jueves, 8 de abril de 2010

País de ficción: dos ejemplos

En un país real, de los de vivir en ellos, el Ministerio de Igualdad se encargaría de que las mujeres cobrasen lo mismo que los hombres por realizar un mismo trabajo. En un país de ficción (pongamos que sea España), de los que nadie se cree, dicho Ministerio se dedicaría a duplicar el peso de los libros de texto con la inclusión del doble de palabras (concejalas y concejales, padres y madres, ministros y ministras) y a prohibir la lectura de cuentos tradicionales (por qué limitarse a la "Cenicienta", quizá no han leído a los griegos). Se estarían olvidando de que los niños con criterio saben cuando algo es sexista porque se lo han enseñado sus padres; pero, claro, para eso sus padres deberían tener tiempo (y ganas) de educarles. Y yo me pregunto, esos adolescentes tan machistas (ellos) y sumisas (ellas) que veo por la calle, ¿tendrán una sobredosis de "Blancanieves"? (yo a esos enanitos, dicho sea de paso, los veo muy explotados y en unas condiciones muy indignas, pero eso corresponde a otro Ministerio, creo).
En un país real, quien se adueña de un dinero que no es suyo va a la cárcel. En un país de ficción, a quien se persigue es a un juez que pretendía investigar las desapariciones de más de 100.000 personas ocurridas durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Curiosamente, las normas internacionales de derechos humanos dicen claramente que el crimen de desaparición forzada no prescribe y que entorpecer su investigación es un delito. Puede que sea el país de ficción el que deba acabar en la cárcel; pero al no existir, la cosa se complica. Porque lo que está claro es que es imposible que un país así exista.

En fin, que ya hemos vuelto de vacaciones (pronto caerá una entrada al respecto) y que ya vuelvo a las andadas tras un largo paréntesis (vaya mesecito, marzo, menos mal que se acabó).

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