Esta entrada va dedicada a una amiga nuestra que viajará a Varsovia en Semana Santa (aunque vaya por delante que no le va a servir de nada). En fin, cada cual que descubra por sus medios una ciudad la mar de agradable e interesante.
Varsovia, 5 de diciembre de 2004
"Pole Mokotowskie" quiere decir "hace un frío que te cagas" según J. En realidad, es nuestra parada de metro (desde la que hay 1 min. hasta el hotel, según un letrero la mar de optimista que supone que los turistas vamos en reactor); pero a J. le fascina la frasecita y no para de repetirla, admirando su sonoridad, como sustituta de la que realmente procede. Porque frío, lo que se dice frío, aquí hace un rato.
Nos vamos a Lazienkowski, un parque con palacios (hay uno flotante), anfiteatros construidos para que parezcan ruinas griegas, gente con una colección increíble de gorros peludos de todas las formas posibles y ropa muy anticuada, grajas, cornejas cenicientas, carboneros, herrerillos, trepadores azules, grajillas, picos menores, ardillas pelirrojas un tanto punkies y abuelas con ganas de dar sugus a J. Por estas fechas suele estar todo nevado. Hemos tenido suerte, porque creo que este es el máximo frío que podemos aguantar (ya no me caben más capas de ropa debajo de la chaqueta, no puedo bajar los brazos del todo). La gente parece muy agradable y dan de comer a los pájaros, a las ardillas, a los patos...
Nos llama la atención lo viva que está la memoria de la trágica historia de la ciudad. Hay monumentos y placas por doquier que recuerdan a los asesinados tanto por los rusos como por los nazis. Vamos al Museo Pawiak, que fue primero una prisión zarista y luego la mayor prisión de la Gestapo en Varsovia. Aquí murieron más de 30.000 polacos (a otros 70.000 se los llevaron a los campos de exterminio) durante la ocupación nazi. Los alemanes volaron el lugar; pero se ha reconstruido una zona y ahora exhiben objetos personales de los prisioneros, poemas, fotografías de la época... Sobrecogedor.
Varsovia, 6 de diciembre de 2004
J. ha decidido que, debido a las temperaturas, no se puede estar más de dos horas en la calle sin hacer una pausa para el café. Así que entramos en Karma, un lugar acogedor donde la gente lee acomodada en los sofás y se oye jazz de fondo. Los ventanales dan a la plaza Zbawiciela y hay cojines, universitarios ociosos...
Hemos empezado el día yendo al Palacio de la Cultura y la Ciencia, un mastodóntico regalo de Stalin que parece más una amenaza que otra cosa. El ascensor sube 30 pisos en 20 segundos; había que ver a la ascensorista, parecía una piloto. La vista valía la pena. Luego hemos ido pateando hasta la Stare Miasto (la parte antigua), pasando por las calles comerciales (Chielmna y Nowy Swiat). En la ciudad vieja, todas las estatuas llevan sables. Este pueblo se ha cansado de recibir, por lo visto. Vemos el Palacio Real, la catedral, las iglesias, la plaza del mercado (que es una preciosidad, con tantos colores y la reconstrucción tan detallada, con los relojes y las figuras de piedra), las muralles... Y Zygmunt, la estatua encaramada en una columna que fue prácticamente lo único que quedó en pie tras los bombardeos, por lo que pudimos ver en las fotografías que tenían en Pawiak, donde aparecía la columna rodeada de ruinas. Después hemos ido a la zona donde estuvo el gueto, que llegó a albergar a 400.000 judíos. No queda nada (lo redujeron a escombros también), apenas una serie de monumentos conmemorativos de las deportaciones (uno de ellos señala el lugar desde donde salían los trenes a Treblinka). Hay flores frescas y velas encendidas.
Varsovia, 7 de diciembre de 2004
La visita al Museo de Historia es imprescindible en una ciudad como esta. Se nos pasan volando las tres horas que estamos dentro. La "parte no nazi" (según definición de J.) resulta muy interesante para gente ignorante como nosotros. De la "parte nazi", nos impresiona la exposición de fotografías del levantamiento del 44. La documentación sobre la reconstrucción de la ciudad también vale mucho la pena; te miras las cosas con otros ojos. Todo se planificó cuidadosamente. No entiendo que haya quien desprecia la ciudad antigua de Varsovia por tratarse de una reconstrucción. Más allá de su belleza, es un monumento al tesón y a la dignidad. Sería una lástima que esta ciudad fuera solo rascacielos, tiendas europeas del montón... Varsovia se merece más, y en nuestro recuerdo siempre la distinguirá su parte antigua y sus múltiples monumentos a los muertos. Su memoria, tan necesaria.
La fotografía es de Jaime Seuma Sandoval.
2 comentarios:
Mmmmh, que viaje tan bonito, que ciudad tan chula. Y qué historia tan trágica.
Debería servir para que aprendiéramos de nuestros errores... pero lo único que he aprendido yo es que la especie humana nunca lo hace.
En un orden más prosaico de las cosas, recuerdo lo bien que desayunábamos, y lo bien que comíamos. Lo cual resultó ser una necesidad básica de supervivencia, dado el frío que nos hizo.
Por demás, una ciudad bonita, interesante, con grandes parques (y si les gusta a los pájaros, me gusta a mi). Sus habitantes, tanto los más mayores como la juventud, muy simpáticos.
La gente me pareció educadísima, la verdad.
Te pusiste cada día hasta arriba de salchichas para desayunar, Jaims. ;)
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