El mes pasado, la nueva novela de Louise Erdrich, The Plague of Doves (2008), quedaba finalista para el Premio Pulitzer en la categoría de ficción. He de decir que, tras leer anteriormente siete de sus novelas, esta es la primera vez que un libro suyo me decepciona (diga lo que diga Philip Roth). Aunque también es cierto que la última que había leído (Four Souls, 2004) me había parecido inferior a las anteriores; a pesar de la recuperación de personajes como Nanapush y de una prosa que evocaba a la de los mejores tiempos. Y con ello no quiero decir que me quedase anclada en la exhuberancia de sus primeras obras; porque me entusiasmaron dos publicadas ya en el nuevo milenio, The Last Report on the Miracles at Little No Horse (2001) y The Master Butchers Singing Club (2003).
Leí por primera vez a esta autora en la facultad, tras la publicación de Love Medicine (1984), la primera (y muy premiada) de varias novelas con una estructura similar (probablemente inspirada por Faulkner) que da voz a diferentes personajes (que, como la propia autora, descienden de nativos americanos, alemanes, franceses... y que como ella nacieron en la zona de las reservas indias de Dakota del Norte) para narrar décadas de historia familiar y local. Me quedé maravillada por la fuerza expresiva de su narrativa, por la mezcla de realidad gris con toques de color, sin reivindicaciones chillonas, y leyenda mágica. A todo ello contribuyó que la propia autora visitara la clase de literatura norteamericana a la que asistía (resultó ser tan fascinante y seductora como su novela). Más tarde, compré The Beet Queen (1986) en los puestos de segunda mano del South Bank de Londres. Me pareció una forma inteligente de no repetir el mismo patrón, con menos personajes "nativos", centrándose en otra faceta de sus propios orígenes, en los americanos de origen alemán (como su padre). Luego llegarían The Bingo Palace (1994) y Tales of Burning Love (1997); todas ellas con abundantes vínculos geográficos y narrativos, así como personajes en común.
En The Plague of Doves, la habitual estructura de voces que aportan información sobre la misma historia resulta más confusa, está peor tejida. Erdrich continúa escribiendo bien (no creo que pueda hacer lo contrario), pero está menos inspirada o más desganada. El misterio del asesinato de toda una familia (y la violencia de la venganza racista que le sigue), que se supone que es el centro de la narración y que condiciona las vidas de las siguientes generaciones de población blanca (y no tan blanca) de una pequeña localidad de Dakota del Norte y de los Ojibwe que viven en la reserva colindante, no parece tan decisivo para el lector, ni tan intrigante. Y para ocupar tantas páginas, se liquida en apenas las diez últimas y con pocas contemplaciones. Un tema interesante que aparece en la trama y las subtramas es la distorsión de la verdad; pero, a mi entender, no acaba de comunicarse bien.
Ya no sé si son mis autores favoritos los que se hacen viejos, o si soy yo la que se ha hecho demasiado mayor y crítica. Seguramente se trate de una mezcla de ambas cosas.
Tusquets ha publicado Filtro de amor, Huellas y La reina de la remolacha.
Ediciones del Bronce ha publicado El último informe del Padre Damien.
En catalán, Quaderns Crema ha publicado La reina de la remolatxa.
Leí por primera vez a esta autora en la facultad, tras la publicación de Love Medicine (1984), la primera (y muy premiada) de varias novelas con una estructura similar (probablemente inspirada por Faulkner) que da voz a diferentes personajes (que, como la propia autora, descienden de nativos americanos, alemanes, franceses... y que como ella nacieron en la zona de las reservas indias de Dakota del Norte) para narrar décadas de historia familiar y local. Me quedé maravillada por la fuerza expresiva de su narrativa, por la mezcla de realidad gris con toques de color, sin reivindicaciones chillonas, y leyenda mágica. A todo ello contribuyó que la propia autora visitara la clase de literatura norteamericana a la que asistía (resultó ser tan fascinante y seductora como su novela). Más tarde, compré The Beet Queen (1986) en los puestos de segunda mano del South Bank de Londres. Me pareció una forma inteligente de no repetir el mismo patrón, con menos personajes "nativos", centrándose en otra faceta de sus propios orígenes, en los americanos de origen alemán (como su padre). Luego llegarían The Bingo Palace (1994) y Tales of Burning Love (1997); todas ellas con abundantes vínculos geográficos y narrativos, así como personajes en común.
En The Plague of Doves, la habitual estructura de voces que aportan información sobre la misma historia resulta más confusa, está peor tejida. Erdrich continúa escribiendo bien (no creo que pueda hacer lo contrario), pero está menos inspirada o más desganada. El misterio del asesinato de toda una familia (y la violencia de la venganza racista que le sigue), que se supone que es el centro de la narración y que condiciona las vidas de las siguientes generaciones de población blanca (y no tan blanca) de una pequeña localidad de Dakota del Norte y de los Ojibwe que viven en la reserva colindante, no parece tan decisivo para el lector, ni tan intrigante. Y para ocupar tantas páginas, se liquida en apenas las diez últimas y con pocas contemplaciones. Un tema interesante que aparece en la trama y las subtramas es la distorsión de la verdad; pero, a mi entender, no acaba de comunicarse bien.
Ya no sé si son mis autores favoritos los que se hacen viejos, o si soy yo la que se ha hecho demasiado mayor y crítica. Seguramente se trate de una mezcla de ambas cosas.
Tusquets ha publicado Filtro de amor, Huellas y La reina de la remolacha.
Ediciones del Bronce ha publicado El último informe del Padre Damien.
En catalán, Quaderns Crema ha publicado La reina de la remolatxa.
2 comentarios:
Dos notas:
"esta es la primera vez que un libro suyo me decepciona (diga lo que diga Philip Roth)"
Bueno, a mi Philip Roth me ha decepcionado. No con 'Me casé con un comunista' pero si con 'The human stain'
"Ya no sé si son mis autores favoritos los que se hacen viejos, o si soy yo la que se ha hecho demasiado mayor y crítica. Seguramente se trate de una mezcla de ambas cosas."
Podemos estar seguros de que hay libros buenos. Pero la extensión no tiene por qué ser cierta: un autor(a) es buen@, pero eso no significa que todos sus libros lo sean.
¡Nunca se puede ser lo suficientemenet crític@!
Y, ¿quién es aquí demasiado mayor? Yo no veo a nadie :-p
¿Se puede ser demasiado mayor?
Qué pelota, Jaims (again). ;)
A mí tb me ha decepcionado Philip Roth en más de un libro.
Publicar un comentario