Michael Ondaatje se ha tomado su tiempo (seis años desde Anil's Ghost); pero valía la pena esperarle. En su nueva novela, Divisadero, regresa con personajes que, como de costumbre, se han alejado de sus orígenes y de sus familias, para vagar solos. Con ellos construye un mosaico de ambiente íntimo que captura historias entretejidas. Unas historias que, aunque tienen sentido por sí solas (otro escritor menos generoso hubiera publicado al menos dos novelas con este material), tan solo alcanzan la condición de novela a la que aspira Ondaatje unidas. De esta forma, el escritor traza un mapa emocional que al doblarse hace cercanas geografías lejanas (como él mismo plasma en una hermosa imagen de la novela).
Poco amigo de la narración lineal y de planificar los argumentos de antemano, Ondaatje empieza mandándonos ráfagas que luego cobran sentido al adentrarnos en la novela. De nuevo disfrutamos de su prosa poética, inimitable, de gran originalidad y belleza, que seduce como la mejor música (quiero decir que debemos poner de nuestra parte para que nos seduzca) y atraviesa nuestra epidermis. El título hace referencia a un punto desde donde se divisan las cosas, viéndolas desde una cierta distancia, y, de alguna forma, adivinándolas. Y eso es lo que hacemos al leer Divisadero. Ondaatje no nos abre ninguna puerta, somos los lectores los que oteamos buscando formas, interpretádolas, sumergidos en una atmósfera adictiva de la que no deseamos salir (no paraba de mirar con horror, y un tanto irracionalmente, cómo cada vez me quedaban menos páginas para el final). El final duele, porque prácticamente se arranca al lector de esa atmósfera, y a la desorientación inicial deben añadírsele los interrogantes (nos quedamos con las ganas de saber más, ¿qué pasa con Claire y Coop?).
Soy seguidora entusiasta de Ondaatje desde que leí El paciente inglés (1992, ganadora del premio Booker). Tengo el pobre libro en un estado deplorable de tantas relecturas, todo subrayado y anotado. Quedé fascinada por su manera de escribir y los ambientes que crea. Y la cosa no decae. Suelo leer los fragmentos de críticas con los que las editoriales adornan las portadas y contraportadas de los libros para que se los compremos. Las citas no siempre reflejan el espíritu de la crítica completa (después de todo, el fin es meramente comercial); pero a veces son muy certeras. En la portada de la edición de Vintage aparece una frase de Pico Iyer ("The New York Review of Books") que dice que al acabar la novela es difícil no volver a la primera página para empezarla de nuevo. Doy fe de que es cierto. Nada más acabar la novela, volví a empezarla con la excusa de recomponer las piezas del principio y ver si me había perdido algún detalle (la empecé en pleno verano caótico y no estaba muy concentrada). La verdad es que me resistía a marcharme del paisaje de Ondaatje, y solo lo conseguí cuando llevaba ya media novela releída. Decidí resignarme: las novelas tienen fin.
Poco amigo de la narración lineal y de planificar los argumentos de antemano, Ondaatje empieza mandándonos ráfagas que luego cobran sentido al adentrarnos en la novela. De nuevo disfrutamos de su prosa poética, inimitable, de gran originalidad y belleza, que seduce como la mejor música (quiero decir que debemos poner de nuestra parte para que nos seduzca) y atraviesa nuestra epidermis. El título hace referencia a un punto desde donde se divisan las cosas, viéndolas desde una cierta distancia, y, de alguna forma, adivinándolas. Y eso es lo que hacemos al leer Divisadero. Ondaatje no nos abre ninguna puerta, somos los lectores los que oteamos buscando formas, interpretádolas, sumergidos en una atmósfera adictiva de la que no deseamos salir (no paraba de mirar con horror, y un tanto irracionalmente, cómo cada vez me quedaban menos páginas para el final). El final duele, porque prácticamente se arranca al lector de esa atmósfera, y a la desorientación inicial deben añadírsele los interrogantes (nos quedamos con las ganas de saber más, ¿qué pasa con Claire y Coop?).
Soy seguidora entusiasta de Ondaatje desde que leí El paciente inglés (1992, ganadora del premio Booker). Tengo el pobre libro en un estado deplorable de tantas relecturas, todo subrayado y anotado. Quedé fascinada por su manera de escribir y los ambientes que crea. Y la cosa no decae. Suelo leer los fragmentos de críticas con los que las editoriales adornan las portadas y contraportadas de los libros para que se los compremos. Las citas no siempre reflejan el espíritu de la crítica completa (después de todo, el fin es meramente comercial); pero a veces son muy certeras. En la portada de la edición de Vintage aparece una frase de Pico Iyer ("The New York Review of Books") que dice que al acabar la novela es difícil no volver a la primera página para empezarla de nuevo. Doy fe de que es cierto. Nada más acabar la novela, volví a empezarla con la excusa de recomponer las piezas del principio y ver si me había perdido algún detalle (la empecé en pleno verano caótico y no estaba muy concentrada). La verdad es que me resistía a marcharme del paisaje de Ondaatje, y solo lo conseguí cuando llevaba ya media novela releída. Decidí resignarme: las novelas tienen fin.
Divisadero apareció en su traducción al español (en Alfaguara) la pasada primavera.
6 comentarios:
A mí me ha pasado lo mismo con "Entre bastidores", qué gracia, una vez terminé no pude evitar volver a empezar. Me enganchó totalmente, me ha encantado, te agradezco que propusieras esta autora. Voy a probar con "Tristam Shandy", que me regaló mi hermana hace años (para tener más cosas que decir :)
No sabes cuánto me alegro de que te haya gustado tanto "Entre bastidores". Ya veremos al resto de Novelantes. Miedo me dan. ;)
Hay una peli sobre Tristam Shandy, de Winterbottom, ¿la has visto? Tiene su gracia.
Sí que la he visto ¡y me gustó! El libro se me resiste, pa que te voy a engañar. Aconséjame, ¿persisto o desisto?
No sé, los libros a veces hay que dejarlos y volver en otra ocasión. Este vale la pena; pero si no estás entrando... igual más adelante hay un momento en el que estás en mejores condiciones como lectora o en el que te es más fácil conectar con el estilo.
Yo de leer obligada, paso.
Bueno, bueno, bueno...
En cuanto a Kate Atkinson: me encantó el primer libro que leí (Case histories, con el tal Jackson Brodie y compañía, me divirtió...)
Pero aquí estábamos hablando de Ondaatje, ¿o no? :-)
A mi este libro me atrapó tambien, me metí de lleno en la historia, que me arrastró dando bandazos entre los distintos personajes, los lugares y el tiempo.
Me quise oler que hacia final del libro las historias paralelas convergerían... y lo hacen solo hasta cierto punto. La verdad es que me quedé con cierta impresión de no comprender lo que ha querido transmitir el autor, y si quizá solamente lo ha querido pasar bien jugueteando con sus recursos literarios.
¡Que no son pocos!
Si la historia te arrastró dando bandazos, Jaims, eso es que pillaste estupendamente lo que quería decir Ondaatje. Digo yo. :)
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