Después de un montón de tiempo sin ir a correr, el otro día me hice cuatro kilómetros escasos (poquísimo, pero es que estoy desentrenada) por obra y gracia de la lectura de What I Talk About When I Talk About Running (Hashiru Koto Ni Tsuite Kataru Toki Ni Boku No Kataru Koto, 2007, diría que no está traducido al español), tal es el poder que tiene este hombre sobre mí. Bromas aparte, es difícil leer este librillo y no sentir ganas de ponerse en forma, y no será porque no cuente también todos los inconvenientes (el dolor, las lesiones, el calor, el cansancio, etc.).En la crítica que apareció en el New York Times cuando se tradujo al inglés, Geoff Dyer (que, por cierto, dejaba el libro a caer de un burro), decía de los potenciales lectores de este libro que serían "un 70% de fanáticos de Murakami, un 10% de entusiastas de este deporte y un 20% de fanáticos de Murakami y aficionados a correr que sencillamente estarían al borde del orgasmo antes siquiera de pagar en la librería". Me temo que estoy en ese 20%; no tanto por mi afición a correr (es algo que he hecho durante años de forma poco constante, según la época en la que me pilla la idea), como por el hecho ineludible de que me leería sus listas de la compra si Murakami hiciese como mi marido y no las tirase jamás.
Dyer se queja de la falta de estilo de Murakami, de lo poco trabajado que está el libro, de su sencillísima prosa. Es cierto que no está a la altura de nada de lo que he leído suyo (cosa que me imaginaba y por eso no lo había leído hasta ahora). Pero tiene otros aspectos interesantes. Por ejemplo, vemos la claridad de ideas de este hombre (Murakami, no Dyer). Me imagino que al ser un librito muy conciso, se ha simplificado mucho todo; pero no deja de ser admirable. He de reconocer que Murakami es un tipo que me cae bien. Aunque no me parece un requisito para leer la obra de nadie, desde luego, es más fácil que te gusten estos retazos de memorias si ya de entrada el hombre te resulta simpático. Y hay algunas partes cuyo mérito reconoce hasta el "criticón" de Dyer, como cuando nos cuenta que se va a Atenas para correr la ruta original de la maratón, en pleno verano. Quizá es la parte que más me ha gustado más a mí también.
Cuando comenté con otro entusiasta de Murakami que este decía que la mayor parte de lo que sabe sobre la escritura lo ha aprendido corriendo a diario, este escéptico por naturaleza (mi amigo, no Murakami) apuntó que siempre se pueden encontrar paralelismos entre los oficios y las aficiones (por lo visto, Camus decía que la mayor parte de lo que sabía sobre la moralidad y el sentido del deber lo había aprendido del fútbol). Pero lo cierto es que Murakami lo explica de forma que parece que realmente correr forme parte de su oficio de escritor. Nos dice que la literatura es tóxica (en cuanto el escritor se enfrenta a la toxina de la que no puede escaparse nada humano, sin la cual no hay creatividad) y que para hacer algo contaminante, como escribir, hay que estar muy sano.
Pues nada, ahora sí que solo me queda esperar a que traduzcan su última novela (ya tardan).
Dyer se queja de la falta de estilo de Murakami, de lo poco trabajado que está el libro, de su sencillísima prosa. Es cierto que no está a la altura de nada de lo que he leído suyo (cosa que me imaginaba y por eso no lo había leído hasta ahora). Pero tiene otros aspectos interesantes. Por ejemplo, vemos la claridad de ideas de este hombre (Murakami, no Dyer). Me imagino que al ser un librito muy conciso, se ha simplificado mucho todo; pero no deja de ser admirable. He de reconocer que Murakami es un tipo que me cae bien. Aunque no me parece un requisito para leer la obra de nadie, desde luego, es más fácil que te gusten estos retazos de memorias si ya de entrada el hombre te resulta simpático. Y hay algunas partes cuyo mérito reconoce hasta el "criticón" de Dyer, como cuando nos cuenta que se va a Atenas para correr la ruta original de la maratón, en pleno verano. Quizá es la parte que más me ha gustado más a mí también.
Cuando comenté con otro entusiasta de Murakami que este decía que la mayor parte de lo que sabe sobre la escritura lo ha aprendido corriendo a diario, este escéptico por naturaleza (mi amigo, no Murakami) apuntó que siempre se pueden encontrar paralelismos entre los oficios y las aficiones (por lo visto, Camus decía que la mayor parte de lo que sabía sobre la moralidad y el sentido del deber lo había aprendido del fútbol). Pero lo cierto es que Murakami lo explica de forma que parece que realmente correr forme parte de su oficio de escritor. Nos dice que la literatura es tóxica (en cuanto el escritor se enfrenta a la toxina de la que no puede escaparse nada humano, sin la cual no hay creatividad) y que para hacer algo contaminante, como escribir, hay que estar muy sano.
Pues nada, ahora sí que solo me queda esperar a que traduzcan su última novela (ya tardan).
Los Novelantes han incluido (por fin) a Murakami en su cartel y hablarán de Kafka en la orilla en octubre.
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