viernes, 30 de enero de 2009

Entretenimiento de buena factura

RocknRolla funciona muy bien sin grandes aspiraciones. Es entretenida, los actores están muy correctos (por algo son británicos), especialmente Tom Wilkinson y Gerard Butler, que bordan su papel (aunque supongo que tampoco era tan difícil). Y Mark Strong, que es como un Andy García mejorado.
La película tiene un buen ritmo y un guión eficaz, con algunas frases realmente buenas, como la de Archy diciendo que si alguien no responde a la violencia, pues se le paga, pero guardando el recibo, "que esto no es la mafia". Solo por ver los dos momentos estelares (en mi opinión, la persecución tras el segundo robo a los rusos y la escena de los susodichos rusos preparándose para torturar a One Two), ya valdría la pena.
La banda sonora, muy acertada; sobre todo la canción de The Subways ("Rock and roll queen"). En resumen, si no se busca nada profundo, nuevo o asombroso, si no se pretende ver una película de acción trepidante, esta es una buena elección. Aunque debo decir que no había visto nunca una película de Guy Ritchie y por eso no puedo opinar sobre las críticas que se hacen de RocknRolla como un intento un tanto fallido de volver a repetir sus éxitos de antaño.
No va a cambiar nuestra vida (espero que no lo pretendiera); pero se la recuerda con una sonrisa.

jueves, 29 de enero de 2009

Caravanas en lugar de tractores

Para pasar un fin de semana "griposo", no hay como conseguir suficientes "provisiones" (pelis y novelas) e instalarse en el sofá. Aunque en este caso, se me llenó de emigrantes ucranianos, polacos y africanos. Vamos, que estábamos hasta estrechos. Two Caravans (2007) es la segunda novela de Marina Lewycka, escritora británica de origen ucraniano, tras su éxito arrollador (nunca mejor dicho, viendo cómo le gustan los vehículos pesados) con A Short History of Tractors in Ukrainian (2005), traducida al español como Los amores de Nikolai (un título mucho más soso, creo yo). Con la novela de los tractores (ha prometido que no habrá tractores, caravanas ni ucranianos en la tercera) ganó premios como el Saga Award for Wit (se otorga a obras de carácter cómico, como es el caso) y el Bollinger Everyman Wodehouse, y quedó finalista en el prestigioso Orange de ficción, entre otros. También figuró entre los candidatos al Man Booker, que últimamente selecciona a muchos escritores noveles. El éxito de ventas hizo que se tradujera a casi 30 idiomas, todo un logro editorial.
Esta segunda novela quedó finalista el año pasado en el Premio Orwell, que, como su mismo nombre indica, premia ficción de carácter político. Y es que la segunda novela de Lewycka se distancia de la primera (bastante autobiográfica, sobre los conflictos en una familia) para mostrar la vida de los emigrantes que trabajan en Gran Bretaña para que los distribuidores llenen los estantes de los supermercados. De nuevo, Lewycka trata temas serios (la vejez, la familia, la guerra, la separación, en la primera, la emigración y la explotación laboral en esta segunda) con un tono cómico muy británico. Y esa combinación de personajes desesperados y narrativa ligera se ha convertido en la seña de identidad de una escritura que además es muy fluida (con la posible excepción de los "monólogos" del perro). Lewycka domina el ritmo y la estructura; sobre todo en la primera parte de esta segunda novela, que narra las "aventuras" de un grupo de emigrantes de diferentes orígenes que se conoce recogiendo fresas en la campiña inglesa, reclutados por mafias del Este y locales. La autora les trata con bastante más consideración que el resto de personal, que no hace más que ponerlos en aprietos; pero Lewycka hace que salgan bastante bien parados, con alguna excepción. También hay guiños a su primera novela, como el ingeniero excéntrico y ucraniano (como Nikolai, como el padre de la autora) que ha escrito un libro sobre tractores.
Lewycka es una profesora que fue activista de izquierdas en los sesenta, cuando vivía en una comuna y escribió un libro de denuncia social que nadie quiso publicar. Le ha costado muchos años encontrar una fórmula para canalizar esa denuncia, pero lo ha hecho de forma tan eficaz que muchos británicos han comenzado a cuestionarse qué hay detrás de la fruta, la verdura o la carne que compran en el supermercado; algo a lo que nunca le habían dado muchas vueltas. Diversos políticos británicos declararon haber elegido la primera novela de Lewycka como libro para llevarse de vacaciones el año en que se publicó. Dudo que hicieran lo mismo con la segunda, sería demasiado cínico por su parte.

