miércoles, 13 de octubre de 2010

Asia en Barcelona

Tenía yo pendiente (entre otras muchas cosas) una entrada sobre la novena edición del Festival Asia, del que soy una gran fan. Este año fuimos dos días; a ver el espectáculo inaugural (de kathakali) en la Sala Gótica de la Biblioteca de Catalunya, y a varios conciertos en el nuevo eje urbano del festival, el formado por el MACBA, el CCCB, la plaça dels Àngels y la de Joan Coromines. Me parece un acierto haber trasladado aquí el Festival (no había encontrado su sitio hasta esta edición); hay espacio suficiente para los talleres, los conciertos, las demostraciones... y en el Raval, lugar donde vive mucha gente de las comunidades implicadas. De hecho, me ha parecido que este año se había hecho un mayor esfuerzo por contar con la participación de dichas comunidades y, por primera vez, el público era una mezcla de razas y culturas de lo más interesante. No éramos los barceloneses de origen no asiático los que íbamos a ver "cosas de Asia"; sino que era una especie de celebración del "multiculturalismo" (bendito palabro) de esta ciudad. Los sijs nos contaron (en catalán) cosas de su gastronomía, la comunidad filipina nos enseñó su vestimenta, había demostraciones de juegos, instrumentos, decoración con henna, un lugar donde aprender a decir una palabra en un idioma asiático... En fin, un esfuerzo loable por que conozcamos más ese continente y la gente de allí que habita aquí.
En el caso del kathakali, se trata de una de las formas teatrales más antiguas del mundo y lo representó una prestigiosa compañía (Margi Theatre) de Kerala (sur de la India, qué recuerdos), que es de donde procede esta manifestación artística. Es un espectáculo muy vistoso que, al transcurrir en sánscrito, pues necesita un poco de información previa. Es cierto que cuesta un poco "entrar" (es muy diferente de lo que nosotros entendemos por teatro); pero luego fascina. En India las representaciones duran horas y horas; aquí se comprendió que el público no estaba preparado para tanto y se limitaron a un fragmento de la epopeya Mahabharata. La música (canto y percusión) era hipnotizante y estaba perfectamente coordinada con la gestualidad (muy ajena a lo que los occidentales entendemos por ese término, no veas cómo movían los ojos) de unos actores con un vistoso (y muy elaborado) maquillaje y unos movimientos precisos y económicos de gran fuerza. Espectacular. El escenario escogido acababa de redondear la oferta; ya que ayudaba a crear una atmósfera sobrenatural. Como anécdota, es la segunda vez que vemos una bailarina india "con bigote"; en este caso metafórico, porque aunque era un hombre el que representaba el papel del personaje femenino, se había afeitado (cosa que no podemos decir del artista que vimos en un palacio de un marajá en Rajastán, que de lejos no se notaba, pero los que se acercaron a darle una propina...).
El día de la clausura del Festival ("Un día en Asia", una jornada familiar dentro de las fiestas de la Mercè), estuvimos en dos conciertos; aunque uno lo vimos dos veces. Y también nos paseamos para ver el ambientillo y el resto de actividades programadas. Primero vimos a Altai Khairkhan interpretando canciones y melodías tradicionales mongolas. Fue precioso; podías "verlos" cabalgando por la estepa (quizá tengo mucha imaginación, pero las canciones eran una maravilla). Y, cómo no, utilizaban las famosas técnicas vocales mongolas (como el canto difónico o khöömei, nacido de la voluntad de imitar los sonidos de la naturaleza, que tan raro suena a palo seco, pero que como parte del concierto era de lo más seductor).
Después de comer volvimos a echar un vistazo a las demás actividades, haciendo tiempo para el segundo concierto que teníamos "apuntado". Nos encontramos otra vez con el grupo mongol, tan elegantes ellos, cantando. Así que volvimos a escucharles. Valía la pena. No sabía que hubiera una comunidad mongola en Barcelona; pero allí estaban con sus trajes tradicionales, guapísimos todos. Después había un grupo de gente de Bangladesh (creo, es que no lo vimos desde el principio), escenificando una boda a la manera tradicional. Un joven espontáneo de su comunidad se subió, ni corto ni perezoso, a la pasarela y se puso a bailar en plan "Bollywood". El narrador de la escenificación decidió integrarlo ("los jóvenes bailan, compartiendo la felicidad de sus familias") y todos tan contentos.
Para acabar, la comunidad paquistaní había pedido que actuara Abrar-ul-Haq, una estrella del bhangra-pop de su país. No sabías si mirar al escenario o a la plaça dels Àngels llena a rebosar de paquistaníes de diversas edades, todos endomingados, cantando y bailando. Fue emocionante, porque, por una vez, era su día; los protagonistas eran ellos. La verdad es que la labor de la Casa Asia en este sentido es de lo más loable (también en cuanto a la difusión de la cultura asiática el resto del año).

