sábado, 28 de agosto de 2010

Historia de una obsesión

El museo de la inocencia (Masumiyet Müzesi, 2008) es la primera novela que publica Orhan Pamuk desde que se le concediera el premio Nobel en 2006; aunque, según ha comentado el propio autor, no la escribió en dos años, sino que es fruto de un trabajo realizado a lo largo de mucho más tiempo. De alguna forma, se trata de una novela que se convirtió, como la ciudad de su juventud, en una fijación para Pamuk; hasta el punto de desear crear el Museo de la Inocencia del título en la casa del barrio de Çukurcuma retratada en la novela, para exhibir una colección que recree el Estambul del período descrito (desde 1975 hasta el siglo XXI). Por lo tanto, estaríamos ante la historia de una obsesión en más de un sentido.
En 1975 Turquía vive obsesionada (si hemos de creer a Pamuk, y no tenemos por qué dudar de él) por una modernidad que ansía y repele al mismo tiempo, así como por la apertura a la cultura occidental. Kemal, un joven burgués, pierde la cabeza por una pariente lejana (y pobre) y tira por la borda su proyección social para vivir esa pasión de una forma poco ortodoxa. El propio autor asegura que la pregunta clave de la novela sería qué es el amor en realidad. Yo diría que lo de Kemal no es amor; a riesgo de ponerme a escribir frases empalagosas tipo tarjeta con corazones, pienso que quien ama de verdad es más generoso consigo mismo y con la persona amada. Hay un cierto masoquismo / infantilismo en la renuncia de Kemal a vivir su historia como un amor correspondido que debe hacer frente a la rutina y el paso del tiempo. Es como si quisiera castigarse a sí mismo por haber tenido todo siempre de cara en la vida. La pasión enfermiza de Kemal convierte a su "amada", Füsun, en un objeto; en un personaje un tanto plano de quien interesa más su aspecto, su ropa, sus complementos, que lo que realmente siente como persona. Sin duda, Pamuk está retratando la forma en la que se veía y trataba a las mujeres en esa época, así como la falsa "modernidad" de Kemal. Pero la historia de amor sale perjudicada de tanto simbolismo.
En tanto que, a mi entender, en la novela hay más de fijación (a veces dudamos de la cordura de Kemal, y que conste que se lo gana a pulso el hombre) que de hüzün (melancolía en turco), la lectura se ve dificultada por el comportamiento compulsivo de Kemal, gracias al cual, por otra parte, puede retratar Pamuk la nostalgia y languidez post-imperial de la ciudad. Aunque en su conjunto el lector se quede con el regusto nostálgico, con el preciosismo de la escritura y las descripciones, con la minuciosidad de quien le ha dedicado mucho tiempo a una ciudad, a una época; puede que haya lectores a los que les resulte difícil soportar la afición de Kemal a contar las veces que cena en casa de sus parientes, las veces que hace el amor... tanta reducción a los números. Yo tuve que hacer una pausa a media novela porque no podía soportar que Kemal fuera a cenar tan a menudo a la casa de los padres de Füsun, que invirtiera tiempo y dinero (su propia vida) en un afán un tanto patético. Me daban ganas de asirle por los hombros y zarandearle a ver si espabilaba... Hubiera entendido más una ruptura de compromiso, un matrimonio desigual... pero, claro, de ahí no hubiera salido el Museo de la Inocencia (aunque igual sí el del Desencanto, mira tú por dónde). Y justo cuando me estaba reconciliando con el afán recolector de Kemal y estaba disfrutando más de esos paseos que nos da Pamuk por su ciudad, va el hombre y nos sale con la parte final de la novela, que me ha dejado un sabor de boca un tanto amargo. Que Pamuk haga cameos en sus novelas tiene un pase; pero que aparezca de repente y nos diga "¡hola, soy orhan!", pues, hombre, eso no tiene perdón de dios. Con decir que era él y no Kemal quien escribía hubiera bastado; también sobra el final con las visitas de Pamuk y el relato de la muerte del protagonista, que para mí no aportan nada.
Pamuk pasará a la historia como uno de los grandes narradores de una ciudad tan seductora como es Estambul, y como un investigador de la identidad moderna turca. Por ello cuesta un tanto perdonarle que no haya tensado más esta novela tan larga, que la haya desequilibrado con un final algo burdo. Aunque nada de ello le reste el mérito de hacernos pasear por su ciudad de una forma tan vívida.

