En Madagascar se tiene la sensación de estar muy lejos, y no solo geográficamente, sino también en el tiempo. Las formaciones rocosas que nos recuerdan la ruptura de Gondwana, los "fósiles vivientes", los pre-simios y muchísimas especies de otros animales, de pájaros, árboles y plantas que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo nos trasladan a épocas lejanas en las que el país aún no era una isla (la cuarta de mayor tamaño).
Lástima que se conserven también costumbres de hace muchos centenares de años, como la quema de pastos para cebúes (con la intención de renovarlos) que aísla bosques y acaba con la vida de muchos animales, erosionando la tierra y dejándola estéril para el cultivo. La deforestación se ha convertido en un grave problema contra el que no es fácil luchar en un país de costumbres ancestrales y malas carreteras. Y lástima también que una "simpática" compañía de telefonía francesa haya decidido que el tiempo es oro también aquí y que además puede cobrarse por minutos (hay cobertura en los sitios más impensables gracias a que han sembrado el país de torres y puntos de venta de móviles, que arrasan).
En Madagascar todo es inmenso. Cuesta hacerse a la idea de la extensión de los parques nacionales. La vista se nos pierde en el horizonte y en las cifras de muchos ceros. Y cada lugar es diferente, único. La gran variedad de paisajes hace que pasemos en un día del bosque tropical húmedo de Ranomafana a la aridez de las formaciones rocosas y los cañones de Isalo. En los parques y descendiendo por el río Tsibirihina vemos lémures de diversas especies. Nos quedamos fascinados viéndoles saltar de árbol en árbol, comer hojas de bambú, cargar con sus crías. No nos cansamos de contemplar un animal que no existe en ningún otro lugar, que es el predecesor del mono.
También nos seducen los niños (guapísmos) que hay por doquier, incluso en medio de la carretera cuando no divisamos ningún pueblo en las inmediaciones. Niños que juegan con palos y con otros niños. Sin juguetes. Niñas cargadas con bebés tan grandes como ellas. Todos ríen (en los pueblos, las ciudades son otra cosa) y nos saludan llamándonos "vazaha" (blancos), dispuestos en todo momento a jugar un rato con los extranjeros. Nos llegan sus risas por la noche, acampados en la orilla del río, y se les oye felices a pesar de vivir en uno de los países más pobres del mundo. A pesar de los síntomas de desnutrición que adivinamos en algunos de ellos, en un país que se alimenta básicamente de arroz.
Quizás mi mejor recuerdo de este viaje sea la placidez del tiempo detenido durante el descenso en piragua por el río Tsibirihina, buscando pájaros y saludando a la gente con la que nos cruzábamos (mujeres lavando en la orilla, gente en piragua). Nuestros acompañantes (el "piroguier" y nuestro guía) hablaban con todos, y no era (en su caso, nosotros solo podíamos decirles "hola" y "adiós") un mero intercambio de saludos, sino una conversación en toda regla, regada de sonrisas, sin que importase que no se hubieran visto nunca antes.
En Madagascar todo es inmenso. Cuesta hacerse a la idea de la extensión de los parques nacionales. La vista se nos pierde en el horizonte y en las cifras de muchos ceros. Y cada lugar es diferente, único. La gran variedad de paisajes hace que pasemos en un día del bosque tropical húmedo de Ranomafana a la aridez de las formaciones rocosas y los cañones de Isalo. En los parques y descendiendo por el río Tsibirihina vemos lémures de diversas especies. Nos quedamos fascinados viéndoles saltar de árbol en árbol, comer hojas de bambú, cargar con sus crías. No nos cansamos de contemplar un animal que no existe en ningún otro lugar, que es el predecesor del mono.
También nos seducen los niños (guapísmos) que hay por doquier, incluso en medio de la carretera cuando no divisamos ningún pueblo en las inmediaciones. Niños que juegan con palos y con otros niños. Sin juguetes. Niñas cargadas con bebés tan grandes como ellas. Todos ríen (en los pueblos, las ciudades son otra cosa) y nos saludan llamándonos "vazaha" (blancos), dispuestos en todo momento a jugar un rato con los extranjeros. Nos llegan sus risas por la noche, acampados en la orilla del río, y se les oye felices a pesar de vivir en uno de los países más pobres del mundo. A pesar de los síntomas de desnutrición que adivinamos en algunos de ellos, en un país que se alimenta básicamente de arroz.
Quizás mi mejor recuerdo de este viaje sea la placidez del tiempo detenido durante el descenso en piragua por el río Tsibirihina, buscando pájaros y saludando a la gente con la que nos cruzábamos (mujeres lavando en la orilla, gente en piragua). Nuestros acompañantes (el "piroguier" y nuestro guía) hablaban con todos, y no era (en su caso, nosotros solo podíamos decirles "hola" y "adiós") un mero intercambio de saludos, sino una conversación en toda regla, regada de sonrisas, sin que importase que no se hubieran visto nunca antes.
Más fotos de Madagascar aquí. La foto de la Avenida de los Baobabs es de cosecha propia (con tratamiento digital de Jaime Seuma) .
Banda sonora del viaje:
2 comentarios:
¡Echaba de menos tu blog! ¡Cuantas entradas!
Os habéis superado con las fotos, chicos, y mira que era difícil, siempre son muy chulas. Es preciosa la que abre esta entrada y me pregunto cómo habéis hecho algunas de ellas, como la del abejaruco en pleno vuelo.
Curiosamente, no me encajan con la descripción del país que haces aquí (¡la banda sonora tampoco!). No lo hubiera imaginado viendo sólo las fotos. Cobertura por todo el país, buf.
Bueno, ya hemos vuelto. Es que el veranito fue movido en todos los sentidos y el pobre blog se resintió.
No te quedes solo con lo de la cobertura, creo que el resto de la entrada sí se corresponde con las fotos (espero).
Lo de la banda sonora es una chotez nuestra. La cancioncilla de marras es super pegadiza y se nos metió en la cabeza pq nos la puso ochenta veces el chófer que nos llevó en cuatro por cuatro por una zona de lo más inaccesible (tengo un recuerdo como de "breakdance", por los baches).
Pero, bueno, Madagascar es todo y eso y mucho más; que nosotros solo hemos visto una parte y además es un país en el que cabe todo.
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