lunes, 11 de octubre de 2010

Sábado en Japón

Con mucho retraso, porque los Novelantes le han dado ya tres vueltas al libro (por lo visto había que leerlo más de una vez, cosa que puede que yo, con mi mala memoria, haya hecho de forma inconsciente), conseguí acabar Saturday, de Ian McEwan, a tiempo para releer Kafka on the Shore, de Haruki Murakami (que los Novelantes comentan el jueves 14 de octubre).
Me dio mucha pereza ponerme con McEwan y el texto me dio la razón. Una vez más, el autor nos endilga una historia floja, que se hace leíble por lo bien que escribe el hombre. Saturday (2003) me recuerda muchísimo (demasiado) a Enduring Love (1997), y teniendo en cuenta que esta última me pareció bastante insoportable... Creo que Amsterdam (1998) me gustó más; pero no me acuerdo demasiado. Sé que cuando leí Atonement (2007) respiré aliviada: por fin me contaba algo que me interesaba, una historia con fundamento. Vamos, que por mucho que sea un autor premiadísimo, uno de los 50 mejores escritores británicos desde 1945 según The Times, a mí McEwan tiende a aburrirme / irritarme. Le reconozco lo bien que escribe (si no, no hubiera pasado del primer libro), pero esos mundos burgueses en los que él se siente tan cómodo no me resultan excesivamente interesantes (por no decir que me dan urticaria directamente). En el caso concreto de la novela que nos ocupa, en mi opinión, si se trata de narrar un día "à la Woolf", debe ser un día con sus más y sus menos; pero no tan disparatado y excesivo como el del médico ese (por cierto, cómo se nota que estuvo dos años presenciando el trabajo de un neurocirujano, que ya son ganas, pero al menos le sirvió de mucho en la novela). Es que le pasan unas cosas de lo más inverosímil (y absurdas, no solo se enfrenta a un desequilibrado con problemas neurológicos, que ya es casualidad, sino que va y ¡lo ablandan con poesía!).
Lo curioso es que inverosímil sería un adjetivo muy adecuado para la novela de Murakami y en cambio me lo creo todo (los gatos que hablan, las puertas de acceso a otros mundos, los chulos caracterizados como el señor del Kentucky Fried Chicken y con unos poderes que no veas...). Supongo que es porque no consigo adentrarme en el mundo de McEwan (ni lo deseo) y en cambio Murakami me seduce de tal manera que me sumerjo encantada en las historias más increíbles. De hecho, puede que Murakami no escriba tan bien como McEwan (apostaría algo a que es así, a pesar de a McEwan lo leo en inglés y a Murakami traducido); pero tiene una facilidad pasmosa para fabular y atraer al lector a su mundo. Me parecen, justamente, dos autores totalmente opuestos; cada uno de ellos sobresale en un aspecto clave (a mi entender) de la ficción: el estilo (McEwan), la trama (Murakami). Aunque para ser exactos, en la obra de Murakami no es tan importante lo que pasa como la ambientación que se crea alrededor de los sucesos. Y en eso es muy japonés por más que muchos críticos de su país le tilden de excesivamente occidental (hubiera entendido más que le acusaran de "pop", la verdad, aunque tampoco lo comparto).
Con la relectura de Kafka... se confirma que las novelas (los cuentos no creo) de Murakami resisten nuevas lecturas si se deja pasar un tiempo prudencial. La verdad es que recordaba algunas cosas; pero otras, no. Es curioso porque no me acordaba para nada de la "pulsión sexual" del libro. Y ha sido interesante captar referencias que la primera vez se me escaparon (ahora he leído a Soseki, he visto a los ciervos en los templos, he viajado dos veces a Japón). Habrá que seguir releyendo.

