martes, 28 de abril de 2009

Diario de viaje: Baviera

Zwiesel, 4 de abril de 2009

Hemos preguntado cómo llegar en tren a Zwiesel y nos han indicado todo fantásticamente. En dos horas y media estábamos aquí a pesar de los trasbordos. Estupendo sistema de transporte público, vive dios. Y ni siquiera nos ha parecido caro. Hemos visto nieve por el camino; pero al llegar hacía un solecillo la mar de agradable. Llamé a Frau S. y nos fue a buscar en coche a la estación. Es muy simpática. No entiende por qué siendo de un lugar soleado hemos venido a parar a la Selva Bávara, donde tienen nieve 5 meses al año. Por lo visto, a principios de semana seguían con un metro de nieve. Nos ha ido de pelos. Nada más llegar, J. ha empezado a ver pájaros. El pueblo es muy tranquilito. La calle principal, con el Ayuntamiento y todas las fachadas tan bien pintaditas, de colores, es de cuento.

Zwiesel, 5 de abril de 2009

Cogemos el tren a Bayerische Eisenstein, que está a más altura que Zwiesel. Por el camino vemos unos abetos altísimos y mucha nieve. Qué pueblo tan bonito, con sus torres de iglesia. Hace muy buen día. Comenzamos la caminata sin sospechar el lío en el que nos estamos metiendo. Cuando llegamos al río, donde empieza la señalización del sendero que hemos elegido, sorpresa: está todo cubierto de nieve. Empieza una lucha contra los elementos que durará horas. Pero el bosque vale la pena (cuando consigo verlo, claro, me paso bastante rato con nieve hasta la rodilla y a veces me cuesta un poquillo salir).
Grafenau, 8 de abril de 2009

Frase del día: "einige Steigen" (algunas pendientes). J. bromea diciendo que igual en el arroyo hay un mirlo acuático como el que vimos en Zwiesel y pasa uno escopeteado. Buen augurio. Pasamos al lado de un nevero (a la vuelta haremos aprecio del banco colindante) y contemplamos los prados. Nos metemos por un bosque mixto de robles y abetos llenito de pajarillos que nos lleva hasta el río Grosser Ohe, que acaba confluyendo (en Passau) con el Danubio.

Regensburg, 10 de abril de 2009

Regensburg es la única ciudad medieval alemana que sobrevivió a la segunda guerra mundial, y es Patrimonio de la Humanidad desde 2006. Salimos disparados a explorar la parte antigua. Empezamos por el puente de piedra sobre el río Danubio. Hay una salchichería al lado, se supone que es la más antigua del mundo (es del siglo XII) y que si no te comes una salchicha de esas no has estado en Regensburg. J. se sacrifica por la causa (y yo más, porque, como soy la portavoz oficial, entro en una cocina diminuta a comprar la salchicha y quedo aromatizada para días). Lleva algo de "sauerkraut", pero J. se la zampa sin contemplaciones. Hace un día increíble y no se ha quedado en casa ni Blas (nos recuerda al Viernes Santo que pasamos en Ljubliana hace tres o cuatro años). Hay terrazas por todas partes, hasta arriba de gente. En los "biergarten" hay centenares de personas (algunas cervecerías alemanas tienen más población que el pueblo de J.) que han aparcado fuera las bicis.
Munich, 11 de abril de 2009

El tren a Munich parece un "tren biergarten"; todo lleno de gente bebiendo y cantando. Llevan camisetas (y bufandas, con el calor que hace) del Bayern. Al llegar, la estación está tomada por la policía, cámaras de vídeo en ristre. Vemos pasar un tranvía que han "secuestrado" los hinchas del Frankfurt (no se atreve a subirse nadie en la parada); por lo visto hemos llegado en día de fútbol, y de otros acontecimientos. El centro de la ciudad está totalmente colapsado. Manifestantes con banderas de Israel (ni idea de por qué), pacifistas en contra de la participación de tropas alemanas en conflictos extranjeros, los susodichos hinchas, las terrazas hasta arriba de gente (cómo no), familias aprovechando la llegada de la primavera... Después de la tranquilidad de la Selva Bávara, el mogollón se nos hace cuesta arriba. Nos vamos al Englischer Garten, unos jardines enormes donde la gente va a hacer de todo: surf (tal cual), ceremonias de té a la japonesa, tomar el sol con más o menos ropa, correr o ir en bici (con o sin extensión para niño), jugar al "corro de la patata" (o algo así) cerveza en ristre (los adolescentes), zamparse (varias) jarras de litro en el "biergarten", escuchar a la banda de música (vestidos de bávaros, los músicos, digo)...

La foto es de cosecha propia, con tratamiento digital de Jaime Seuma.
Más fotos del viaje aquí.

lunes, 27 de abril de 2009

¿Puede un final redimir una película?

