martes, 10 de febrero de 2009

Personaje fascinante, género equivocado

No es de extrañar que Gus Van Sant se quedase atrapado por la historia de Harvey Milk y luchara por dirigirla. Se trata de un personaje complejo y seductor que a priori podría parecer muy cinematográfico. El problema es que Milk fue mucho Milk y la película, por larga que la hagas, no puede evitar simplificar su biografía. Y ahí radicaría la cuestión: ¿era imprescindible darle ese formato? Van Sant, por el motivo que fuera, siguió ese camino en lugar de otro más imaginativo. El director, desconcertante donde los haya y con una muy variada filmografía, se buscó un cómplice de altura, el actor Sean Penn, que se metió en su papel prácticamente fundiéndose con el personaje.
Harvey Milk se convirtió en 1977 en el primer cargo político estadounidense abiertamente homosexual. Milk tenía algo de experiencia teatral y la utilizaba para sus campañas. Iniciaba sus mítines con una frase que se haría famosa, "My name is Harvey Milk, and I’m here to recruit you". Cuesta poco ganar para la causa a los espectadores de Milk, que no pueden menos que escandalizarse recordando (o conociendo por primera vez) las condiciones en las que vivían los homosexuales hace tan solo 30 años en los EE.UU. (y que siguen padeciendo en varios países en la actualidad, en algunos pueden ser incluso condenados a muerte, leer más aquí o aquí). Indigna ver a la Sarah Palin de turno instigando a las masas para que no permitan a los homosexuales trabajar como maestros. 11 meses después de su elección, Milk moría asesinado. En la película, quien no sepa cómo murió en realidad puede desilusionarse al ver que no fue "en plan Kennedy"; aunque ello no impidió que se convirtiera en un mártir para el movimiento gay que él contribuyó a consolidar.
Mi principal objeción a Milk es justamente que es una película sobre la vida de una persona y no llega a cubrirla debidamente. Al principio va muy rápida y se pierde uno la transformación del chico trajeado en el hippy del Castro (en realidad, parece que se dejó crecer el pelo cuando empezó a implicarse políticamente, por rechazo a la invasión de Camboya, y perdió su trabajo al negarse a cortárselo). Un complejo proceso en el que pasó de ser un extrovertido chico judío del que nadie sospechaba que fuese gay, alguien que había llegado a abandonar a un novio porque le parecía que estaba demasiado implicado políticamente, a todo un símbolo al encontrar su verdadera vocación en el activismo comunitario (después de un sinfín de trabajos y búsquedas de algo que le motivara). Milk como personaje público no nació como activista gay, sino como opositor a un gobierno que le enfurecía. Y no defendió únicamente la causa gay, sino todas las que le parecían de interés para los ciudadanos. Como cualquier gran personaje, tuvo sus luces y sus sombras. A pesar de la ética que demostró en su carrera política, también se conocen sus métodos poco ortodoxos (sacar a gays del armario a la fuerza, a veces con ayuda de la prensa, abordar en plena calle a hombres que le parecían atractivos para que se unieran a la causa...).
En cualquier caso, vale la pena ver a Sean Penn interpretando a Milk y es necesario que se conozca esta historia. Milk no me parece extraordinaria, pero resulta emocionante y la incluyo en mi lista de películas merecedoras del apoyo de Amnistía Internacional; lo cual no es poco.

No hay comentarios: