La de Juan Gelman es juvenil y potente a sus 80 años, mientras recita sus poemas con una copa de vino delante, acompañado por su amigo de décadas, el músico Rodolfo Mederos, quien ha compuesto un sinfín de temas inspirados por la poesía de Gelman. Además del bandoneón de Mederos, les acompañaban los otros dos integrantes del trío que lleva su nombre (el de Mederos, digo), entre ellos un contrabajo muy destacable.
Tenía yo un amigo que decía siempre que hay instrumentos que no merecen tal nombre y me temo que seguramente incluía al bandoneón. Sin embargo, durante el recital de L'Auditori (organizado por la Casa América de Catalunya), el bandoneón de Mederos, un virtuoso, me llevó de vueltas al Buenos Aires en el que tanto tango bailó Gelman (por lo visto aún baila, pero en México, donde vive). Siempre me acuerdo de una noche que fuimos a ver cómo bailaba la gente, una milonga; fue fascinante. No hay duda de que el bandoneón es el sonido del tango, del "gotán" que dice Gelman. Y su poesía es el sonido del amor; una auténtica "fábrica de amor" (como el título de ese poema que tanto me gusta, el que dice "Tú destruyes el mundo para que esto suceda / tú comienzas el mundo para que esto suceda").
Hay poetas que no aportan nada leyendo lo que escriben, que no han sido dotados de la fuerza, de la personalidad necesaria para transmitir sus palabras si no es por escrito (la mayoría de los escritores, creo yo). Escuchando a Gelman recordé otro acto, con Manuel Rivas, en el Caixafórum de Barcelona (creo que hace un par de años): una maravillosa "performance" en la que Rivas leía fragmentos de su obra Los libros arden mal entrelazados con tangos. Manuel Rivas es otro escritor / poeta a quien hay que escuchar. Por desgracia perdí en un traslado un CD con poemas leídos por él (venía con una de sus antologías de poemas, un regalo que me hicieron que me gustó mucho); era una maravilla.
Con Gelman me pasa como con muchos poetas (Rivas incluido), que tienen muchos poemas que me fastidian, me irritan, y luego tienen algunos que me seducen por completo (como ese de Gotán, de 1962, que empieza "esa mujer se parecía a la palabra nunca", que hay que oírselo a Gelman). Aunque lo que más me gusta de Gelman son versos sueltos (como mi favorito, de "Fábricas de amor", "me haces andar contra la muerte"). Gelman, muy premiado, fue fundador y miembro de diversos grupos de poetas argentinos de izquierdas y estuvo encarcelado por sus ideas; formó parte de los Montoneros, vivió la dictadura militar exiliado y luchando contra la misma; le "desaparecieron" a su hijo y a su nuera embarazada (encontró a su nieta hace tan solo diez años, tras innumerables gestiones). Es un poeta que ha pasado por diferentes fases, cómo no; la popular, la experimental, la descarnada, la serena; pero que siempre le ha cantado al amor.
Desde luego, fue todo un privilegio asistir a la primera puesta en escena de esa maravillosa combinación de palabra y música de dos viejos tangueros. Para mi gusto, sobraba la presentación de Joaquín Sabina, que "perpetró" un poema sobre (parecía más bien contra, qué horror) Gelman. Pero el resto, un lujo.
Tenía yo un amigo que decía siempre que hay instrumentos que no merecen tal nombre y me temo que seguramente incluía al bandoneón. Sin embargo, durante el recital de L'Auditori (organizado por la Casa América de Catalunya), el bandoneón de Mederos, un virtuoso, me llevó de vueltas al Buenos Aires en el que tanto tango bailó Gelman (por lo visto aún baila, pero en México, donde vive). Siempre me acuerdo de una noche que fuimos a ver cómo bailaba la gente, una milonga; fue fascinante. No hay duda de que el bandoneón es el sonido del tango, del "gotán" que dice Gelman. Y su poesía es el sonido del amor; una auténtica "fábrica de amor" (como el título de ese poema que tanto me gusta, el que dice "Tú destruyes el mundo para que esto suceda / tú comienzas el mundo para que esto suceda").