Kafka en la orilla está publicada por Tusquets (también en edición de bolsillo).
Sábado está disponible en Anagrama y Quinteto (bolsillo).

domingo, 10 de octubre de 2010

Miyuki Miyabe, por fin en español

El próximo día 18 sale a la venta la primera novela de Miyuki Miyabe en español, publicada por Quaterni (traducción del inglés de Purificación Meseguer). La primera, pero no la última; porque le seguirán Crossfire, The Devil's Whisper y Shadow Family; todo un festín. Esta "avanzadilla" (es mucho más que eso, la verdad) es Kasha (1992), una novela que me cautivó las pasadas navidades tras comprarla en Tokio. Miyabe es una escritora japonesa de gran prestigio y una abundante (y variada) obra.
Respecto a la edición en español, un primer aspecto a comentar sería el título. Me consta que en la editorial le dieron bastantes vueltas al tema. No era sencillo. El título original es metafórico y hace referencia a una criatura mítica sintoísta que devora los cadáveres. Para un japonés, la referencia es, por lo tanto, clara y puede ver cómo se construye la metáfora al leer el libro. Para un occidental, no está tan claro. Aquí podía optarse por dejar el título original y explicar qué es eso del Kasha (Quaterni lo hace, desde luego), o cambiarlo por otro totalmente diferente, como hicieron en la traducción al inglés (All She Was Worth). La solución de Quaterni (La sombra del Kasha) no me acaba de convencer (para gustos, colores), porque yo creo que llama a error. Puede pensarse (y a eso ayuda el diseño de la portada) que vamos a leer una historia de espíritus (y yo no contaría con ello). Vamos, que puede hacer que algunos lectores se sientan defraudados por un contenido más sociológico que de terror. Y que otros lectores que no se animen a leer la novela pensando que es una historia de terror, se pierdan un libro estupendo que no puedo sino recomendar. Pero, vamos, que el título original suponía, sin duda, un reto.
La traducción parece muy correcta y fluida, lo que me hace pensar que es posible que los lectores en español salgan ganando con una traducción del inglés en lugar de una del japonés. En mi experiencia, las traducciones de novelas en japonés al español no acaban de dar grandes resultados (suelen chirriar bastante, con loables excepciones como el Kafka en la orilla de Lourdes Porta). En cambio las traducciones al inglés suelen ser muy buenas. Quizás a alguien pueda llamarle la atención esta práctica, que es, por otra parte, bastante habitual entre las editoriales de este país. Sin ir más lejos, la versión catalana de dos de los tres volúmenes de Millenium se hizo del francés. En fin no seré yo quien defienda las traducciones de lenguas puente; pero tampoco voy a criticarlas si el lector sale ganando. Y ya digo, muchas traducciones al inglés que he leído me han parecido muy fieles al espíritu original de las novelas japonesas (desde las limitaciones de alguien que no habla japonés, pero que aprecia una prosa natural y no forzada), entre ellas, la de la novela que nos ocupa.
Pues, nada, a disfrutar de una trama rica y variada, bien hilvanada, que además nos descubrirá una cara de Tokio que puede resultarnos desconocida (y brutal). Y todo ello de la mano del inspector Honma, el típico policía japonés que no es un genio, pero que resuelve los casos a base de tenacidad cuando no está comiendo, bebiendo sake, leyendo el periódico o viajando el tren.
Una auténtica novela policíaca (recomendable incluso para quienes no sean muy partidarios de este género), por más que atípica (de ahí su atractivo para muchos públicos diferentes), que engancha y mantiene el interés hasta el mísmisimo final, inesperado por abrupto y muy original.

Se puede descargar el primer capítulo aquí.

sábado, 9 de octubre de 2010

Con la boca pequeña o a puerta cerrada

Seguimos con el tema de la solicitud de libertad para Liu Xiaobo. A última hora, a pesar de la reticencia del Ministerio de Exteriores (por lo visto vamos a dejar de ser el mejor amigo de China en la UE, que dime con quién andas...), España se sumaba a la petición de Francia, Alemania y Reino Unido.

La UE no se atreve a hacerlo en público. Parece que a China no le importa que le pidan democracia siempre que no haya periodistas delante y no se entere la disidencia. Así que la UE hace sus demandas a puerta cerrada, no se vayan a enfadar los chinos estos (que son de aúpa).

viernes, 8 de octubre de 2010

Dos de tres

Por lo visto, Obama sí que ha pedido la liberación del nuevo Premio Nobel de la Paz. Ahí me equivoqué.

Con Francia y Alemania, acerté.

España: no sabe, contesta.

Los nórdicos le tosen a China

Me es igual que esos benditos países estén llenos de asesinos como aseguran los escritores de novela policíaca nórdica; para todo lo que no sea tomar el sol, hay que mirar al norte. No van y le dan el Nobel de la Paz a Liu Xiaobo (igual les perdono lo de Obama, me han demostrado que no son tan lacayos como me temía).

Y tras el anuncio, todos a retratarse. A ver qué países piden la liberación del flamante Nobel de la Paz y a ver quiénes se ponen a silbar como si no fuera con ellos la cosa. Seguro que España no se mete en berenjenales, que con China nos jugamos mucho y no está el horno para hacerse el gallito. Supongo que Francia y Alemania deben haber pedido ya la liberación de Liu Xiaobo, y que los EE.UU. no harán gala de solidaridad entre premiados y se van a callar, fijo.