Extracto de la novela (en inglés) aquí.
Dos Caravanas está publicada por Lumen, igual que Los amores de Nikolai. Puede leerse un fragmento (en español) de la primera novela de Lewycka aquí.

miércoles, 28 de enero de 2009

Corrección formal con poca garra

Changeling está dirigida y producida por Clint Eastwood, quien también compone la música, como es habitual, junto con su hijo Kyle. Una banda sonora que contribuye al aire clásico y de corrección formal de este "thriller". A Eastwood se le ha criticado ese "clasicismo" por considerarlo demasiado convencional, cuando, en realidad, quizá sea la historia en sí la que carezca de fuerza. La temática es actual, aunque la ambientación (la historia se inicia en 1928) no lo sea: corrupción policial y política, situación socialmente desventajosa de las mujeres... Pero algo falla y acaba por no ser más que una película bien hecha (al hombre oficio no le falta); pero muy lejos de Mystic River, por ejemplo. Aunque bien es cierto que Million Dollar Baby tampoco estaba a la altura.
Eastwood ha comentado que se sintió atraído por el guión porque le permitía rodar una época que coincidía con la de su propia niñez. Y también porque la protagonista era la madre y no el asesino. Su falta de interés por el asesino de niños queda patente, y quizá lastra un tanto la historia. De hecho, se deja algún "fleco" más (se explica poco qué tiene que ver la escena en el restaurante de pueblo con el niño impostor y cuál era el problema que hizo investigar a Ybarra en el rancho donde se había asesinado a los niños). El guionista de la película, J. Michael Straczynski, que realizó una gran investigación sobre este caso cuando le hablaron de él (resulta muy cinematográfico leer que le avisaron de que iban a quemar archivos antiguos que documentaban la batalla judicial de Christine Collins y que esa historia podía interesarle), ha reconocido que dedicó tanto tiempo al caso que tenía demasiada información para un guión. Yo creo que se nota. Se quieren tocar muchas teclas y una película da para lo que da. Straczynski ha comentado también que quiso hacer un "artículo para cine". Quizá lo que se llevaba entre manos era materia de un artículo periodístico y se equivocó de medio (o de profesión).
En cuanto a los actores, parece ser que Eastwood eligió a Angelina Jolie porque le parecía un rostro de esa época; vamos, que le iban a quedar muy bien los peinados, maquillajes y modelitos (una maravilla, la verdad) de esos años. Puede que Jolie no aporte mucho más; aunque está digna. Le acompaña John Malkovich, a quien se le nota menos de costumbre que es John Malkovich (lo cual es bueno, a mi entender, si eres un actor) y un puñado de sólidos secundarios.

