedo con la exhuberancia de su debut literario, un auténtico festín. La verdad es que cada una de sus novelas ha resultado ser una experiencia totalmente diferente, lo cual tiene su mérito. La lectura de la segunda fue tremendamente divertida y refrescante; Kunzru demostró ser capaz de dominar diversos registros sin problema alguno. Y ahora ha querido dar una nueva muestra de ello, con una novela muy cinematográfica.
Hari Kunzru es un escritor especialmente hábil en cuanto a la creación de ambientes, la fluidez de la estructura narrativa y el manejo del idioma. Y parece sentir tal respeto por sus personajes que no deja que las ficciones que crea los maltraten en exceso; no les roba nunca su dignidad (en otras manos, Carver hubiera podido resultar un tanto patético). De hecho, My Revolutions parece reivindicar a una generación que no cambió el mundo, pero al menos lo intentó. A gente que no podía aceptar las normas del sistema contra las que nadie se rebela hoy. Y, en ese sentido, resulta una lectura un tanto "dolorosa"; ya que nos hace pensar que nada ha cambiado, que de nada sirvió el activismo (de menos servirá el "pasivismo" actual), y que cuarenta años más tarde el mundo está bastante peor. Es más, tengo la teoría de que la brevedad de la novela se debe a que el propio autor se deprimía escribiéndola.
En 2003, el de Kunzru fue uno de los nombres que aparecían en la la lista de la revista "Granta" como uno de los veinte "Mejores jóvenes novelistas británicos". En 2005, la revista "Lire" le nombraba uno de los "50 escritores del futuro". De momento, yo diría que no ha decepcionado a nadie y se mantiene a la altura de unas expectativas que resultarían de lo más desasosegantes para cualquier escritor.

Las novelas de Hari Kunzru (El transformista, Leila.exe y Mis revoluciones) están publicadas en español por Alfaguara.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Un espléndido mosaico

Michael Ondaatje se ha tomado su tiempo (seis años desde Anil's Ghost); pero valía la pena esperarle. En su nueva novela, Divisadero, regresa con personajes que, como de costumbre, se han alejado de sus orígenes y de sus familias, para vagar solos. Con ellos construye un mosaico de ambiente íntimo que captura historias entretejidas. Unas historias que, aunque tienen sentido por sí solas (otro escritor menos generoso hubiera publicado al menos dos novelas con este material), tan solo alcanzan la condición de novela a la que aspira Ondaatje unidas. De esta forma, el escritor traza un mapa emocional que al doblarse hace cercanas geografías lejanas (como él mismo plasma en una hermosa imagen de la novela).
Poco amigo de la narración lineal y de planificar los argumentos de antemano, Ondaatje empieza mandándonos ráfagas que luego cobran sentido al adentrarnos en la novela. De nuevo disfrutamos de su prosa poética, inimitable, de gran originalidad y belleza, que seduce como la mejor música (quiero decir que debemos poner de nuestra parte para que nos seduzca) y atraviesa nuestra epidermis. El título hace referencia a un punto desde donde se divisan las cosas, viéndolas desde una cierta distancia, y, de alguna forma, adivinándolas. Y eso es lo que hacemos al leer Divisadero. Ondaatje no nos abre ninguna puerta, somos los lectores los que oteamos buscando formas, interpretádolas, sumergidos en una atmósfera adictiva de la que no deseamos salir (no paraba de mirar con horror, y un tanto irracionalmente, cómo cada vez me quedaban menos páginas para el final). El final duele, porque prácticamente se arranca al lector de esa atmósfera, y a la desorientación inicial deben añadírsele los interrogantes (nos quedamos con las ganas de saber más, ¿qué pasa con Claire y Coop?).
Soy seguidora entusiasta de Ondaatje desde que leí El paciente inglés (1992, ganadora del premio Booker). Tengo el pobre libro en un estado deplorable de tantas relecturas, todo subrayado y anotado. Quedé fascinada por su manera de escribir y los ambientes que crea. Y la cosa no decae. Suelo leer los fragmentos de críticas con los que las editoriales adornan las portadas y contraportadas de los libros para que se los compremos. Las citas no siempre reflejan el espíritu de la crítica completa (después de todo, el fin es meramente comercial); pero a veces son muy certeras. En la portada de la edición de Vintage aparece una frase de Pico Iyer ("The New York Review of Books") que dice que al acabar la novela es difícil no volver a la primera página para empezarla de nuevo. Doy fe de que es cierto. Nada más acabar la novela, volví a empezarla con la excusa de recomponer las piezas del principio y ver si me había perdido algún detalle (la empecé en pleno verano caótico y no estaba muy concentrada). La verdad es que me resistía a marcharme del paisaje de Ondaatje, y solo lo conseguí cuando llevaba ya media novela releída. Decidí resignarme: las novelas tienen fin.

