lunes, 29 de junio de 2009

La familia: esa gran fuente de insatisfacciones

Es curioso que pueda decir que me ha gustado una película en la que no pasa gran cosa (que es algo que me molesta profundamente en muchas películas francesas), pero así es. Encima el acontecimiento principal, por así llamarlo, es una reunión familiar, de esas de estar comiendo todo el día y juntarse por obligación (que tampoco es mi fuerte, ni resulta una temática muy original). A pesar de todo, la pulcritud con la que está filmada la sexta película de Hirokazu Kore-eda (considerado uno de los mejores cineastas japoneses actuales), con guión propio, su contención (personificada en el personaje de Ryo, a quien da vida en una estupenda interpretación el atractivo actor Abe Hiroshi) y la nostalgia que destila me hizo disfrutar de Aruitemo aruitemo (Still Walking) y que ni siquiera se me hiciera larga (dura casi dos horas).
Hirokazu Kore-eda alcanzó gran fama con "Nadie sabe" (2004), una película que he tenido a mano más de una vez, pero que me da una pereza (por la trama) considerable. Veremos si la superamos. Por lo visto, no tiene nada que ver con Still Walking, de corte más clásico, comparada incesantemente por los críticos con Cuentos de Tokio (1953), de Yasujiro Ozu, que esa sí que tengo muchas ganas de verla.
La reunión familiar se caracteriza aquí, en Japón y en la China (es un decir), por elementos clásicos como la comida de la madre (salí deseando ir a cenar a un japonés, qué pinta tan fabulosa tenían las tortitas de maíz de la abuela); los clichés en los que caemos respecto a otros miembros de la familia, a quien no nos molestamos en conocer; el típico abuelo gruñón digno competidor del personaje de la última película de Clint Eastwood; la brecha entre padres e hijos; la pesada carga del paso del tiempo; la idealización de quienes ya no están... Pero esta película va un paso más allá y nos muestra unos personajes que no son unidimensionales; vemos que es posible que el hijo superviviente se escaquee, pero que también se preocupa por sus padres; que la madre añora al hijo muerto, pero eso no le impide ser cruel con la persona a la que salvó con su muerte; que el abuelo se encierra en su estudio sin prestar atención a su familia, pero que luego le molesta que llamen a su casa "la casa de la abuela"... Todo ello con el trasfondo de uno de los grandes temas de la cultura japonesa; el conflicto entre tradición y modernidad, y con la insatisfacción de todos y cada uno de los miembros de la familia impregnándolo todo. Real como la vida misma.

Tráiler con subtítulos en español aquí.

domingo, 28 de junio de 2009

Pero nada es universal

Dice, de forma muy ocurrente, el periodista Nacho Escolar que "Universal, para el Congreso, es algo así como el mapamundi de Bilbao". Se refiere al extraño concepto de justicia universal que tiene un Congreso de Diputados (el español) que ha decidido recortar el ámbito de acción de los tribunales para no molestar a quien no se debe, obviando las obligaciones internacionales contraídas por España en términos de Derechos Humanos y dejando, como siempre, en la más pura indefensión a los ciudadanos.
Han aplicado el mismo principio que cuando se cae un avión al mar, que lo que importa es saber si hay víctimas españolas (cualquier día leemos un titular del tipo "1 español y 87 personas de otros países fallecen..."). Pues la justicia, igual. Que hay un español de por medio, se pone juez, luz y taquígrafos. Que no, pues no es cosa nuestra y a mirar para otro lado, que los europeos nos damos mucha maña.
Somos así de provincianos en este bendito país (y de progresistas, bonitas acciones para un gobierno que va por el mundo con el nombre de socialista).

sábado, 27 de junio de 2009

Todo es relativo...

No consigo acordarme de cómo son unos anuncios que me llamaron la atención en algún aeropuerto (creo que británico), y mucho menos de lo que anunciaban. Son unas fotos que muestran que todo es relativo: unos tacones con la palabra "placer" y la misma fotografía con la palabra "tortura"; u otra fotografía a la que puede aplicarse tanto "nuevo" como "viejo", o "tradición" y "modernidad".
Lo saco a colación (a pesar de mi defectuoso recuerdo del tema) porque me han venido a la cabeza leyendo en el periódico lo de los 1.500 presos filipinos que bailan la coreografía de "Thriller" (todos al mismo tiempo) para los turistas. Por lo visto, el vídeo lleva dos años en Youtube; pero es que las personas con perfil adictivo tenemos restringida el acceso a semejante sitio por prescripción médica. Así que yo me he enterado hoy.
¿Una iniciativa original para mejorar la forma física de los presos, o un espectáculo de mal gusto para turistas que se apuntan a un bombardeo?
De una cosa sí estoy segura: el turismo es perverso. Lástima que, debido al perfil adictivo antes mencionado, de momento no haya conseguido abandonar tal vicio.