Mondadori ha publicado la novela en castellano (se puede leer el comienzo aquí) y Bromera, en catalán.
Extracto de la traducción al inglés publicado en septiembre de 2009 en The New Yorker. La traductora al inglés es Maureen Freely, que ya ha trabajado con Pamuk en varias de sus novelas anteriores. Por lo visto, colaboran estrechamente dado que (lamentablemente) muchas de las traducciones de las novelas de Pamuk a varios idiomas se realizan desde la traducción inglesa y no a partir del original. Por ello, suele considerarse que la traducción al inglés (como pasa con las novelas de Haruki Murakami, cuya traducción al inglés supervisa el propio autor) es la más fiel de todas las que se realizan.

viernes, 27 de agosto de 2010

Para los restos

En su (vano) afán por conseguir titulares a la anglosajona, o por pura ignorancia / falta de sensibilidad del redactor (vaya usted a saber), los periódicos nos obsequian continuamente con titulares como este de hoy del ABC: Los restos de los guardias viajan a sus localidades tras un emotivo funeral. Sin entrar en las claras diferencias entre unos "restos" y otros que se han dado en este caso, sí parece evidente que se refieren a los "restos mortales" de los guardias civiles asesinados en Afganistán.
Más sensibilidad (por llamarla de alguna manera) demuestran las autoridades niponas que, según muestra el mismo periódico en su edición de hoy, tienen a bien colocar una figura de Buda en la entrada de la sala donde ahorcan a los condenados a muerte. Hay que ser detallista, sí señor.

Actualmente son muy pocos los países que llevan a cabo ejecuciones. Japón destaca claramente entre los grandes países industrializados por ser el único con un sistema de pena de muerte plenamente operativo; aunque parece que el partido gobernante desea abrir un debate al respecto.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Perecer antes de morir

Lo de siempre, que en El País no es que no tengan correctores (ningún periódico los tiene desde hace años, como no sea el del Word); es que en agosto no queda ni el apuntador (digo el becario). Y así pasa lo que pasa: que hay animales que perecen antes de morir. Ago envidiable, sin duda.

Visto en la lista de distribución de una asociación de traductores. Estos compañeros no perdonan ni una (y tiene mérito seguir escandalizándose a estas alturas, no creas).

lunes, 9 de agosto de 2010

Nórdicos de verano

A falta de aire acondicionado, se puede recurrir a esos escritores que "vinieron del frío", como tan machaconamente los publicitan las editoriales españolas. Por más que sé de alguien a quien todos los suecos le parecen iguales, no puede compararse a Henning Mankell con Stieg Larsson. Un poco de respeto por un escritor conocido mucho antes y que escribe bastantes menos disparates (frito debe estar el hombre desde el "boom Larsson", en una de estas se cambia la nacionalidad). Un buen ejemplo es La quinta mujer (Den femte kvinnan, 1996). Que 481 páginas sepan a poco tiene su mérito. Como lo tiene también la combinación de crítica social y trama policíaca con unas minuciosas descripciones de la climatología sueca, tan desapacible; con su viento, la lluvia, el frío y la niebla... Lo bueno de leer novelas ambientadas en países que no conoces (solo he estado en Estocolmo, aunque me encantaría visitar el resto del país) es que puedes viajar un poquillo, enterándote de las diferencias entre regiones (según si nieva o no, rasgo fundamental donde los haya que hace que necesites neumáticos de invierno para el coche o no) e imaginándote cómo debe ser vivir en un lugar así (lo dicho, es que casi se pasa frío).
Se ha escrito mucho sobre el contenido social de la novela policíaca nórdica y hay críticos que apuntan a que es en este formato donde podemos encontrar la crítica más auténtica de unas sociedades consideradas de bienestar desde fuera, pero con ciudadanos tremendamente críticos y preocupados por los cambios (a peor, se entiende) que sufre su país. Suecia estará muy mal, no lo dudo, pero que se vengan a ver cómo tenemos el patio por aquí, que van a alucinar... Un aspecto que realmente llama la atención es la cantidad de maltratadores de mujeres que parece haber en Suecia. Este es uno de los elementos principales de la trama de La quinta mujer; novela protagonizada por una especie de Lisbeth Salander con ganas de vengarse de los hombres que no aman a las mujeres (que las detestan, más bien). Ante la impunidad que parece abundar en estos casos, una mujer se toma la justicia por su mano (en consonancia con la formación de milicias ciudadanas que pretenden solucionar la inoperancia policial). Descubrimos los detalles de todo ello paso a paso y de la mano del inspector Kurt Wallander, a quien "conocí" hace unos meses en una novela anterior; Los perros de Riga (Hundarna i Riga, 1992), muy entretenida también, pero que me gustó menos porque la encontré más "fantasiosa" (he descubierto que me gustan las novelas policíacas cuanto más realistas mejor). Hablando de Wallander, me encantaría ver la serie de la BBC con mi admirado Kenneth Brannagh interpretando al famoso inspector sueco.
Lo dicho, he estado la mar de entretenida con esta novela, y eso que al empezar, en Argelia, me temí que este Mankell me volviera a liar con algo de tipo El chino, que tan poco me gustó. Definitivamente, creo que el Mankell que más me interesa es el de la serie Wallander. Aunque incluso aquí se le va un poco la mano a veces. ¿Era necesario que a Anna Ander la mataran unos integristas argelinos, con lo que había sufrido ya la mujer? Este hombre parece que no puede quedarse quieto en Suecia, mira que le gusta viajar. Entiendo que era necesario para la trama que Anna Ander muriera por culpa de un hombre, pero ¿no podía haber sido a causa de los maltratos sufridos, o a manos de otro maltratador? Y qué flojos los polis suecos esos de Ystad, ¿no? que el asesinato del florista les parece de lo peor que han visto. Pocas pelis americanas en su haber, vamos. La trama está más tensa y resulta más interesante en la primera mitad que en la segunda, donde incluso puede detectarse algún fallo de poca relevancia. Y hablando de fallos ¿no hay correctores en Tusquets? Seguramente la puntuación en sueco es diferente de la española (con el alemán pasa); pero para eso tiene que haber un corrector, para corregir esas comas mal puestas que se le han pasado (comprensiblemente) al traductor, pero que llaman la atención al lector, para poner "robo" (y no "atraco") cada vez que se habla de la floristería, para reformular alguna frase que suena peculiar y que tiene fácil solución...
Y con el "boom nórdico" este pasa lo que sucede con todo "boom editorial" que se precie, que hay que publicar autores nórdicos escriban lo que escriban y meterlos a todos en el mismo saco como operación comercial. Como consecuencia positiva, se está publicando a muchos autores totalmente desconocidos por aquí que parecen muy interesantes y a los que habría que echarles un ojo. Pero también tenemos a escritoras de segunda que alcanzan mucha fama (y venden mucho) con libros que son entretenidos como mucho. Entre ellas, Camilla Läckberg, por más premios que gane y por más populares que sean sus libros (creo que lleva siete con los mismos protagonistas y el mismo escenario) en Suecia y en otros países. Que parece imposible que un lugar tan pequeño como Fjällbacka (localidad costera en la que nació la propia autora) dé para tanto crimen y , sin embargo, fíjate... He leído, en la traducción al inglés, el primero, Isprinsessian (La Princesa de Hielo, 2002), en el que se forma el ya famoso tándem entre el policía Patrik Hedströn y la escritora Erica Falck. Todo lo que rodea a este personaje, Erica, tiene un cierto tufillo "Bridget Jones" que no me convence nada. Por no hablar de una trama plagada de casualidades y la frivolidad y desapego con que se trata el tema de los malos tratos. Como en otras novelas policíacas nórdicas, los crímenes del presente se acaban enlazando siempre con el pasado, y el escenario y la climatología (aquí nieva que no veas) tienen un gran protagonismo. Pero ni por esas, a esta la veo muy floja y no me quedan ganas de seguir explorando su bibliografía.