Divisadero apareció en su traducción al español (en Alfaguara) la pasada primavera.

lunes, 22 de septiembre de 2008

La tierra del tiempo olvidado

En Madagascar se tiene la sensación de estar muy lejos, y no solo geográficamente, sino también en el tiempo. Las formaciones rocosas que nos recuerdan la ruptura de Gondwana, los "fósiles vivientes", los pre-simios y muchísimas especies de otros animales, de pájaros, árboles y plantas que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo nos trasladan a épocas lejanas en las que el país aún no era una isla (la cuarta de mayor tamaño).
Lástima que se conserven también costumbres de hace muchos centenares de años, como la quema de pastos para cebúes (con la intención de renovarlos) que aísla bosques y acaba con la vida de muchos animales, erosionando la tierra y dejándola estéril para el cultivo. La deforestación se ha convertido en un grave problema contra el que no es fácil luchar en un país de costumbres ancestrales y malas carreteras. Y lástima también que una "simpática" compañía de telefonía francesa haya decidido que el tiempo es oro también aquí y que además puede cobrarse por minutos (hay cobertura en los sitios más impensables gracias a que han sembrado el país de torres y puntos de venta de móviles, que arrasan).
En Madagascar todo es inmenso. Cuesta hacerse a la idea de la extensión de los parques nacionales. La vista se nos pierde en el horizonte y en las cifras de muchos ceros. Y cada lugar es diferente, único. La gran variedad de paisajes hace que pasemos en un día del bosque tropical húmedo de Ranomafana a la aridez de las formaciones rocosas y los cañones de Isalo. En los parques y descendiendo por el río
Tsibirihina vemos lémures de diversas especies. Nos quedamos fascinados viéndoles saltar de árbol en árbol, comer hojas de bambú, cargar con sus crías. No nos cansamos de contemplar un animal que no existe en ningún otro lugar, que es el predecesor del mono.
También nos seducen los
niños (guapísmos) que hay por doquier, incluso en medio de la carretera cuando no divisamos ningún pueblo en las inmediaciones. Niños que juegan con palos y con otros niños. Sin juguetes. Niñas cargadas con bebés tan grandes como ellas. Todos ríen (en los pueblos, las ciudades son otra cosa) y nos saludan llamándonos "vazaha" (blancos), dispuestos en todo momento a jugar un rato con los extranjeros. Nos llegan sus risas por la noche, acampados en la orilla del río, y se les oye felices a pesar de vivir en uno de los países más pobres del mundo. A pesar de los síntomas de desnutrición que adivinamos en algunos de ellos, en un país que se alimenta básicamente de arroz.
Quizás mi mejor recuerdo de este viaje sea la placidez del tiempo detenido durante el descenso en piragua por el río
Tsibirihina, buscando pájaros y saludando a la gente con la que nos cruzábamos (mujeres lavando en la orilla, gente en piragua). Nuestros acompañantes (el "piroguier" y nuestro guía) hablaban con todos, y no era (en su caso, nosotros solo podíamos decirles "hola" y "adiós") un mero intercambio de saludos, sino una conversación en toda regla, regada de sonrisas, sin que importase que no se hubieran visto nunca antes.

Más fotos de Madagascar aquí. La foto de la Avenida de los Baobabs es de cosecha propia (con tratamiento digital de Jaime Seuma) .

Banda sonora del viaje:

miércoles, 16 de julio de 2008

"Prométeme": un estreno que no lo es tanto

Emir Kusturica estrena película. O no. La verdad es que sales del cine con la sensación de que ya la habías visto, solo que la otra vez te había gustado más (igual era el día en que se llamaba Gato negro, gato blanco). El propio Kusturica reconoce que siempre hace la misma película, con lo cual, es de mal criticar, la verdad.
Prométeme (Zavet) es un cuento moderno (pero un cuento, al fin y al cabo), con su abuelito sabio, unas promesas que hay que cumplir, un pueblecito nevado y una ciudad llena de tentaciones y perversión, el bufón, los malos, la princesa amenazada, los nobles caballeros que ayudan al prota, y el niño listo que acaba saliendo bien parado del lío que se monta. Y la que se monta es gorda. Zavet empieza bien, pero se va disparatando, disparatando, hasta que no puede acabar de forma razonable (por no hablar de algún momento un tanto zafio que podía haberse ahorrado). Todo ello con actores sólidos, una buena realización, música esperable y un aire de película cómica de cine mudo.
Un rato agradable con una película que podía haber aspirado a más (hubiera estado bien algún diálogo más como el que mantiene el abuelo con el otro anciano del pueblo, pero a Kusturica los diálogos le traen al fresco).

lunes, 14 de julio de 2008

"Fay Grim": segundas partes...