lunes, 26 de enero de 2009

Una cierta desilusión

La crítica se ha empeñado en ver la nueva novela de Toni Morrison, A Mercy (2008, la primera que publica en cinco años), como una especie de predecesora de Beloved, una de sus mejores obras (The New York Times la nombró el año pasado la mejor novela estadounidense del último cuarto de siglo). Para mí, son muy diferentes; en tono, en estilo, en estructura, aunque tienen como punto en común el tema de la esclavitud y el sacrificio de una madre que busca una vida mejor para su hija. Pero este aspecto argumental, clave en Beloved, no lo es tanto en esta novela. A diferencia de Beloved, A Mercy se caracteriza por un tono épico e intenso, por personajes que no se desarrollan por completo y que, por lo tanto, no nos cautivan como otros más elaborados creados por Morrison (estoy pensando sobre todo en los que aparecen en mi favorita, Song of Solomon, que me parece redonda de principio a fin).
La obra de Morrison no se entiende sin la raza, que es sobre lo que siempre ha escrito (magníficamente, por cierto), y en esta su novena novela (considerada por The New York Times Book Review como uno de los 10 mejores libros del año pasado) se remonta a los orígenes de la esclavitud, cuando no era exclusiva de la raza negra. Y ese es sin duda el aspecto más interesante de la novela, en cuanto nos hace pensar por qué los negros acabaron siendo los únicos esclavos en los Estados Unidos, cuando en un primer momento también había nativos americanos e incluso blancos que se vendían como mercancía al mejor postor o que debían renunciar a su libertad (aunque fuera temporalmente) para pagar una deuda. Pero para eso no hay respuesta en esta novela que apareció en los EE.UU. una semana antes de que la historia cambiase y un hombre negro resultara elegido presidente del país. De alguna forma, esta era la novela que debía escribir, que se esperaba, de la figura social en que se ha convertido Morrison, portavoz de los afroamericanos, conciencia del país. No en vano fue la primera mujer negra en ganar el Premio Nobel de Literatura. Pero se echa de menos a la escritora de los comienzos. Esta novela, tan llena de simbolismos, no exprime su extraordinaria capacidad narrativa, su habilidad para la creacción de personajes. No se sabe si pesa más la ideología o el paso del tiempo (la obra de muchos escritores se vuelve un tanto repetitiva y pierde garra según cumplen años, con honrosas excepciones). Pero el caso es que esta novela, tan esperada, no deja de ser una pequeña desilusión para quienes seguimos venerando a la escritora que fue.
Es cierto, como explica la propia autora en la interesante entrevista (en inglés) que puede verse más abajo, que todas las civilizaciones surgieron ayudándose de la esclavitud y que el gran drama de Estados Unidos es que esa esclavitud acabó asociándose a la raza, dejando a los negros con una pesada carga que les ha costado 400 años sacudirse de encima. Da mucho que pensar que sea en ese momento histórico cuando se establece la supremacía blanca que sigue imperando (si no legalmente, al menos socialmente) en ese país. Cuando se establece una diferencia fundamental que sirve para que los pobres no se únan contra los poderosos, cuando nace el racismo porque es útil a los terratenientes. Todo este trasfondo es muy potente. Y, sin duda, la voz literaria de Morrison es muy poderosa; pero de alguna forma falta pasión (que abundaba en
Beloved). La novela es un "viaje", como describe Morrison su estructura; pero puede que para ese viaje no hicieran falta tantas alforjas. No puedo evitar pensar que un artículo hubiera logrado el mismo fin y que una novela debería ser otra cosa.