La princesa de hielo está publicada en español, en edición de bolsillo, por Maeva.

domingo, 8 de agosto de 2010

À la Batman

No estoy segura de haber visto Insomnia (2002); con mi memoria habitual (o más bien la falta de la misma), me suena muchísimo, pero no la recuerdo. En cambio, sé que Memento (2000) sí me gustó mucho. Repasando la filmografía de Christopher Nolan, estoy casi segura de que me salté su primer Batman (el segundo lo vi volviendo de Hong Kong, en el avión, porque sabía que salía esa ciudad) y recuerdo que vi The Prestige (2006) y me pareció que estaba muy bien hecha; pero no me ha dejado huella alguna (encima, por esa época había dos películas de magos).
Todo esto viene a cuento porque cuando me propusieron ir a ver Inception (2010), fue el recuerdo de Memento lo que más me animó (eso y la insistencia de alguien recordándome que me habían gustado las tres entregas de Matrix, que no es por nada, pero las protagonizaba Keanu Reeves). Fui sabiendo que Leonardo di Caprio me mata, lo cual tiene mérito. Y una vez vista la película, lo primero que tengo que decir es que no me creo nada que tenga a Leo por protagonista. Para la próxima vez, sugiero a Nolan (que suele hacerme un caso que no veas) que repita con Christian Bale (que le ha dado muy buen resultado en tres películas y en esta hubiera dado el pego) o con Guy Pearce, el protagonista de Memento, que yo creo que también lo hubiera hecho bien. Y ya que estamos, podemos seguir con otros actores del elenco. Desde que vi a Cillian Murphy en Breakfast on Pluto (2005) que no puedo imaginármelo en otro papel y le veo cara de niña en todos los que intenta. Lo de Michael Caine es más un cameo (a Nolan le gusta, por lo visto, que aparezca en sus pelis) que otra cosa; porque tiene un papel un tanto intrascendente. Y la que no aporta nada aparte de un bello rostro y una bonita figura es Marion Cotillard. Puede ser culpa de su papel; pero le da un toque empalagoso e innecesario a la historia. Como no me creo a di Caprio, pues menos me creo que este pedazo de mujer esté loca por él; la verdad. El resto de intérpretes, muy correctos en sus papeles; sin quejas.
Por lo demás, mi impresion es que a Nolan le dieron demasiado dinero para hacer esta película. O que se le ha pegado el "toque Batman" y cualquiera se lo quita. Puede también que tenga un poco de "síndrome Bourne", como apuntaba mi acompañante, con tanto ir de un país (o continente) para otro con tamaña soltura. Para mi gusto, la película está bien hecha, tiene ritmo (lo cual no deja de tener mérito teniendo en cuenta lo larga que es); pero le sobran buena parte de los efectos especiales. La idea principal está claro que es buena y no está mal desarrollada. Incluso los "toques videojuego" (las escenas en la nieve) tienen su aquél para los que no somos aficionados. Y que se vuelva a la escena del principio con Watanabe y di Caprio es un toque elegante. El final, inevitable, no había otra manera de salirse del jardín en el que se habían metido. La música es del último Batman total, en plan tétrico. En resumen, mucha grandilocuencia innecesaria. La idea era buena y no requería ponerse tan ostentosos. Pero una vez puestos, pues resulta muy entretenida. Ahora bien, creo yo que poso me va a dejar cero. Pero tampoco debe ser necesario que todas las películas que veamos nos impacten ¿no? Es más, es imposible.