Suena feo dicho así, pero no sé qué falta hacía rodar Fay Grim (2006), con lo contentos que nos habíamos quedado todos con Henry Fool (1997) que es una película fantástica. Es como si a Hal Hartley se le hubiera acabado la inspiración y hubiera tenido que retomar las historias de antaño.
Después de The Girl from Monday (2005), que tiene su aquel y es menos ciencia-ficción de lo que sería bueno para los "consumidores" (antiguamente llamados ciudadanos) del siglo XXI, Hartley decide contarnos lo que ha pasado con Simon, Fay y Henry desde que les conocimos hace diez años. Algo del todo innecesario, a mi entender. Y lo hace con una película aparentemente menos personal que su filmografía de los 90; aunque desde luego hay cosas que solo se le hubieran ocurrido a él.
El principal problema que le encuentro es lo poco creíbles que son los personajes. Simon ya no es el basurero "freak", Fay se convierte en una especie de "Catwoman" inverosímil, Jeff Goldblum en el papel del agente Fullbright está desaprovechado (y desdibujado, un malo un tanto postizo), los agentes secretos son pura caricatura y, lo peor, Henry deja de ser Henry. Yo prefería las dudas sobre Henry, no saber todo lo que me cuentan ahora; que encima es un tanto descabellado. Era más poético que fuera un bedel con pretensiones. La trama tampoco me convence, ¿por qué demonios esperan tantos años a buscar los dichosos cuadernos? Y van y se ponen todos a la vez; incluso el editor tiene la misma idea.
Igual me he perdido algo; pero aunque haya escenas un tanto de opereta, como la de los espías, esta película no me resulta tan atractiva como cuando los personajes y las historias eran absurdos, pero bien delineados. En mi humilde opinión, se le ha ido la mano, creo yo. Que no sea el cambio de siglo, que está siendo de lo peor.

sábado, 12 de julio de 2008

Souvenirs: 10 recuerdos de Estocolmo

No sabría decir qué me gustó más de Estocolmo; pero tengo un recuerdo que no es de un lugar concreto, sino de una sensación muy placentera. Una ciudad (un país) para visitar en verano, claramente, que es cuando hay un montón de horas de luz e incluso sol (aunque te puede caer un chaparrón todo el año). Nos dejamos el recorrido por el archipiélago (que promete, pero requería más días y no solo un puente) para otra vez.
Entre mis recuerdos (no necesariamente por este orden):
1. La cantidad de parques, jardines y árboles que había. Una tercera parte de la ciudad es zona verde y los suecos la aprovechan para hacer picnics, deporte... Quien como ellos.
2. La tranquilidad y la limpieza de una ciudad que cuida sus espacios con esmero. Los escaparates y las tiendas, muy nórdicas, puestas con muy buen gusto. Y se ve todo andando; en el centro no hay grandes distancias (aunque reconozco que nos pegamos unas pateadas buenas, pero fue en el ecoparque, que es enorme, y en Södermalm, que lo mismo).
3. La gente, decidida a disfrutar del verano (y de la ropa y las terrazas propias de la estación), aunque hiciera más frío que en invierno en Barcelona y tuvieran que taparse con una manta.
4. Millesgärden, un lugar íncreible que celebra su centenario. Un museo y jardines en la isla de Lidingö donde se expone la obra del escultor sueco Carl Milles, discípulo de Rodin (nos recordó nuestra visita al Museo Rodin de París, que nos gustó muchísimo también). Las esculturas tienen mucha fuerza. Y fue muy relajante comer en la terraza de la cafetería (nos debimos contagiar de los suecos, porque disfrutamos de ratos muy agradables en varias terrazas).
5. La plaza Stortorget de Gamla Stan (el casco antiguo), con sus edificios antiguos y sus cafés. Un sitio al que volvimos varias veces.
6. El mercado (Saluhall) de Östermalm, donde todo estaba tan limpio y colocadito (parecía de juguete). Todo tenía una pinta estupenda. Montones de patatas diferentes.
7. Estocolmo con sol. Nos hizo un día (de cuatro) radiante y lo disfrutamos muchísimo. Todo tenía otro color y la gente estaba feliz (es que encima era domingo).
8. Si las ciudades con ríos o lagos (o mar) suelen ser especiales, esta, que tiene de todo y está formada por catorces islas, pues más. Agua por doquier.
9. La sorpresa al entrar en el patio del Ayuntamiento (no te esperas un lugar así tras un exterior tan austero). Muchos de los edificios históricos están coronados por figurillas doradas en perfecto estado de revista (a pesar de lo inaccesibles).
10. La cantidad de museos que había, no siendo una ciudad demasiado grande. Cerraban muy pronto, en mi opinión, eso sí.

