Ricardo III fue el último rey de Inglaterra de la Casa de York y su muerte, en el campo de batalla, puso fin a las famosas Guerras de las Rosas (entre los Lancaster y los York, ambas casas con rosas en sus emblemas, de ahí el nombre), que a su vez señalan el final de la Edad Media en Inglaterra. Como bien explica Al Pacino en esa rareza que es Looking for Richard (mezcla de documental, obra de teatro, película y reunión de amiguetes), quizá el mayor obstáculo para la comprensión de la obra homónima de William Shakespeare sea precisamente la necesidad de un mínimo conocimiento necesario acerca de su contexto histórico. Se trata de una época oscura, agitada y confusa de la historia inglesa, marcada por el aislamiento respecto al continente, el declive de la nobleza y el auge de los comerciantes. Es importante tener en cuenta que el público que acudía a ver la obra de Shakespeare sí estaba familiarizado (e incluso fascinado) con esos acontecimientos históricos a pesar de que habían ocurrido un siglo antes. Y nadie se había olvidado de un rey tan malvado.
Pero, en cualquier caso, los hechos históricos nunca son lo más importante en las obras de Shakespeare (a veces ni siquiera son del todo exactos, sino que se ajustan a las versiones que corrían en su época), que brillan, sobre todo, por el uso del lenguaje (muy apreciado por el público isabelino, que tenía una gran sensibilidad en este sentido) y por el acertado ritmo de su estructura. Esta obra no es quizá la primera que a uno le viene a la mente si debe citar un título del más famoso dramaturgo inglés de todos los tiempos; a pesar de lo conocidas que resultan para mucha gente (sobre todo en países anglófonos) frases como "Now is the winter of our discontent" (Acto I, Escena I, vale la pena ver la película de Al Pacino solo por oírle decir esta frase) o "A horse! A horse! My kingdom for a horse"* (Acto V, Escena IV, durante la batalla final). La primera suele citarse equívocamente; ya que no tiene sentido sin el verso siguiente (en el que hay un juego de palabras "sun / son", "sol / hijo"):
Now is the winter of our discontent
Made glorious summer by this sun of York
(Ya el invierno de nuestra desgracia se ha convertido en un glorioso estío por este sol de York)
Vamos, que Ricardo III no se está quejando, precisamente; sino que se alegra de que la fortuna vuelva a sonreír a su familia (aunque solo piensa en sí mismo, como se verá más adelante, y además le parece poca fortuna para su propia ambición). Ricardo III no es un loco, ni parece cegado por sus pasiones como otros malvados de Shakespeare; es consciente de su maldad y la acepta como asume sus limitaciones físicas (estupenda descripción de las mismas al principio de la primera escena de la obra, en el monólogo en el que se define como "deforme, sin acabar, enviado antes de tiempo a este latente mundo; terminado a medias, y eso tan imperfectamente y fuera de la moda, que los perros me ladran cuando ante ellos me paro)". Por eso es un personaje más redondo, más real y produce más horror en la cercanía.
La "película" de Al Pacino (de 1996, a Kevin Spacey le quedaba aún pelo) intenta acercar esta obra (y Shakespeare en general) al público (estadounidense, sospecho), poniéndosela más "facilita". Y de paso nos regala unas fantásticas interpretaciones (la suya, sobre todo). Este experimento cinematográfico es una buena muestra, a mi entender, de que a Shakespeare hay que verlo y oírlo; más que leerlo. Más que nada porque los lectores no solemos tener por la mano el pentámetro yámbico y no salimos tan bien parados a la hora de recitar como los estupendos actores de la película (no acabo de entender qué hacía Winona Ryder ahí, pero, en fin). Por eso recomendaría cualquiera de las películas "shakesperianas" de Kenneth Branagh (aunque no se debe empezar por Henry V, que quizá sea la más inaccesible de todas por la propia naturaleza de la obra) o El mercader de Venecia (la película de Michael Radford, con otra fantástica interpretación de Al Pacino, además sale también Jeremy Irons). Y, por supuesto, Looking for Richard.
*¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!
Novelantes se reúne para comentar la lectura de Ricardo III el 10 de junio.
2 comentarios:
Bueno, como andaba yo diciendo...
¡Así da gusto!
Lo cierto es que tener una cierta perspectiva de las cosas puede marcar la diferencia, a la hora de saber apreciar lo bueno.
E indudablemente, con Shakespeare ese es el camino...
¿'Pentámetro yámbico'? Adquirir la perspectiva no va a resultar tan fácil, dios nos pille confesados.
Me gusta este análisis y desmenuzamiento del -más allá de la peli, IMHO- contexto shakesperiano.
Qué pelota, Jaims. ;)
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