domingo, 25 de enero de 2009

Desconcertantemente seductora

El título de esta película en inglés (en chino era algo así como "La jungla de Chungking") combina un símbolo de Hong Kong, las Chungking Mansions en el barrio de Tsim Sha Tsui (en la península de Kowloon, es un lugar donde viven personas de más de cien nacionalidades y donde se rodaron muchas escenas de la primera parte de la película), y un elemento de ficción, el puesto de comida rápida (que se llama Midnight Express) que sirve de vínculo entre las dos partes de la película. Así, hace una cierta referencia también a esa gran pasión hongkonesa en particular y china en general: comer. Esta película de 1994 (ha envejecido estupendamente), escrita y dirigida por Wong Kar-Wai, resulta tan hipnótica como desconcertante (marca de la casa). Decidí verla porque, además de que me la habían recomendado, acababa de volver de Hong Kong, y como me cuesta un poco regresar del todo de los sitios, un libro o una película ayudan a permanecer un poco más allí. Pero la verdad es que en esta película Hong Kong es más un estado de ánimo que un emplazamiento geográfico. Se ven las escaleras mecánicas que van a una especie de barrios dormitorio (los Mid-Levels, buena parte de la isla de Hong Kong es una cuesta). Y poco más; los restaurantes callejeros, algún puesto de frutas y verduras, el metro, el aeropuerto de Kowloon (nosotros volamos al nuevo, impresionante, en la isla de Lantau). Aparte de que, con tanto bandazo de cámara (no es la mejor película para ver cuando uno está griposo, como era el caso), cualquiera reconoce nada.
"Chungking Express" es una especie de 2x1: dos historias con policías románticos como protagonistas, los actores Takeshi Kaneshiro y Tony Leung (ambos habituales en las películas de este director, sobre todo Tony Leung). Cuando estás enfrascado en la primera historia, con su mujer misteriosa y todo, hay un momento en el que se pasa (incluso visualmente) a la segunda, y te quedas sin saber nada más del poli guapete (que si sigue comiendo así, perderá la figura rápidamente, por más carreritas que se eche). Y nos quedamos con Tony Leung (enseñando los calzoncillos, eso que no falte) y con el excéntrico personaje que interpreta la cantante Faye Wong. Desconcertados, pero seducidos. Y si hablamos de una película de este director, no podemos olvidarnos de la música, de gran importancia en su filmografía. La banda sonora de Chungking Express obedece, como de costumbre, a la original idea que tiene Wong Kar-Wai al respecto: "California Dreaming", versiones de The Cranberries en cantonés... destacando "Baroque" de Michael Galasso (quien también se ocupó de parte de la música de In the Mood for Love), una envolvente melodía que cuadra a la perfección con el espíritu de la película (es la que suena en el tráiler que he puesto de la película).
Me resulta muy difícil decir si me gustan las películas de Wong Kar-Wai. Me llaman mucho la atención, me abducen... Tantas pestes eché de My Blueberry Nights y resulta que su puesta en escena, la música, el ambiente, me viene a menudo a la mente. Me atrapó más de lo que me pensaba. En cualquier caso, de las tres películas que he visto de este director, esta ha sido, seguramente, la que más me ha gustado (o a la que menos pegas le he puesto). A pesar de que mientras la veía en mi sofá dije varias veces en voz alta "este hombre está como un cencerro".

Entrada acerca de otra película del mismo director aquí.
Faye Wong cantando "Dreams" de The Cranberries en cantonés (impagable, con escenas de la película en las que aparece la cantante), aquí.


sábado, 24 de enero de 2009

Más de lo mismo (y todos contentos)

Nada sorprende en la tercera entrega de las aventuras del detective Jackson Brodie; aunque esta sea justamente en la que menos hace de detective. Su vida personal ha ido ganándole terreno a la profesional según ha ido avanzando la trilogía (que, según su autora, hemos de dar por terminada, a pesar de que el final dé pie a pensar que se deja una puerta abierta por si acaso). Estamos de nuevo ante el estilo pulcro e incisivo de Kate Atkinson; una fantástica escritora con un humor inglés de lo más irónico y socarrón (sus comentarios sobre Diana de Gales y Enya en esta novela son de lo más ácidos y merecidos) y gran inteligencia y habilidad a la hora de construir argumentos. Atkinson sigue con su "afición" a la violencia sin sentido, las muertes infantiles... todo aquello que debería sumirnos como lectores en una depresión, en lugar de haceros sonreír (o directamente reír) constantemente, de coincidencia en coincidencia y tiro porque me toca. Atkinson es, después de todo, una fiel retratista social, motivo que debería desanimarnos aún más, viendo el panorama que pinta.
En
When Will There Be Good News? ("¿Cuándo habrá buenas noticias?" gran pregunta, al paso que llevamos, seguramente nunca) al bueno de Jackson le dan hasta en el carné, y nunca mejor dicho. Y es que los personajes masculinos no salen nada bien parados (una constante en la obra de Atkinson). Y hasta aquí puedo leer; porque desvelar cualquier aspecto de la trama sería totalmente imperdonable. Si en un primer momento sorprendió que una autora tan de Literatura con mayúscula (el periódico The Guardian acaba de elegir Behind the Scenes at the Museum, su primera novela, como una de las 1.000 novelas que todo el mundo debería leer) se pusiera a escribir unos libros de corte más ligero con un detective de protagonista (aunque trufados de referencias literarias), al final sus lectores han seguido siéndole igual de fieles, entendiendo que Atkinson es una escritora inquieta, imaginativa e ingeniosa, con pocas ganas de que la encasillen. Hace bien, ella que puede, que es capaz de sacar adelante cualquier trama en la que se embarque (por absurda que sea).
Al final, la gran sorpresa es que Atkinson haya conseguido colarnos un tercer gol (a pesar de que la trilogía va de más a menos, no he conseguido esperar a que publiquen esta novela en edición de bolsillo y me he saltado mis propias reglas al respecto). No será Proust, pero es el típico libro que cuesta dejar por más tarde que se haga mientras lo lees en la cama por la noche. Y, como siempre, espero con ansia a ver qué publica a continuación. A ver si se animan y traducen la novela al español.

