Volvemos al cine japonés con Seishun zankoku monogatari (Historias crueles de juventud) de 1960, el segundo largometraje de Nagisa Oshima, quien dirigiría 16 años más tarde nada menos que El imperio de los sentidos. La película que nos ocupa (y la otra, ni te cuento) fue un gran éxito tanto de crítica como de taquilla.
A mí el final tan truculento me dejó un poco de mal sabor de boca; pero me pareció interesante la sutileza con la que transmite el desencanto de varias generaciones de japoneses (los que salen peor parados son la hermana de Makoto y su amante, representantes, como el propio Oshima, de la generación de universitarios que no supo oponerse con suficiente fuerza a los tratados militares entre su país y los EE.UU., que no supo vivir de una forma realmente revolucionaria, y que han acabado siendo figuras patéticas sin autoridad moral) y el pesimismo con el que retrata el Japón de los años cincuenta.
Por lo demás, masoquismo y sumisión, una juventud sin ideales ni preocupaciones morales... Y una película que no es fácil de ver, en la que es imposible identificarse con un personaje, sin concesiones.
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