viernes, 6 de agosto de 2010

Vuelve Erlendur

He podido comprobar que la traducción al inglés de Mýrin (Jar City, 2000) es mucho mejor que la de La mujer de verde que leí hace casi medio año. La lectura de esta novela me ha arrancado la espinita que se me había quedado clavada y ahora entiendo más (con sus matices) la fascinación que ejerce Arnaldur (así se llama a la gente en Islandia, por el nombre de pila, sin apellido ni nada, qué curioso, no deben repetir mucho los nombres, porque si no...) en propios y extraños. Con esta novela el escritor islandés ganó el prestigioso premio Glasnyckeln ("Llave de cristal") a la mejor novela negra nórdica y el premio de la crítica francesa a la mejor novela negra (a secas).
Jar City vuelve a estar protagonizada por el inspector Erlendur; "primo" de Kurt Wallander (protagonista de la serie policíaca de Mankell) y de Rebus (ídem de Ian Rankin). Es el típico policía divorciado, con hijos con problemas (en esto se lleva la palma, la verdad), falta de higiene, malos hábitos dietéticos, poco presumido; pero bueno en su trabajo. Y de nuevo nos vemos transportados a otra cultura, a un país lejano en muchos sentidos, gracias a la labor sociológica del bueno de Erlendur, que, no es por nada, pero hay que ver las cosas que le da por investigar a este hombre y la manga ancha con la que le dejan hacer. Como en La mujer de verde, la mirada se vuelve al pasado de Islandia, del que tan poco sabemos (al menos yo). No en vano Erlendur es un hombre marcado por el pasado. Tras leer estas dos novelas, me quedo con la sensación de que en Islandia todo empieza siempre hace cuatro décadas. Me habían comentado que Arnaldur Indridason repetía bastante los esquemas de las tramas y este pequeño muestreo apunta en esa dirección.
El final decepciona; pero, por lo demás, resulta de lo más entretenida. Vaya afición que le he pillado yo a esto de la negra, para ser que nunca había leído nada antes.


Mýrin está publicada en español con el título de Las Marismas, por RBA (aunque no sé si podemos fiarnos mucho de la traducción).

