Tenía que pasar y menos mal que ha sucedido. Los auténticos "guerracivilistas" (vaya palabro), los hijos y nietos de quienes sumieron a este país en la oscuridad, los partidarios de regímenes dictatoriales pretéritos (son ellos quienes no dejan que se cierren las heridas que ellos mismos abrieron, no los ninguneados familiares de los cadáveres abandonados en las cunetas de las carreteras de este triste país), se han crecido ante nuestra desidia.
Ya lo han dicho estos días los representantes de los presos del franquismo, de los represaliados; nos hemos dormido en los laureles de la democracia. En su momento hubo que mirar para otro lado por el bien de la bendita (y frágil) democracia, en esa transición tantas veces tildada de modélica y que se llevó a cabo a base de que medio país se tragara las lágrimas y el dolor y otro medio país conservara sus privilegios. Lo de siempre. Lo de siempre cansa. Ya es hora de acabar con la impunidad de unos crímenes que no pueden prescribir contra el derecho internacional, contra los derechos humanos, por más que lo diga una ley injusta (vaya contrasentido sin sorpresa) de este mezquino país. No me vale que ambos bando cometieran "desmanes": uno provocó la guerra, el otro defendía a un régimen legal. No me vale que en todas las guerras se fusile; que las guerras civiles sean las más duras, las que sirven para saldar rencillas entre vecinos; no me vale porque a la nuestra la siguieron cuarenta años de derrota para los vencidos, de represión para los reprimidos. Y tras eso, ¿cuarenta años más de olvido? Camino llevamos si no despertamos.
Sentí enormemente no salir a manifestarme yo también ayer; no tanto en favor de Garzón (que sufre una persecución injusta, política y surrealista, desde mi punto de vista), sino contra la impunidad y a favor de la verdadera memoria histórica (no ese papel mojado que han intentado vendernos como una ley). De eso iban en realidad las manifestaciones de ayer; por más que los medios solo destaquen el apoyo a Garzón, que lo hay, sobre todo porque ha sido a su vez el único apoyo de quienes llevan tantos años luchando en este país para que se reconozca que la muerte de su padre, de su hermano, fue injusta. Para sacar de la cuneta, en todos los sentidos, a todas esas personas condenadas al silencio en más de una manera.
A pesar de que tengo abandonado este blog por exceso de trabajo, no podía dejar pasar el 25 de abril, el aniversario de la Revolución de los Claveles (y el cumpleaños de quien esto firma) sin manifestarme aunque sea desde mi ordenador.
Ya lo han dicho estos días los representantes de los presos del franquismo, de los represaliados; nos hemos dormido en los laureles de la democracia. En su momento hubo que mirar para otro lado por el bien de la bendita (y frágil) democracia, en esa transición tantas veces tildada de modélica y que se llevó a cabo a base de que medio país se tragara las lágrimas y el dolor y otro medio país conservara sus privilegios. Lo de siempre. Lo de siempre cansa. Ya es hora de acabar con la impunidad de unos crímenes que no pueden prescribir contra el derecho internacional, contra los derechos humanos, por más que lo diga una ley injusta (vaya contrasentido sin sorpresa) de este mezquino país. No me vale que ambos bando cometieran "desmanes": uno provocó la guerra, el otro defendía a un régimen legal. No me vale que en todas las guerras se fusile; que las guerras civiles sean las más duras, las que sirven para saldar rencillas entre vecinos; no me vale porque a la nuestra la siguieron cuarenta años de derrota para los vencidos, de represión para los reprimidos. Y tras eso, ¿cuarenta años más de olvido? Camino llevamos si no despertamos.
Sentí enormemente no salir a manifestarme yo también ayer; no tanto en favor de Garzón (que sufre una persecución injusta, política y surrealista, desde mi punto de vista), sino contra la impunidad y a favor de la verdadera memoria histórica (no ese papel mojado que han intentado vendernos como una ley). De eso iban en realidad las manifestaciones de ayer; por más que los medios solo destaquen el apoyo a Garzón, que lo hay, sobre todo porque ha sido a su vez el único apoyo de quienes llevan tantos años luchando en este país para que se reconozca que la muerte de su padre, de su hermano, fue injusta. Para sacar de la cuneta, en todos los sentidos, a todas esas personas condenadas al silencio en más de una manera.
A pesar de que tengo abandonado este blog por exceso de trabajo, no podía dejar pasar el 25 de abril, el aniversario de la Revolución de los Claveles (y el cumpleaños de quien esto firma) sin manifestarme aunque sea desde mi ordenador.
2 comentarios:
Yo creo que tenemos que manifestarnos, no por Garzón ni por la memoria histórica (que deberíamos, por esta última).
Ha llegado un momento en que deberíamos manifestarnos para pedir que liberen esta democracia secuestrada que tenemos, porque da verdadera grima. Jueces que no son ni jueces, ni imparciales, ni están separados de los políticos; esto es una premisa básica de una democracia: no se cumple esta premisa, no vivimos en una verdadera democracia. Así de sencillo. Lo de Garzón no es más que un síntoma de una enfermedad mucho más grave.
Y puestos a fantasear con una democracia digna... ¿qué hacemos en este momento en que la corrupción ha alcanzado unos niveles aberrantes?
Qué razón tienes, Jaims.
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