martes, 9 de febrero de 2010

Nunca segundas lecturas fueron buenas (II)

A lo que íbamos. White Teeth dio en el blanco (y nunca mejor dicho). Su mezcla de dolor y humor (una especie de tragicomedia un tanto disparatada) para ilustrar los dilemas de los inmigrantes en Gran Bretaña era lo suficientemente "amable", a pesar de la ironía, como para no levantar excesivas ampollas. Y eso siempre ayuda. Así que sedujo a todo el mundo y cuando la revista Time publicó su lista de las 100 mejores novelas en inglés (1923-2005), no se olvidaron de White Teeth. La novela se adaptó incluso a la televisión (en 2002).
Pero siempre hay algún aguafiestas, y en el caso de Zadie Smith, su "cruz" particular es el crítico inglés James Wood, quien desde el mismo momento de su publicación tuvo a bien incluir esta novela en lo que él denomina "realismo histérico" (de hecho, se sacó el concepto de la manga justamente en un artículo sobre White Teeth). Wood critica el ansia contemporánea por crear novelas excesivamente ambiciosas, que puedan describirse como "grandes novelas" y que en su afán por abarcar demasiado, acaben hablando de muy poco. Para Wood, esta novela es un ejemplo de obra que persigue la "vitalidad a cualquier coste", con la que el lector, como resultado, acaba "sabiendo mil cosas sin saber nada de una sola persona". Esta relectura me ha hecho pensar que para ser una novela tan extensa, la construcción de personajes no es todo lo sólida que debería. ¿Conocemos realmente a los personajes de White Teeth? Wood tiene su parte de razón al criticar a los escritores que parecen más obsesionados con la crítica social que con la ficción; con decirnos "cómo funciona el mundo en lugar de lo que siente un personaje respecto a algo". Y no contento con meter a Zadie Smith en el mismo saco que Don DeLillo y Thomas Pynchon, decide que Salman Rushdie cojea del mismo pie (y eso ya me fastidia más, claro).
Para mí, Zadie Smith es un caso claro de que los críticos no suelen "bajarse del burro" con facilidad. A la que apareció su nombre en la tercera lista de "Mejores novelistas británicos jóvenes" (menores de cuarenta), publicada por la revista Granta (la Biblia, poco más o menos) en 2003, nadie se atrevió a decir en voz alta (o a escribirlo, mejor dicho), pero quizá no era para tanto. Pero, bueno, lo cierto es que la lista esa estaba maldita y la mayoría de los incluidos no han vuelto a levantar cabeza. No sé si Zadie Smith nos sorprenderá en el futuro; como es muy joven, tiempo tiene de encontrar su historia, su voz, su fuerza. Las "vacas sagradas" de la generación anterior, como Ian McEwan (otro que anda por el nuevo cartel de Novelantes, por cierto), parece que no han desistido y la siguen considerando su heredera natural. Preguntado hace un par de años por los escritores que deberían relevarles, se quedaba ("claramente") con tan solo uno: Zadie Smith, "toda una figura a tener en cuenta". Pues seguiremos esperando, a ver.

Dientes blancos está publicada por Salamandra y Quinteto (bolsillo).
Los Novelantes se reúnen hoy para comentar la lectura de White Teeth.

2 comentarios:

Jaims dijo...

Si hay algo que despierta mi curiosidad en este análisis de la autora y su obra, es como muestra la importancia del mundillo que rodea a la literatura sin ser literatura en si.
Me refiero a que nada más comenzar, con la primera novela publicada, ya hay 'iluminados' (y no tan iluminados) prediciendo futuros éxitos de la autora, anunciando sucesores de los viejos maestros, casi tratando de establecer de antemano lo que tenemos que opinar, qué dioses nos deben guiar.
Esto me ha sorprendido siempre, en realidad; cualquier libro que uno compra muestra una contraportada repleta de opiniones de propios y extraños, supuestos ejes del pensamiento literario, que nos abren los ojos a las cualidades del volumen que tenemos entre manos. Parece que la editora de turno siempre tiene a mano un escritor de renombre, un crítico literario, un periodico, todos ellos ensalzando las virtudes de la nueva publicación.
Por otro lado, leo que Ms. Smith encontró su bestia negra en un crítico inglés llamado Mr. Wood. Este señor parece que era la antítesis de todas las opiniones mesiánicas y favorables que había estado encontrando la autora. ¿Tenía más razón este señor que todos los demás?
Adonde voy a parar, al fin y al cabo, es a que en realidad el lector debería basarse en su inteligencia. El lector inteligente sabe si lo que está leyendo le gusta, si es bueno, si le hace disfrutar... y no le hace falta, en realidad, nada más.
¿Qué todo esto forma parte del circo? Indudablemente. Pero puede ofender a la inteligencia de algunos. ¿Es necesario que en la contraportada del libro X aparezca la opinión del famosísimo Mr. Y estableciendo que tenemos una auténtica joya entre manos? La verdad, no. ¿Qué al final en todo esto hay una componente de marketing y de enfoque orientado al producto que puede resultar fastidiosa?. Indudablemente.
Obviando todo esto, la opinión del lector es lo que cuenta. O es lo que realmente debería contar

PD: no, no me he leido el libro :-D . Aún así, tenía yo rollo para contar...

MidnightAllDay dijo...

Vaya, que has hecho tu propia entrada al respecto, Jaims.
Algo hablamos del mundillo literario británico en la tertulia de Novelantes sobre esta obra. Era inevitable, vamos.
Es que no hay que olvidar que esto también es un negocio y mueve dinero.