jueves, 5 de agosto de 2010

Rebajas de agosto: cine

Vamos a ver si hacemos un poco de limpieza aunque sea ofreciendo algunos artículos a precio de saldo; o nos sumamos a las rebajas o no hay manera de hacer inventario, con tanto género de otras temporadas. Así que hoy "hablaremos", brevemente, de cinco películas, muy variadas, que he visto este año.
Empezaremos con
Luck by Chance (2009), la película india con la que se inauguró el BAFF en su última edición y que supuso el debut de la directora Zoya Akhtar. Un viaje a las entrañas de Bollywood, más ambicioso que conseguido; más juguetón que sarcástico. Con coreografías (no podían faltar) de Vaibhavi Merchant y cameos de actores tan famosos como Hrithik Roshan (conocido en mi casa como "el mazas" por el asombroso volumen de sus músculos), John Abraham (a quien algunos conocemos como "el paleto" tras hacer un papel un poco tonto en una película bastante ridícula), Abhishek Bachchan, Kareena Kapoor, Rani Mukerji, Vivek Oberoi y, el dios de ese panteón, el gran Shahrukh Khan. Lo mejor de cada casa, vaya; no en vano la directora pertenece a una familia "bollywoodiense" donde las haya. Para fans de Bollywood resulta muy digna (dichos fans acaban tragándose cada tontería...).
Seguiremos con un hombre que no falla (sobre todo si la película parece hecha a medida para él): George Clooney. Es, sin duda, el protagonista absoluto de
Up in the Air (2009), del canadiense Jason Reitman (director de la muy aclamada Juno, de 2007, con la que tampoco ganó todos los Óscars a los que aspiraba). Y como en la propia Juno, falta amargura. Son películas bien hechas, que no ofenden la inteligencia de la gente, con actuaciones sólidas, guiones que no chirrían... pero que se olvidan sin más y no llegan a donde ambicionaban. Pero se pasa un rato entretenido, y Clooney es un tipo agradable y de buena presencia que no molesta tener delante durante una hora y media.
Va de guapos oficiales la cosa.
A Walk in the Moon (1999) y Good (2008) tienen un actor en común (aunque en la primera casi no hable, queda la mar de decorativo en plan hippy): Viggo Mortensen. La primera peli está dirigida muy dignamente por Tony Goldwyn, más conocido por ser el malo de Ghost. Podría ser un "telefilme" de sobremesa; pero los actores lo hacen bien (incluso los que no tienen guión) y la cosa tiene su interés. Además tiene la particularidad de estar ambientada en el año de mi nacimiento (que no diré cuál es, aunque puedo dar la pista, extremadamente útil y reveladora, de que fue en el siglo pasado). La segunda era más ambiciosa y parece que esta entrada va de ambiciones fallidas. En este caso, muy estrepitosamente. El pobre Mortensen, que es buen actor, no sabe qué hacer con un papel tan absurdo y tan mal definido. Cuando se acaba la película (dirigida por Vicente Amorim) nos quedamos con la boca abierta ante un desvarío semejante. Además, creo que ya lo he dicho alguna vez, a mí que los nazis hablen en inglés es algo que no me convence nunca.
Tras la sesión doble con el bueno de Viggo, y como broche de oro:
Picture Bride (1995) de Kayo Hatta. La "novia de foto" del título se refiere a las japonesas que se casaban (a principios del siglo XX) con inmigrantes que estaban trabajando en Estados Unidos a los que solo conocían por la foto que les enseñaban las casamenteras. Está ambientada en una plantación de azúcar de Hawai. Esta digna muestra de cine independiente ganó varios premios en festivales cinematográficos de renombre y muestra la dureza de las condiciones en las que vivían estas mujeres, y sus recursos. Flojea un poco hacia el final, pero tiene una hermosa fotografía.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Gente de bosque

En una de esas noches de fin de año que acabamos pasando en los sitios más pintorescos (de hecho, creo que fue la más curiosa, allá por el fin del mundo), estábamos en Ushuaia (Argentina) y conocimos a una familia noruega. Nos llamó mucho la atención lo que nos contaron de su modo de vida, en una granja, con el vecino más cercano no me acuerdo a qué distancia (mayor que un rellano, eso seguro). Y, sobre todo, que gente que vivía entre bosques todo el año buscara la inmensidad patagónica en sus vacaciones. Desde entonces siempre he pensado que me gustaría visitar Noruega; aunque no tanto por Oslo, por los fiordos, como por los bosques.
Ahora mismo estoy en Barcelona, haciendo una pausa en mis vacaciones (a ver si me van a sentar mal después de tanto currar); pero he pasado un par de días muy "frescos" en Noruega, aunque fuera gracias a la lectura de una novela y sin avión (soy muy agradecida para esto de los viajes mentales). Salir a robar caballos (Ut å stjæle hester), de Per Petterson, me llamó desde el mostrador de novedades de mi librería favorita. Empecé a leer con la lógica incertidumbre de quien "cata" un autor por primera vez y en seguida me sedujo "a la japonesa"; sin saber muy bien por qué, deseaba volver cada noche a los bosques de la niñez y los últimos años del protagonista. Creo que eso es lo que más me ha gustado de la novela; la recreación de los escenarios, el protagonismo que tiene la naturaleza.
Con una prosa austera y una honestidad que quizá sea la que nos acaba ganando para la causa, se nos narra una historia que no es tan importante (si hemos leído la contraportada nos la sabemos ya) como los lugares en los que transcurre. Versionando la clásica novela de aprendizaje (el "Bildungsroman" que estudiábamos en la facultad) y el no menos clásico recurso del "prota" de edad que recuerda su "suddenly, last summer", Petterson nos ofrece una narración a dos tiempos en la que introduce ciertos elementos que parecen aspirar a conseguir una simetría perfecta (los gemelos, la contraseña... y hasta aquí puedo leer). Con todo ello ha cosechado un éxito considerable entre la crítica anglosajona, que le permitió ganar el premio de ficción extranjera del periódico "The Independent" en 2006 (por el que competía nada más y nada menos que con Coetzee, Rushdie y Cormac McCarthy) y el premio IMPAC (en 2007), uno de los de mayor dotación del ámbito literario internacional.