Otra entrada sobre Kate Atkinson aquí.
Se puede leer el principio de la novela (en inglés) aquí.
Página web de Kate Atkinson.

lunes, 5 de enero de 2009

Espíritu navideño

Por más que me disgusten las navidades (sí, soy una de esas personas gruñonas que no disfrutan atiborrándose y gastando más de lo que pueden permitirse, por no hablar de las dichosas luces y lo que consumen y contaminan, y hasta aquí puedo leer), no deja de ser un momento estupendo para irse de vacaciones (algunos de mis clientes cierran bastantes días, así que no me echan de menos, y, después de todo, cualquier momento es bueno). Y en eso estaba, paseando por el centro de Hong Kong (fiel una vez más a mi lema de cuánto más lejos, más se te olvida todo lo que tengas que olvidar) cuando vi una enorme "menorah" (el candelabro judío de siete brazos) que una asociación judía había colocado muy cerquita de la torre del Banco de China (imponente rascacielos obra de Pei) para celebrar la fiesta de Hannukah (no estoy segura de que sea mejor escribir Jánuca en español), la celebración judía que coincide con las navidades.
Nada que objetar, en principio, pero es que esa mañana nos habíamos desayunado con la noticia de la nueva oleada de ataques israelíes a Gaza, con lo cual ese candelabro me pareció de repente una muestra más de la hipocresía del mundo todos los días del año en general y en estas fechas en particular. Ya se sabe; unos celebran, otros mueren. Todo es cuestión de suerte, de donde te haya tocado nacer. Como no llevábamos cadenas, no nos pudimos atar al candelabro y seguimos nuestro camino hacia "The Peak", el punto más alto de la isla, para ver las vistas de la ciudad, aunque estaba medio nublado; pero la previsión meteorológica hacía temer que ese fuese el mejor día de todos los que nos quedaban para subir en tranvía a echar un vistazo. Cuando volvimos a pasar por la plaza en cuestión, unas cuantas horas después (estuvimos "pajareando", es decir, buscando pajarillos y fotografiándolos), nos quedamos de piedra: la "menorah" había desaparecido.
Una persona con espíritu navideño pensaría que los de la asociación la habían quitado como muestra de respeto, por los muertos palestinos que tan pocas ocasiones habrían tenido en vida de celebrar nada. Quiero pensar que sintieron vergüenza del giro que estaban tomando las cosas. Cuando todos habíamos perdido la fe en soluciones para el conflicto de Palestina, resultó que la cosa no solo no podía mejorar, sino que empeoraba. Aunque quizá solo la quitaron para evitar que algún grupo de extranjeros escogiera ese punto para manifestarse contra los ataques israelíes. Cómo me gustaría tener un poco de espíritu navideño, aunque solo fuera por las fechas.
En fin. Ya hemos regresado y parece que, una vez más, nadie se ha ocupado de arreglar el mundo mientras no estábamos.

La foto es de Jaime Seuma. Es el ifc, desde donde salta Batman en The Dark Knight.