miércoles, 28 de octubre de 2009

Otro detective aficionado a la jardinería

Como el inspector de The Moonstone (de Wilkie Collins), el protagonista de Suna no Utsuwa (1961, traducido al inglés como Inspector Imanishi Investigates, creo que no hay traducción al español) no es el típico Marlowe, sino más bien alguien aficionado a la jardinería (concretamente a los bonsais), de hábitos ordenados y escritor de haikus. Con más suerte que pericia (en esta novela abundan las coincidencias, aunque no se le puede negar la persistencia), el inspector Imanishi consigue resolver un misterioso asesinato a base de viajar por medio país (adentrándose en todas sus clases sociales) y examinar de cerca las nuevas formas de expresión culturales del Japón de la posguerra.
La trama de esta novela policíaca japonesa está muy bien hilada y crea una adicción que ríete tú de Larsson. Se lee de un tirón. No en vano se considera a su autor, Seicho Matsumoto, el responsable de popularizar el género en su país. No solo está bien escrita y tiene un muy buen ritmo; sino que también la creación de personajes y de ambienes es sobresaliente. Lo antiguo y lo moderno conviven en el Japón de los años 60, creando un sofisticado escenario para esta obra publicada en la serie Soho Crime, que traduce al inglés novelas policíacas japonesas. La obra de Matsumoto sería un ejemplo de ese tipo de novela policíaca con gran contenido social que tan de moda parecer estar ahora (más de cuarenta años después de su publicación).
Matsumoto fue un autor muy popular y reconocido en vida, recibiendo el premio Akutagawa en 1952, entre otros. Se hizo muy famoso gracias a su colaboración con el director de cine Yoshitaro Nomura, que le llevó a adaptar ocho de sus novelas. De hecho, la película basada en esta novela se considera una de las obras cumbre del cine japonés. La tengo pendiente. Y leer otras novelas de la Soho Crime, que tienen muy buena pinta. Al final, me aficionaré a esto de las policíacas; todo es ponerse.

lunes, 26 de octubre de 2009

No solo de gamberradas vive Tarantino

No hay nada como temerse lo peor: tras ver el tráiler de Inglorious Basterds llegué a la conclusión de que la última película de Tarantino daba mucho miedo; pero no por la violencia, sino porque pensaba que iba a ser un disparate de principio a finl. Y no sé si fue esa prevención, pero lo cierto es que la película me sorprendió gratamente. De hecho, me asombró su contención.
Está claro que Quentin Tarantino adora irse por las ramas, impactar al público, exhibir violencia y crear caricaturas más que personajes ("virtudes" que, de entrada, no suelo encontrar excesivamente atractivas en un director de cine). Pero Tarantino ha logrado crear una estética propia y sus gamberradas pueden llegar a estar francamente bien hechas. Nunca entiendo por qué me gustan sus películas (odio la violencia y no disfruto viéndola en el cine); pero lo cierto es que el hombre consigue hacernos pasar un buen rato y nos endilga una película bien larga que se nos pasa en un suspiro (y me reí bastante, para qué negarlo).
Al final estamos hablando de una película sólida, que no deja de ser un entretenimiento, pero que está bien hecha, con actores impecables (sobre todo Christoph Waltz, que está magnífico en su papel de cazador de judíos). Da pena cuando matan a personajes que daban mucho juego (y hasta aquí puedo leer). Tarantino consigue incluso aprovechar las escasas aptitudes interpretativas de Brad Pitt; por ejemplo, sabiendo que los acentos no son su fuerte, le hace hablar con un exageradísimo acento sureño que divide a los espectadores, que no saben si lo hace fatal o estupendamente. Yo diría que, como todo en esa historia, el acento es pura parodia.