viernes, 19 de junio de 2009

Un hombre imprescindible

Yo que suelo ser muy crítica con la jerarquía católica (y con la de otras religiones, que conste), soy una gran admiradora de los diversos ex jesuitas que he conocido por el mundo y de otros "soldados rasos" (como algunos párrocos de Barcelona cuya labor he podido ver de cerca y que están siempre al lado del que sufre, aunque no sea eso lo que predique "su" radio). Y nadie me ha impresionado más que Vicente Ferrer, al que conocimos en Anantapur hace seis años, cuando ya pasaba de los ochenta; aunque seguía con la misma lucidez, sin acomodarse a pesar de lo mucho conseguido. Hablabas con él y surgía el revolucionario, la persona íntegra que no puede quedarse indiferente ante la pobreza, el hombre que ha devuelto la dignidad a miles de intocables. Le veías tan frágil, tan delgado; pero con muchas ganas de seguir luchando, hablando como un padre orgulloso de "sus" ingenieros agrónomos cuando le dijimos que eso era lo que había estudiado mi marido ("pero los míos son indios ¿eh?", insistía).
Escuchar hablar a Vicente Ferrer era apasionante. Cualquier entrevista con él valía la pena. Tenía un gran sentido del humor. Cuando le preguntaban si había olvidado alguna vez su fe en Dios, contestaba riendo que no, que era Dios el que a veces se había olvidado de él. Durante nuestra estancia en Anantapur me firmó un libro sobre su vida (Vicente Ferrer: La revolución silenciosa, de Alberto Oliveras) y sabiendo que yo era traductora escribió "tradúceme a mí mismo a Dios". En ese momento pensé que no era necesario, que si hay un Dios, solo entiende a las personas como Vicente Ferrer, las únicas que hablan su idioma. En cualquier caso, ahora ya no necesita intérprete. Cuidadín con este hombre en el más allá, que dijo que seguiría haciendo lo mismo una vez muerto.
Me viene a la cabeza una de esas citas de Bertolt Brecht que de tan usadas ya ni estás segura de si son de él, porque al hombre se las suelen endilgar con mucha soltura. Seguro que esta se ha utilizado más de una vez, en cualquier caso, para hablar de Vicente Ferrer, porque parece inspirada por su vida: "Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles". Así era "Father Vicente", un hombre imprescindible. Como no podía ser de otra manera, será enterrado en Anantapur. Ojalá su Fundación sepa estar a la altura de un hombre así y seguir con la magnífica labor que siempre ha hecho.

Fotografía: FVF. Hay un álbum fotográfico que vale mucho la pena aquí.

miércoles, 17 de junio de 2009

No valía la pena buscar el dichoso perro

Se pierde un perro; pero la historia va de intelectuales con poco que hacer, maridos que no se sabe dónde han ido a parar, recuerdos del país de origen (India) y señoras mayores con incontinencia; todo mezclado y contado de una forma tan enrevesada que se acaba el libro sin que tengamos ni una sola respuesta. Y francamente, sin que nos importe.
La escritura de Michelle de Kretser en The Lost Dog (2007) es excesiva; parece buscar aforismos cada dos líneas y se recrea en cada frase como si la idea fuera presentar el libro a un premio literario. Si esa era la intención, no le salió del todo mal; ya que pasó el primer filtro de los libros candidatos al Booker, aunque ahí se quedó. No sé si se supone que es una sátira sobre el arte moderno. Yo, la verdad, no lo acabo de pillar. Y, para que conste en acta, el cielo convirtiéndose en un salvapantallas no es una metáfora que pueda aplaudir.
Curiosamente, hubiera dicho que se trataba de una primera novela; pero es la tercera (las tres con bastante éxito de crítica). Va a ser que el problema lo tengo yo. A ver qué tal me salen los otros dos libros que traje de Londres.

Plaza & Janés publicó en español la primera novela de Michelle de Kretser, La Joven de las Rosas (The Rose Grower, 1999).

