Estos de Salamandra parecen haberse especializado en encontrar libros de calidad olvidados que encima se venden como rosquillas. Tras el fenómeno Sándor Márai, llegó el manuscrito de Irène Némirovsky que había permanecido en una maleta desde su muerte en Auschwitz (la mujer tiene una biografía impresionante que no quisiera para mí, bibliografía aparte). Suite francesa (2004) causó un gran revuelo en el mundo editorial francés y europeo, y consiguió el premio Renaudot, que se otorgaba por primera vez a título póstumo. Dos años después se publicaba en España El baile (no me acaba de convencer la portada), cuya adaptación teatral a cargo de Sergi Belbel puede verse estos días (hasta el 3 de enero) en la Sala Tallers (no me extraña que les hayan mandado a las catacumbas, porque para inundar el escenario...) del Teatre Nacional de Catalunya.
Me ha llamado poderosamente la atención que lo que Némirovsky consigue transmitir en menos de cien páginas resulte tan aparatoso en escena. Es curioso que la autora necesitara "solo" palabras y Belbel haya tenido que recurrir a una potente escenografía (muy llamativa y original, para mí lo mejor de la obra) y a una coreografía (con su correspondiente bailarina). Creo adivinar en su puesta en escena un ansia por estar a la altura de las tendencias teatrales que siguen, por ejemplo, en Gran Bretaña, compañías como Cheek by Jowl. Pero, oye, yo qué me sé. El caso es que se trata de una adaptación muy fiel (solo con ver el tintineo de la lámpara al principio ya podía uno imaginárselo, si es que había leído el libro antes y no después como yo) que consiguió despertar mi curiosidad por la obra original. Y la novela es un prodigio de condensación, como he comentado ya. Es increíble lo que se destila de cada frase y lo mucho que esconde su aparente sencillez (ni que Némirovsky fuese japonesa, vaya). Habrá que leer algo más de una autora a la que no había prestado mucha atención (estas historias tan peliculeras con maleta y todo te hacen olvidar que en su momento gozó de gran prestigio y de la consideración de Cocteau o Paul Morand).
Total, que dos veces que he ido al teatro este mes (se ha dado bien, encima una fui de invitada), dos veces que me he quedado con la boca abierta. De hecho, tras ver The Deer House (se representó en el Teatre Lliure solo durante dos días) era tan consciente del desconcierto que debía transmitir mi cara que sufría por estar sentada en la segunda fila, tan cerca de los actores que intentaban leer su éxito en el rostro del público mientras saludaban. Por cierto que en esta no solo bailaban, sino que también cantaban. Y se desnudaban y hablaban en varios idiomas... Este ambicioso montaje (multilingüe, multidisciplinar y todo lo multi que puede dar de sí la cosa) del belga Jan Lawers y su compañía (Needcompany) sobre el dolor, la pérdida, el mundo actual y el teatro resulta en varios momentos de lo más evocador y poético. Muy interesante.
Se puede ver un vídeo de El ball en la página del TNC.
Vídeo de The Deer House aquí.
Me ha llamado poderosamente la atención que lo que Némirovsky consigue transmitir en menos de cien páginas resulte tan aparatoso en escena. Es curioso que la autora necesitara "solo" palabras y Belbel haya tenido que recurrir a una potente escenografía (muy llamativa y original, para mí lo mejor de la obra) y a una coreografía (con su correspondiente bailarina). Creo adivinar en su puesta en escena un ansia por estar a la altura de las tendencias teatrales que siguen, por ejemplo, en Gran Bretaña, compañías como Cheek by Jowl. Pero, oye, yo qué me sé. El caso es que se trata de una adaptación muy fiel (solo con ver el tintineo de la lámpara al principio ya podía uno imaginárselo, si es que había leído el libro antes y no después como yo) que consiguió despertar mi curiosidad por la obra original. Y la novela es un prodigio de condensación, como he comentado ya. Es increíble lo que se destila de cada frase y lo mucho que esconde su aparente sencillez (ni que Némirovsky fuese japonesa, vaya). Habrá que leer algo más de una autora a la que no había prestado mucha atención (estas historias tan peliculeras con maleta y todo te hacen olvidar que en su momento gozó de gran prestigio y de la consideración de Cocteau o Paul Morand).
Total, que dos veces que he ido al teatro este mes (se ha dado bien, encima una fui de invitada), dos veces que me he quedado con la boca abierta. De hecho, tras ver The Deer House (se representó en el Teatre Lliure solo durante dos días) era tan consciente del desconcierto que debía transmitir mi cara que sufría por estar sentada en la segunda fila, tan cerca de los actores que intentaban leer su éxito en el rostro del público mientras saludaban. Por cierto que en esta no solo bailaban, sino que también cantaban. Y se desnudaban y hablaban en varios idiomas... Este ambicioso montaje (multilingüe, multidisciplinar y todo lo multi que puede dar de sí la cosa) del belga Jan Lawers y su compañía (Needcompany) sobre el dolor, la pérdida, el mundo actual y el teatro resulta en varios momentos de lo más evocador y poético. Muy interesante.
Se puede ver un vídeo de El ball en la página del TNC.
Vídeo de The Deer House aquí.
4 comentarios:
The Deer House: pasé de temerme lo peor, con el (no encuentro un adjetivo adecuado) principio de la obra, sentado en segunda fila, a decidir que los tíos no solamente tienen algo que decir sinó que han encontrado un mecanismo adecuado para hacerlo.
Me gustó la obra. Original, bien ejecutada, surrealista y con toques WTF a ratos... Bien al final.
Esto de WTF no será lo que me pienso, oh, versado comentarista cultural ;)
"...no será lo que me pienso..."
Indeed (pronúnciese al más puro estilo Omar)
Igual no fue buena idea que vieras The Wire... ;)
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