Tráiler de la peli aquí.

martes, 20 de octubre de 2009

Más allá del simbolo: Hiroshima

La joven editorial barcelonesa (se fundó en 2004) Libros del Asteroide se marcó un tanto hace un par de años con la publicación de la muy premiada Lluvia negra (Kuroi Ame, 1966) del japonés Masuji Ibuse. Era la primera vez que se traducía al español una obra de este autor, que además está considerada un auténtico clásico de la literatura japonesa del pasado siglo.
Lluvia Negra (la novela más conocida de Ibuse) se enfrenta a las consecuencias de la explosión atómica en Hiroshima basándose para ello en documentos históricos y en entrevistas y diarios de víctimas de la masacre. Le pone rostro a las cifras para que estas duelan (de hecho, no nos ahorra detalle y casi sentimos miedo de pisar también nosotros algún cadáver); yendo más allá del icono, de la imagen de la dichosa seta, tan mortífera, que ha sufrido, como bien dice Jorge Volpi en su prólogo, "una repetición tan inclemente como vana" que ha hecho que la imagen se vuelva "anodina". Y como dice Volpi (una queja sobre el prólogo, que está muy bien, pero que destripa parte de la trama, aunque esta no sea lo más importante de la novela), "habría que imaginar, en cambio, el primer día". Y eso es lo que hace Ibuse, nos lleva de lo abstracto, de lo que creemos conocer, al detalle en el que nunca antes hemos reparado. Y lo hace con el oficio necesario para convertir los documentos en literatura, y con un humor delicado y la sensibilidad y compasión imprescindibles para que el lector pueda soportar el paisaje al que nos asoma.
La historia gira alrededor de una joven, Yasuko, y la forma en que la «lluvia negra» radioactiva que cayó en los alrededores de Hiroshima cambia su vida y la de sus seres queridos. Pero esta trama es una mera excusa para que su tío / padre adoptivo nos cuente muchas otras historias, su punto de vista, su vida antes de la bomba... El mimo con el que se dibujan los personajes y la manera en la que este escritor (que durante la segunda guerra mundial trabajó para su gobierno redactando la propaganda oficial) nos ofrece los detalles más cotidianos e intrascedentes humaniza la catástrofe; la hace más cercana y real.
La lectura de este libro (prueba de que es una gran novela es que disfruté leyéndola durante un largo puente del Pilar en Ansó, sin importarme que "contaminara" la paz y los paisajes pirenaicos) me ha hecho descubrir a una editorial que me había pasado desapercibida. He visto que Libros del Asteroide tiene como objetivo rescatar joyas de la literatura del siglo XX que no estén disponibles en español, labor encomiable que junto con el proyecto de la asociación Contexto de la que forma parte les llevó a ganar el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial 2008. Solo una pega (cada uno es como es): la "creación de fondos editoriales muy cuidados" a la que se dedican no debería limitarse solo a una buena selección de títulos y autores. También debería incluir el cuidado extremo de los textos. De esa forma se diferenciarían de las grandes editoriales, que muchas veces publican traducciones con errores considerables. En el caso que nos ocupa, me ha parecido especialmente grave que no se haya hecho una revisión a fondo del texto; ya que los errores que yo he detectado no requieren para su solución de un experto en japonés (yo no tengo ni idea de ese idioma), sino que son del tipo "unas cuantas miles" o "uno palillos", que igual pueden considerarse erratas, pero luego hay cosas también como confusiones de verbos tipo traer / llevar... Muy recomendable, en cualquier caso.

La editorial tiene una interesante web.
Esta novela también está publicada en edición de bolsillo.

viernes, 9 de octubre de 2009

España orwelliana

Orwell escribió en Mi guerra civil española (1939):
"Incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que estas mentiras, o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia. ¿Cómo se escribirá la historia de la guerra civil española? (...) Es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad".
Se puede decir más alto, pero no más claro. Es verdaderamente escalofriante la capacidad que tenía este hombre para ver lo que iba a suceder 60 o 70 años después. No hace falta decir más; a buen entendedor...