viernes, 12 de junio de 2009

No son tan fieros como los pintan

Este fin de semana bajan la persiana en el Retiro. A ver si conseguimos darnos un paseíllo por ahí el domingo, que estaremos en Madrid.
Como resumen, un apunte irónico. Ante el boom de la literatura nórdica (para ser exactos, de la novela negra nórdica, que ha arrasado en esta edición de la feria, ver artículo de El País de hoy), y para que conste que no solo Suecia tiene un Larsson en su censo, los países vecinos han decidido presumir de tener "sus crímenes y suspense". Eso es lo que pone en la página web de la embajada de Noruega en España. Tengo pendiente leer a algunos de esos autores, sobre todo al matrimonio sueco Maj Sjöwall y Per Wahlöö (supuestos precursores del género y quienes le habrían otorgado su toque realista y social) y al islandés Arnaldur Indridason, además de a Henning Mankell (que es una asignatura pendiente desde hace años y al que se le publicaba y leía en España mucho antes del boom); pero por lo que sé (y por las dos novelas de Larsson que llevo engullidas), los países nórdicos no quedan tan bien parados como para utilizar esas obras en campañas de turismo.
Los ciudadanos del sur de Europa, tan abochornados actualmente por el ladrillo y la corrupción de la clase política española, por el éxito en las urnas de Berlusconi, tan acomplejados
en el pasado por lo poco europeo que resultaba el botijo, siempre hemos mirado hacia el Norte con admiración, envidiando sus políticas progresistas, sus bajas de maternidad, sus avances sociales... Y ahora resulta que no es oro todo lo que reluce. Y no solo eso, sino que encima van y están orgullosos de sus sombras. Lo que hay que ver. En cualquier caso, mantengo mi opinión (expresada en la tertulia de Novelantes sobre la primera novela de Stieg Larsson) de que la crítica social que contiene este tipo de novelas responde más a una sociedad nada auto-complaciente y muy reivindicativa que a una realidad social realmente preocupante. Me temo que seguimos a años luz de estos nórdicos (y para muestra, los resultados electorales del 7-J en Valencia).

martes, 9 de junio de 2009

Dudas sobre "La cuarentena"

Tusquets publicaba el año pasado, coincidiendo con el premio Nobel de Jean-Marie Gustave Le Clézio, la traducción al español de La Quarantaine (1995). Le Clézio es un autor poco leído/conocido en España (al menos antes del Nobel). Como soy tan anglófona (todo el mundo tiene sus limitaciones), únicamente sabía que era un autor consagrado en Francia (no en vano empezó su carrera hace más de cuarenta años ganando el prestigioso premio Renaudot con su primera novela, Le procès-verbal, y desde entonces ha publicado más de treinta libros); pero no había leído nada de él. Así que decidí ponerle remedio con una traducción al español, porque era de esperar que la abundancia de vocabulario del escritor desbordase mi francés. La verdad es que me he quedado con una sensación un tanto ambivalente; entre la fascinación por el universo que crea el escritor (el infierno en el paraíso) y una escritura que chirría un tanto debido a elecciones poco afortunadas de tiempos verbales, que no sé si achacar a la traducción (en cualquier caso, que la palabra "brebaje" venga del francés "breuvage" no es motivo para escribirla con "v" en castellano). Las traducciones de Tusquets suelen parecerme mejores que las de Anagrama, más cuidadas; pero en este caso no sé qué pensar. El lenguaje (o su traducción) ha sido un inconveniente a la hora de sumergirme en ese microcosmos tan poblado de pájaros (como los rabijuncos que vimos en Madagascar, pero también garzas bueyeras, etc.) y plantas, en el que los hombres reproducen la sociedad clasista y racista de la que proceden a pesar de ser todos víctimas de la misma situación. Aparte de los problemillas estilísticos, la inclusión del poeta Rimbaud en la trama me parece un tanto forzada.
Esta novela forma junto con
Le chercheur d´or (1985) y Voyage à Rodrigues (1986) una especie de trilogía basada en los recuerdos familiares de Le Clézio, cuya familia materna (originaria de Bretaña) emigró a la isla Mauricio a fines del siglo XVIII. En La cuarentena se combina el improbable diario de Léon, el antepasado misterioso y desaparecido, con la historia de Ananda (una niña inglesa que pierde a sus padres durante la rebelión de la India contra los ingleses en 1857 y que encuentra una nueva madre en una mujer india con la que inicia un largo viaje) y el diario del descendiente de Léon que ha recibido el mismo nombre y busca sus huellas en Mauricio. En todas estas historias, la memoria, los orígenes, son lo que impregnan todo, lo que hacen que cada uno sea cómo es, y se les da más importancia que al futuro. La parte final es seguramente la más floja, aunque la mujer de la que se enamora Léon es más un cliché que un personaje y no resulta excesivamente convincente (están mejor conseguidas su madre y su abuela).
En fin, que me haría falta tener la capacidad de leer en francés con criterio para poder valorar mejor a este autor. O leer otras obras suyas, claro.
O mejor, ambas cosas.