A pesar de que China lleva meses amenazando al comité del Premio Nobel de la Paz con todo tipo de represalias comerciales, esta buena gente (nunca mejor dicho) han hecho caso omiso y se la han jugado, como les habían pedido el Dalai Lama y Václav Havel.

Y encima es que el anuncio llega después del Nobel de Literatura a Vargas Llosa, que ahí tuvimos que ver a nuestro presidente y demás autoridades más ufanos que si se lo hubieran dado a ellos. Todos a rajar, que parecía que habíamos vuelto a ganar el dichoso Mundial. Tanta declaración para seguirla de tanto silencio... qué poco discreto va a quedar esto.

Suerte que se trataba de un gobierno progresista. Qué mal vamos, señor.

La voz del poeta

La de Juan Gelman es juvenil y potente a sus 80 años, mientras recita sus poemas con una copa de vino delante, acompañado por su amigo de décadas, el músico Rodolfo Mederos, quien ha compuesto un sinfín de temas inspirados por la poesía de Gelman. Además del bandoneón de Mederos, les acompañaban los otros dos integrantes del trío que lleva su nombre (el de Mederos, digo), entre ellos un contrabajo muy destacable.
Tenía yo un amigo que decía siempre que hay instrumentos que no merecen tal nombre y me temo que seguramente incluía al bandoneón. Sin embargo, durante el recital de L'Auditori (organizado por la Casa América de Catalunya), el bandoneón de Mederos, un virtuoso, me llevó de vueltas al Buenos Aires en el que tanto tango bailó Gelman (por lo visto aún baila, pero en México, donde vive). Siempre me acuerdo de una noche que fuimos a ver cómo bailaba la gente, una milonga; fue fascinante. No hay duda de que el bandoneón es el sonido del tango, del "gotán" que dice Gelman. Y su poesía es el sonido del amor; una auténtica "fábrica de amor" (como el título de ese poema que tanto me gusta, el que dice "Tú destruyes el mundo para que esto suceda / tú comienzas el mundo para que esto suceda").
Hay poetas que no aportan nada leyendo lo que escriben, que no han sido dotados de la fuerza, de la personalidad necesaria para transmitir sus palabras si no es por escrito (la mayoría de los escritores, creo yo). Escuchando a Gelman recordé otro acto, con Manuel Rivas, en el Caixafórum de Barcelona (creo que hace un par de años): una maravillosa "performance" en la que Rivas leía fragmentos de su obra Los libros arden mal entrelazados con tangos. Manuel Rivas es otro escritor / poeta a quien hay que escuchar. Por desgracia perdí en un traslado un CD con poemas leídos por él (venía con una de sus antologías de poemas, un regalo que me hicieron que me gustó mucho); era una maravilla.
Con Gelman me pasa como con muchos poetas (Rivas incluido), que tienen muchos poemas que me fastidian, me irritan, y luego tienen algunos que me seducen por completo (como ese de Gotán, de 1962, que empieza "esa mujer se parecía a la palabra nunca", que hay que oírselo a Gelman). Aunque lo que más me gusta de Gelman son versos sueltos (como mi favorito, de "Fábricas de amor", "me haces andar contra la muerte"). Gelman, muy premiado, fue fundador y miembro de diversos grupos de poetas argentinos de izquierdas y estuvo encarcelado por sus ideas; formó parte de los Montoneros, vivió la dictadura militar exiliado y luchando contra la misma; le "desaparecieron" a su hijo y a su nuera embarazada (encontró a su nieta hace tan solo diez años, tras innumerables gestiones). Es un poeta que ha pasado por diferentes fases, cómo no; la popular, la experimental, la descarnada, la serena; pero que siempre le ha cantado al amor.
Desde luego, fue todo un privilegio asistir a la primera puesta en escena de esa maravillosa combinación de palabra y música de dos viejos tangueros. Para mi gusto, sobraba la presentación de Joaquín Sabina, que "perpetró" un poema sobre (parecía más bien contra, qué horror) Gelman. Pero el resto, un lujo.

Se puede oír a Gelman leyendo sus poemas en la Casa de América de Madrid aquí (TV3 grabó el acto de l'Auditori; aunque no sé cuándo lo emitirá, pero recomiendo mucho verlo si se tiene la oportunidad).
Y ver/oír a Manuel Rivas leyendo un fragmento de Los libros arden mal o un poema en gallego.