Hace solo una semana que volvimos y casi se me han olvidado ya; pero estas vacaciones de Semana Santa han demostrado que no hace falta alejarse tanto físicamente como tengo tendencia a desear para desconectar del todo, limpiar la mirada cansada de tanto ordenador y tan poco horizonte, y parar. Parar para valorar lo que importa (despertarse de una deliciosa siesta bajo el sol primaveral, rodeada de robles, con un concierto de todo tipo de pajarillos disfrutando del buen tiempo tras el largo invierno) y sorprenderse con lo que damos por sentado (los Pirineos oscenses, tan majestuosos e impresionantes cubiertos de nieve).
Han sido nueve días de descanso a jornada completa, para estirar las piernas y la mente y llenarnos de la energía de la montaña. La verdad es que tras un mes un tanto duro en varios frentes, ha sido una llegada de la primavera (a pesar de la nieve) en toda regla. Acertamos en varias cosas: en la elección de la zona (centrándonos en el Serrablo, en el Alto Aragón de mis amores) y, más concretamente, en la del pueblo (que vino dada por el alojamiento). Javierre del Obispo es de esos lugares que te cautivan con sigilo y sin estridencias. Mención especial merece Casa Oliván, altamente recomendable; una casa de infanzones con varios siglos y mucha historia a las espaldas, con interesantes características arquitectónicas y un mobiliario maravilloso y, lo más importante, unos propietarios entusiastas de su tierra y su pasado que nos hicieron sentir muy cómodos y nos ayudaron a conocer mejor todo lo que visitábamos (no llovió lo suficiente para toda la bibliografía que me prestaron y que disfruté enormemente).
Esperamos volver pronto para ir de excursión a los ibones (lagos glaciares) que en esta época resultaban aún inaccesibles o ir de romería a Santa Orosia, o lo que se tercie, vamos.
Más fotos de las vacaciones aquí. Como siempre, el fotógrafo es Jaime Seuma.
Han sido nueve días de descanso a jornada completa, para estirar las piernas y la mente y llenarnos de la energía de la montaña. La verdad es que tras un mes un tanto duro en varios frentes, ha sido una llegada de la primavera (a pesar de la nieve) en toda regla. Acertamos en varias cosas: en la elección de la zona (centrándonos en el Serrablo, en el Alto Aragón de mis amores) y, más concretamente, en la del pueblo (que vino dada por el alojamiento). Javierre del Obispo es de esos lugares que te cautivan con sigilo y sin estridencias. Mención especial merece Casa Oliván, altamente recomendable; una casa de infanzones con varios siglos y mucha historia a las espaldas, con interesantes características arquitectónicas y un mobiliario maravilloso y, lo más importante, unos propietarios entusiastas de su tierra y su pasado que nos hicieron sentir muy cómodos y nos ayudaron a conocer mejor todo lo que visitábamos (no llovió lo suficiente para toda la bibliografía que me prestaron y que disfruté enormemente).
Esperamos volver pronto para ir de excursión a los ibones (lagos glaciares) que en esta época resultaban aún inaccesibles o ir de romería a Santa Orosia, o lo que se tercie, vamos.
Más fotos de las vacaciones aquí. Como siempre, el fotógrafo es Jaime Seuma.
1 comentario:
Una vez superado el (¡tremendo!) síndrome de 'regreso del Pirineo', las cosas en perspectiva... si, sin alejarse tanto es posible disfrutar enormemente.
Aparte de que esa parte del mundo tiene un enganche especial para algunos de nosotros :-)
Poder ir tantos días es un lujo, poder disfrutar de la naturaleza es un lujo también.
Y, definitivamente, si; esperamos volver pronto para ir de excursión.
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