viernes, 18 de diciembre de 2009

En el tintero (I)

Como se pudo ver en la entrada anterior (dos obras de teatro y una novela de un plumazo), estamos de liquidación de existencias; a ver si empezamos el año con las estanterías vacías. Se me quedan muchas entradas en puros borradores. Falta de tiempo; ganas de alejarme del ordenador, con el que me paso la vida. Así que se han quedado en el tintero muchas, muchas cosas.
Por ejemplo, el fin de semana largo en Londres, por primavera (y por mi cumple, para más señas). Lo bueno de visitar sitios que se conocen bien es que se evita el ansia de tener que verlo todo. Bueno, hay gente que no es así; pero yo, abandonada a mi inercia, me planifico unos itinerarios agotadores. También es cierto que gracias a mi compañero de viaje he corregido en parte mi defecto y soy capaz de soportar el estar sentada bien quetecita en un parque "sintiendo cómo llega la primavera" (el compañero en cuestión se puso lírico en Baviera, quizá tuvo algo que ver su afición a las jarras de medio litro) en lugar de correr al centro histórico de Regensburg, por ejemplo (aunque fui después, claro, no me lo iba a perder por mucho que estuviera llegando la primavera). A lo que íbamos, ir a una ciudad como Londres, con tantísimo que ver, para mí es un plan de lo más relajante. Cada vez que voy "veo" de nuevo algún museo (esta vez entramos en el Tate, en el de toda la vida, a darnos una vuelta), voy a alguna exposición (la de este viaje, en el Bristish Museum, fue espléndida, "Garden & Cosmos", pintura de la corte de Jodhpur nunca vista en Europa) y, sobre todo, al teatro.
Soy una gran fan del Old Vic y allí fuimos también esta vez, a ver The Winter's Tale, de Shakespeare (de quien también soy gran fan, por cierto). Este teatro nunca me ha decepcionado, la verdad. También nos dimos el paseo habitual por Charing Cross Road en busca de libros (aunque haya perdido mucho, sigue siendo un buen sitio por la concentración de librerías), fuimos a mis mercadillos favoritos (ya solo me quedan los de la zona de Brick Lane, que también ha perdido lo suyo) y el "Sunday Roast" en un pub (algunos tienen unas opciones vegetarianas deliciosas) se malogró porque mi cómplice había desayunado demasiado en el hotel (por una vez que no estábamos en un zulo y había un desayuno como dios manda...). Esta vez nos alojamos entre el Támesis y Saint Paul's, de lujo (una celebración es una celebración, y no pagaba yo) y era agradable volver caminando al lado del río cada noche (la parada de metro más cercana al hotel estaba de obras, así que nos paseamos más de lo previsto). También nos dimos un paseo por el centro, cómo no (cenamos en el Soho, todo un clásico), por un parque (St. James' esta vez)... Y la única nota negativa del viaje fue, como siempre, lo pesadas que son en general las compañías aéreas. En fin.
De vuelta a casa, seguimos con nuestra afición a las series de televisión. Alguien (no señalaré a nadie, que está feo) nos recomendó "Deadwood" el año pasado (una maravilla) y así empezó todo. Hemos visto alguna temporada de varias series; pero destacaré "The Wire", ahora que estamos finalizando la quinta (y última) temporada. Estupendos guiones, magníficos actores. Una serie tremendamente realista (suelen ganar los corruptos y los "malos" en general) que destapa los entresijos del mundo de la política, el trabajo policial, el periodismo, la droga, etc. con gran rigor. A diferencia de otras series, esta se ha mantenido sin problemas ni bajones. De hecho, con la cuarta temporada estuvimos enganchadísimos, y eso que iba sobre el sistema educativo y de entrada pensamos que no iba a dar mucho de sí.
Y nada, otro día seguimos contando de lo que no se ha contado.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bailes de todo tipo