Hay poetas que no aportan nada leyendo lo que escriben, que no han sido dotados de la fuerza, de la personalidad necesaria para transmitir sus palabras si no es por escrito (la mayoría de los escritores, creo yo). Escuchando a Gelman recordé otro acto, con Manuel Rivas, en el Caixafórum de Barcelona (creo que hace un par de años): una maravillosa "performance" en la que Rivas leía fragmentos de su obra Los libros arden mal entrelazados con tangos. Manuel Rivas es otro escritor / poeta a quien hay que escuchar. Por desgracia perdí en un traslado un CD con poemas leídos por él (venía con una de sus antologías de poemas, un regalo que me hicieron que me gustó mucho); era una maravilla.
Con Gelman me pasa como con muchos poetas (Rivas incluido), que tienen muchos poemas que me fastidian, me irritan, y luego tienen algunos que me seducen por completo (como ese de Gotán, de 1962, que empieza "esa mujer se parecía a la palabra nunca", que hay que oírselo a Gelman). Aunque lo que más me gusta de Gelman son versos sueltos (como mi favorito, de "Fábricas de amor", "me haces andar contra la muerte"). Gelman, muy premiado, fue fundador y miembro de diversos grupos de poetas argentinos de izquierdas y estuvo encarcelado por sus ideas; formó parte de los Montoneros, vivió la dictadura militar exiliado y luchando contra la misma; le "desaparecieron" a su hijo y a su nuera embarazada (encontró a su nieta hace tan solo diez años, tras innumerables gestiones). Es un poeta que ha pasado por diferentes fases, cómo no; la popular, la experimental, la descarnada, la serena; pero que siempre le ha cantado al amor.
Desde luego, fue todo un privilegio asistir a la primera puesta en escena de esa maravillosa combinación de palabra y música de dos viejos tangueros. Para mi gusto, sobraba la presentación de Joaquín Sabina, que "perpetró" un poema sobre (parecía más bien contra, qué horror) Gelman. Pero el resto, un lujo.
Se puede oír a Gelman leyendo sus poemas en la Casa de América de Madrid aquí (TV3 grabó el acto de l'Auditori; aunque no sé cuándo lo emitirá, pero recomiendo mucho verlo si se tiene la oportunidad).
Y ver/oír a Manuel Rivas leyendo un fragmento de Los libros arden mal o un poema en gallego.
Y ver/oír a Manuel Rivas leyendo un fragmento de Los libros arden mal o un poema en gallego.
2 comentarios:
Yo es que no soy nada de poesía, vamos.
O no la entiendo, o no me dice nada, o soy incapaz de sumergirme en los poemas.
Y que al principio nos cascaran un vídeo de Sabina, que no es tampoco santo de mi devoción, no iba a ayudar en nada.
Con lo cual pues si, el comienzo fue tibio -por no decir frío- por lo que a mi respecta. Versos posteriores del calado de 'la pajarera de Pentecostés' tampoco iban a empujar mi 'vis poética' en la dirección adecuada, no (y lo siento, OP, pero tuve que hacer mención a este verso).
Pero... -y todas las historias buenas tienen un pero- ¡la cosa se arregló!
Poco a poco, y no se sabe muy bien como se produjo el cambio, me descubrí a mi mismo pensando que aquello no estaba nada mal. Y por supuesto, acabé disfrutando.
Factores que seguro que ayudaron: el Trío Mederos (bandoneón o no bandoneón, y un contrabajista delicioso). La presencia del propio Gelman, su voz. Tanta fuerza en ella, tan poca en su físico. Uno más: esa ilusionante complicidad y conexión entre el señor Rodolfo y el señor Juan, tan viva y tan palpable que no puede uno por menos que sentirla como propia.
Por fin, salí de ahí si no con la sensación de haber entendido la poesía -cosa que no se produjo-, si al menos con unas cuantas ideas y sensaciones dando vueltas por mi cabeza. Lo cual es una manera de apreciar la poesía como cualquier otra. Aunque no se haya entendido palabra (o verso).
Si te llega, es que hubo comunicación, que te dijo algo, que te transmitió emociones (sensaciones).
De eso se trata.
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