Como dice en The International el actor alemán Armin Mueller-Stahl, en el papel del coronel Wexler, “There’s a difference between truth and fiction; fiction has to make sense” (la diferencia entre la realidad y la ficción es que la ficción debe tener sentido). Lástima que al guionista y al director de la película se les pasó por alto semejante máxima, en su afán por crear un "thriller" político ambicioso y de gran actualidad. Porque el principal fallo de la película es justamente que el argumento cojea: es impensable que el bueno de Louis Salinger/Clive Owen pueda hacerle algo más que cosquillas a un banco de esa relevancia y no es creíble que su personaje (voluntarioso, sin duchar ni afeitar, acumulando heridas de guerra a lo largo de la película, obsesionado con hacer justicia, la criatura) pueda llegar a inquietar lo más mínimo a los ejecutivos de dicho banco.
En fin, yo es que no soy muy fan de este tipo de películas; pero a la espera de estrenos que me llamen más la atención, decidimos darle una oportunidad a una película con tan buenas "intenciones" y, al menos, pasar el rato. Y entretenida es. Por una parte, está la muy buena escena de acción en una réplica del Guggenheim construida en un estudio. Y luego, algo que debe ser un poco infantil o una obsesión particular, pero siempre me hace ilusión que una película me lleve de viaje por diferentes ciudades. En este caso, Clive Owen se convierte en un auténtico Willy Fogg que hasta camina por los tejados del Gran Bazar con la Mezquita Azul de fondo, en una bellísima imagen. Las intenciones en cuestión quedan claras desde el póster o el tráiler de la película, donde ya nos avisan de que los bancos no solo controlan nuestro dinero, sino a nuestros gobiernos y nuestras vidas, y todo el mundo debe pagar (menos ellos, claro, que por algo tienen la sartén por el mango). Algo de lo que me parece que se ha dado cuenta hasta Blas en los últimos meses.
Pero una película necesita mucho más para ser sólida. Y lo primero, unos personajes menos planos y caricaturescos. El personaje de Clive Owen no está bien desarrollado, pero te lo acabas medio creyendo; pero lo de Naomi Watts no tiene nombre, o ella lo hace fatal o no pudo hacer más con el guión que le dieron (o ambas cosas a la vez). No basta con que, tras un digno final (sentía yo curiosidad por ver cómo saldrían del embrollo), nos pongan unos recortes de prensa para "predicar a los convertidos", que se dice en inglés. En fin, un entretenimiento para los que necesitamos algo de ideología además de la acción.

martes, 21 de abril de 2009

Y de postre...

Ahí queda eso.

"I don't think reading blogs count as reading"
(No creo que la lectura de blogs pueda considerarse leer)
Salman Rushdie, preocupado porque los jóvenes de hoy leen menos libros que antes

lunes, 20 de abril de 2009

La manzana del día

"There are many roads to truth"
(Son muchos los caminos que llevan a la verdad)
Salman Rushdie sobre las licencias literarias

domingo, 19 de abril de 2009

Lecturas de Semana Santa

Me tentaron con la segunda entrega de Stieg Larsson (por aquello de que el vuelo se me pasaría "volando"); pero la edición que me prestaron, en español, era muy voluminosa para mi mochila y el vuelo a Munich no requería tanta distracción. Así que me llevé la cuarta novela de Siri Hustvedt, The Sorrows of an American (2008) en edición de bolsillo, que no abultaba nada, junto la novela que comentaba este mes Novelantes (Las Catilinarias (1997), de Amélie Nothomb, publicada por Circe), que era muy cortita, y la novela que comentará Novelantes en junio a propuesta mía (The Blind Assassin (2000), de Margaret Atwood), que también tenía en edición de bolsillo, aunque es más larga, y que requería una relectura a tiempo para la tertulia. La única que se salvó fue Atwood, porque las otras dos "compañeras de viaje" que me busqué... Siempre me había dado mucha pereza leer a Nothomb y he decidido sucumbir a la misma sin remordimientos de conciencia y no intentarlo con una segunda novela (la mujer no necesita más lectores, eso está claro). Y la novela de Hustvedt ha sido una decepción.
En The Sorrows of an American el pasado se adueña del presente de una forma bastante forzada (se supone que catártica, pero poco convincente). El punto de partida, un psicoanalista que se enfrenta a la muerte de su padre intentando aprovechar sus conocimientos, resultaría más eficaz si el pobre hombre no tuviera tantos frentes abiertos (un divorcio reciente, una sobrina traumatizada, una hermana viuda a la que la primavera o no le está alterando un tanto la sangre, un artista chiflado, una vecina seductora, un amigo un tanto patético que no para de sudar). Hustvedt escribe bien pero se equivoca, en mi opinión, queriendo incluir tantas cosas diferentes en una misma trama. Está claro que explorar la mente humana da para mucho, pero de ahí a que tengan que aparecer todos los temas posibles... El trauma de la sobrina de Erik tras el 11-S, especialmente, está metido con calzador; no tanto porque no sea creíble, sino porque, como otros momentos de la novela, no resulta convincente.
Parece tópico referirse a la escritura de Hustvedt como fría (dado sus orígenes noruegos), pero lo cierto es que es así. Esa cerebralidad funcionaba en What I loved (2003); pero no aquí. Aquí se monta un "jaleo" postmoderno de cuidado, se nota demasiado que lo ha escrito una autora de Brooklyn que se mueve en un círculo de privilegio e intelectualidad. Hay tal distancia entre el lector y Erik (por no hablar de los demás personajes), que resulta imposible establecer el vínculo necesario para sumergirse en la novela. El único logro, en mi opinión, es la creación de un ambiente muy auténtico, tanto en Minnesota como en Brooklyn; pero eso realmente no podía ser de otra forma tratándose de una escritora experimentada que ha vivido en ambos mundos y los conoce bien. Al leer al final de la novela el reconocimiento de que los fragmentos de diario pertenecen a su propio padre, no se puede menos que pensar "ah, de ahí viene todo". Estamos hablando de una obra muy personal, de un homenaje a su padre (quien, como Lars, descendía de noruegos, nació en un entorno rural y acabó siendo profesor universitario) disfrazado de ficción. Algo que es perfectamente legítimo si funciona; que no es el caso.

