martes, 26 de febrero de 2008

"Midnight All Day": Siempre es medianoche

Midnight All Day (Siempre es medianoche en su traducción al castellano) es el título de una colección de relatos del escritor británico Hanif Kureishi, un autor que me gusta desde hace bastantes años (desde antes de entrar en la treintena, década en la que, según algunos críticos, es más fácil apreciar el tono de las narraciones de Kureishi).

Con la salvedad del último relato (que aún no he comprendido qué hace ahí y que es de lo más atípico), los relatos de Midnight All Day discurren en el microcosmos particular de Kureishi (la pareja, la escritura, la ciudad), que tiene bastante de autobiográfico y que él domina como nadie.

Con Kureishi me pasa como con Murakami: me es un poco indiferente lo que me cuenten. Lo que más valoro de las novelas y relatos de ambos es la creación de una atmósfera única que atrapa al lector. A los personajes de Murakami les pasan bastantes más cosas (de hecho, les suele pasar de todo) que a los de Kureishi (que tienen esa afición a tener hijos y separarse), y encontraríamos muchas otras diferencias, desde luego (aunque también algunas similitudes, como el papel que juega la soledad en sus historias). Pero, en mi caso, les une mi absoluta disposición a leer cuanto escriban, aunque sea la lista de la compra.

De Kureishi no pueden esperarse ficciones «rebuscadas» (a diferencia de Murakami, en cuyas historias puede ocurrir casi cualquier cosa): sus tramas más imaginativas son las de El buda de los suburbios y las de sus guiones cinematográficos (Mi hermosa lavandería, etc.), que no dejan de estar poblados por personajes muy cercanos a él y a su entorno. En los relatos de esta colección, encontramos de nuevo al autor-narrador que escribe a partir de sus vivencias más íntimas, de sus soledades y tormentos personales. Y que escribe de forma sencilla pero intensa, lúcida y claustrofóbica, directa aunque irónica, precisa, elegante y tremendamente seductora.

A menudo se critica la "amargura" de Kureishi. Yo diría que su obra es melancólica, que no es lo mismo. El pesimismo de Kureishi no es tal; se trata más bien de una ironía reflexiva. En la ficción de Kureishi hay siempre inherente un deseo de salir adelante, un afán de supervivencia a pesar de todo (a pesar de uno mismo, en especial). En el relato que da nombre a la colección, Ian sigue teniendo la esperanza de cumplir con sus deseos básicos, como punto de partida para otros cambios en su vida: quiere una casa, una mujer y unos niños "que le gusten", y "perderse en las cosas que no son importantes". El lector no puede menos que pensar que no va por buen camino para conseguirlo, que está repitiendo sus errores; pero se queda deseando que lo logre.

Quizá mi preferido sea "Strangers When We Meet", con esas escenas en el parque, fuera de la ciudad, en el pub donde se representa la obra de teatro... tan bien recreadas como el París de "Siempre es medianoche". Y esas verdades hirientes que Kureishi va dejando caer como quien suelta lastre.

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