jueves, 8 de octubre de 2009

Especial Tim Robbins

Es que era un programa doble: Tim Robbins como director teatral y luego como actor. En ambos quehaceres sale bien parado (no esperaba menos).
The Lucky Ones (2008) es una interesante película sobre "los afortunados"; los militares que consiguen volver de la guerra de Irak (no se menciona el nombre del país, ni falta que hace). Los de la película (dos hombres y una mujer) se consideran afortunados porque han visto morir a muchos (dos de ellos han sufrido heridas y han visto la muerte muy de cerca), y pueden sentirse también así al ver el agradecimiento de algunos de sus conciudadanos. Pero, en realidad, eso no hará que mejoren sus vidas ni se solucionen sus problemas (los que tenían antes de ir a Irak, los que han surgido después).
Neil Burger, el director de El Ilusionista, no solo elige no mentar al país de marras, sino que tampoco busca patriotas: sus personajes no han ido a la guerra por su país (habría que ver cuántos lo hacen), sino por ellos mismos. Han elegido esa salida porque no tenían otra, por motivos económicos, por no defraudar a la familia, porque es un buen trabajo... Los tres personajes de Burger no son héroes y preferirían no volver; pero tampoco eso es algo que esté en sus manos. El resultado es una película un tanto diferente; una "road movie" especial, medida, sutil, con un buen guión. Y capaz de emocionar sin caer en la cursilería (ni en lo obvio, que tiene aún más mérito).
Los tres actores hacen muy bien sus papeles; llama la atención el candor de Rachel McAdams. En realidad, el papel de Robbins no es especialmente difícil para un actor como él; pero con otro actor no hubiera sido lo mismo. En resumen, una película que ha elegido no mostrar y no contar lo esperable; sino escarbar un poquito, que tiene mucho más sentido. Y todo ello sin estridencia alguna; por lo que puede pasar desapercibida.

Se puede ver el tráiler aquí.

sábado, 3 de octubre de 2009

Reafirmación ideológica de la buena

Se suele decir que los ciudadanos tienen el gobierno que se merecen. También el teatro que se han buscado. Está feo decirlo, pero la tradicional falta de respeto del público barcelonés no se compensa porque luego aplaudan a rabiar. La gente llega tarde (y lo que es peor, les dejan entrar ¡y sentarse!) y encima aquejada de todo tipo de virus (los que tengan miedo de pillar alguna gripe de abecedario, será mejor que se abstengan de espectáculos en teatros barceloneses, tose hasta el apuntador). Se podría argumentar que el éxito del montaje de 1984 en el Teatro Poliorama (teniendo en cuenta que era en inglés con subtítulos, por cierto que en los de catalán se les coló una bonita "y" como conjunción, así va el país), habla de la pasión por el teatro de esta ciudad. Pero hay que tener en cuenta que eran muy pocas funciones y que venían avaladas (y promocionadas) por toda una estrella de Hollywood, su director Tim Robbins (al que nunca volveré a mirar con los mismos ojos después de su maravillosa interpretación en La vida secreta de las palabras, de la entonces inspirada Isabel Coixet).
Con 1984 acertar es fácil y muy difícil al mismo tiempo. Todo el mundo conoce el concepto de Gran Hermano y sabe de qué va la novela aunque no la haya leído. Y el tema es de gran actualidad; lo cual, teniendo en cuenta que se publicó hace 60 años, pues es un logro en sí mismo (de hecho se titula así por 1948, el año en el que se escribió, se cambiaron de orden los dos últimos dígitos). La mayoría de espectadores que va a ver esta obra va a reafirmarse ideológicamente; por lo que, de entrada, el éxito estaría asegurado. De hecho, en ese sentido me recordó a Lorca éramos todos, de Pepe Rubianes; en la que Lorca éramos todos los que estábamos y por eso habíamos ido (aunque el nivel de aquel montaje era inferior a este). Pero, al mismo tiempo, resulta muy difícil (prácticamente imposible, por las mismas razones) impactar y sobresalir con 1984. El montaje de The Actors' Gang es muy correcto; las interpretaciones, impecables; la sobria escenografía, adecuada. Por todo ello, la obra llega e incluso conmueve. Y es verdaderamente difícil hacer una interpretación que no sea plana con un texto como el de Orwell, que se lo pone muy difícil a los actores; que no pueden caer en la caricatura, que deben entregarse muy a fondo. En resumen, un espectáculo de calidad y solvencia; teatro como dios manda, de lo que no abunda por estos lares.
Voy a tener que releer 1984, porque está claro que una lectura de hace veinte años no tiene nada que ver con la que se pueda hacer en estos tiempos de fobias terroristas y cárceles ilegales. Por más que se repita, sigue siendo cierto: pone los pelos de punta cómo acertó George Orwell con el futuro que imaginó.

Más información sobre la compañía The Actors' Gang.
Vídeo de presentación de la obra (interesante ver cómo era el pobre Cameron Dye cuando todavía tenía pelo y mejor aspecto, antes de la gira).