Tusquets publicaba el año pasado, coincidiendo con el premio Nobel de Jean-Marie Gustave Le Clézio, la traducción al español de La Quarantaine (1995). Le Clézio es un autor poco leído/conocido en España (al menos antes del Nobel). Como soy tan anglófona (todo el mundo tiene sus limitaciones), únicamente sabía que era un autor consagrado en Francia (no en vano empezó su carrera hace más de cuarenta años ganando el prestigioso premio Renaudot con su primera novela, Le procès-verbal, y desde entonces ha publicado más de treinta libros); pero no había leído nada de él. Así que decidí ponerle remedio con una traducción al español, porque era de esperar que la abundancia de vocabulario del escritor desbordase mi francés. La verdad es que me he quedado con una sensación un tanto ambivalente; entre la fascinación por el universo que crea el escritor (el infierno en el paraíso) y una escritura que chirría un tanto debido a elecciones poco afortunadas de tiempos verbales, que no sé si achacar a la traducción (en cualquier caso, que la palabra "brebaje" venga del francés "breuvage" no es motivo para escribirla con "v" en castellano). Las traducciones de Tusquets suelen parecerme mejores que las de Anagrama, más cuidadas; pero en este caso no sé qué pensar. El lenguaje (o su traducción) ha sido un inconveniente a la hora de sumergirme en ese microcosmos tan poblado de pájaros (como los rabijuncos que vimos en Madagascar, pero también garzas bueyeras, etc.) y plantas, en el que los hombres reproducen la sociedad clasista y racista de la que proceden a pesar de ser todos víctimas de la misma situación. Aparte de los problemillas estilísticos, la inclusión del poeta Rimbaud en la trama me parece un tanto forzada.
Esta novela forma junto con Le chercheur d´or (1985) y Voyage à Rodrigues (1986) una especie de trilogía basada en los recuerdos familiares de Le Clézio, cuya familia materna (originaria de Bretaña) emigró a la isla Mauricio a fines del siglo XVIII. En La cuarentena se combina el improbable diario de Léon, el antepasado misterioso y desaparecido, con la historia de Ananda (una niña inglesa que pierde a sus padres durante la rebelión de la India contra los ingleses en 1857 y que encuentra una nueva madre en una mujer india con la que inicia un largo viaje) y el diario del descendiente de Léon que ha recibido el mismo nombre y busca sus huellas en Mauricio. En todas estas historias, la memoria, los orígenes, son lo que impregnan todo, lo que hacen que cada uno sea cómo es, y se les da más importancia que al futuro. La parte final es seguramente la más floja, aunque la mujer de la que se enamora Léon es más un cliché que un personaje y no resulta excesivamente convincente (están mejor conseguidas su madre y su abuela).
En fin, que me haría falta tener la capacidad de leer en francés con criterio para poder valorar mejor a este autor. O leer otras obras suyas, claro. O mejor, ambas cosas.
Esta novela forma junto con Le chercheur d´or (1985) y Voyage à Rodrigues (1986) una especie de trilogía basada en los recuerdos familiares de Le Clézio, cuya familia materna (originaria de Bretaña) emigró a la isla Mauricio a fines del siglo XVIII. En La cuarentena se combina el improbable diario de Léon, el antepasado misterioso y desaparecido, con la historia de Ananda (una niña inglesa que pierde a sus padres durante la rebelión de la India contra los ingleses en 1857 y que encuentra una nueva madre en una mujer india con la que inicia un largo viaje) y el diario del descendiente de Léon que ha recibido el mismo nombre y busca sus huellas en Mauricio. En todas estas historias, la memoria, los orígenes, son lo que impregnan todo, lo que hacen que cada uno sea cómo es, y se les da más importancia que al futuro. La parte final es seguramente la más floja, aunque la mujer de la que se enamora Léon es más un cliché que un personaje y no resulta excesivamente convincente (están mejor conseguidas su madre y su abuela).
En fin, que me haría falta tener la capacidad de leer en francés con criterio para poder valorar mejor a este autor. O leer otras obras suyas, claro. O mejor, ambas cosas.
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