Anagrama ha publicado la traducción española con el título de Elegía para un americano.

viernes, 17 de abril de 2009

La manzana del día

"Fiction is the thing that is so, and not so"
(La ficción es algo que es y no es de una determinada manera)
Salman Rushdie

jueves, 16 de abril de 2009

El médico en Ontario

Dice el refranero particular que "Con un bife a diario, se mantiene al médico en Ontario" (si eres Margaret Atwood, por ejemplo, no te soluciona mucho la vida, pero, bueno). Yo es que soy más de manzanas; dicen que con una al día se mantiene el Alzheimer a raya (lo dudo, pero por probar...). Así que sigo con lo mío.

"You reach no conclusions, you reach endings"
(Nunca se llega a una conclusión, se llega al final)
(Salman Rushdie)

miércoles, 15 de abril de 2009

Keeping the doctor away

"I often have the desire to disappear into my books. The places there are far more interesting than outside"
(A menudo desearía desaparecer en uno de mis libros. Me parece que hay lugares mucho más interesantes que en la realidad.)
Salman Rushdie, durante su visita a Barcelona.

viernes, 3 de abril de 2009

One apple a day...

keeps the doctor away, que dicen los angloparlantes (una manzana al día mantiene al médico en la lejanía).
Vamos a probar a ver si sirve con una frase de Salman Rushdie al día (se puede acompañar de una manzana, para ir más sobre seguro). Es que me he dado cuenta de dos cosas: me dejé mucho en el tintero cuando escribí la entrada sobre su visita a Barcelona y es el escritor al que más se cita en este blog. Pues vamos a seguir con todo ello:
"You might call it lying, I call it art"
(Se puede pensar que eso es mentir; para mí es arte).
Salman Rushdie sobre las licencias literarias

jueves, 2 de abril de 2009

Dos sin tres

Me parece que ya no le voy a dar más oportunidades a Rachel Cusk. Con un par de novelas tengo bastante. Me leí en su momento The Temporary (1995) y, con la poca memoria que tengo, la verdad es que no la recuerdo demasiado; aunque lo cierto es que no había vuelto a leer nada de esta autora hasta ahora, lo cual es muy signifcativo. Si no seguí explorando su obra, con un currículum como el suyo y una novela publicada previamente (Saving Agnes, de 1993) que había ganado el Whitbread First Novel Award, pues es que no me interesó mucho.
Lo del currículum viene a que Cusk debutó como niña mimada de las letras británicas con todo un premio Whitbread (aunque fuera el de autora novel) y siguió con el Somerset Maugham Award por The Country Life (1997). 2003 fue su gran año; no solo publicó The Lucky Ones (nominada al Whitbread "de verdad"), sino que la revista Granta la incluyó en su famosa lista de los veinte mejores autores británicos de menos de 40 años. Una lista que, en mi humilde opinión, resulta un tanto decepcionante; pero, bueno, igual hay que darles más tiempo. Pero es que con la exepción de Hari Kunzru, a la mayoría de los demás les veo un poco perdidos (incluso a Zadie Smith, que tanto prometía). A pesar de ello, Cusk ha seguido labrándose una carrera llena de reconocimientos y su última novela estuvo entre las finalistas al Organge Prize for Fiction en 2007.
El caso es que no le veo yo el mérito. Acabo de leer
In the Fold (2005), más que nada porque llegaba el fin de semana y la encontré en inglés en la biblioteca, y me ha parecido de lo más insustancial. Cusk retoma la conocida y peculiar obsesión inglesa por las clases sociales que ha generado tantas páginas de buena literatura. Y no hace nada de provecho con ella. Es una historia en la que pasan pocas cosas y las pocas que pasan son un tanto incomprensibles. No está mal escrita (solo faltaría) pero tampoco destaca. Y tiene un gran problema: deja al lector indiferente. Ningún personaje (ni siquiera el protagonista, Michael) se gana el aprecio del lector. Tampoco nadie suscita nuestro odio. Nos quedamos muy lejos, viendo un espectáculo que no nos interesa, que no nos afecta, y eso es lo peor que le puede pasar a un lector ante un libro.