Foto de Millesgärden de cosecha propia, con tratamiento digital de Jaime Seuma. Más fotos de nuestro viaje a Estocolmo aquí.

martes, 8 de julio de 2008

Regreso a Suzanne Vega

Suzanne Vega ha pasado por Barcelona para clausurar el Festival Únicas en el Palau de la Música. Presentaba su último álbum, Beauty & Crime, que como era de esperar (siempre nos gustan más los primeros discos de los cantantes que hemos oído de más jóvenes, nos suele dar la sensación de que con la edad han perdido fuerza e inspiración) no está a la altura de sus mejores canciones. Pero su voz sigue siendo increíble, tan aterciopelada y armoniosa como en sus comienzos hace 25 años, y solo por comprobar que no es un efecto de estudio (y por lo cara que se hace de ver) vale la pena rascarse el bolsillo (quizá tarde otros 19 años en volver).
La cantante combinó canciones del último disco con algunas de sus mejores melodías (o al menos las que más me gustan a mí); "Marlene on the Wall", "Penitent", "Small Blue Thing", "Left of Center"... Eso permitió comprobar que las letras de las nuevas canciones carecen, en gran medida, de la sofisticación de las de discos anteriores, aunque siguen estando muy bien escritas; pero no resultan tan misteriosas, poéticas y cautivadoras. Llevan su sello, en cualquier caso, y temas como "Pornographer's Dream" evocan el sonido de antaño. La acompañaban un par de músicos de calidad probablemente incuestionable, pero que aportaban demasiado "chumba-chumba" para mí gusto. Creo que una voz como la suya necesita su guitarra y poco más, o al menos arreglos más sutiles.
El Palau no estaba lleno (estamos en pleno Grec) pero había bastante público madurito que había ido (claramente) a oír la dichosa "Luka" (deberían hacer un estudio para ver cuánta gente entiende la letra) y "Tom's Dinner"... La concesión de cantar parte de "Luka" en español (hizo en su momento, debido al mega-éxito, una versión horripilante) seguramente fue bien intencionada; pero no se lo agradecimos quienes íbamos a oírle cantar sobre soldados y campos de batalla (una obsesión, lo de esta mujer, Freud tendría mucho que decir al respecto). Pero por más pegas que se le pueda poner, la verdad es que fue un placer retomar canciones que tenía bastante olvidadas y sumergirme de nuevo en su voz.
Más info. sobre Suzanne Vega en su página web.

domingo, 6 de julio de 2008

Grec 2008: "Troilus and Cressida"

La compañía de Declan Donnellan no falla una. Su nuevo espectáculo, tan atrevido y lúcido como de costumbre, se ha podido ver durante unos días en el Festival Grec de Barcelona. Se trata de la obra de Shakespeare Troilus and Cressida, que, a pesar de su título, tiene más de pacifista que de romántica. En ella, la guerra no es mítica, sino absurda, y el auténtico héroe, Héctor (el muy carismático David Caves), solo quiere luchar de forma limpia y por causas auténticas, a pesar de la corrupción que le rodea. Y así le va, claro.
Cheek by Jowl ha escogido, de nuevo, una obra poco representada (para ser de Shakespeare, se entiende) y considerada ambigua y difícil. Les van los retos. Y los viajes, algo muy de agradecer (es la segunda vez que los veo en Barcelona). Desde luego, sale uno maravillado (y milagrosamente ileso) tras haber resistido en primera fila en pleno fragor de la batalla; seducido por unos actores impecables y una puesta en escena tan impactante como las de anteriores montajes, con los sobrios diseños a cargo de Nick Ormerod (fundador de la compañía junto con Donnellan).

