Se acabó el "mono no aware": esto es Bollywood y de eso no tienen. Se acabó también el festival de cine asiático de este año (el BAFF) y no pude ir más que un día. Lástima, porque la programación tenía una pinta excelente y me hubiera gustado ir a ver alguna película japonesa y una de Hong Kong que me llamaban la atención (parece que voy entrando poco a poco en el cine asiático). Pero es que entre el finde de tres días en el campo (increíble, pero ya necesitábamos recargar pilas otra vez, a estas edades parece que las baterías duran muy poco) y el curro, no hubo manera, solo conseguí acudir a mi cita obligada con el estreno indio de cada año.
Y ya lo dijo Salman Rushdie (hacía días que no sacaba yo a colación a este hombre); estos indios están empeñados en que existió Jodha Bai y de ahí no les sacas. Y yo añado, si existió, está claro que tenía el rostro de la actriz india más famosa, Aishwarya Rai. Desde luego, dos cosas hay que entusiasman a los indios: las historias y la polémica. Así que con Jodhaa Akbar (2008, del director de Lagaan) han ido servidos en ambos frentes. Resulta que históricamente no está probado que existiera dicha señora. Es más, si existió, no era la esposa del emperador Akbar, sino su nuera. Ahí queda eso. Pero sí parece que una de las esposas del emperador mogol era "rajput", aunque se llamaba de otra forma. El nombre de Jodha Bai surge en la cultura popular del siglo XVIII y se hace tan popular en la India, que nadie presta atención a su autenticidad histórica hasta que a Ashutosh Gowariker se le ocurre rodar esta película y en Rajastán alzan el grito al cielo (como si no tuvieran problemas más importantes que ponerse a defender el honor "rajput", madre mía) y Gowariker tiene que agenciarse un ejército de historiadores, lo que no evita el boicot posterior de la película en el norte del país.
El emperador Akbar de la película comparte muchas de las características que le asigna Rushdie a su personaje en La encantadora de Florencia; personificado aquí en el atlético cuerpo de Hrithik Roshan, quien, por lo visto, se ha convertido también en el nuevo emperador de Bollywood (y parece que Sharukh Khan lo ha encajado con elegancia, lo que le honra). Por lo demás, en mi opinión, el puro entretenimiento está bien, siempre que consiga entretenernos. Y a mí me gusta oír hindi, me hacen gracia las convenciones de las pelis de Bollywood (pasan horas, literalmente, hasta que los protagonistas se dan un beso), su poca sutileza (a Roshan se le desencaja el rostro cual héroe de cómic cuando quiere mostrar ira y la música nos indica que el emperador se ha pillado un mosqueo del quince), las canciones, la percusión, los cientos de bailarines de los números musicales, la ropa y las joyas (de los dos protagonistas, no solo Aishwarya está estupenda, a Roshan los gorros y los collarines le quedan de miedo). Vamos, que a mí lo que me gusta es la India, y estas películas me resultan de lo más entretenidas; me distraen muchísimo con su ingenuidad. Y si encima le añadimos un mensaje de tolerancia en términos religiosos (que hace mucha falta en India, como en otros países), pues jugada redonda.
Y ya lo dijo Salman Rushdie (hacía días que no sacaba yo a colación a este hombre); estos indios están empeñados en que existió Jodha Bai y de ahí no les sacas. Y yo añado, si existió, está claro que tenía el rostro de la actriz india más famosa, Aishwarya Rai. Desde luego, dos cosas hay que entusiasman a los indios: las historias y la polémica. Así que con Jodhaa Akbar (2008, del director de Lagaan) han ido servidos en ambos frentes. Resulta que históricamente no está probado que existiera dicha señora. Es más, si existió, no era la esposa del emperador Akbar, sino su nuera. Ahí queda eso. Pero sí parece que una de las esposas del emperador mogol era "rajput", aunque se llamaba de otra forma. El nombre de Jodha Bai surge en la cultura popular del siglo XVIII y se hace tan popular en la India, que nadie presta atención a su autenticidad histórica hasta que a Ashutosh Gowariker se le ocurre rodar esta película y en Rajastán alzan el grito al cielo (como si no tuvieran problemas más importantes que ponerse a defender el honor "rajput", madre mía) y Gowariker tiene que agenciarse un ejército de historiadores, lo que no evita el boicot posterior de la película en el norte del país.
El emperador Akbar de la película comparte muchas de las características que le asigna Rushdie a su personaje en La encantadora de Florencia; personificado aquí en el atlético cuerpo de Hrithik Roshan, quien, por lo visto, se ha convertido también en el nuevo emperador de Bollywood (y parece que Sharukh Khan lo ha encajado con elegancia, lo que le honra). Por lo demás, en mi opinión, el puro entretenimiento está bien, siempre que consiga entretenernos. Y a mí me gusta oír hindi, me hacen gracia las convenciones de las pelis de Bollywood (pasan horas, literalmente, hasta que los protagonistas se dan un beso), su poca sutileza (a Roshan se le desencaja el rostro cual héroe de cómic cuando quiere mostrar ira y la música nos indica que el emperador se ha pillado un mosqueo del quince), las canciones, la percusión, los cientos de bailarines de los números musicales, la ropa y las joyas (de los dos protagonistas, no solo Aishwarya está estupenda, a Roshan los gorros y los collarines le quedan de miedo). Vamos, que a mí lo que me gusta es la India, y estas películas me resultan de lo más entretenidas; me distraen muchísimo con su ingenuidad. Y si encima le añadimos un mensaje de tolerancia en términos religiosos (que hace mucha falta en India, como en otros países), pues jugada redonda.
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