Lumen ha publicado en España la última novela de Rachel Cusk, Arlington Park (2006). Puede leerse el principio (en castellano) aquí.

miércoles, 1 de abril de 2009

Salman Rushdie en Barcelona

Sigo en racha con el ciclo "El valor de la paraula" de la biblioteca Jaume Fuster. ¿Cuántas veces se presenta en la vida la oportunidad de escuchar a tres de tus escritores favoritos en el plazo de 15 días? Salman Rushdie llegó envuelto (casi literalmente, aunque las medidas de seguridad eran discretas, apareció y desapareció sin que pudiera haber contacto directo con los lectores) en una nube de cámaras de televisión y fotógrafos; pero esta vez no hubo colas como con la visita de Murakami. Es lo que tiene ser más famoso que leído. En la conversación (principalmente sobre su última novela) con Juan Gabriel Vásquez, volvió a demostrar que, en cualquier caso, lo suyo son las palabras. Y no dijo ni una de más, a pesar de que no paró de hablar ni un solo momento.
Rushdie comentó que siempre había querido escribir sobre Maquiavelo y que le llamaba la atención que todas las referencias a esta figura fueran tan negativas. Con su habitual sentido del humor, añadió que eso le hizo sentirse más cercano a esta figura y pensar que si ecribía algo positivo sobre él, quizá dentro de 400 años alguien le haría a él el mismo favor. Pero al comenzar con la novela vio que no estaba preparado para escribirla, que necesitaba documentarse, y por ello se dedicó a leer sobre el Renacimiento italiano, el reinado del emperador Akbar, etc., mientras escribía novelas más contemporáneas ("novelas que parecían salidas de los periódicos"). Todo un contraste. Con sus lecturas llegó a la conclusión de que cualquier cosa que pudiera inventar sobre esa época sería "suave" en comparación con la realidad, tan extraña. Cuando descubrió que la historia le permitía incluir al conde Drácula en su novela, se sintió totalmente en la gloria.
Sobre su capacidad para contar historias, Rushdie comentó que "todos contamos historias", alegando que los humanos somos los únicos animales que nos contamos historias para entendernos los unos a los otros y destacando la gran importancia de contar tu propia historia a la persona adecuada y que esa persona la entienda (una necesidad que describió como universal). Por eso, el personaje del viajero de su última novela, The Enchantress of Florence, arriesga su vida para contar su historia a la persona que debe escucharla, el emperador Akbar. Curiosamente, Rushdie desveló que este personaje, verdadero hilo conductor de la novela, fue una incorporación posterior, no estaba contemplado inicialmente. También habló de cómo "proyectó retrospectivamente" la leyenda de la esposa hindú de Akbar, Jodhabai, que en realidad nunca existió, haciendo que tampoco fuese real en esa época, convirtiéndola en una esposa imaginaria (Rushdie hizo al respecto las bromitas esperables de alguien que se ha casado varias veces).
Hablando en general sobre la ficción (toda una clase de literatura), comentó que esta es democrática, que no pretende adoctrinar y que no es verdad pero contiene aspectos que sí lo son. Le parece que la novela nunca ha sido un medio de masas y que no lo puede ser (porque requiere un determinado grado de comprensión, cierta formación); pero que eso no significa que goce de mala salud, aunque se viene hablando de la muerte de la novela prácticamente desde su nacimiento (y él cree que sobrevivirá, aunque le preocupa ver que las nuevas generaciones leen menos, "leer blogs no cuenta", añadió). Respondió a las preguntas de los lectores sobre Midnight's Children, y recomendó leer a los nuevos escritores pakistaníes (dijo que no nos costaría mucho hacernos con todas sus obras, porque solo habían publicado un libro cada uno). La verdad es que solo pesqué el nombre que me resultaba más conocido, Daniyal Mueenuddin (más información aquí).
Más sobre Rushdie, próximamente.