jueves, 26 de junio de 2008

Tragicomedia provinciana

La segunda novela de Mark Haddon lleva el muy británico título de A Spot of Bother (traducida como Un pequeño inconveniente y publicada por Alfaguara). Y se trata, realmente, de una novela muy británica, en la que no paran de soltar ironías y poner teteras, mientras comen platos precocinados comprados en la omnipresente cadena de supermercados Tesco. A pesar de que desde las primeras páginas uno intuye que Haddon no piensa aventurarse en tierras ignotas con esta historia, tampoco puede dejar de leer, atrapado por un ritmo frenético (que decae un tanto hacia el final) lleno de clímaxes. Al lector casi le da miedo dejar a los personajes por miedo a lo que harán mientras no les observa. Total, que se lee en un fin de semana sin trabajo (y sin trabajos).
Tras un debut por todo lo grande como escritor para adultos (aunque El curioso incidente del perro a medianoche lo publicó simultáneamente una editorial para adultos y otra de literatura infantil con idéntico texto y diferentes portadas) que le valió nada menos que 17 premios en todo el mundo (incluyendo el muy prestigioso Whitbread y ser finalista del Booker), y unas ventas fabulosas en decenas de idiomas, el autor de libros infantiles, ilustrador y guionista británico tenía un importante reto ante sí: no decepcionar a sus legiones de fans sin repetirse. Para ello escogió a un clan al borde de un ataque de nervios y se sirvió de su fino humor para el retrato de personajes. El resultado es una novela que se lee muy fácilmente, pero que no va más allá. Y podría haberlo hecho. Hay comentarios muy ingeniosos y situaciones divertidas que podrían haberse llevado al absurdo, arriesgando un poco más. Esta es una lectura que no compromete en absoluto al lector por más que pueda encontrar algún paralelismo con su vida; no se llega a ridiculizar verdaderamente a los protagonistas. Ni siquiera a George, por más disparates que haga, llega en ningún momento a ser patético (y nunca nos llegamos a preocupar realmente por su integridad).
De alguna forma, Haddon protege en exceso a sus personajes, haciéndoles salir bien librados de todos sus líos. Quizá por su pasado de autor infantil, no se mete en muchos jardines. Me queda la sensación de que si lo hubiera hecho estaríamos ante una novela de más alcance. Quizá Haddon, como buen autor para todos los públicos, se frena a la hora de incluir más momentos como las fantasías eroticas de Jamie o el atormentado recuerdo de la escena sexual que contempla George (en este último caso, el vocabulario elegido es brillante). O quizá no tiene la suficiente mala leche. El caso es que se queda corto y es una lástima, porque Haddon sabe escribir y es, sin duda, lo suficientemente ingenioso (aunque solo el ingenio no pueda sostener una novela). George es, en este sentido, el personaje más logrado, con su peculiar visión de las cosas. Por ejemplo, no le disgusta que su hijo sea homosexual por el hecho de que mantenga relaciones sexuales con otros hombres, sino porque la idea de una pareja de hombres comprando muebles juntos le incomoda. También se retrata muy bien la forma en que los miembros de una familia tienen adjudicados unos roles de los que es imposible librarse aunque las personas crezcan o evolucionen. Cómo los hijos nunca resultan lo suficientemente adultos y son incapaces de ver a sus padres como personas que puedan cometer infidelidades o tener crisis nerviosas. Para Jamie, su padre es la persona que ordena los libros alfabéticamente y le da cuerda a los relojes; y es incapaz de entender qué puede llevarle a perder la chaveta.
Aunque también puede verse de otra forma: una trama tan poco audaz hubiera resultado fallida escrita por alguien menos capaz. Al menos, así lo veían en una crítica en The New York Times; lo cual me hace pensar que a los críticos les cuesta "machacar" una novela cuando previamente han encumbrado a su autor. Y es que quizá se colocó a Haddon en un pedestal demasiado alto. Desde luego, The Curious Incident of the Dog in the Night-time tenía fuerza (aunque daba la sensación de que Haddon no había sabido encontrar un final para su historia). Su retrato del adolescente con síndrome de Asperger nos hacía entender tan bien a Cristopher, que casi dudábamos si no tendríamos nosotros también alguna alteración del mismo tipo. Es una novela sorprendente, que engancha al lector con una estructura muy simple que esconde una fina ironía; pero que quizá no sea la obra maestra que merecía premios literarios tan prestigiosos. En ese sentido, puede que sea uno de esos raros fenómenos literarios que aúnan buenas críticas y entusiasmo de los lectores; pero que no van a resistir bien el paso del tiempo. Un libro que se olvide en una década. Haddon tendrá que esforzarse un poco más si no quiere que se le olvide también a él. Al menos, en cuanto a público adulto se refiere; porque no conozco el resto de su obra.
Se puede leer el primer capítulo (en inglés) de la segunda novela de Haddon aquí.