lunes, 8 de febrero de 2010

Nunca segundas lecturas fueron buenas (I)

Los lectores desmemoriados tenemos la suerte de que con los libros que tenemos en casa podríamos pasar el resto de nuestras vidas, releyéndolos una y otra vez (casi) como si fuera la primera vez. Lo malo de las segundas lecturas no es que te acuerdes de la trama, de los personajes (cuando los Novelantes leyeron la primera novela de Kate Atkinson, Entre bastidores, la recordaba bastante a pesar de los años transcurridos), sino que (casi) nunca te gusta tanto como la primera. Tengo curiosidad por ver qué pasa cuando relea al Murakami de Kafka en la orilla (que me hizo devorar el resto de sus libros) o al seductor Kureishi de El Buda de los suburbios (ambas son lecturas para Novelantes en el cartel de este año). Para la "tertu" anterior a los Novelantes, releí Intimidad, también de Kureishi. Y tuve una agradable sorpresa al ver que seguía encontrándole el mismo interés. Pero, vamos, por lo general, con la honrosa excepción de Cumbres borrascosas (que podría leer decenas de veces más), las novelas no suelen salir airosas de relecturas que haces con más años y más horas con un libro en el sofá.
Leí
White Teeth (Dientes blancos) cuando se publicó en el 2000. Tenía todos los ingredientes para que me abalanzara sobre la novela casi caliente aún de la imprenta. Hablaba de un Londres que yo he conocido y vivido, y la editorial "vendía" a su autora como "la nueva Salman Rushdie". Ahí es nada. El propio Rushdie, lejos de ofenderse porque le hubiesen encontrado repuesto, recomendaba vivamente la lectura de la primera novela de Zadie Smith. Otro motivo más para no perder ni un momento e ir a comprarla. De repente, no era que Zadie Smith fuese protagonista absoluta de la esfera literaria británica, es que parecía que la esfera era ella; una autora desconocida tres años atrás, cuando consiguió agente literario con un capítulo y unos pocos relatos. Su propia historia parecía de ficción: se subastaron los derechos de una novela de la que solo existían algunos capítulos, todo el mundo esperaba con ansia su publicación. Y no defraudó a (casi) nadie. De hecho, ganó los premios más prestigiosos a los que podía optar: el Guardian First Book Award, el Whitbread First Novel Award y el premio al primer libro de un escritor de la Commonwealth. Y como no podía ser de otra forma, a mí también me encantó. Me pareció ocurrente, bien escrita y todos los dardos daban en la diana.
Parecía imposible que una segunda novela pudiera llegar a estos extremos de paroxismo y, de hecho, no lo hizo. De entrada, la joven autora se declaró profundamente agobiada por su repentina fama y dijo que estaba pasando por un bloqueo creativo. No fue muy largo, porque en 2002 publicaba The Autograph Man. De nuevo, una novela bien escrita que pretendía ser ocurrente y volver a llenar de dardos la diana. Pero lo cierto es que por mucha imaginación que le echase, The Autograph Man (
El cazador de autógrafos) era un intento fallido de volver a conseguir blancura dental. La acogida crítica fue tibia; pero las ventas no podían fallar. El siguiente bloqueo duró un poco más y Smith no publicó On Beauty (Sobre la belleza) hasta 2005. Las ventas bajaron un tanto (por la decepción que sufrieron muchos lectores con el segundo libro), pero los críticos decidieron que no podían equivocarse tanto y que aquella novela sí que era lo que habían estado esperando (ganó el Orange Prize for Fiction en 2006 y quedó finalista del Man Booker Prize). Para mi gusto, cada novela estaba más vacía que la anterior. De hecho, la tercera me pareció que, a pesar de estar bien construida, no tenía nada que contar. O, al menos, nada que me interesara a mí. Lo que demuestra, una vez más, que no basta con escribir bien. El bloqueo creativo actual debe ser el más duro de superar, porque no ha vuelto a publicar ninguna otra novela ni hay indicios de que vaya a hacerlo pronto.

Dientes blancos, Sobre la belleza y El cazador de autógrafos están publicados por Salamandra y Quinteto (bolsillo).

Los Novelantes se reúnen el 9 de febrero para comentar la lectura de White Teeth.

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