Estos de Salamandra parecen haberse especializado en encontrar libros de calidad olvidados que encima se venden como rosquillas. Tras el fenómeno Sándor Márai, llegó el manuscrito de Irène Némirovsky que había permanecido en una maleta desde su muerte en Auschwitz (la mujer tiene una biografía impresionante que no quisiera para mí, bibliografía aparte). Suite francesa (2004) causó un gran revuelo en el mundo editorial francés y europeo, y consiguió el premio Renaudot, que se otorgaba por primera vez a título póstumo. Dos años después se publicaba en España El baile (no me acaba de convencer la portada), cuya adaptación teatral a cargo de Sergi Belbel puede verse estos días (hasta el 3 de enero) en la Sala Tallers (no me extraña que les hayan mandado a las catacumbas, porque para inundar el escenario...) del Teatre Nacional de Catalunya.
Me ha llamado poderosamente la atención que lo que Némirovsky consigue transmitir en menos de cien páginas resulte tan aparatoso en escena. Es curioso que la autora necesitara "solo" palabras y Belbel haya tenido que recurrir a una potente escenografía (muy llamativa y original, para mí lo mejor de la obra) y a una coreografía (con su correspondiente bailarina). Creo adivinar en su puesta en escena un ansia por estar a la altura de las tendencias teatrales que siguen, por ejemplo, en Gran Bretaña, compañías como Cheek by Jowl. Pero, oye, yo qué me sé. El caso es que se trata de una adaptación muy fiel (solo con ver el tintineo de la lámpara al principio ya podía uno imaginárselo, si es que había leído el libro antes y no después como yo) que consiguió despertar mi curiosidad por la obra original. Y la novela es un prodigio de condensación, como he comentado ya. Es increíble lo que se destila de cada frase y lo mucho que esconde su aparente sencillez (ni que Némirovsky fuese japonesa, vaya). Habrá que leer algo más de una autora a la que no había prestado mucha atención (estas historias tan peliculeras con maleta y todo te hacen olvidar que en su momento gozó de gran prestigio y de la consideración de Cocteau o Paul Morand).
Total, que dos veces que he ido al teatro este mes (se ha dado bien, encima una fui de invitada), dos veces que me he quedado con la boca abierta. De hecho, tras ver The Deer House (se representó en el Teatre Lliure solo durante dos días) era tan consciente del desconcierto que debía transmitir mi cara que sufría por estar sentada en la segunda fila, tan cerca de los actores que intentaban leer su éxito en el rostro del público mientras saludaban. Por cierto que en esta no solo bailaban, sino que también cantaban. Y se desnudaban y hablaban en varios idiomas... Este ambicioso montaje (multilingüe, multidisciplinar y todo lo multi que puede dar de sí la cosa) del belga Jan Lawers y su compañía (Needcompany) sobre el dolor, la pérdida, el mundo actual y el teatro resulta en varios momentos de lo más evocador y poético. Muy interesante.

Se puede ver un vídeo de El ball en la página del TNC.
Vídeo de The Deer House aquí.

sábado, 12 de diciembre de 2009

La guerra es siempre injusta

Como a muchos, me resultó muy llamativo en su momento el anuncio de la concesión del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama por el motivo que él mismo mencionó en su discurso en Oslo; porque se le ha dado al principio de su mandato. En mi opinión, se le ha otorgado por sus buenas intenciones y no por una buena labor de su Gobierno; lo cual es un error. En inglés hay un dicho, algo así como que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. También se suele decir que el infierno está lleno de buenas intenciones y el cielo, de buenas obras. Pues eso, buenas intenciones y carisma le sobran a Obama; eso está claro. Pero habría que dejar los premios para dentro de unos añitos; no sea que no lleguemos a ver grandes acciones por su parte (ojalá me equivoque, por lo mucho que nos jugamos todos).
He leído su discurso de aceptación del premio por pura curiosidad, tras ver en el periódico que los supervivientes de Hiroshima (ciudad a la que espero ir estas navidades, para visitar el museo y el parque conmemorativo, monumentos por la paz) y Nagasaki se han sentido defraudados por el escaso pacifismo mostrado por el Presidente norteamericano. Que ya es tener fe en la humanidad, digo yo. Tras pasar por lo que pasaron, aún tienen semejantes esperanzas. Optimismo puro. Me he encontrado con un texto lleno de excusas para el despliegue militar en Afganistán, trufado de citas de Martin Luther King y su adorado Presidente Kennedy, menciones a Gandhi y a las atrocidades de la segunda guerra mundial. Pero hubiera estado bien, efectivamente, que si al hombre le han dado el premio (básicamente) por su iniciativa para eliminar en un futuro los arsenales nucleares existentes en el mundo (un brindis al sol, me parece a mí), no pasara tan de puntillas por las bombas atómicas que tan alegremente y con tan poco fundamento lanzó su país sobre esas ciudades japonesas. Porque mucho hablar de civiles, pero justamente allí murieron muchísimos niños, ancianos, mujeres... lo lógico si tiras una bomba sobre una ciudad, vaya, que le das a los colegios.

