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lunes, 27 de abril de 2009

¿Puede un final redimir una película?

Como dice en The International el actor alemán Armin Mueller-Stahl, en el papel del coronel Wexler, “There’s a difference between truth and fiction; fiction has to make sense” (la diferencia entre la realidad y la ficción es que la ficción debe tener sentido). Lástima que al guionista y al director de la película se les pasó por alto semejante máxima, en su afán por crear un "thriller" político ambicioso y de gran actualidad. Porque el principal fallo de la película es justamente que el argumento cojea: es impensable que el bueno de Louis Salinger/Clive Owen pueda hacerle algo más que cosquillas a un banco de esa relevancia y no es creíble que su personaje (voluntarioso, sin duchar ni afeitar, acumulando heridas de guerra a lo largo de la película, obsesionado con hacer justicia, la criatura) pueda llegar a inquietar lo más mínimo a los ejecutivos de dicho banco.
En fin, yo es que no soy muy fan de este tipo de películas; pero a la espera de estrenos que me llamen más la atención, decidimos darle una oportunidad a una película con tan buenas "intenciones" y, al menos, pasar el rato. Y entretenida es. Por una parte, está la muy buena escena de acción en una réplica del Guggenheim construida en un estudio. Y luego, algo que debe ser un poco infantil o una obsesión particular, pero siempre me hace ilusión que una película me lleve de viaje por diferentes ciudades. En este caso, Clive Owen se convierte en un auténtico Willy Fogg que hasta camina por los tejados del Gran Bazar con la Mezquita Azul de fondo, en una bellísima imagen. Las intenciones en cuestión quedan claras desde el póster o el tráiler de la película, donde ya nos avisan de que los bancos no solo controlan nuestro dinero, sino a nuestros gobiernos y nuestras vidas, y todo el mundo debe pagar (menos ellos, claro, que por algo tienen la sartén por el mango). Algo de lo que me parece que se ha dado cuenta hasta Blas en los últimos meses.
Pero una película necesita mucho más para ser sólida. Y lo primero, unos personajes menos planos y caricaturescos. El personaje de Clive Owen no está bien desarrollado, pero te lo acabas medio creyendo; pero lo de Naomi Watts no tiene nombre, o ella lo hace fatal o no pudo hacer más con el guión que le dieron (o ambas cosas a la vez). No basta con que, tras un digno final (sentía yo curiosidad por ver cómo saldrían del embrollo), nos pongan unos recortes de prensa para "predicar a los convertidos", que se dice en inglés. En fin, un entretenimiento para los que necesitamos algo de ideología además de la acción.