La nueva película de Paul Thomas Anderson (el director de Magnolia y Boogie Nights) es áspera, ambiciosa, de corte clásico (con claras reminiscencias de Orson Welles y Ciudadano Kane). La ambientación es fabulosa, la fotografía cautivadora a la vez que austera y eficaz (se rodó en un secarral similar e incluso cercano al de los hermanos Coen, debía estar la zona como el Ganges). Daniel Day-Lewis está perfecto en su papel (no me parece para nada histriónico, como he leído en alguna crítica). A su lado, un más que digno Paul Dano (el adolescente hermano de Little Miss Sunshine, donde ya apuntaba maneras).
There Will Be Blood (el título hace referencia a la rivalidad entre el personaje protagonista y el predicador, Eli, y hasta aquí puedo leer) está basada en Oil!. Por lo visto, la película conserva la historia de Upton Sinclair muy a grandes rasgos, eliminando muchos personajes y subtramas, por lo que el director decidió cambiar el título, al no considerarla una adaptación de la novela.
Quizás su mayor defecto sea que en su búsqueda de ese clasicismo de corte Welles, acaba resultando un tanto fría, distanciándose del espectador. Y esa imperfección, en una película muy bien tensada y construida, le impide ser, en mi opinión, la obra maestra que pretendía su director.
La música resulta un punto fuerte. Sorprende la elección del tercer movimiento (Allegro giocoso, ma non troppo vivace - Poco più presto) del concierto para violín en D mayor de Johannes Brahms. Suena, con muy buen criterio, la versión de la Filarmónica de Berlín, con dos grandes, Herbert von Karajan en la dirección y Anne-Sophie Mutter en los solos de violín (y cómo toca el violín esa mujer, es única). Acompaña a esta pieza música de Jonny Greenwood (guitarrista de Radiohead), que capta de maravilla lo que quiere contar el director. Yo no sabía que Greenwood era un músico de formación clásica que compone obras para la BBC; su otra faceta musical es más conocida por el público en general.
El caso es que se pasan las dos horas y media, y de repente (no se hace nada larga) se ha acabado la peli y nadie sabe cómo ha sido. Lo único que está claro es que no hemos perdido de vista a Daniel Day-Lewis ni medio minuto. Eso no pasaba ni en Ciudadano Kane. Y tiene su mérito que un actor pueda sostener así una película.
There Will Be Blood (el título hace referencia a la rivalidad entre el personaje protagonista y el predicador, Eli, y hasta aquí puedo leer) está basada en Oil!. Por lo visto, la película conserva la historia de Upton Sinclair muy a grandes rasgos, eliminando muchos personajes y subtramas, por lo que el director decidió cambiar el título, al no considerarla una adaptación de la novela.
Quizás su mayor defecto sea que en su búsqueda de ese clasicismo de corte Welles, acaba resultando un tanto fría, distanciándose del espectador. Y esa imperfección, en una película muy bien tensada y construida, le impide ser, en mi opinión, la obra maestra que pretendía su director.
La música resulta un punto fuerte. Sorprende la elección del tercer movimiento (Allegro giocoso, ma non troppo vivace - Poco più presto) del concierto para violín en D mayor de Johannes Brahms. Suena, con muy buen criterio, la versión de la Filarmónica de Berlín, con dos grandes, Herbert von Karajan en la dirección y Anne-Sophie Mutter en los solos de violín (y cómo toca el violín esa mujer, es única). Acompaña a esta pieza música de Jonny Greenwood (guitarrista de Radiohead), que capta de maravilla lo que quiere contar el director. Yo no sabía que Greenwood era un músico de formación clásica que compone obras para la BBC; su otra faceta musical es más conocida por el público en general.
El caso es que se pasan las dos horas y media, y de repente (no se hace nada larga) se ha acabado la peli y nadie sabe cómo ha sido. Lo único que está claro es que no hemos perdido de vista a Daniel Day-Lewis ni medio minuto. Eso no pasaba ni en Ciudadano Kane. Y tiene su mérito que un actor pueda sostener así una película.
1 comentario:
Bueno, solo puedo aportar que si, la película se pasa en un suspiro...
La puesta en escena de finales de s. XIX me encantó.
Y, finalmente, añadir que Dios habla a través de los dedos de Anne-Sophie Mutter!!!! Es un don que le ha sido concedido, para disfrute y solaz del resto de los mortales :-)
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