jueves, 4 de junio de 2009

A vueltas con la poesía

No se puede negar que a menudo las películas asiáticas resultan muy poéticas, aunque también considerablemente truculentas. Samaritan Girl (2004, Oso de Plata del Festival de Berlín), del coreano Kim Ki-duk, niño mimado de los festivales de cine europeos, no es una excepción. Estructurada en tres historias, a pesar de los peros que soy capaz de ponerle y de que me gustó más Hierro 3, Samaritan Girl también me convence, con sus dosis de poesía visual, con ese dolor que lo impregna todo y el tono clásico que aporta la naturaleza como contrapunto de serenidad a una ciudad llena de peligros.
De la primera historia destaca la pureza y candor de la joven prostituta, para quien vender su cuerpo es casi un servicio a la humanidad. La segunda es una historia de expiación, totalmente incomprensible para mi mentalidad (no es que me fuera fácil entender la primera tampoco); seguro que la criatura hubiera encontrado mejores causas a las que unirse. Todo ello culmina con un desmedido descenso a los infiernos del padre de la protagonista, un policía viudo con más demonios ocultos de los que parecía (tan cariñoso él, haciendo desayunos), al descubrir a qué dedica su hija el tiempo libre.
Lo curioso es que soy incapaz de identificarme con los personajes y, si se toma aisladamente cada elemento de la ficción (tópicos como las insinuaciones lésbicas y las jóvenes colegialas con sus uniformes, los hombres que dicen que rezarán cada día de su vida por esa joven prostituta que tan felices les ha hecho), no conecto. El mérito del cineasta es el equilibrio que logra, el vínculo que crea con el espectador (a pesar de todo); la capacidad de encontrar amor y generosidad en historias sórdidas. Menos declaradamente poética que Hierro 3, más sutil por ello, Samaritan Girl no deja indiferente (es lo que tienen estas pelis asiáticas, o las odias, o te encantan).

Tráiler aquí.

martes, 2 de junio de 2009

Un siglo, una vida, decepcionantes

The Blind Assassin (El asesino ciego, 2000) es una muy premiada novela (ganó el Booker en el 2000 y el Hammett en el 2001, quedando candidata a muchos otros premios, entre los que destaca el Orange Prize for Fiction) de una autora, Margaret Atwood, a la que solo le falta ganar el Nobel. La revista "Time" la nombró la mejor novela del año y una de las "100 mejores novelas en inglés desde 1923" (estas listas, cada vez las hacen más enrevesadas). En 2008, la novelista canadiense ganaba el Premio Príncipe de Asturias, venciendo a Gabriel García Márquez, Jorge Semprún y Andrés Trapiello, Eduardo Galeano, Haruki Murakami, Alí Ahmad Said, Adonis, Ko Un, Antonio Tabucchi y Richard Ford. Ahí es nada. Todo ello tendría un gran mérito si Atwood, considerada la gran dama de las letras canadienses y una de las grandes poetas del siglo XX, se dedicara solo a escribir (que sería lo esperable, dado que se trata de una autora muy prolífica). Pero no; como delataba su donación del Príncipe de Asturias a causas ambientales (hizo lo mismo con el importe del Booker), Atwood es también una activista comprometida que colabora intensamente con varias organizaciones (Amnistía Internacional entre ellas), ha sido profesora en varias universidades y presidenta del Pen Club International; además de escribir guiones para televisión y crítica literaria. Para mí que no duerme.
Se la suele describir como feminista no solo por su militancia, sino porque uno de los temas de su obra es el denominado género. De hecho, debutó con The Edible Woman (1969) sobre la marginación de la mujer. Ese fue el primer libro suyo que leí; le siguieron The Robber Bride (1993) y Alias Grace(1996), y quizá sea este último el que más me haya gustado. La verdad es que d
esde The Blind... no he vuelto a leer nada suyo; algo que habría que solucionar.
The Blind Assassin es un libro que despista de entrada, con su mezcla de géneros y registros. Pero cuando nos adentramos en la historia, esta ficción a diversos niveles nos convence por su solidez. Como el siglo XX, la vida de Iris Chase va perdiendo fuelle hasta llegar al momento en el que la conocemos, sola y con pocos recursos, esperando la muerte; aunque con una considerable lucidez (lo que se suele llamar, coloquialmente, mala leche). Iris es una narradora incisiva y dada a los detalles, todo lo cual se agradece. Gracias a ella conocemos las miserias de la historia de un siglo y de una vida que prometían más de lo que acabaron siendo. Pero Atwood es sutil, aquí no hay brocha gorda, ni grandes denuncias sociales (aunque la parte de ciencia-ficción pudiera hacerlo pensar, pero se trata más de un juego, de una argucia para dar a conocer a sus personajes). Todo se intuye, se deduce; el lector llega a sus conclusiones, aunque no a juicios claros, porque los personajes están creados con grandes dosis de psicología y no es fácil condenar ni salvar a nadie. Se trata de una novela escrita con una fina ironía, en la que todo encaja sirviéndose de una original estructura y del rico estilo de una narradora que no puede ocultar su condición de poeta.

Extracto en castellano aquí.
Traducción al castellano, en Ediciones B (tapa blanda) y Zeta Bolsillo (tapa blanda de bolsillo), y en catalán, en Proa (tapa blanda).
Los Novelantes comentan esta novela el próximo 9 de junio.