A mí me ha apenado la frase "un movimiento no violento no hubiera podido detener a los ejércitos de Hitler
" para argumentar que a veces la guerra es necesaria. Hitler no hubiera llegado a estar al frente de esos ejércitos sin que le votara antes una población acuciada por la crisis económica y le apoyaran después, de forma más o menos velada, otros países. Hitler no se generó espontáneamente; fue el resultado de una serie de circunstancias. Y es ahí donde los movimientos no violentos pueden hacer mucho para evitar guerras. Sé que Obama no es responsable de la historia de su país, ni de los gobiernos que le han precedido; pero no veo cómo puede justificar la guerra en Irak (por mucho que tenga las manos atadas en ese tema). Sadam Hussein había cometido durante años innumerables atrocidades que por lo visto no merecieron que los EE.UU. salvaran a los iraquíes. Y luego se empeñaron en sacarles las castañas del fuego cuando a ellos les vino bien, con un criterio un tanto curioso y con una guerra indefendible en la que han pagado el pato los mismos de siempre y se han enriquecido también los de siempre. Lo malo de estas "guerras justas" de EE.UU. es que siempre se ve su mano aupando en la sombra a los enemigos del mundo. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Pero los que se mueren son mayoritariamente los otros.

Se puede leer el discurso de Obama
aquí.

viernes, 11 de diciembre de 2009

La ternura de las matemáticas

Vaya mes más tonto; todavía no había conseguido ponerme, y eso que tengo un montón de reseñas por escribir. En fin. Dije (hace más de un año, eso sí) que seguiría leyendo a Yoko Ogawa y en eso he estado (ya en la cuenta atrás para volar a Japón, en avión, digo, no mentalmente). De momento, ha "caído" La fórmula preferida del profesor (Hakase no aishita sushiki, 2004). Con su aparente sencillez narrativa, Ogawa se ha ganado los elogios del mismísimo premio Nobel Kenzaburo Oé, quien ha dicho de esta autora, más o menos con estas palabras, que es capaz de expresar lo más sutil de la psicología humana en una prosa que es tierna pero penetrante. Y quien soy yo para contradecir a este hombre. Bueno, la verdad es que no tengo que llevarle la contraria al señor Oé porque estoy totalmente de acuerdo.
Este libro fue en su momento uno de esos fenómenos tan japoneses: vendió dos millones de ejemplares, ganó todos los premios (incluido el Yomiuri, el de las librerías japonesas y el de la Sociedad Nacional de Matemáticas,
“por haber mostrado la belleza de esta disciplina”), desató un inusitado interés por las matemáticas y se adaptó al cine, a la radio y al cómic. Ahí es nada. Fue la novela que catapultó definitivamente a Yoko Ogawa a la fama internacional; aunque lleva escribiendo desde 1988, es de lo más prolífica (ha publicado más de veinte obras de ficción y no ficción) y se la ha traducido ampliamente al francés.
Curiosamente, me ha parecido muy diferente de los relatos de The Diving Pool, con esas atmósferas tan inquietantes. Pero lo he disfrutado por lo a gusto que se "estaba" en ese libro; con una historia bonita y bien contada, sin dramatismos; pero, sobre todo, en uno de esos ambientes que tan bien crean los autores japoneses, que te envuelven como un "yukata" (esos kimonos de algodón blanco, sencillos y agradables, mucho más sofisticados de lo que parecen).

La fórmula preferida del profesor está publicado en Editorial Funambulista.