Esta novela está publicada en español por Bruguera.

lunes, 2 de agosto de 2010

Revoltillo japonés

No miremos atrás, que el número de borradores sin editar de este blog da auténtico pavor. Con ánimo constructivo, comentaremos brevemente, que es agosto y hace mucho calor (acabo de descubrir con gran asombro que el sudor puede pegarse a los ordenadores), la última peli y novela japonesas que he visto/leído (y alguna otra cosilla, ya que estamos).
Con Kuki ningyo (Air Doll), de Kore-Eda Hirokazu, me pasó como con El cielo es azul, la tierra blanca (novela de 2001 de Hiromi Kawakami). Iba viendo la película (mi primera visita a los cines de mi barrio en meses, dispuesta a disfrutar hasta del rato previo sin imágenes) e iba pensando "pues, bueno, pues me alegro"; por decirlo de alguna forma. No me sentía demasiado implicada por la fantasiosa fábula de la muñeca hinchable que se volvía de carne y hueso (la veía incluso un tanto forzada). Pero salí del cine con una gran tristeza (me repito, supongo, pero la afición al amor, la soledad y la muerte de esta buena gente, y a su combinación, por más señas, acabará conmigo). Y sigo recordando esa película como una experiencia dolorosa; es decir, me dejó más marca de la que hubiera esperado. En el caso de la novela de Kawakami, tres cuartos de lo mismo. La leía pensando que si nos dicen que es una historia de amor, pues habrá que creérselo; a mí más bien me parecía una apología de las izakayas (tabernas japonesas) que otra cosa. Sin embargo, semanas después, recuerdo la vida de la protagonista y su extraña relación amorosa con una punzada de dolor.
Desde luego, Kore-Eda Hirokazu parece obsesionado con la insatisfacción (además de los temas de siempre), presente en Still Walking y en Air Doll; algo no solo muy japonés, sino muy humano (como los consabidos temitas). En fin, lo que me queda claro es que si sigo reincidiendo con estos japoneses es porque hay algo en esa cultura que me atrae irremediablemente. Me pasó durante las vacaciones con una de las primeras novelas de Banana Yoshimoto, Goodbye Tsugumi (1989). No hubiera sido capaz de recomendarla a nadie; pero me encantaba volver a ese pueblo costero por las noches, en la cama, o en el jardín, después de comer. Me sentía super a gusto allí. Y eso que cuando acabé el libro pensé "otra vez me ha timado esta mujer, vaya por dios". Creo que me gusta tanto Japón, que si no puedo estar físicamente (ya caerá el tercer viaje, ya, todo llegará), me gusta sumergirme en ambientaciones que consiguen que me vea inmersa en esa cultura; me cuenten lo que me cuenten. Al final, el punto fuerte de muchas películas y novelas japonesas es, en mi opinión, el ambiente que recrean. Por eso no suele importar que no nos cuenten demasiado. Porque la historia no es lo más relevante. Son los instantes que se aprehenden. Y por eso, creo que el principal problema de Air Doll es que quiere contarnos una historia con su moraleja y todo (lo del vacío existencial y la muñeca hinchable es un poco demasiado evidente, para mi gusto). E igual no hacía falta.
En fin. Sé que mis análisis no están resultando muy sesudos. Esto no deja de ser un diario y lo que me importa es dejar constancia de mis lecturas, momento vital y demás. Hay días de más inspiración y de menos. Estamos de vuelta, pero por poco tiempo.

El cielo es azul, la tierra blanca
está en castellano en Narrativa del Acantilado.
Tsugumi está en castellano en Tusquets Editores.